domingo, mayo 13, 2007

EN MEMORIA DE NUESTROS ASESINADOS EN ENERO DE 1919.

El joven Partido Comunista Alemán, fundado en diciembre de 1918, fue privado en enero de 1919 de sus tres teóricos, políticos y literatos más importantes. ¡Era un golpe de dimensiones tan graves que hasta entonces no había experimentado ningún partido comunista! Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht fueron asesinados bestialmente el 15 de enero de 1919, ambos a la edad de 47 años, por los bandidos oficiales del gobierno socialdemócrata de Ebert y Scheidemann. Franz Mehring, que tenía ya 73 años y que se encontraba gravemente enfermo, no pudo soportar el trágico fin de sus más próximos amigos y murió pocos días después, el 29 de enero.
Estos tres fueron verdaderamente gigantes por sus facultades intelectuales, apasionamiento y carácter, por su universalidad y sabiduría, si empleamos las palabras que usó Engels para caracterizar las grandes personalidades del renacimiento.
Yo tuve la suerte y el honor de haber estado unido a los tres por vínculos personales y reconozco en ellos a los maestros y ejemplos que en las más diversas relaciones influyeron tan decididamente en mi desarrollo político. Creo que aquí me faltarán las palabras para agradecer todo lo que les debo a estos tres gigantes del conocimiento marxista y de la actividad revolucionaria, a estos maestros de la palabra y de la pluma.
Lenin caracterizó en 1908 la segunda mitad del siglo del marxismo, que se inició con la muerte de Engels, como la época de la lucha contra el oportunismo. Éste es naturalmente el período del imperialismo, puesto que el oportunismo como fenómeno general es la consecuencia de una concepción, deformada por no ser dialéctica, de rasgos unilaterales, singulares y temporales del desarrollo imperialista, considerados aisladamente, sin correlación alguna. Las superutilidades acumuladas por el capitalismo monopolista han permitido y permiten, naturalmente, que los señores que dominan la economía capitalista puedan mantener fácilmente una aristocracia obrera y aun alejar temporalmente a amplios sectores del proletariado del movimiento revolucionario, aplicando el lema Divide e impera mediante una astuta política de salarios. Así podemos contemplar en todos los países capitalistas, después del despertar de la conciencia de clase y de lucha del proletariado, que con la extensión del imperialismo se inicia también el período d eun creciente embrutecimiento oportunista, pero con ello surge también la necesidad cada vez mayor de una enérgica lucha contra toda clase de oportunismo. Tan sólo en Rusia pudo ganar esta lucha en todos los frentes, y en octubre de 1917 triunfó la Revolución Socialista. En Alemania, por el contrario, el oportunismo conquistó poco a poco el Partido Socialdemócrata, abriéndole así las puertas al nazismo que dominó a nuestra nación por el largo período de doce años.
El primer representante teórico del oportunismo en el seno del movimiento obrero alemán, como intento de revisar la enseñanza revolucionaria de Marx, fue Eduard Bernstein. Inmediatamente después de la muerte de Engels, emprendió Bernstein su ataque de fondo por medio de una serie de artículos, compilados posteriormente en su libro Las Premisas del Socialismo. Rosa Luxemburgo, Franz Mehring y Karl Liebknecht conformaron su unidad de lucha inmortal para cerrar el paso a la creciente ola del oportunismo. Rosa Luxemburgo se encargó de la dirección teórica y propagandística. En la lucha de la izquierda, y especialmente del Grupo Espartaco, contra el militarismo y la guerra imperialista, le tocó a Karl Liebknecht dirigir la agitación y la organización. Franz Mehring fue el polémico brillante e implacable, el que señalo con sus dones literarios el camino de regreso hacia la herencia revolucionaria.
