domingo, junio 17, 2007

De un militante a otro.

Horacio Badaraco, destacado militante anarquista, es consultado por un amigo en trance de afiliarse al PC, quien le pide consejo. Badaraco le responde en la carta que aquí reproducimos. Este texto aparecido en el periódico Orientación, el 20/11/46, fue reproducido por: Varone, Domingo. La memoria obrera. Testimonios de un militante. Editorial Cartago, Buenos Aires, 1989).

Estimado Manolo:

Ud. sabrá disculparme, con toda la buena voluntad que para conmigo tiene, por el largo tiempo transcurrido sin una respuesta de mi parte. Yo leí su carta vivamente interesado y con la exacta comprensión de los problemas que aparecen planteados. A menudo juzgamos que nuestro caso "es único" y, no obstante, está reproducido en millares de personas e igualmente puestas en la gran corriente del despertar nacional y social que pone en movimiento al país. Esto hace que su caso despierte mis más vivas simpatías, por tratarse de Ud. y porque estamos asistiendo a un instante realmente creador de nuestra existencia como Nación. Pero, ante todo, sus disculpas y explicaciones para el caso.
En los días que llegó su carta estaba ganado por multiplicados trabajos que me llevaban día y noche. Bajo la tensión de esas tareas, me era imposible disponer del tiempo preciso y de un estado espiritual como para decirle aquellas palabras serenas que Ud. calibrara en toda su exactitud. Me parecía que sus preguntas establecían también ante mí un "caso" y era necesario darle una respuesta con plena concien-cia. Ahora puedo conversar con Ud. con absoluta tranquili-dad y lo hago con simpatía y alegría. Además, sin la tensión de las semanas últimas y con algunas experiencias a la vista, mi respuesta quizás nos sirva a ambos.
Generalmente la entrada en contacto con las corrientes políticas que existen en las clases y en la sociedad no es un hecho automático o de simple automatismo social. No se podría decir, por ser obrero, vaya el ejemplo, desde el momento mismo de mi situación y la entrevista conciencia total, que debo ser un luchador proletario sindical, o político social. El instinto de clase es una cosa y la conciencia y la madurez política de clase, otra. Cuando estas dos condicio-nes alcanzan su plenitud en nosotros, entonces empezamos a servir real y políticamente a nuestra clase. Pero previo a esto hay grandes líneas de formación que uno apenas percibe o no percibe hasta un momento determinado. Hay, especialmente, condiciones sociales, donde apoyamos nuestro despertar o nuestra final decisión. A menudo, durante años, somos los miembros ignorados de un partido político sin saberlo, o que no conocemos o rechazamos si un llamamien-to o algo abstracto llegara de ese partido político hasta nosotros. Pero, en nuestra vida de todos los días, por el trabajo que realizamos, por nuestra ubicación en la industria, por los problemas que nos apremian y por las preguntas e interrogantes que a veces nos desconcier-tan sin hallarles respuesta inmediata, nosotros vamos madurando en lo interior y exterior de nuestra existencia moral y física -pues somos reflejo de condiciones materiales- del futuro hombre de ese partido.
Yo comprendo perfectamente que el programa vivo y actual del Partido Comunista, el programa para nuestro país, haya decidido su afiliación al mismo. Ud. no me lo dice en su carta, pero yo, conociéndolo y conociendo su concepción de obrero y su espíritu de empresa en el orden de su oficio -oficio que es para Ud. industria, creación industrial- concibo que Ud. haya ingresado al Partido y acompañe a los comunistas porque ellos, en este momento y ante nuestra realidad nacional, le han dado una respuesta a sus problemas, y ubicado de modo exacto algunas de las cuestiones que antes, durante años, le eran confusas en el orden de los partidos. Ud., como miles y miles de obreros y de técnicos, tiene una capacidad de realización en las manos, y no hay perspectiva nacional donde apoyar esa capacidad industrial de creación, que no es tampoco un simple hecho mecánico, sino el estilo de su vida, su educación, su modo de pensar y de enfocar las cuestiones. Ud. ha encontrado esa respuesta, un lugar donde ubicar su naciente capacidad política, en las filas de los comunistas, porque precisamente ahora, el llamamiento nacional y constructivo del Partido tenía ya madurez en sus propias condiciones personales y sociales. Creo no equivocarme. Por eso Ud. está en el Partido Comunista y empieza a descubrir la vida política del Partido y de la Nación desde el ángulo que le es propio. Y Ud. tiene dudas. Yo también las comprendo. Son miles y miles de hombres, de mujeres y de jóvenes los que hoy se lanzan a la vida política en el país. Los problemas están planteados ante todos con una fuerza extraordinaria pero somos también un país joven, con un clima político nuevo, y vamos todos a él a través de cuestiones multiplicadas. El Partido habla y debe necesariamente