miércoles, junio 27, 2007

Las Brigadas Internacionales.



«Sí, hay hombres que contienen un alma sin fronteras»
(Miguel Hernández)

Nada más estallar, la guerra civil española fue sentida por el proletariado y las masas populares de todo el mundo como un conflicto propio, como una guerra universal por la libertad. España se había convertido en la primera trinchera contra el ascenso del fascismo europeo y España había de ser su tumba. Durante el verano y el otoño de 1936 se crearon en todo el orbe comités de apoyo a la República española. Hasta el líder del partido del Congreso de la India, Jawahavlal Nehru, se movilizó para enviar alimentos a España.
Pero la idea de crear una fuerza militar internacional en ayuda de la República española partió de la Internacional Comunista. El ejemplo fue la guerra civil que siguió a la Revolución de Octubre, donde también se reclutaron voluntarios de todo el mundo para que se sumaran al Ejército Rojo.
Luigi Longo (Gallo), dirigente de las Juventudes Comunistas italianas, que estaba en España, se encargó de organizar con las autoridades republicanas la llegada de los voluntarios internacionales. Longo, junto con el polaco Stephan Wisniewsky y el francés Pierre Rebière visitaron a Azaña y a Largo Caballero, quienes les remitieron a Martínez Barrios, que era entonces el presidente del comité para la reorganización del Ejército republicano, y éste les dio el visto bueno.
La oficina central de alistamiento se instaló en la calle Lafayette, en París, donde trabajaron Josip Broz (Tito) y otros dirigentes comunistas. El asesor militar era el general polaco, Karol Swierezewski (Walter), que había tomado parte en la Revolución de Octubre y luego en la guerra civil contra los blancos.
Algunos de ellos comenzaron a llegar inmediatamente después de estallar la guerra. Pero la frontera francesa estaba cerrada. No sólo los imperialistas franceses sino también los anarquistas esañoles les cerraron el paso. Según escribió Abad de Santillán: Dimos orden a los delegados de frontera para que no permitiesen el paso de los voluntarios [...] Hemos llegado a tener detenidos en la frontera a más de mil de esos voluntarios (Por qué perdimos la guera, pgs.174-175). Muchos tuvieron que cruzar clandestinamente los Pirineos por sus propios medios. Otros llegaron a España por mar, desde Marsella, recalando en Barcelona. Otros en ferrocarril llegaron a Alicante, donde fueron recibidos por entusiasmados antifascistas al grito de ¡No pasarán! y ¡UHP! Los andenes se llenaban de trabajadores del Frente Popular para saludarlos a su paso. El primer contingente organizado de 500 voluntarios salió de la estación de Austerlitz, en París, y llegó a Albacete el 14 de octubre de 1936. A estos voluntarios se les sumaron después muchos de los extranjeros que estaban combatiendo ya en Aragón y en el valle del Tajo.
Al mando de la base de Albacete estaba, como comandante en jefe, André Marty. Luigi Longo era el inspector general y otro italiano, Giuseppe di Vittorio (Nicoletti) era el jefe de los comisarios políticos.
La base de Albacete no tardó en quedarse pequeña. Los italianos se instalaron en Madrigueras, los eslavos en Tarazona de la Mancha, los franceses en La Roda y los alemanes en Mahora.
El mayor número de voluntarios llegó en 1937. Fue entonces cuando se los agrupó en Brigadas. Las más importantes fueron la once, compuesta de alemanes y centroeuropeos; la doce, de italianos, llamada Garibaldi; la trece, de polacos; la catorce, de franceses y belgas, y la quince, de norteamericanos, ingleses y canadienses.

