sábado, mayo 12, 2007

Tina, Olga, Idea.

Tina

ESPAÑA, 1936. El país arde. Unos creen que la vida está del otro lado del fuego, otros creen que es la muerte. Mientras cruzan las balas por su trinchera, ella vuela, su pensar camina, se hace mil preguntas. Ella se hace mil preguntas: ¿De dónde soy? ¿De dónde vengo? ¿Cómo es mi mundo? ¿Cuál es mi caminar? ¿Cuál es mi acento verdadero? ¿Italiano? ¿Americano? ¿Mexicano? ¿Ruso? ¿Español? ¿Cuál es mi nombre? ¿En qué recóndito rincón de la vida estaré mañana? ¿En qué brazos? ¿Junto a qué cuerpo? ¿De qué color será el amor cuando ya no quede nada?
Había llegado allí en noviembre de 1935 con un seudónimo por nombre (¿cuántos nombres tendría su vida? ¿cuántas vidas tendría su nombre?) María Sánchez, enfermera del Quinto Regimiento. Había llegado junto a Vittorio, o comandante Carlos, o el hombre que supo mojarse-mojarla hasta la madrugada. Había llegado con toda la ilusión. Venía de ser muchas mujeres, de estar en muchas ciudades, de caminar Europa con la revolución a cuestas, de ser parte del Socorro Rojo Internacional. Pero la guerra no es una ilusión, la guerra apaga la vida, apaga la magia, apaga... entre los fusiles sólo queda la memoria.
Su primer viaje, había sido en barco desde su Udine natal (esa región en la que su padre aprendió a levantar banderas rojinegras entre el paso de los obreros) al San Francisco del gran país. A trabajar en una textil, a conocer-amar-desnudar a un americano bohemio, medio poeta medio pintor; a ser actriz de teatro; a ser villana en algunas películas de Hollywood. Pero el gran país no es una ilusión, el gran país apaga la vida de sus padres, de su compañero, apaga la magia, apaga... sólo queda seguir viaje.
México, es la imagen que vuela en su vida, es sus ojos, en el lente. Y allí la fotografía trasforma sus miradas, que son obras de arte. Y allí se hace amante de Diego Rivera. Y allí recrea su luna, su noche, su cuerpo y el cuerpo de Julio Antonio Mella. Y allí se entrega en todos los brazos que le regalan vida. Y allí vive con la gente, entre la gente. Pero México no es una ilusión, México apaga su vida, y la expulsión llega, acusada de querer asesinar al presidente. México apaga. Allí la tristeza se apodera de sus ojos, allí se pregunta: ¿cuál es mi país?. Allí decide marcharse a Moscú, a transformar la vida en una ilusión. Ahora, tras el fuego, la ilusión se apaga definitivamente. Tina, quien ya había olvidado su nombre de tanto cambiarlo, derrotada por el tiempo caminado, vuelve a México para quedarse en los recuerdos, un día de enero de 1942.

Tina Modotti: Nació en Udine, Italia, en una familia obrera. Su padre Giuseppe Modotti fue un reconocido militante antifascista. Debido a la represión que se instala en Italia, viaja con su familia a Estados Unidos, donde trabaja primero en una fábrica textil y después se hace actriz. Participa en varias películas de Hollywood. Allí se casa y enviuda joven. Entonces decide marcharse a México donde se dedica a la fotografía y se proyecta como una artista de gran sensibilidad social. Su mejor amiga es Frida Kahlo. Su obra es reconocida en el país y en el exterior.
Su vida es un eterno peregrinar por amores y geografías. En México estuvo ligada sentimentalmente al revolucionario cubano Julio Antonio Mella y al pintor Xavier Guerrero. Mella fue su gran amor, lo conoció durante una manifestación en solidaridad con Saco y Vanzetti y Augusto César Sandino. Las actividades políticas de Tina Modotti molestaban al gobierno mexicano, que esperó la oportunidad para sacársela de encima. Cuando muere Mella, la acusan de haberlo asesinado. Y le agregan que además intentó matar al propio presidente de la República. Al final la expulsan del país. Años después acompaña al comandante Carlos Contreras (Vittorio Vidali), en la guerra civil española. Vive en Alemania, en la ex Unión Soviética y en 1939 regresa a México. Muere en 1942.