hablar con un lenguaje que abarque a millares de seres; un lenguaje que en algunos aspectos no es el nuestro. Pero el Partido, asimismo, es un partido histórico de clase, con una táctica, una estrategia, un método, y representa los intereses sociales e históricos de una clase, la clase obrera nacional e internacional; por eso actúa en un orden nacional y actúa en el orden de la relación de fuerzas de los demás partidos, que son un reflejo también de intereses y condiciones sociales. Este es el secreto de la potencia, la decisión y la línea política de los partidos de la clase obrera. Hasta ahora le he conversado con absoluta objetividad. Tenga en cuenta que no soy comunista, pero que comprendo el papel nacional e histórico de los partidos obreros, y entre ellos, el del Partido Comunista. Yo he trabajado y trabajo, en muchos aspectos, junto a los comunistas. Los he conocido a través de muchas fases, a veces hemos discutido, otras coincidido plenamente. Son hombres como Ud. y yo, vinculados a la clase obrera. Son hombres de una fisonomía nueva en la clase obrera, y también deberán aprender en muchos aspectos. No es preciso idealizarlos pese a que son en este momento los más fieles y directos que uno tiene. ¿Por qué idealizar el partido de la clase obrera? Este partido es hijo de una clase y allí está su fuerza; de una conciencia política de esa clase, pero está compuesto de combatientes y deberá necesariamente revisar errores, si los hay, y rectificar y superar sus cuadros todos los días. La clase obrera tampoco la idealizamos. Nos basta que es la clase del porvenir y que sin sus soluciones no habrá soluciones para el país.
¿Por qué entonces dudar? Yo no dudo de aquellas fuerzas que realmente representan y hacen la historia. Discutamos, si es necesario, aclaremos las cuestiones, pero comprendamos que los partidos son el fruto de condiciones sociales y no pueden nunca convertirse a nuestra imagen y semejanza. Si así fuera, serían partidos del pasado, partidos de la burguesía, donde la frase y la imagen suplantan a la acción y a los hechos. Vuelvo a repetirle: le hablo como un militante de la clase obrera y no como un comunista, pero comprendo sus problemas y lo que Ud. llama recelo. La tarea de un Partido sigue una línea general y hay momentos en que esa línea general lo abarca todo, hasta lo personal de nuestras vidas. Pero en nosotros lo personal ya está jugado. Por lo demás, el puesto de trabajo es una tarea que cada uno debe saber resolver en el conjunto: mi puesto de trabajo -a veces un poco extraño en mi índole personal- resuelve mi problema, pues mi problema se ubica y resuelve a través de esa línea general y del puesto de trabajo que en un momento yo no alcanzo a apreciar en toda su justeza. En definitiva, yo creo justo que Ud. acompañe a los comunistas y sea, a la vez, un comunista a su manera, lo que no significa ser un incontrolado, un indisciplinado, o un hombre ganado por situaciones exclusivamente personales o antepuestas al Partido. En el Partido tendrá un factor de reeducación en el terreno político y alcanzará a ver y a aclarar cuestiones que hoy le parecen dudosas. Por lo demás no hay otro Partido, en el país, que refleje y dé respuesta a los nuevos problemas. Allá radica, precisamente, su fuerza. Habrá visto Ud., cómo en los meses últimos ya no hay indiferentes en política. ¿Qué pasa de extraordinario para que esta conmoción gane a todas las capas sociales? Casualmente, el peronismo y el triunfo del peronismo es el castigo por nuestras insuficiencias en materia de vida política. La política apareció de pronto en el escenario social del país y no todos estábamos preparados, pudiendo entonces ver fácil la aventura política del peronismo al arrebatar las banderas sociales de los partidos de izquierda y dejar entrever algunas soluciones para las grandes masas. El voto al peronismo ha sido, en cierto sentido, un voto revolucionario y social en grandes masas de la población. Ellas nos han advertido de la realidad argentina a pesar de toda la deformación social y de conciencia que el peronismo ha impreso en esas grandes masas. La falta de una respuesta política a millares de argentinos y especialmente de jóvenes, abrió el juego de su política. Por eso es lógica su posición política; es lógico que Ud., obrero técnico, y con espíritu de creación industrial, busque una salida progresiva, y la encuentre en un programa político, porque la política es el lenguaje y la acción de las clases y las situaciones sociales. Los obreros atrasados, los olvidados por nuestra burguesía nacional y la oligarquía reaccionaria, movidos por el apremio de sus insoluciones y castigados por el resentimiento fomentado por una expoliación sin límites, votaron a Perón, son peronistas. Aquí radica la profunda experiencia de estos días: ahora iremos más fortificados a las luchas próximas, y los obreros peronistas realizarán mientras tanto la experiencia Perón.