La defensa de Madrid

Nada más llegar los internacionalistas formaron una Columna Internacional que, ya a principios de noviembre de 1936, ayudó a defender Madrid de las hordas fascistas que habían llegado hasta sus mismas puertas.
La tarde del 6 de noviembre de 1936, el Presidente del Gobierno, Largo Caballero, comunicó al jefe de la división de Madrid, el general Miaja, que el Gobierno se trasladaba a Valencia, dejando al general al frente de la Junta de Defensa. Nadie creía que la capital resistiría con éxito el ataque de las tropas mercenarias fascistas dirigidas por Varela.
Los pistoleros fascistas estaban eufóricos. Por radio desde Burgos aseguraron: Dentro de dos días, Mola tomará café en la Puerta del Sol. Desde sus confortables habitaciones en el Hotel Gran Vía o en el Florida, los corresponsales extranjeros de prensa redactaron sus crónicas asegurando también que Madrid estaba a punto de caer.
No contaban con el heroísmo de las masas proletarias de Madrid, ni con la entrega sin límite de los brigadistas cuyo arrojo asombró al mundo entero. Madrid se puso en pie y en pocos días les hizo tragarse a los fascistas su arrogancia de oligarcas despreciables. Los madrileños no obedecieron la orden de traslado dada por el Gobierno y se presentaron en masa voluntarios aquella misma tarde y en días sucesivos. Se organizó un nuevo Estado Mayor a cuyo frente se colocó al entonces teniente coronel Rojo, un oficial con una extraordinaria preparación para el combate. Años más tarde, ya en el exilio, escribiría el libro Así fue la defensa de Madrid.
Al frente de Madrid llegaron 2.000 instructores militares soviéticos del Ejército Rojo. Kolzov, que más tarde publicaría el Diario de la guerra de España y que había participado en la Revolución de Octubre, ostentaba oficialmente el cargo de corresponsal de Pravda, se encargó de buena parte de la organización de la defensa.
Era el aniversario de la Revolución de Octubre y desde Cuatro Caminos los disparon sonaban cercanos. Fue entonces cuando las primeras unidades de voluntarios desfilaron por la Gran Vía. Era la XI Brigada al mando de Manfred Stern, el general Kleber. El primer batallón era de alemanes, junto a una sección de ametralladoras servidas por ingleses, entre ellos el poeta John Cornford, que había de morir en España poco después, al día siguiente de cumplir 21 años. El batallón había tomado el nombre de Edgar André en honor de un comunista alemán de origen belga que había sido decapitado por los nazis unos días antes. En segundo lugar iba el batallón Comuna de París, de franceses y belgas. El tercero tenía el nombre de Dombrowsky y estaba compuesto, básicamente, de mineros polacos que trabajaban en Francia y Bélgica. Los obreros madrileños sintieron entonces de una manera viva que no estaban solos y que en Madrid se jugaba el destino de la libertad.
Polacos, alemanes, franceses, austríacos, checos,... a todos ellos el pueblo de Madrid los llamaba los rusos. El escritor alemán Theodor Balk escribió: En las Brigadas Internacionales hablamos idiomas muy diferentes -unos veinte-, pero en realidad sólo hablamos una lengua: la de la humanidad combatiente, la lengua de Barbusse. No nos conocían y, sin embargo, venían para morir por nosotros, por nuestro futuro. Cabeza firme, brazos robustos, corazón sin miedo y ánimo indesmayable. Experimentados en mil combates de clase, disciplinados, entusiastas, sabían sostener el fusil con aplomo y aguantar las posiciones cuando los obuses llovían sobre las trincheras y la tierra temblaba bajo sus pies. Muy lejos de sus casas, apátridas muchos de ellos, eran luchadores con un pasado lleno de dolor y con una confianza total en la causa por la que podían dar la vida. No se inmutaron, habían venido a Madrid justamente a eso: a morir defendiendo a la República. De la capital sólo sabían una cosa: que los necesitábamos.
Al atardecer del 8 de noviembre la XI Brigada ocupó sus posiciones en la primera línea del frente, en la Casa de Campo y en la Ciudad Universitaria, donde la lluvia de fuego era un verdadero infierno. Los batallones Edgar André y Comuna de París en la Casa de Campo, el Dombrowsky, junto al Quinto Regimiento, mandado por Enrique Líster, en Villaverde.
La XII Brigada Internacional llegó a Madrid el 13 de noviembre; entre ambas brigadas contaban con unos 3.500 combatientes.
Las hordas fascistas, que habían planeado llegar al cuartel de la Montaña a través de la Casa de Campo, no pudieron pasar del Cerro Garabitas. Estancado en la Casa de Campo, el 9 de noviembre, Varela desató un nuevo ataque que pretendía ser el definitivo, pero fue frenado en seco por la XI Brigada Internacional que dirigía Kleber, que al atardecer contraatacó: Por la revolución y la libertad ¡adelante!, dijo en su orden escrita con un lápiz. Las tropas de Varela volvieron a su refugio en el Cerro Garabitas y abandonaron el ataque desde la Casa de Campo. Tampoco los mercenarios marroquíes lograron abrirse camino en Carabanchel.
Un tercio de la XI Brigada de Kleber que el día antes había desfilado por la Gran Vía había caído entre las encinas del parque. Era el terrible tributo de sangre.
El siguiente ataque fascista se produjo en las proximidades de la carretera de Valencia y para cerrarle el paso a Varela enviaron allá a la XII Brigada Internacional, compuesta por los batallones Thälman, André Marty y Garibaldi, de alemanes, franceses e italianos, respectivamente. A su mando estaba el novelista húngaro Mate Zalka (general Lucas), que había servido en el ejército austríaco durante la I Guerra Mundial, uniéndose luego, tras ser capturado por los rusos, al Ejército Rojo. El comisario político de esa Brigada era el escritor alemán Gustav Regler. El también novelista Ludwig Renn dirigía el batallón Thälman, en el que había algunos británicos, entre ellos Edmond Romilly, sobrino de Churchill. El batallón Garibaldi estaba dirigido por el republicano italiano Randolfo Pacciardi y en él mandó una compañía el socialista Pietro Nenni. En aquella Brigada convivían personas de diecisiete nacionalidades.
La XII Brigada entró en combate tras una marcha a pie de quince kilómetros y consiguió estabilizar el frente.
Varela volvió a atacar por la Casa de Campo, donde ya estaban posicionadas las tropas anarquistas de Buenaventura Durruti. Cubierta desde el aire por la Legión Cóndor, por tres veces una columna de Varela intentó cruzar el Manzanares y por tres veces tuvo de retroceder. Al fin, las tropas fascistas consiguieron establecer una cabeza de puente en la orilla izquierda del río, justo al pie del palacio de la Moncloa. Un error en el relevo de las tropas republicanas les permitió tomar la Escuela de Arquitectura. Entonces comenzó la batalla en la Ciudad Universitaria. Horas de bombardeo aéreo y artillero no conseguían desalojar a las infatigables tropas republicanas.
El 19 de noviembre Buenaventura Durruti, uno de los más grandes héroes de la resistencia antifascista, fue mortalmente herido junto a la cárcel Modelo. Anarquista consecuente, dirigente obrero en las más grandes luchas de clases de este país, aún hoy Durruti es un modelo de combatiente ejemplar hasta el último aliento. Dejó atras Barcelona para ponerse en la primera línea junto a sus hermanos de clase: Renunciamos a todo menos a la victoria, fue su grito de guerra, su llamamiento a la unidad de todos frente al fascismo.
En la calle Rosales se luchaba ya casa por casa, piso por piso dentro del Hospital Clínico. En la Casa de Velázquez resistía una compañía de internacionalistas polacos. Cuando más feroz era la ofensiva, su capitán recibió una orden de Kleber escrita a lápiz: Resista. K. El fuego les entraba por la derecha y por la izquierda. Los luchadores polacos iban cayendo muertos o heridos pero los fusileros supervivientes seguían disparando en silencio, sin preguntar nada, sin apartar los ojos del adversario. De pie, desde una ventana, el capitán polaco también daba ejemplo disparando su fusil sin resguardase. Como protegido por un blindaje invisble, las balas rebotaban alrededor de la ventana. Los heridos le miraban con ojos incrédulos, conteniendo los lamentos y dejándose desangrar para no distraer a sus compañeros. Después de cinco horas, llegó el relevo. De la compañía sólo quedaban en pie seis hombres y el intrépido capitán polaco.
La batalla en la Ciudad Universitaria continuó hasta el 23 de noviembre, sin que la defensa centrada en la Facultad de Filosofía y Letras permitiera a las tropas franquistas llegar a la plaza de la Moncloa. Aquel día se reunieron en Leganés los capitostes fascistas con Franco al frente. Ante las inesperadas dificultades para romper el frente, el criminal Franco decidió forzar la rendición de Madrid con salvajes bombardeos aéreos. También fracasó.
Entonces suspendieron el ataque frontal contra Madrid. Mola no podría tomarse un café en la Puerta del Sol, como había prometido. El café se le enfrió, dijo el pueblo de Madrid. Nunca logró entrar.
La batalla de Madrid fue un gran éxito republicano y en él tuvieron un papel relevante los internacionalistas. Quedó claro que la guerra sería larga y ambos bandos se prepararon para ello.
Cuando la República acepta la salida de las Brigadas Internacionales, presionada por las potencias democráticas que, como en Abisinia, Austria o Checoslovaquia, ceden ante las presiones de Hitler y Mussolini por temor a una guerra, se organiza un gran homenaje a los voluntarios extranjeros, que se celebra en Barcelona, el 29 de octubre de 1938.
El 15 de noviembre se celebró el desfile de despedida en Barcelona en el que hablaron Juan Negrín y Dolores Ibarruri, Pasionaria. Inmediatamente después los brigadistas abandonaron España... pero sólo los supervivientes; los otros quedaron aquí con nosotros, para siempre.