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Olga

RÍO DE JANEIRO, 1936. Para ella la cárcel es solo la imagen del silencio. El silencio la cara de los días. Los días son como el aire, caminan y no se sabe a donde van. Caminan y ella se cree que marchan hacia un rinconcito de un pequeño país de maravillas, donde anida una almita media risueña que algunos llaman justicia, y sin embargo no, al final terminan desviándose... Es que el aire a veces sabe equivocarse, o peor que eso, el aire se mete en un país donde las almas son parte del olvido, o peor todavía, el aire deja de soplar que es como decir que la dolor queda ahí... o sea aquí...
Y los días, estos días que faltan para que ese navío, que espera en el puerto, se la lleve rumbo a un campo de concentración, también pueden equivocarse. O peor todavía, pueden olvidar que el camino hacia esa almita, muchas veces se quiebra por el hacer y deshacer de unos hombres de latas y uniformes que, saben empollar la tristeza entre sus cuevas. Como el tal Adolfo, como el tal Benito, como el tal Getulio...
Una hora de hace algún tiempo ella supo dejar su Alemania para venirse a amanecer en el Brasil. Supo seguir a Luis Carlos rumbo al viento por los senderos de este país. Y pelear con él y su Columna a los señores del café y del azúcar, siendo vida en cada paraje caminado. Supo ser agua en los brazos de ese coronel chiquito y sin latones, que la metió de raíz en la América. Supo sembrarlo en su cuerpo y cosecharlo en los ojos del sudor.
Pero ahora, los soldados de don Getulio llegan a la cárcel donde está detenida para llevarla. Los hombres de la Gestapo esperan en el puerto. Los presos se amotinan. Entre ellos, un escritor de rostro serio y mirada triste llamado Graciliano, escribe sus memorias de la cárcel. Ella, con su panza grande como un mundo, no permite una masacre y se entrega sabiendo lo que le espera...
Mientras el barco la lleva de vuelta a su país, que en realidad no es de nadie, ella se hace todas las preguntas del mundo: "¿Dónde estamos? ¿En el fondo de una cueva? ¿En el centro de un huracán? ¿En el calor de este Brasil? ¿En el frío de esa Alemania? ¿En la esperanza nacida en octubre de 1917? ¿Dónde estamos? Ni en un fruto. Ni en una raíz. Ni en una semilla. Yo creo que estamos en un mundo desterrado de las aguas, de la sal...".
Pero a pesar del océano que la lleva a la cámara de gas, ella se niega a dejar de soñar. Y se convence que siempre existirán pequeños rincones donde cobijar los sueños, o sea los cambios. Y se imagina que tal vez algún día, esos pequeños rincones se hagan país. Aunque ahora sabe que las revoluciones se hacen mirando para abajo, trabajando duro y con pocas palabras. Sabe también, que se hacen con imaginación, con solidaridad y los grandes sacrificios que imponen los ideales. Y sabe, sobre todo, que para las revoluciones no alcanza con una realidad injusta, hace falta también que los pueblos crean y confíen en la ideas y en los hombres. Luego mira el mar y dice: "sé que hay mucho que inventar para que eso ocurra, pero vale la pena esperar el día".
Gracias al mar, y a pesar de él, los ojos de Olga van hacia el futuro. Es que la vida siempre puede más que la equivocación del aire, o de los días. La vida viene con todas sus almas en el corazón, con todos sus corazones en las manos, con todas sus manos en la piel. La vida llega, se acurruca sobre su mirada y se hace imagen en el tiempo...

Olga Benario Prestes: Nació en Alemania en una familia judía. Fue militante comunista desde muy joven. En 1935, el Comintern la destacó para acompañar a Luis Carlos Prestes en su intento por liderar una revolución en Brasil. Durante la marcha de la "Columna Prestes", que recorrió miles de kilómetros a lo largo del país, los dos se enamoraron y llegaron a Río de Janeiro casados. La rebelión fue sofocada y ellos fueron presos en cárceles distintas. Ella, embarazada, fue entregada por el gobierno de Getulio Vargas a la Gestapo de Adolfo Hitler. En 1942 fue ejecutada en una cámara de gas en Bernburg.

