domingo, junio 17, 2007

Vacuna contra la amnesia histórica.

Cuando a los cubanos se les habla de las bondades del capitalismo y se les trazan planes de ayuda para la transición a ese orden socio-económico, como aquellos que han sido promulgados por el actual mandatario de los Estados Unidos de América, se está suponiendo en este pueblo una amnesia histórica contra la cual los cubanos están vacunados.
Las vacunas contra el olvido no se han desarrollado en laboratorios científicos cubanos como el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, el de Inmunología Molecular, el Instituto Finlay y otros de gran prestigio.
No se investigan y desarrollan como la Vacuna Anti-Hepatitis B, las Vacunas contra el Hemophilus Influenzae y las de múltiple aplicación, como la tetravalente que inmuniza contra la Hepatitis-B, la difteria, el tétanos y la tosferina, o la pentavalente, que incluye además la que evita el Hemophilus Influenzae.
Son vacunas de otro tipo que se extraen de las propias acciones enemigas como anticuerpos que capacitan a la sociedad cubana para hacer frente a las pretensiones imperiales.
Cuba no puede erigir su salvaguardia en este terreno sobre la base del aislamiento, ignorando la historia, la actualidad o el desarrollo de hechos e ideas fuera de sus costas. No obstante la evidencia de que, en las actuales circunstancias de globalización neoliberal, de dictadura planetaria que trata de constituirse apoyándose en los grandes medios corporativos de información, recreación y cultura a cuya influencia ideológica es casi imposible sustraerse en un mundo interconectado e interdependiente, es imprescindible asumir el reto.
El sistema de educación cubano se ha ido orientando cada vez más a la investigación y divulgación de la historia, de toda la historia, como arma de defensa, pero nadie piense que se trata de una tarea fácil ni rutinaria.
Este país pasó directamente de una condición colonial a una situación neocolonial. La investigación histórica acerca de la era colonial enfrentó, en el período de la neocolonia, mucho viento en contra de los poderes públicos. Entre otros factores porque siempre subyació el "síndrome de la fruta madura", según el cual Estados Unidos debía colaborar con España en el mantenimiento del estatus colonial de Cuba hasta tanto ésta estuviera en condiciones de pasar a integrarse a los Estados Unidos.
Posteriormente, aunque la conciencia patriótica brilló en la obra de varios formidables historiadores, la orientación de la educación y la historiografía "oficial" fue bien custodiada en todo momento por Estados Unidos, no solo a tenor de la doctrina Monroe -América para los americanos-, sino, en especial, en cuanto a su proyección clasista.
Con la sociedad de consumo estadounidense como paradigma, todos los factores formadores de conciencia, desde la enseñanza hasta la prensa, enfilaban en Cuba hacia un modelo de nación capitalista, profundamente dividida en lo interno por razones de raza, genero, partidos políticos y cuantos demás factores cuadraban a los intereses de dominación del poderoso vecino.
Los gobiernos eran electos según las propuestas de candidaturas de los diferentes partidos políticos. Los comicios eran espectáculos trágico-cómicos que iniciaban ciclos de promesas-fraudes-burlas-malversaciones, en ocasiones interrumpidos por ciclos de violencia política que incluían intervenciones estadounidenses, golpes de estados, represión, asesinatos, torturas… Hasta que se llegaba al inicio de un nuevo ciclo parecido al primero.
Cada uno de los pasos en esta cadena de acontecimientos debía contar con la aprobación de la Embajada estadounidense que, en ocasiones, asesoraba a los dos bandos en pugna.
El gobierno, corrupto, encabezaba una superestructura que incluía un sistema judicial, un sistema policial, una administración pública y una prensa, todos igualmente corruptos. Había excepciones muy honrosas, pero eran verdaderamente excepciones.
A las fuerzas armadas, dotadas todas ellas de asesores estadounidenses les tocaba cuidar el orden, especialmente en lo que concierne a garantizar la tranquilidad y la seguridad de los grandes capitalistas nacionales y extranjeros.
Estos últimos, los verdaderos dueños del país, no eran tan conocidos –ni tan atacados- como los políticos, quienes eran siempre, primero, los alabados por sus promesas y después vilipendiados por sus actos corruptos y sus crímenes. Más bien se les situaba por sobre la política y las leyes, eran los que mandaban, pero lo hacían anónimamente, por intermedio de los políticos y los represores.
Ni siquiera se les achacaba la responsabilidad por los cientos de miles de niños pordioseros que colmaban las calles de las ciudades deambulando descalzos y hambrientos. O de un número aún mayor de desempleados, subempleados o autoempleados. Tampoco respondían ellos por los niños sin escuelas, los ancianos sin asistencia, las decenas de miles de mujeres forzadas a la prostitución por la miseria.
Algunos políticos se mantenían por mucho tiempo alterándose en el poder según sus habilidades para el engaño. Muchos lograban ascender a la escala de los grandes capitalistas a base de la malversación de las arcas públicas y otros delitos que llegaban a hacerse socialmente tolerados.
Son muchos los cubanos que recuerdan este repugnante cuadro de inmoralidades, gracias a que la esperanza de vida ha aumentado desde que, hace 48 años el país ha tenido la posibilidad de vivir una vida decente.
La propaganda del modo de vida estadounidense lo invade todo –incluso en Cuba- y para las nuevas generaciones no resulta fácil imaginar tanta inequidad y corrupción en un pasado reciente que les puede parecer lejano.
Crueldades tales como el bloqueo económico durante casi medio siglo; la inmoralidad del apresamiento en cárceles de Estados Unidos de cinco cubanos -pronto hará una década- por su expediente de lucha contra el terrorismo, y la manifiesta complicidad del gobierno estadounidense con el terrorista más temible del hemisferio occidental, Luis Posada Carriles, cuyos crímenes han cobrado muchas vidas de cubanos, son verdaderas vacunas contra la amnesia histórica.

Manuel E. Yepe Menéndez
12 de Junio 2007

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