139 comunistas cubanos caídos en combate en España
del libro Cuba y la defensa de la República Española (1936-1939), La Habana, 1981

Alberto Sánchez Menéndez (1915-1937)

Nace en La Habana el 26 de febrero de 1915 en el seno de una familia obrera. A los 15 años de edad se incorpora a las luchas estudiantiles contra la tiranía de Machado a partir del asesinato el 30 de septiembre de 1930 del estudiante universitario Rafael Trejo, mártir que se convierte en bandera nacional de aquella contienda a la que se une todo el pueblo de Cuba. Participa en cuantas actividades y manifestaciones de repulsa al régimen fascista de Gerardo Machado se realizan en Pinar del Río, provincia natal de su padre.
Es apresado en 1931 por la fuerza represiva del tirano, torturado brutalmente aún de tener solamente 16 años y recluido en el Castillo del Príncipe durante algunos meses. Al término de esta condena, sale a conspirar aún con más bríos.
Al ser depuesto el tirano va a La Habana e ingresa en la Policía Técnica, donde establece relaciones con grupos revolucionarios. Combate contra los ex oficiales contrarios al golpe de los sargentos, clases y soldados del 4 de septiembre de 1933; contra la asonada contrarrevolucionaria del 8 de noviembre de 1933, alentada por la coalición reaccionaria Menocal-ABC y amparada por la embajada yanqui.
Estudia ávidamente obras de contenido social y político y muy especialmente, de los escritos martianos.
Al ser impuesto el gobierno de Mendieta por Batista y por los USA (y su embajador Caffery), Alberto Sánchez ingresa en la recién fundada TNT -organización conspiradora de acción liderada por Antonio Guiteras- que después devendría en la combativa y antimperialista Joven Cuba. Como tal, cumple misiones de alto riesgo.
En la huelga de marzo de 1935 se encuentra entre sus prin­cipales activistas. Cuando el líder revolucionario Guiteras prepara su salida rumbo a México para preparar una in­vasión armada a Cuba, Alberto está entre los que le acom­pañan; pero la traición de dos oficiales de la marina de guerra, conduce al combate desigual en que caen glo­riosamente Guiteras y el venezolano Aponte, entre otros. De este cruento enfrentamiento Alberto logra huir. Poco des­pués abandona clandestinamente el país.
Luego de un forzoso peregrinaje clandestino por la América Central: Panamá, Honduras, El Salvador... Lázaro Cárdenas lo ampara en México.
Pero su anhelo es regresar a Cuba para contribuir a su liberación, lo que realiza clandestinamente en 1936.
En Cuba, las perspectivas inmediatas de lucha de liberación están muy difíciles; pero en España se forja un proceso que tal vez pueda consolidarse para disfrute de los humildes, y aquí marcha a ayudar. Era el mes de marzo de 1936, anticipándose al inicio de la guerra revolucionaria.
Ya en España, ingresa en el ejecutivo del Comité de Revolucionarios Antimperialistas Cubanos. Trabaja intensamente en el Socorro Rojo Internacional a las órdenes de Carlos Contreras (Vittorio Vidali) y de Esteban Vega. Es activista de la Juventud Socialista Unificada de Amigos de América Latina y, como miembro de aquel Comité Antimperialista, trabaja en las campañas pro libertad de Ernest Thaelmann y Luis Carlos Prestes.
Estalla la sublevación fascista y no hay que convocarlo para la cita de honor en defensa de la República. Precisamente, el 20 de julio de 1936, está en primera línea entre los heroicos asaltantes al Cuartel de la Montaña, su bautismo de fuego organizado. A partir de esta fecha participa en los más duros y feroces combates; ya la prensa leal lo destaca. Junto a su valentía y arrojo también se desarrolla su alta conciencia política. Por eso no es de extrañar que en el mes de agosto ya lleve junto al pecho, en el bolsillo superior izquierdo de la guerrera, su condecoración más preciada: el carné del Partido Comunista de España.
En el Quinto Regimiento Alberto, el Comandante cubano, era con el nombre que se le conocía, por el respeto y camaradería que su actuación origina entre los combatientes españoles.
Pelea mucho, pero sus actuaciones más destacadas figuran en Buitrago de Lozoya, Somosierra, Cascones (donde ya es capitán), Garabitas, Usera, Pozuelo de Alarcón, Aravaca (ya con la estrella de comandante), Ciempozuelos, Valdemorillo, Guadalajara, Alfambra (como comandante en Jefe del Batallón de Ingenieros de la 22ª Brigada Mixta), Portarrubio, Pozoblanco (como Jefe de la Novena Brigada Mixta), Quijorna, ... Y para sellar más su compromiso con la contienda y por la revolución contrae matrimonio con la capitana de la Sección de Ametralladoras, Encarnación Hernández Luna, quien es ascendida a comandante en la Batalla del Ebro, pero ya Sánchez no puede compartir esa alegría.
La batalla de Brunete es una de las más cruentas y costosas en vidas humanas durante la contienda. Se combate desde el 6 de julio hasta el 25 de aquel año de 1937, día y noche.
En la mañana del propio 25 de julio, el comandante Alberto Sánchez Menézdez recibe una herida grave con gran pérdida de sangre. Se le trata de impedir el regreso al frente, pero se niega a dejar a los suyos sin su mando decisivo. Alberto regresa y toma el mando de sus hombres. Horas después, combatiendo desde las primeras líneas, una bomba enemiga le siega la vida.
Se le realiza el velatorio en el local del Quinto Regimiento y es cubierto con la Bandera Roja de su Partido, que es el nuestro. Solamente contaba con 22 años, 7 de ellos de entrega absoluta y total a la revolución.

Rodolfo de Armas y Soto (1912-1937)

Nace en La Habana el 7 de febrero de 1912, de padres trabajadores: ferroviario y modista. En 1925 ingresa en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana. El ambiente estudiantil estaba cargado de rebeldía. Ese 1925, cuando la famosa huelga de hambre de Julio Antonio Mella, la nación se estremece de punta a punta demandando su libertad, y desde luego no falta la adhesión apasionada de Rodolfo. Participa en la lucha estudiantil en que cae herido de muerte el líder universitario Rafael Trejo.
Rodolfo es uno de los firmantes del Manifiesto Programa del Ala Izquierda Estudiantil donde se define que la lucha no solo es contra la tiranía machadista sino también contra su padrino el imperialismo yanqui, causante mayor.
Cuando varios oficiales fascistas se alojaron beligerantemente en el Hotel Nacional, organizaciones como Pro Ley y Justicia –milicia integrada por estudiantes y en la que era elemento importante Rodolfo de Armas- repelieron la agresión y apoyaron a las clases populares, cuyo movimiento en aquel momento conservaba un matiz progresista.
Igualmente participó en el aplastamiento del alzamiento contrarrevolucionario del 8 de noviembre.
Rodolfo de Armas siempre tuvo vinculación con el Partido Comunista. Frente a las coaliciones reaccionarias y proyankis que se suceden, están los trabajadores y estudiantes más conscientes, los comunistas y Guiteras, quien funda primero el TNT y luego Joven Cuba. En estas dos últimas combate Rodolfo de Armas. Matriculado en Medicina Veterinaria en el Curso 1934-1935, llega la Huelga Nacional Revolucionaria de marzo de 1935 y Armas es elegido al Comité de Huelga. Es detenido junto a otros compañeros revolucionarios y remitido a la cárcel a disposición de los Tribunales de Urgencia.
Tras el fracaso de la huelga y la sangrienta represión que desató el gobierno, Rodolfo se ve obligado a marchar al exilio y tomar el camino de Estados Unidos a fines del propio mes de marzo. En Nueva York centra sus actividades en el Club Julio Antonio Mella, organización vinculada al Partido Comunista de Cuba.
No falta a ninguna sesión del círculo de estudio marxista que brinda el Club. Surge la idea de organizar el Batallón Abraham Lincoln para ayudar a la República Española. Es iniciativa del PC de EU y el PCC la apoya. Rodolfo propuso, al ser nombrado jefe de una de las brigadas, que a esa se le denominara Centuria Guiteras. Realizaron múltiples actividades para recaudar fondos y marchar con recursos propios.
Así el 5 de enero de 1937 en el vapor Champlain rumbo a España, va dicha brigada comunista cubana y estadounidense. Al mando de Rodolfo, 150 hombres, comunistas y guiteristas.
Un camarada sobreviviente recuerda el día de su muerte: Rodolfo nos reunió, sereno, alegre, hizo todas las recomendaciones pertinentes a la batalla que íbamos a enfrentar, nos dijo: ‘La batalla será dura, las líneas enemigas compuestas en su mayoría por alemanes están bien equiparadas y van a recibir apoyo de la aviación, esta es la oportunidad que se nos presenta de demostrar que la Centuria Guiteras puede ser destruida pero no se rendirá ante las tropas fascistas’.
Rodolfo fue sazonando bien el ardor de su aguerrida tropa: Recuerden muchachos, ni un paso atrás, caiga quien caiga.
El 23 de febrero de 1937 en Morata de Tajuña, frente de Jarama, durante la batalla por Madrid, después de 12 días de continuos y feroces combates contra las tropas enemigas italianas y alemanas, la Centuria Guiteras recibió la orden de asaltar las trincheras enemigas: su jefe, el Teniente Coronel Rodolfo de Armas, recibió un balazo en una pierna pero se negó a trasladarse a segunda línea y, manando sangre y totalmente cojo, continuó avanzando a la cabeza de su unidad bajo el fuego de las ametralladoras, hasta que una bala le destrozó la frente. Acababa de cumplir ese mismo mes 25 años. Murió como él quería, en defensa de la libertad del pueblo español y del internacionalismo proletario.
Es bien elocuente la nómina de los comunistas cubanos que le acompañaron en la tumba en aquella batalla a muerte contra los fascistas nazis y musolinianos: Angel Ruffo, guiterista; Pedro Anceaume, vicepresidente del Club Julio Antonio Mella de Nueva York; Carlos Guijarro, obrero tabaquero; Pedro Hernández, obrero ferroviario. Todos caídos en combate, respondiendo a la arenga postrer del camarada y jefe amado: Recuerden muchachos, ni un paso atrás, caiga quien caiga.