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Idea

MONTEVIDEO, ABRIL DE 1995. A decir verdad, no sé muy bien a donde pertenece esta mujer. Algunos dicen que es del país uruguayo, pero, cuando uno lee su obra, o sea su vida, ve que es del país de todas partes, ve fronteras allanadas, fortificaciones desaparecidas, y ve que uno es tanto de ese lugar como todos los habitantes del planeta. Porque el planeta es el lugar clave donde crece y se desarrolla su poesía. Donde las palabras pueden ser las imágenes que más cautivan.
Ella cree que las palabras son como laberintos que hay que caminar para poder descubrir la verdadera imagen del universo.
Las palabras hacen su libertad, y sin embargo la apresan, la conmueven, la llevan por mundos de soledad.
Y si la dejan, ella puede reinventar todas las palabras del diccionario, puede hacer trizas el anochecer y ponerle la sensualidad de dos cuerpos volando-soñando-erotizando todos los sentidos. O agarrar el mar y pintarlo de nubes, que es como pintarlo de nostalgias con forma de mujer.
De sus encontronazos con la libertad, nacieron versos que en el instante de su alumbramiento, quedaron en el centro palpitante de la historia, se hicieron síntesis de ideales y pasiones. En realidad ella es la palabra, y estará ahí siempre, con una tenacidad que los siglos se encargarán de confirmar.
Pero además su vida es una idea, su mundo, su nombre... Su amor, intenso en la raíz de la noche, siempre cerca, siempre lejos, siempre Juan Carlos en la imagen de la luna, siempre-nunca...
Cuando ella junto a la generación del 45 irrumpió en la siesta uruguaya, la Asociación de Escritores se había convertido en un cenáculo quincenal donde se repartían sonetos y elogios, y se ensalzaba la decadencia modernista como uno de los mayores lujos estéticos de la época. Fue Giraudoux el que dijo: "lo importante es el estilo, las ideas vendrán después". Y fue Sartre el que le contestó "pero las ideas no vinieron".
Lo mismo le pasó a los escritores uruguayos. No vinieron. Solo quedaba el estilo, la aburrida secuencia de los endecasílabos monocordes y absolutamente previsibles. Entonces, los jóvenes más rigurosos renunciaron a los premios nacionales y municipales que jurados complacientes repartían entre los cortezanos de siempre, sin pena ni gloria. Muchos de ellos sostuvieron el juramento durante unos cuantos años, pero -como diría Gonzalo- la única que resistió hasta hoy la ofrenda, fue Idea. Ahora, cuando sale un libro con toda su obra, uno lo mira y la mira, y es como si escuchara toda la poesía que falta escribir.

Idea Vilariño: Nació en Montevideo en 1920. Es una de las poetisas uruguayas más destacadas a nivel internacional. Fue amiga íntima de Juan Carlos Onetti, para muchos el gran amor de su vida que no llegó a concretarse totalmente. Pertenece a la generación del 45, una de las más productivas de la literatura uruguaya, que además marcó época. Los escritores del 45 negaron la complacencia y la aplausomanía de las generaciones anteriores, y propusieron rigor crítico, ilustración para el juicio, trabajo y responsabilidad en la creación. Pero sobre todo, enfrentar el oficialismo impertinente que pretendía hacer de la literatura un par de homenajes solemnes y condecoraciones. Para voltear aquello, había que construir, y lo hicieron. Había que proponer el camino y andarlo. Poeta que rompe con la retórica creando otro lenguaje, profesora de Literatura hondamente vinculada a sus alumnos y fina crítica, Idea se puso al frente de la poesía uruguaya para transformarla. En su obra canta con sensualidad al amor, al mar, al verano, y no se olvida de la muerte.
Sus libros más destacados son: "La suplicante" (1945) "Cielo cielo" (1947), "Paraíso perdido" (1949), "Nocturnos" (1955), "Poemas de amor" (1958), "Treinta poemas" (1967), "No" (1980). En 1995 se publicó un libro que reúne toda su obra poética.
Para el crítico Luis Gregorich, la poesía de Idea Vilariño está marcada por el pesimismo, y su único contacto con la realidad es a través de la despojada expresión de una soledad radical y el señalamiento desnudo de la miserable condición del hombre. "En esta poesía -dice-, las palabras valen, no sólo por sí mismas, sino también por los sueños y los secretos que convocan, por las blasfemias que callan, por las nostalgias comunes a toda la especie que suscitan. No hay Dios ni dioses en esta poesía. El único Dios, si lo hay, es la palabra poética misma. Una poesía del amor y de la condición femenina: cómo negarlo".

Kintto Lucas
Las tres semblanzas de Kintto Lucas pertenecen al libro Mujeres del Siglo XX, Editorial Abya Yala, Quito, 1997.

25 de diciembre del 2000

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