Por último, en respuesta a sus 4 puntos mi opinión es esta: los últimos días han confirmado en algunas de sus líneas el planteo táctico político de los comunistas. No se ha tratado de una alianza oportunista con los representantes políticos de la burguesía liberal y democrática, sino de apreciarlos en su relación de fuerzas con los partidos de la clase obrera y con los campesinos: no era un problema de reducido tipo electoral. Existe evidentemente un sector económico de la burguesía nacional industrial y sectores campesinos que viven apremiados por la asfixia del crédito bancario y el oligarquismo financiero, asfixia que se ha señalado por su condición dominante en conducir estos sectores al campo político reaccionario y vivir a espaldas del verdadero interés nacional, fundamentalmente representado por el afán progresivo de la clase obrera, afán que vincula el progreso industrial con el progreso agrario, el dominio de las industrias de transformación al acentuar un más alto nivel de vida con la reforma agraria. Se trataría, entonces, que la burguesía nacional apoyara su iniciativa industrial sobre un frente donde el agro resolviera sus problemas de fondo.
¿Es éste, sí o no, un problema político? Lo es, también –otro día conversaremos del criterio económico de los anarcosindicalistas- y conviene resaltarlo en el sentido de cómo la clase obrera puede y debe acelerar el ritmo de la revolución democrático burguesa operante sobre manera en el terreno de las relaciones y desplazamientos económicos. Ud. recordará cómo Perón recorrió todas las etapas para la captación de las fuerzas sociales, desde los hacendados, pasando por la burguesía y la clase media hasta las formaciones populares y obreras. ¿Debemos dejar esas fuerzas bajo el espejismo de las aparentes "soluciones”, bajo el juego del imperialismo o ponerlas sobre una línea de conducción donde se encuentren abocadas en la acción con el respaldo de un fuerte clima político acentuado por la presencia de la clase obrera? La unidad nacional es justa, sólo a esta condición. La inversión de esto sería caer en el aventurerismo y en tremendas tragedias que ha pagado caro el proletariado de otros países al pasar a convertirse en apéndice de los bloques de la burguesía. Sólo la división obrera y la incomprensión de la misión histórica de los trabajadores en un país como el nuestro por parte de las direcciones sindicales y de los socialistas, hizo posible el retraso de esta gran batalla política de la clase obrera. Yo no diré que las condiciones sean siempre las mismas –el proceso histórico tiene un curso de cambio constante-, y que las alianzas deben tener una repetición mecánica.
Quizá en el período próximo con presiones de todo orden más acentuadas (entre ellas la imperialista) las situaciones sean otras, y la alianza adquiera un gran sentido de masas obreras y campesinas, populares y proletarias, al cumplirse la experiencia Perón y resolverse las cuestiones en base al ritmo de combate de la unidad popular, contra el imperialismo y contra la entrega de la burguesía y los gobiernos nacionales. Lo preciso es entender que los partidos obreros actúan en función de una clase y nada de su política tiene que ver con la política menuda de los partidos de la transición liberal burguesa. Pero esos partidos existen y su existencia no se debe a causas fortuitas sino que son la consecuencia de situaciones sociales, como Perón es un factor de deformación y una consecuencia social al mismo tiempo. Un partido proletario debe saber gobemarse en medio de la corriente, controlar las situaciones, controlar al enemigo, neutralizar-lo, hacerlo derivar y ponerlo en el desgaste político en el curso de un período, hasta descartarle cuando sea necesario. Esto es política de clases. Nosotros -las fuerzas obreras en general- no podemos prescindir de estas situaciones. En un país como el nuestro, fundado en una economía agropecuaria fundamentalmente, ¿cómo prescindir de los campesinos, en especial modo de los campesinos medios, chacareros, colonos, etc.? Uno de los grandes errores de la Unión Demo-crática, fue apreciar la unidad política con criterio de hombre de Buenos Aires. Esos campesinos no son potencial ni políticamente de la izquierda, y las cuestiones democráticas apenas los han rozado; son el fruto de una situación social determinada por las relaciones de propiedad en la sociedad burguesa y de una mentalidad individualista. Serán así hasta que no varíen esas relaciones de propiedad -y aún sobrevivirá en ellos esa mentalidad- y sólo la reforma agraria logrará anular en cierta medida el ahogo tremendo que los amos de la tierra- llevan al campo argentino. Pues la reforma agraria señalará la urgencia y el impulso de medidas progresivas para hacer frente a las nuevas situaciones que la división de la tierra y su cultivo sobre nuevas bases intensivas -saliendo del viejo molde monocultural- imprimirá a la cooperativización, la motori-zación e industrialización.