Moisés Raigorodsky Suria (1914-1936)

Moisés Raigorodsky Suria nace el 10 de febrero de 1914 en Odesa, Rusia. Sus padres, aún de clase obrera, tienen un alto nivel cultural, lo cual influye profundamente en la educación de Moisés.
En 1914, a la entrada de Rusia en la Primera Guerra Mun­dial, el padre es movilizado y, más tarde, hecho prisionero y enviado a un campo de concentración. Terminada la guerra, es devuelto al hogar muy enfermo y moralmente destruido, por lo que decide embarcar junto a la familia al continente americano en busca de nuevos horizontes.
La familia llega a Cuba y establece residencia en la ciudad de La Habana.
Por aquel tiempo, ya Moisés habla tres idiomas: ruso, hebreo y alemán. Además aprende a tocar instrumentos de percusión. Cursa la primera enseñanza en una escuela pública de la Habana Vieja y a los trece años de edad, ingresa en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana.
Participa en numerosas manifestaciones estudiantiles de pro­testa contra el régimen machadista, como la del 30 de septiembre de 1930 en que cae mortalmente herido el joven estudiante Rafael Trejo.
En 1931, ingresa en el Ala Izquierda Estudiantil y en la Liga Juvenil Comunista. Funda el Círculo de Estudiantes Hebreos en el cual se organizan funciones teatrales, cuyos fondos pasan a manos de los familiares de obreros comunistas presos y a la revista Juventud Hebrea, órgano oficial de la Juventud Comunista Hebrea.
En el mes de febrero de 1934 es apresado por sus actividades revolucionarias por las autoridades del régimen y sometido a tortura. Participa en todos los actos en las calles convocados por el Partido Comunista.
Siendo una figura destacada dentro del movimiento revolucionario de aquella época, y muy buscado por las fuerzas represivas, precisa el camino de la clandestinidad y el exilio.
Exiliado en España, milita en las filas del Partido Comunista de España, realiza traducciones en inglés, francés, español, hebreo y alemán para numerosas editoras progresistas y periódicos y revistas de izquierda, de España y el mundo. Trabaja intensamente en la Federación Universitaria Española y en la Federación Universitaria Hispanoamericana. Es miembro de las Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas (MAOC), donde funda el Sindicato de Artistas y Escritores, en el mes de agosto de 1936, con la finalidad de realizar actividades culturales en los frentes de batalla.
Es miembro fundador del Comité Antimperialista de Revolucionarios Cubanos y activista en los actos pro libertad de Ernest Thaelmann y Carlos Prestes.
Ya en el desarrollo de la guerra, en defensa de la República Española participa como responsable de una sección de las MAOC y como combatiente en los combates de Avanzadas de la Sierra, Pequerinos, Navalperal, Usera, Ciudad Universitaria, Alcalá de Henares y Casa de Campo. En este último frente cae muerto el 28 de noviembre de 1936, cuando una granada fascista le cercena parte de la cabeza.

Julio César Valdés Cofiño (1903-1937)

Nace en Jagüey Grande, provincia de Matanzas, el 13 de septiembre de 1903. Se alista como soldado en el Ejército Nacional e ingresa en la Escuela de Cadetes del Morro, donde se gradúa como oficial tras brillante expediente. Como resultado del movimiento militar del 4 de septiembre de 1933, causa baja en el cuerpo con el grado de teniente.
Sus inquietudes políticas y sociales le conducen a formar parte de la organización revolucionaria Joven Cuba, con acendrado espíritu antifascista y antimperialista.
El 15 de abril de 1937. marcha voluntario para España donde pone sus importantes conocimientos militares al servicio del pueblo español en la guerra contra el fascismo.
Después de haber dejado bien demostradas su capacidad y va­lentía y haber formado militarmente a varias brigadas de soldados, cae el 18 de julio de 1937 sobre el campo de batalla en las cercanías de Madrid.

Francisco Castillo Pérez (1890-1938)

De modesta extracción social, nace en Marianao, provincia de La Habana, en 1890. Muy joven ingresa en el Ejército Permanente, donde alcanza el grado de Sargento. Aficionado al béisbol, sobresale con brillantez en la práctica de este deporte, tomando parte en importantísimos eventos de esa índole.
Su condición de militar honesto, lo impulsa a sublevarse en febrero de 1917 contra el gobierno presidido por el general Mario G. Menocal, cuando éste se empeña en perpetuarse en el poder a través de fraudulentos comicios.
Tras la caída de la tiranía machadista, militante como era de la organización revolucionaria Joven Cuba, decide marchar voluntario a España. Llegado al teatro de la guerra, su capacidad militar lo hace acreedor del nombramiento de capitán del Ejército Republicano, ocupando el cargo de jefe del Campamento Internacionalista de Instrucción Militar de Albacete.
Excepcional disposición y gran responsabilidad es la que demuestra el camarada Francisco Castillo en la importante misión de adiestrar a los hombres que van a marchar al frente, ganándose la consideración inmediata y el respeto de sus camaradas, de sus subalternos y de sus superiores.
Al ser iniciada la gran ofensiva fascista hacia el Mediterráneo, que cortó en dos el territorio republicano, se enfrenta valientemente al avance enemigo y cae mortalmente herido en uno de los combates librados en las cercanías de Benicasim y Benicarló, en mayo de 1938.

