sábado, julio 28, 2007

Tareas Industriales de la Revolución en los años venideros.

Ernesto Che Guevara

La Revolución cubana entra en 1962 a una nueva etapa de su vida institucional, etapa que ha sido llamada de la Planificación y que estará regida, este primer año, por el proceso de organización. Planificación y organización son términos más o menos gemelos, pero, podríamos hacer alguna diferencia diciendo que, planificación es la organización de la economía y de la vida general de la nación de acuerdo con grandes líneas compatibilizadas y equilibradas y con el fin de extraer el máximo de las reservas dormidas en el seno de la sociedad; organización es la preparación de todos los organismos, hasta en sus últimos tornillos administrativos, para poder realizar la planificación efectivamente. Y esto es necesario, porque en Cuba se han producido fenómenos muy importantes y se avecinan otros también de gran importancia para el enfoque global de los problemas económicos.

Cuba era, y es, un país de monoproducto; y era absolutamente un país de monomercado. Cuba era un país semicolonial con características esenciales de los países semicoloniales, como son, además de las citadas, la gran desocupación disfrazada en forma de empleos públicos, de comercio, etc., la importación de víveres que se pueden producir en el país y de otros bienes de consumo, duraderos o no, y la proliferación de

una burguesía mercantil aliada a los exportadores imperialistas.

El panorama que presentaba el país al hacerse cargo la Revolución del poder, era el de una llamada democracia representativa, establecida, en el orden económico, de acuerdo a los cánones, es decir, con una profusión de organismos ineptos utilizados para la burocracia estatal, adjudicación de todos los cargos importantes por los capitalistas del patio o agentes del extranjero y una dislocación absoluta entre las necesidades perentorias de la nación y las instituciones existentes, que estaban concebidas de manera de servir los intereses de las oligarquías criollas y, en definitiva, de sus amos del norte.

La institucionalidad económica estaba, pues, adecuada a nuestra dependencia de los Estados Unidos, cosa nada sorprendente, ya que son las relaciones económicas las que condicionan la vida institucional de los países. Todo el panorama estaba reducido a un producto, el azúcar, del cual había existencias grandes y capacidad instalada para aumentar las existencias, si fuere necesario; todo el aparato de distribución internacional de este producto estaba dominado por el imperialismo; un gran ejército de desocupados ascendentes a más de 600 mil personas, listo para servir de fuerza de choque contra cualquier pretensión de la clase obrera organizada (y demás víctimas de la situación de estancamiento del país); una serie de industrias manufactureras que elaboraban sus mercancías con materias primas venidas del extranjero, en máquinas extranjeras y utilizando repuestos extranjeros; una agricultura sin desarrollo, ahogada por la competencia del mercado imperialista y por el latifundio, que dedicaba las tierras a reservas cañeras o ganadería extensiva, prefiriendo importar los alimentos de Estados Unidos. En una frase, distorsión de la economía del país y estancamiento casi total.

Al tener que hacer nuestras primeras armas en el campo del comercio internacional, nos encontramos con que las reservas de divisas habían sido muy disminuidas por la política económica de la dictadura. Esta situación hacía muy difícil el mantener el flujo continuo de materias primas necesarias para nuestras industrias y de productos de consumo directo para nuestra población.

La situación era grave, pero nuestra inexperiencia era grande, y no supimos hallar soluciones rápidas, de modo que permanecimos bastante inactivos, y todo el primer año de la Revolución en el gobierno transcurrió sin que se encarara a fondo el interrogante central de nuestra economía: ¿cuál sería la línea adoptada y con qué intensidad caminaríamos por ella?

Podemos decir que los actos más trascendentes de este primer año fueron la Reforma Agraria y la toma del Banco Nacional. La primera sentó las bases de la lucha y estableció el eslabón primario de una sucesión de golpes y contragolpes con el imperialismo que conducirían, por un camino no delimitado de antemano pero sí previsible, hacia nuevas formas de organización más justas y más idóneas.
Al fin de ese año, la toma por la revolución del Banco Nacional, dio al menos el control de las divisas por el Estado, aunque el resto de la banca siguió en manos privadas.