Un obstáculo funesto que impidió el desarrollo de una poderosa izquierda, políticamente consciente, fue el hecho de que la primera actuación de Bernstein y de sus seguidores fue considerada en el partido tan sólo como un intento secesionista de un grupo ideológico aislado que parecía ser rechazado por el partido en su conjunto y por su dirección oficial. Más tarde se comprobó, sin embargo, que precisamente la dirección del partido (Bebel, Kautsky y otros) no estaba dispuesta a enfrentarse con decisión a los oportunistas. Así nació una fracción de centro que fue cediendo cada vez más y más terreno al oportunismo, aislando y debilitando políticamente al marxismo revolucionario en el seno del partido.
La lucha teórica de los marxistas alemanes contra los oportunistas llega a su apogeo con los artículos de Rosa, publicados en el Leipziger Volkszeitun (1898/99), que fueron compilados en el folleto de Rosa Luxemburgo Reforma Social o Revolución. Yo leí estos artículos emocionadamente cuando era estudiante en Leipzig. Por ese entonces escuché por primera vez un discurso de Rosa en un acto público. La impresión que me causó su personalidad es para mí inolvidable. Precisamente la contradicción entre su pequeña e insignificante figura con la poderosa fuerza espiritual de su oratoria, era verdaderamente impresionante. En el curso de mi vida he escuchado a muchos oradores famosos, comenzando por Bebel y por Wilhelm Liebknecht, pero nunca he vuelto a escuchar un orador tan concentrado, inteligente, ingenioso y lleno de pasión como Rosa Luxemburgo. En aquel entonces, Rosa habló en una reunión de camaradas en Leipzig. Todavía guardo en mi memoria la caracterización que ella hizo de las Leyes para Protección del Obrero acerca de las cuales hacían tanto bombo los reformistas refiriéndose a Bernstein. Rosa nos dijo: ¡Leyes para la protección del obrero! -Está bien, camaradas. Pero también existen otras Leyes Protectoras en nuestro actual Estado. ¡Pensad tan sólo en las leyes para la protección de los animales de caza! ¿En beneficio de quién han sido promulgadas? ¿Acaso por lástima ante los tiernos ojos del venado, o para asegurar al cazador los suficientes animales de presa? Otro ejemplo del estilo polémico, sarcástico y popular tuve oportunidad de escucharlo un año después (1899) en el Congreso del Partido en Hannover. También se trataba en este caso de la lucha contra Bernstein y sus seguidores oportunistas. Un tal doctor David tuvo la frescura de explicarnos en el Congreso que a través de la lucha sindical y del establecimiento legal de una jornada de trabajo normal, se podría socavar, cada día en creciente medida, el poder de los capitalistas. Rosa respondió a tan peregrina teoría: David nos ha expuesto una teoría completa acerca del socavamiento de la propiedad capitalista. Yo no sé si su concepción de la lucha socialista conduce verdaderamente a un tal socavamiento; tengo serias dudas al respecto. Pero lo que no admite duda alguna, es que una teoría semejante presupone el socavamiento de nuestras cabezas.
Verdaderamente vale la pena estudiar una vez más los discursos y escritos escogidos de Rosa. Ellos nos llevan, a través de 20 años del movimiento obrero alemán (1898-1918), una ininterrumpida y apasionada lucha de Rosa contra las utopías de un reformismo pacífico y pequeñoburgués y contra el sindicalismo por el sindicalismo mismo, pero también contra las consecuencias de la cobardía del centrismo y de su evasión continua a propagar enérgicamente la lucha de masas revolucionaria.
Si al caracterizar a Rosa Luxemburgo he dejado en un segundo plano a Mehring y Liebknecht, estoy intimamente convencido de que si ellos vivieran estarían de acuerdo. Por lo tanto sólo me queda agregar que los mejores hechos y escritos de estos dos últimos también han pasado a la inmortalidad, de lo cual puede convencerse fácilmente cualquier lector reflexivo. ¡No nos privemos a nosotros mismos de experimentar las más profundas impresiones científico-marxistas, políticas y estéticas! ¡Y no olvidemos jamás que lo esfuerzos y las luchas comunes de estos tres gigantes ayudaron a la creación del Partico Comunista Alemán y con ello a la del Partido Socialista Unificado de Alemania!

Spartakus 1919 - 1999

Hermann Duncker

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