José Real Álvarez (1914-1938)

Nace en la ciudad de La Habana, el 19 de marzo de 1914. De extracción obrera, cursa sus primeros estudios en una academia privada y adquiere también buenas nociones de pintura. A los catorce años de edad, comienza a trabajar en la Compañía Litográfica de La Habana y desde 1931 participa en las luchas contra el régimen machadista, actuando en las organizaciones antimperialistas.
Como miembro de la Liga Juvenil Comunista, toma parte en 1932 en la Primera Conferencia Nacional de esta organización, celebrada en una carpintería del pueblo de Regla y a la que asistieron 56 delegados. Después del derrocamiento de Machado, en 1933, continúa sus actividades en los sectores proletarios y comienza a trabajar como obrero del transporte, en cuyo sector ocupa ese mismo año el cargo de Primer Secretario de Organización del Sindicato Nacional del Transporte, que desempeña conjuntamente con la Secretaría General del Departamento Juvenil de dicho Sindicato.
Participante en la huelga general de marzo de 1935, es apresado. Se le acusa de recaudar dinero para la Liga Juvenil Comunista y es condenado por un tribunal de excepción a ocho años de reclusión en el Presidio Modelo de Isla de Pinos. Sale de esta prisión en enero de 1938, en virtud de una amnistía política y reanuda inmediatamente sus labores políticas y revolucionarias.
Tan pronto conoce el propósito de reclutar voluntarios para la defensa de la República Española, solicita su incorporación al contingente internacionalista y sale del puerto de La Habana, a bordo del vapor Oropesa, el 5 de febrero de 1938. Desembarca en el puerto de La Rochelle, en Francia, y se dirige de allí a París, desde donde sale para España a través de la frontera franco-española. Ya en territorio español, recibe las primeras instrucciones en el Castillo de Figueras, desde donde pasa para Albacete. En este lugar redacta un sentido saludo al pueblo español, en nombre de los combatientes cubanos, muy especialmente de los comunistas, el que se publica en todos los periódicos españoles.
Con otros compatriotas, es ubicado en el Batallón 24 de la 15ª Brigada Internacional. Participa en las batallas de Teruel y Aragón. Durante la ofensiva del Ebro es ascendido a Comisario Político de una Compañía de su Batallón y resulta herido en Sierra Pandolls al asaltar un nido de ametralladoras de los fascistas. Aún gravemente herido, continúa peleando con el mismo coraje, hasta caer muerto el 23 de agosto de 1938, sin que su cadáver pudiese ser rescatado por sus camaradas.

Amador Blanco Peña (1913-1938)

Nace en Güira de Macurijes, provincia de Matanzas, en 1913. Se traslada muy joven a la ciudad de La Habana, donde se inicia como aprendiz en un modesto taller de calzado en 1930 y comienza a desarrollar una intensa actividad sindical en esa industria. Se destaca como dirigente de un Comité Seccional de la Liga Juvenil Comunista, sin abandonar su labor en el Sindicato de Zapateros.
Miembro en 1932 del Comité Provincial de la Liga Juvenil Comunista, es enviado al interior de la provincia habanera, junto a otros compañeros de la Liga y del Partido Comunis­ta de Cuba, para organizar a los obreros de las colonias y de las centrales azucareras. Es detenido en unión del camarada Lázaro Peña (más tarde miembro del Comité Central del PCC), por la Guardia Rural y ambos son internados durante varios días en el cuartel de Güines, donde son brutalmente torturados. Fueron colgados innumerables veces de un alambre, mientras se les intimidaba a delatar a sus compañeros de la localidad e informar sobre las tareas que realizaban. Frustrados los esbirros en sus propósitos, los remitieron más tarde al Castillo del Príncipe.
En 1933 es detenido nuevamente y de nuevo encarcelado. Retorna a sus actividades revolucionarias con mayor vigor al extinguir la pena impuesta. Participa en la huelga general revolucionaria que derrocó al régimen fascista de Machado y, como dirigente del Sindicato de Zapateros, encabeza la lucha contra las maniobras de los patronos y sus agentes divisionistas. Este movimiento obtuvo la victoria en todas las fábricas.
Como participante en la huelga general de marzo de 1935, vuelve a ser arrestado, y cumple un año de prisión en el Presidio Modelo de Isla de Pinos. De nuevo en libertad, continúa la labor revolucionaria y, cuando el Partido Comunista de Cuba comienza el reclutamiento de voluntarios para contribuir a la defensa de la República Española, se presenta a cumplir el deber internacionalista.
En España lucha heroicamente en los campos de batalla desde el mismo 1936, hasta caer gravemente enfermo por el padecimiento de úlcera gástrica, contraída en las torturas brutales que le hicieron en Cuba, que determina su reclusión en un hospital situado entre Benicarló y Benicasín.
Pero cuando los fascistas desencadenan la ofensiva hacia el Mediterráneo, su espíritu combativo lo impulsa a abandonar su lecho de enfermo y a empuñar las armas para contener el avance enemigo. Cae mortalmente herido en las inmediacio­nes de las citadas ciudades de Cataluña, en abril de 1938.
La relación (parcial) de cubanos que participaron en las Brigadas Internacionales en España, es la siguiente:

— Caídos en combate entre 1936 y 1939:

1.Manuel Abarca Moreno 2.Enrique Rafael Acosta 3.Salvador Alcañiz Edo 4.Florentino Alejo Fuentes 5.José Alonso Espino 6.Juan Álvarez Alvarez 7.Lino Álvarez Ramos 8.Benigno Amigo García 9.Rodolfo de Armas Soto 10.Francisco Arroyo Liana 11.Ramiro Azcuy Molina 12.Constantino Barredo Guerra 13.Amador Blanco Peña 14.Arsenio Brunet 15.Fidias Bueno 16.Ramón Cabrera 17.Santiago Candia León 18.Policarpo Candón Guillén 19.Jorge Cárdenas 20.Francisco Castillo Pérez 21.Modesto Castro 22.Cepero Elejalde 23.Felipe Céspedes 24.Eugenio Constela 25.Antonio Correa Salas 26.Juan José Díaz 27.Pablo Díaz Dantón 28.Hipólito Diego 29.Benito Diéguez 30.Manuel Digat 31.Cresencio R. Dios Cruz 32.Tomás Echevarria Lauret 33.José M. Fernández Clark 34.Rafael Fernández Martén 35."Popo" Ferrer 36.Arturo Ferrer Ferrer 37.Florentino Flores 38.Raúl Flores 39.Cleofé Fraga Hernández 40.Víctor Francos 41.Enrique Fuentes 42.Brígido García 43.Lino García 44.Marcelino García 45.Julio García Barriel 46.Manuel García Jiménez 47.Andrés García Menéndez 48.Basilio González 49.Efraín Guash León 50.Bruno Guijarro 51.Carlos Guijarro 52.Pedro L. Hernández Iglesias 53.Manuel Iglesias 54.José Ibrahím Lazo Granados 55.Julio Linares Linares 56.Miguel Maldonado 57.Mario Marletti 58.Jorge Martínez Márquez 59.Cecilio Martínez Rodríguez 60.Homero Meruelos Bastarían 61.Enrique Montalbán 62.Pastor Milanés 63.Avelino Navarro Conejo 64.Pedro Ortodovski 65.Juan Paja García 66.Fernando Pascual 67.Francisco Pérez 68.Ramón Pérez 69.Pedro Pérez 70.Plácido del Pino Pozo 71.Domingo Quintana García 72.José Real Alvarez 73.Moisés Raigorodsky Suria 74.Benigno Rodríguez 75.Rolando Rodríguez Arias 76.Antonio Rodríguez Betancourt 77.Cecilio Rodríguez González 78.Eusebio Rodríguez Illobre 79.Francisco Rojas 80.Antonio Roque 81.Ángel Rufo 82.Manuel Ruiz 83.Alberto Sánchez Menéndez 84.Pedro Suárez Ballesteros 85.Pedro Teruel 86.Luis Torres 87.José Torrent 88.Pablo de la Torriente Brau y 89.Julio Cesar Valdés Cofiño.
— Caídos después de la guerra, en campos de concentración franceses, por las heridas, asesinados en represalia por Batista: otros 50 internacionalistas.
— Participaron en la guerra revolucionaria española: 638 cubanos internacionalistas
En total, 777 camaradas y hermanos cubanos: ¡¡Gloria eterna!!

La Brigada Lincoln

Los internacionalistas que vinieron voluntarios a defender la República española fueron alrededor de unos 40.000 hombres y mujeres, de un total de 54 países diferentes. Los más numerosos fueron los franceses (unos 10.000); les siguieron los alemanes, los italianos y los polacos (unos 5.000). De Estados Unidos llegaron unos 3.000 y de Bélgica y Gran Bretaña otros tantos; 2.500 checos y canadienses, 1.500 húngaros, austriacos y yugoeslavos. A ellos hay que añadir pequeños contingentes de, otros cuarenta países aproximadamente. Hubo una alta proporción de judíos, especialmente entre los polacos, alemanes y estadounidenses. En total, se calcula que los judíos constituían el 15 por ciento de los voluntarios.
Llegaron hasta chinos y japoneses del Lejano Oriente. Jack Shirai, por ejemplo, un comunista japonés que luchó con sus compañeros de la Brigada Lincoln, y que en la batalla de Brunete, en junio de 1937, encontró la muerte: una bala le atravesó la cabeza. Lo mismo hizo el chino Chang Akin, dirigente comunista de Shangai, que también se trasladó a lo que para él era un lejano país para luchar contra el fascismo.
Aunque el destacamento más importante lo formaron los comunistas, entre los voluntarios había anarquistas, socialistas y antifascistas de todos los colores. Por ejemplo, el primer jefe instructor de infantería en Albacete era el periodista alemán Ernst Adam, que no era comunista. Se estima que aproximadamente el 60 por ciento eran comunistas.
La Brigada Lincoln fue uno de esos grandes ejemplos de solidaridad internacionalista en nuestra Guerra Nacional Revolucionaria que ningún antifascista debe olvidar jamás. Sin contar a los canadienses, el número de norteamericanos que vinieron a luchar con nosotros se calcula en 3.000, muchos de los cuales no volvieron nunca a su país. La mayoría eran trabajadores, movidos por el internacionalismo proletario, o estudiantes y profesionales. Tuvieron que superar infinidad de obstáculos para llegar a su punto de destino, a causa de la prohibición de venir a España impuesta por las leyes norteamericanas de neutralidad hacia los fascistas.
Después de un período de entrenamiento en la base de las Brigadas Internacionales, cerca de Albacete, las Brigadas americanas, llamadas Lincoln, Washington y John Brown, fueron enviadas a luchar en algunas de las batallas más duras y sangrientas de la guerra civil, demostrando en todas ellas su valor y heroicidad. Los voluntarios americanos lucharon en Brunete, en el Jarama, en Teruel, en el frente de] Ebro... Miles de ellos cayeron gloriosamente, luchando codo con codo con nuestros combatientes y legándonos un ejemplo emocionante de entrega desinteresada.
Los norteamericanos encontraron numerosos problemas al regresar a su país. En algunos casos se les quiso procesar. En todos se les hizo la vida imposible, negándoles el trabajo y considerándoles, como agitadores peligrosos. El calificativo que les dio el gobierno era el de antifascistas prematuros, y tuvieron dificultades incluso para poder entrar en su ejército durante la II Guerra Mundial.
Luego muchos exbrigadistas siguieron desempeñando un destacado papel en los movimientos revolucionarios norteamericanos en la década de los cuarenta e incluso posteriormente. De aquellos voluntarios americanos en España surgieron personalidades muy destacadas en los sindicatos y organizaciones antifascistas, así como en el mundo del periodismo, de la literatura o el cine.
Varios de ellos, a su regreso a Estados Unidos, ingresan o reanudan sus actividades en los partidos progresistas, especialmente en el comunista, donde algunos de ellos alcanzan puestos de responsabilidad, como Joe Brandt, Edwin Rolfe o Joseph North. Alvah Bessie, que había dejado atrás una prometedora carrera como novelista cuando, a los 33 años, decidió venir a España a luchar por la República, reanuda con bastantes dificultades su carrera y se convierte en uno de los guionistas más notables de Hollywood, sufriendo posteriormente la persecución de McCarthy durante la caza de brujas. Archie Brown, un estibador de San Francisco, se lanza a la lucha sindical y consigue revitalizar las importantes organizaciones de estibadores de la costa oeste. Steve Nelson, que presidió la organización de veteranos de la Brigada Lincoln, es otra de las figuras destacadas de los voluntarios americanos de la guerra civil española.