Esta tarea de la Revolución cubana era apenas el comienzo de lo que debiera ser la gran lucha del año siguiente; todavía no estaban plasmados los grandes planteos que en 1960 cambiarían definitivamente la estructura del país. La recuperación de los bienes malversados, de los cuales muchos eran establecimientos industriales, y algunas compras de industrias por el Estado, amén de los embriones de planes, hicieron necesario que se formara el Departamento de Industrialización, dependiente del Instituto Nacional de Reforma Agraria. Este Departamento fue concebido para realizar grandes tareas, pero en aquel momento no podía rendir un fruto cabal pues faltaba la línea que estableciera una dirección definida ante las perspectivas del desarrollo. El primer empeño fue lograr una imagen, por lo menos primaria, de las industrias necesarias para el país.

Se establecieron las primeras líneas, muy simples y tentativas para el desarrollo de una industria basada en la sustitución de productos importados de tecnología simple. Se tomaron las listas de los productos de importación que ocupaban renglones más altos en los anales del comercio exterior y, con la base de estos datos, comenzó la búsqueda de ofertas, mientras nos apoyábamos en la ayuda extranjera a largo plazo para desarrollar la industria básica.

Durante todo el año 60, iniciándose con la visita del Viceprimer Ministro de la Unión Soviética Anastas Mikoyan, los países socialistas enviaron sus representantes a Cuba y se firmaron los convenios de crédito para edificar un buen número de industrias básicas.

La Unión Soviética nos concedió uno de cien millones de pesos para la siderúrgica, algunas plantas eléctricas, una refinería y la prospección geológica de un cuarto del territorio nacional. Checoslovaquia lo hizo para una planta automotriz. China nos concedió sesenta millones para la edificación de veinticuatro plantas de variado tipo; Rumanía quince; Bulgaria cinco; Polonia doce y R.D.A. ofrece diez para el año 63. Las más importantes plantas contratadas, además de las citadas, son: un astillero que se hará con ayuda polaca; una planta de níquel, con ayuda adicional soviética; las textileras adquiridas en la R.P. China y R.D.A. y las de cemento.

Las misiones técnicas de los países socialistas fueron acabando sus trabajos y ofreciendo recomendaciones primarias; pero, al mismo tiempo el Departamento de Industrialización se iba enriqueciendo con el ingreso de nuevas y nuevas industrias, algunas de ellas intervenidas por una Ley del Ministro del Trabajo contra el abandono de los centros de trabajo por parte de los patronos, otras por leyes contra los traidores, algunas por compra y, luego, la gran ley de nacionalización que, no solamente liquidaba la banca y todas las propiedades norteamericanas en Cuba, sino también un buen número de propiedades de capitalistas nacionales, las que pasaban a poder del pueblo.

Era demasiado para el Departamento de Industrialización, por lo que debimos abocarnos a la tarea de estructurar el Ministerio de Industrias. Ese trabajo nos ha llevado todo el año1961. Mientras tanto, las ofertas de crédito se concretaban y comenzaban a firmarse contratos que nos permitían sentar una base general de desarrollo, aunque con grandes lagunas y desproporciones, pues no ha existido un plan previo sino que el plan se impuso ahora como necesidad de la vida misma, al calor de estas desproporciones que nosotros vemos hoy muy nítidamente pero no fuimos capaces de prever antes.

Todo este proceso de aprendizaje de la planificación está caracterizado por una serie de errores y aproximaciones sucesivas hasta alcanzar el concepto global de desarrollo, caracterizado por el énfasis a la agricultura que constituye el eslabón central del plan, por sentar las bases de la industrialización y la delimitación de una serie de grandes líneas de especialización industrial que se expondrán luego de analizar con algún detalle el proceso de nuestra búsqueda.

Durante el año 1961 estudiamos el plan que, todavía con muchas imperfecciones, sale ahora para ser cumplido en este año 1962. Entre otras cosas, no puede ser un plan perfecto, ni mucho menos, porque los planes anuales deben ser la parte correspondiente de un plan perspectivo, es decir, de un plan de más largo alcance y nosotros hemos tenido, por imperio de las circunstancias, que derivar el plan general de inversiones (el más importante a largo plazo) de las básicamente establecidas por contratos anteriores firmados con los países amigos.