Sólo así echaremos las grandes líneas de la reconstrucción de la economía nacional -sin caer en improvisaciones de industrias pesadas y lo abriremos, esto es lo fundamental, al mercado interno y externo- asegurando un nivel de vida medio, decente, a millones de argentinos, posibili-tando que nuestros obreros y nuestros técnicos industriales asuman la dirección de nuestro progreso.
¿Quién ha venido hasta hoy representando políticamente a los campesinos y a las capas de las poblaciones rurales? Los radicales que en política, son de condición estática, o en última instancia Perón, que les dio un programa reaccionario, el programa del 'reparto negro" de la tierra. Nosotros queremos que en adelante varíe esa relación de fuerza y el comando político pase a manos de la clase obrera. Pero, para eso, es necesario previamente el desarrollo de esas cuestiones de las alianzas, que abren camino a la revolución democrático burguesa, pacífica o violenta. En todo caso, en estos momentos el país asiste a una conmoción revolucionaria que en la superficie social no ha precisado sus fines.
Sobre la segunda cuestión que Ud. precisa en su carta, bastaría remitirnos a la viva actualidad de la cuestión soviética en el orden internacional. La revolución rusa del 17 es un hecho histórico, vinculado a todo el proceso mundial de las revoluciones contemporáneas. El régimen soviético es asimismo un hecho y una formación histórica emanada de las fuentes de cambio violento de las relaciones de propiedad y de la clase que asume el poder político. La discriminación parcial o subjetiva del régimen soviético puede prestarse a objeciones, pero lo fundamental para los socialistas internacionalistas es que la URSS reposa sobre la línea clásica de la revolución socialista. Allí hay hechos fundamentales que deben orientarnos en ese sentido, en especial el problema del poder político, las relaciones y formas de propiedad, el proceso industrial y la alianza de obreros y campesinos sobre la base del desarrollo progresivo de nuevas formas de vida. A mi ver, hay que aceptar los hechos históricos y apreciarlos en relación al movimiento general de la sociedad. Defender la URSS es un deber obrero internacional. Por lo demás de señalarnos este deber se encargan perfectamente los señores imperialistas desde Munich a Fulton, desde Hitler a Churchill.
Su tercera cuestión es muy seria para mí y debería implicar una larguísima respuesta que en algún momento le haré, si tenemos oportunidad de poder expresarnos a través de nuestros periódicos.
El movimiento anarquista ha experimentado en la Argentina un colapso tremendo que venía de años y que nosotros pronosticamos, dividiéndonos. Yo continúo sosteniendo mi con-cepción obrero-sindical aplicada a la larga experiencia anarquista de más de 70 años. Eso no me impide, porque estoy por la lucha y por formas progresivas de la lucha, el contacto con otras corrientes, socialistas o comunistas. Sostengo que la unidad es elemental para el movimiento obrero y esa unidad debe basarse en condiciones reales. ¿Que nosotros, dispersos, atomizados, sin núcleos firmes de trabajo, hemos perdido viejas y consagradas posiciones? Y bien: el deber revolucionario señala continuar luchando. Esto es lo que hago desde mi modesto puesto de trabajo.
Además, los momentos son graves para todos, hombres de todos los partidos.
Soy un sincero y leal amigo de los combatientes de los partidos obreros, pese a mi concepción anarco-sindical que considera al sindicato como 'fuente del movimiento obrero".
¿Qué más decirle? Ni el tema ni la respuesta están evidentemente agotados. Creo que en algunos aspectos le he precisado, con toda lealtad, mi pensamiento respecto al Partido Comunista y a los comunistas, no siendo comunista. Lo demás está de su parte.
Con mi larga estima, saludos a su señora, besos a la nena y mis manos cordiales.

Horacio-

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