Los brigadistas árabes

Centenares de árabes vinieron a defender la República española, entre ellos, dos iraquíes: Nuri Anwar Rufail y Setti Abraham Horresh.
Gracias a la tarea de Salvador Bofarull, funcionario jubilado de la UNESCO e investigador de los grupos nacionales minoritarios de las Brigadas Internacionales de la Guerra Nacional Revolucionaria, que ha publicado alguna de sus conclusiones en el número 52 de la revista Nación Árabe, podemos afirmar que los árabes constituyeron uno de los más numerosos contingentes de combatientes internacionalistas.
Gracias a su investigación de los archivos moscovitas del RGASPI (Archivo Gubernamental Ruso de Historia Política y Social, anteriormente, archivo de la Internacional Comunista), Bofarull ha rescatado para la historia de la gesta de las Brigadas Internacionales a dos iraquíes que vieron a luchar a España junto a marroquíes, argelinos, egipcios, palestinos, sirios, libaneses e incluso saudíes.
Según cuenta Bofarull se conservan los expedientes de dos voluntarios iraquíes: Nuri Anwar Rufail, de familia árabe, y Setti Abraham Horresh, de familia judía, este último procedente de Uruguay.
Nuri Anwar Rufail, de nacionalidad iraquí, nació en Bagdad el 27 de marzo de 1905 y residió con su familia en su ciudad natal, en el número 313 de la calle Karrada Este. Cursó estudios de ingeniería en la Universidad Americana de Beirut, Líbano. También poseía el título de maestro, actividad que ejerció en 1930 y 1931 en Bagdad, dando clases de matemáticas en una escuela de secundaria. No tomó parte en actividades sindicales y en 1933 ingresó en el Partido Comunista de Siria, del que fue secretario general en 1934. Visitó varias veces Palestina y tomó parte en actividades en favor de su independencia. Visitó EEUU, donde cursó estudios de ingeniería durante dos años en el Massachussets Institute of Technology de Boston (Cambridge, Massachussets). Trabajó como ingeniero ayudante en topografía, en el Survey Department de Iraq en 1935, y nuevamente en 1937 en el Iraq Railways Survey del ferrocarril iraquí. Hablaba y escribía árabe, inglés y francés. Publicó artículos en el periódico iraquí Abali e hizo traducciones del inglés al árabe. El 29 de noviembre de 1936 fue detenido en Iraq por sus actividades políticas, siendo liberado el 15 de abril de 1937 en Bagdad, por falta de pruebas. El 20 de noviembre del mismo año huyó de su país, al enterarse de que la policía iba a detenerle.
Se estableció entonces en París donde permaneció hasta el 7 de febrero de 1938. Se incorporó al Batallón Lincoln de las Brigadas Internacionales en Tarazona. Sirvió primero como soldado, siendo posteriormente ascendido a cabo y a sargento. Se afilió al PCE en noviembre de 1938. Luchó en la batalla del Ebro, en los sectores de Gandesa y Mora de Ebro. Para su repatriación pidió ir a Estados Unidos. Como nota humorística, en su hoja de servicio del Comité Central del PCE, calle Balmes, 205, Barcelona, se le pidió su nombre cristiano, lo que parece un sarcasmo.
Por su parte, Setti Abraham Horresh, nació en Bagdad el 15 de junio de 1905, de familia judía. Trabajó en la confección de sellos de goma, y como tipógrafo y linotipista. En 1929, emigró a Uruguay, donde se afilió al Partido Comunista. En diciembre de 1937, vino a España y se incorporó como soldado en la Segunda Compañía del 24 Batallón de la 15 Brigada Internacional, asignado al Parque Automovilista. En 1938 se afilió al PCE. En su hoja de servicio consta que habla y escribe árabe, español e inglés. Su expediente no contiene más datos, aparte de una foto de carné.
Sobre la participación de brigadistas árabes en la Guerra Civil Española, Bofarull afirma que mientras la participación de tropas coloniales o mercenarias integradas por marroquíes en la Guerra Civil junto a los sublevados es bien conocida, la participación de ciudadanos árabes a favor de la República es un hecho generalmente ignorado o del que sólo se tienen referencias muy imprecisas. En el Apéndice 8 de La Guerra de España y las Brigadas Internacionales, de Santiago Álvarez (Las Brigadas Internacionales, Ediciones del PCE, Madrid, s/f), se da la lista de los distintos países de donde vinieron voluntarios a luchar a España, mencionando argelinos y marroquíes; pero en esta lista no se menciona el número de voluntarios de cada nacionalidad. Entre los investigadores de las Brigadas Internacionales en nuestra Guerra Civil hay la impresión de que se trataba de un pequeño grupo cuyos integrantes eran difíciles de identificar. La realidad pudo ser muy distinta.
Un internacionalista árabe conocido fue Mohamad Belaidi, un mecánico árabe convertido en ametrallador que combatió en defensa de la República en la Escuadrilla Malraux, compuesta por uno de los primeros grupos de internacionalistas llegados a España. Belaidi resultó muerto en un combate aéreo sobre la Sierra de Madrid, suceso narrado por el propio Malraux en su libro La Esperanza.

«No es tiempo de morir para uno mismo»