El plan de producción se adecua a las posibilidades objetivas de nuestra propia producción de materias primas y nuestra real capacidad de importación, dada por los excedentes exportables propios y las posibilidades de suministros de países extranjeros.

Con todas sus imperfecciones, nuestro plan actual será muy superior al esbozo que nos sirviera de guía para la producción en 1961. El actual tiene un balance de todas las categorías correspondientes: de producción, costos, salarios, abastecimientos, inversiones y financiero; tiene, además, relación con la vida. El primero fue sólo la expresión en blanco y negro de nuestros buenos deseos, considerando condiciones óptimas de abastecimiento y de personal técnico para extraer el máximo rendimiento de acuerdo con la capacidad instalada. Fue un plan burocrático, aislado de las masas y desligado de la realidad.

Las realizaciones industriales de la Revolución se limitan a pequeñas fábricas de artículos de consumo y a la terminación de las que había emprendido la dictadura con otros fines, pero que pueden ser utilizadas por el pueblo.

Como ejemplo de la forma disparatada de hacer las inversiones está la planta de sulfometales"Patricio Lumumba" en Pinar del Río. Esta fábrica, una joya técnica, produce fundamentalmente ácido sulfúrico (300 T.M. diarias a plena capacidad). Este es un producto de extraordinaria importancia en países industrializados con una base química desarrollada, pero nuestra industria química es muy pequeña, de manera que tenemos que limitar la utilización de la capacidad instalada hasta la construcción, que se plantea aceleradamente, de una fábrica para utilizar en el mismo lugar el ácido sulfúrico (una planta de superfosfato obtenido mediante el tratamiento de la roca fosfórica con el ácido). Hay además problemas de abastecimiento de la materia prima para la planta; se trata de piritas que deben extraerse de una mina cercana sin que los datos previos necesarios para obtener las materias primas adecuadas a la tecnología de la fábrica fueran cuidadosamente revisados.

Hemos mostrado rasgos de la típica anarquía capitalista, llevada al colmo en países que, como Cuba, debieron sufrir el desarrollo de una burguesía burocrática, apegada más a la comisión que al dividendo industrial. Es bueno acentuar que los primeros pasos de la Revolución no pudieron escapar a este lastre de improvisación que nos venía, junto con la falta de datos estadísticos y conceptos de desarrollo, del pasado inmediato.

Nos faltó el énfasis debido en el aprovechamiento de nuestros propios recursos; trabajamos con la vista fija en la sustitución de importaciones de artículos terminados, sin ver claro que esos artículos se hacen con materias primas que es necesario tener para fabricarlos.

Veamos ejemplos: en los próximos meses entrará en producción una fábrica de cepillos y brochas; esta fábrica trabajará con materias primas de importación. Una fábrica de tornillos, trabajará con materia prima de importación hasta que tengamos la siderúrgica. Fábrica de picos y palas; se harán con materias primas de importación. Fábrica de electrodos para soldar; se trabajará con materias primas de importación. Fábrica de alambres de púas; con materia prima de importación. Algunas más que están en parecida situación.

Todo está indicando, que nos ha faltado la base de creación de la materia prima y, en un país de nuestras características, un de los pilares fundamentales es la siderúrgica. Ya la estamos desarrollando con la ayuda de los soviéticos y tendremos que hacerlo a muy alta velocidad, a la más alta velocidad posible de acuerdo con nuestras fuerzas y las condiciones reales, pero hasta que no la tengamos no podremos dar el primer paso para caminar solos.

Hoy se ven los resultados de nuestra primera política de sustitución de importaciones, sin preocuparnos demasiado de cuál sería la materia prima que iba a consumir la fábrica destinada a esa sustitución. Seguimos dependiendo en gran parte del comercio exterior para resolver nuestro problema, pero las posibilidades de abastecimiento por el comercio exterior también están limitadas, en el plano industrial, por el enorme desarrollo de otros sectores de la economía y de la vida del país que exigen materiales venidos del extranjero. La agricultura necesita nuevas inversiones para desarrollarse, la población necesita más productos para consumir, pues el empleo dado por la Revolución, ha aumentado el consumo enormemente; Salud Pública, exige más materiales de todo tipo para cumplir a cabalidad su trabajo; Educación, exige una serie de implementos, incluyendo libros y publicaciones de toda clase para cumplir sus obligaciones. Transporte, una cantidad grande de equipos para ejecutar sus funciones.