Muchos antifascistas argentinos participaron con entusiasmo en la contienda del lado republicano. No sabemos apenas de sus biografías ni siquiera su nombre. Fueron varios los que combatieron hasta su último aliento en las trincheras.
Conocemos algunos detalles de algunos intelectuales que lucharon al mismo tiempo con la pluma y el fusil. Uno de ellos es José Gabriel, corresponsal de Crítica, que publicó una novela La vida y la muerte en Aragón en 1938.
Otro es Ramón Prieto, un narrador de sólidos conocimientos militares, quien luchó aquí entre 1937 y 1939, primero en la 100 Brigada del V Cuerpo del Ejército al mando de Líster y después en la XII Brigada, en funciones de comisario político. Los relatos de El Paso del Ebro y Teruel están bellamente escritos y, llegado el caso, con escenas de excelente humor. Son las acciones de una compañía de ametralladoras en el Ebro, la batalla más sangrienta y prolongada de la guerra civil, tras la cual la República combate en una situación límite.
Prieto recrea las personalidades de las grandes figuras de la gesta que circunstancialmente desfilan por las avanzadas y, al mismo tiempo, la conducta heroica de los anónimos combatientes de las Brigadas Internacionales, de los que pocos recuerdan anécdotas particulares pero que mueren a miles por una tierra que hicieron suya. El narrador no es solamente un literato: pelea con gusto, un mortero franquista le fractura el cráneo y cae a menos de ochenta metros de las filas enemigas. A Ramón Prieto lo salva la operación de un médico joven en un quirófano instalado en un túnel.
Los Recuerdos de la derrota y de la huída pertenecen al militante del Partido Comunista Argentino Juan José Real. Las secuencias están ubicadas en el peor momento, en la desbandada, luego de la sublevación del coronel Casado. Real actúa en el Ejército del Centro, junto a los consejeros soviéticos, y en el curso de la narración habla de un argentino, al que no nombra, que está a cargo de la décima división, en Cartagena; señala a otro llamado Julio Beirán, comisario político destacado en Gandesa, y hace referencia a un viejo anarquista venido de Buenos Aires, Mingorance. Juan José Real combate en las Brigadas Internacionales durante toda la guerra. Se ha arraigado tan profundamente en él que le es imposible admitir la derrota, aún en abril de 1939.
El argentino Horacio Badaraco, militante anarquista fallecido en 1946, está en los frentes de batalla y desde allí, como corresponsal del periódico Solidaridad Obrera, escribe crónicas de guerra cargadas de pasión revolucionaria.
Dan Kurzman, periodista norteamericano, en un emocionado reportaje sobre la defensa de Madrid titulado Milagro en noviembre, recoge entre otros episodios la breve historia de amor y coraje de Hipólito Etchebéhére y de su esposa, Mika. Han llegado desde Francia, y están en Madrid desde las primeras horas del alzamiento fascista.
La valentía y las convicciones revolucionarias de Hipólito lo convierten de inmediato en jefe de grupo, y la batalla incorpora junto a él a su compañera. En ese noviembre de 1936 sus destinos individuales se unen definitivamente para el porvenir y la guerra: No es tiempo de morir para uno mismo, ha dicho Hipólito Echebéhére, quien cae en un feroz asalto cerca de Sigüenza.
En la retirada, los combatientes le traen a su esposa el arma de Hipólito y un pañuelo manchado de sangre de sus labios. Son las señales del mando político y del duelo, que Mika asume con dolor y fiereza: pasa a ocupar el puesto del marido muerto y dirige la resistencia de Sigüenza hasta el final.
Pero los internacionalistas argentinos lucharon en su propio país e hicieron todo lo posible por nuestra causa, que ellos hicieron suya, legándonos un ejemplo imborrable de solidaridad.
A veinte días de iniciada la guerra, la legación republicana en Buenos Aires, por intermedio de la esposa del embajador, María Torres de Díaz Canedo, lanza un llamamiento a todas las mujeres en estas horas de dolor y abre una suscripción. Es el principio de una acción solidaria intensa, un fenómeno al que los argentinos no estaban acostumbrados en esa magnitud. La solidaridad durante la guerra civil española, su vitalidad y la movilización popular constante, es el acontecimiento central de la historia argentina de la guerra de España, la guerra que los argentinos viven y sufren como una batalla cotidiana por su propia libertad y sus propias ideas.
El 24 de agosto de 1936 la embajada informa que la colecta pasa de 105.000 pesetas, y se prepara la sexta remisión al gobierno republicano. El 29 de agosto asciende a 120.500 pesetas, el 7 de setiembre a 285.000, el 12 a 330.000 y el 18 a 350.000. Es decir alrededor de setenta mil dólares para la cotización de la época, el equivalente a un millón de dólares actuales (en 1936 un dólar eran 5'18 pesetas).
Argentina vibra con la República española y todos los antifascistas se aprestan a dar la batalla al otro lado del Atlántico. A mediados de julio se crea el Patronato Español de ayuda a las víctimas antifascistas, con sede en Callao 683, entidad que irá absorbiendo a la mayoría de las actividades. Pero la centralización es imposible, por lo menos en la primera época, cuando se suceden a diario y espontáneamente festivales, comidas, fiestas, bailes, emisión de estampillas, rifas, recolección de medicamentos, romerías y actos culturales de beneficio a cargo de las decenas de sociedades mutualistas de las diversas regiones, agrupamientos y distritos, de los centros de colectiveros, panaderos, almaceneros y trabajadores españoles y de las comisiones barriales recién formadas.
Los partidos populares, las organizaciones obreras y estudiantiles y los comités zonales, ponen todo el entusiasmo y la imaginación. El Partido Comunista está prohibido desde 1930 pero desde la clandestinidad pone en tensión todas sus energías para ayudar a los combatientes republicanos. Los socialistas multiplican los mitines y las suscripciones para los obreros españoles y se proponen, a iniciativa de un grupo de afiliados, adquirir dos aviones para los republicanos; los anarquistas han resuelto ponerse de pie y giran, por su parte, 10.000 francos; los universitarios comunistas invitan a profesores, licenciados y estudiantes a enviar contribuciones al gobierno; la CGT ubicada en Independencia 2880 crea una comisión general de ayuda al proletariado español que dirigen Francisco Pérez Leirós y Guido Fioravanti, y los sindicatos adheridos a la central obrera de Catamarca 577 proponen a sus afiliados fijar una cuota mensual. Los albañiles son uno de los gremios más activos, y son los primeros en poner en circulación bonos de ayuda impresos por la agrupación. Advierten: No debe quedar un solo albañil sin retirar su tarjeta.
Los comités de ayuda al gobierno republicano se proponen reunir fuerzas en torno a la gesta del pueblo español para derrotar a la militarada clerical fascista. Lo dicen en el manifiesto inicial, y el movimiento se extiende en numerosos locales por la Capital Federal, en cada una de las capitales de provincia y en cada localidad importante de Buenos Aires, Entre Ríos, Córdoba, Santa Fe y Mendoza. El nacimiento en los barrios de Buenos Aires de asociaciones fraternales con la España combatiente introduce en la campaña un clima de responsabilidad y alegría. Nadie necesita de la más mínima directiva -dice una circular-, todos deben ponerse inmediatamente al trabajo. Hable a sus amistades -prosigue- a sus vecinos y compañeros de trabajo; comprométalos en esta noble tarea y escríbanos o véanos en Callao 683 todo el día.
Las respuestas son de lo mejor. En Rosario la junta pro-España se constituye el 24 de setiembre, y se propone un vasto plan de trabajo que incluye la invitación al gobierno español a emitir títulos al portador con el derecho a recibir en España toneladas de alimentos. Las juntas de socorro y reconstrucción establecidas en Rosario asumen el compromiso de colocar esos títulos enviando en canje trigo, carne, cuero y abrigos que se consideran indispensables para soportar el próximo invierno. En los primeros días de setiembre, a sólo dos meses de desatada la guerra, en España hay más de 60.000 huérfanos y 20.000 viudas, que están en la miseria más absoluta. Hay racionamiento en Madrid; se entrega pan a la población por medio de vales todos los días a las siete de la mañana. Se anuncia, asimismo, que 30.000 niños partirán de Madrid por las restricciones que impone la guerra.
La solidaridad es, ante todo, proletaria; es la clase obrera argentina la que se vuelca. Las colectas y acciones las hacen obreros ferroviarios y marítimos, trabajadores de las panaderías, ex combatientes italianos, enfermos de una sala de hospital, trabajadores de línea de colectivos, comerciantes, lecherías, obreros de Loma Negra, vecinos de Avellaneda, obreras de Piccardo y Cía., camioneros, jubilados del ferrocarril, en fin, las manifestaciones más sencillas de los sectores populares, que a falta de dinero donan especies. Y saben divertirse: en el mercado proveedor del Sud, un sábado de primavera, en medio del mayor entusiasmo, rematan un ternero cuatro veces y reúnen 408 pesos, y también rematan canarios, y la sociedad de carniceros de la capital rifa una ternera para la República. Las mujeres cosen ropas para los niños pobres de España, y en setiembre funcionan ya, en los barrios, los costureros populares.
El diario Crítica impulsa el 30 de julio una gran suscripción popular. Cada cuarenta y ocho horas manda suministros al otro lado del Atlántico. El diario recoge desde la contribución de una anciana sin trabajo (este peso que traigo lo entrego como símbolo) hasta las monedas que dejan los chicos.
En las actividades de confraternidad el modelo de retaguardia que los militantes se esfuerzan por imitar es el Socorro Rojo y está formado por miles de mujeres de todas las edades. En España alista a unas 2.000 jóvenes encargadas de recolectar fondos, a más de 3.000 enroladas de enfermeras y otras 3.000 que se dedican a confeccionar vendas, cuidar niños, distribuir alimentos y ejercer funciones de cocineras. El Socorro Rojo acaba de instalar doce hospitales en palacios y hoteles confiscados, maneja casi todas las ambulancias y se ha propuesto sustituir a las monjas en los hospitales.
El 12 de octubre de 1936 en Buenos Aires largas filas de internacionalistas convergen hacia la embajada de nuestra República para depositar tarjetas firmadas como expresión de solidaridad con el gobierno de España. Desfilan durante la jornada 40.000 argentinos con el corazón lleno de rabia por el sufrimiento de sus hermanos españoles.

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