Es muy grande la necesidad de inversiones en electricidad para poder dar el fluido necesario a toda la expansión calculada de nuestra vida económica, aunque las inversiones en este rubro van cristalizando aproximadamente a igual velocidad que las necesidades, lo que asegura la ampliación de toda la base productiva de la economía.

Este es un país donde la materia prima para el cemento abunda; sin embargo, había una sola localización más o menos cubicada, la de Nuevitas, donde irá la fábrica adquirida en la República Democrática Alemana. Trataremos de suplir el déficit a corto plazo haciendo una ampliación de la fábrica de cemento de Santiago y, a más largo plazo, adquiriendo dos más.

Pero el cemento no es los único; se necesita, por ejemplo, material eléctrico y no lo hay. Debemos desarrollar toda una rama industrial destinada al suministro de la mayor cantidad de este material. Tenemos posibilidades, pero siempre tropezamos con que no se ha previsto a tiempo la creación de fábricas que procesen nuestras propias riquezas y las conviertan en materias primas para las fábricas nuevas.

La mecánica también está muy atrasada y nos falta la base técnica para desarrollarla en la forma debida, adecuándola a nuestras fuerzas, nuestras posibilidades y la especialización industrial y agrícola de la economía. Los fertilizantes están muy atrasados y nos falta la base química para establecer un adecuado suministro de materiales fertilizantes para la agricultura. La industria química todavía está muy poco desarrollada. La del papel, que tiene muchas posibilidades, es pobre. En igual forma está la de madera prensada. Podemos ver que existen grandes desproporciones entre lo que se ha desarrollado y lo que se debe desarrollar, y nos falta capacidad económica para crear a corto plazo las nuevas industrias cuya necesidad lógica surge inducida por las inversiones ya realizadas, complementándolas.

Nuestro esfuerzo estará destinado, en este futuro inmediato, a buscar la máxima armonía entre las distintas ramas industriales sobre la base de la realidad de nuestro desarrollo distorsionado y de las nuevas desproporciones surgidas durante estos primeros años de industrialización. Al mismo tiempo, surge cada vez más imperiosa la necesidad de acogerse a cierta división internacional del trabajo socialista y dedicarnos a rubros especiales que, no solamente nos permitan autoabastecernos de determinados productos, sino ofrecer excedentes de ellos al campo de los países amigos.

No hay duda que, sobre el marco de una armonía básica en los planes de desarrollo, hay que impulsar la creación de ciertas líneas que permitan entrar en el mercado de exportaciones, a medida que las dominemos técnicamente. Estas líneas deben estar basadas en la capacidad de obtener en el país la mayoría de las materias primas necesarias, la posibilidad de obtener un nivel técnico adecuado y la oportunidad de lograr mercados estables para nuestros excedentes de producción.

Prima facie, nos orientamos hacia cuatro líneas de desarrollo: la metalurgia, la construcción naval, la electrónica y la sucroquímica.

La industria alimenticia y otras derivadas de los planes agrícolas merecen un estudio aparte, pues sobre ella se basará el aumento de nuestros excedentes exportables y, coordinados con esta rama, debe impulsarse toda una especialización mecánica y química, que suministre implementos, equipos y tecnologías adecuados a su desarrollo impetuoso. De esta tarea está encargado el INRA.

Nuestra riqueza en minerales ferrosos hace posible el rápido avance en este campo. No sólo existen algunas cantidades de hierro en sus formas convencionales de alta ley como hematitas y magnetitas, también tenemos nuestro tesoro, las lateritas, que nos brindan níquel, cobalto y hierro. El problema tecnológico de la separación del cromo y el hierro está estudiándose en un Instituto de Leningrado y cabe dentro de toda posibilidad lógica que se resuelva. Además, tenemos cromo, magnesio, silicio, minerales necesarios para las aleaciones más comunes y con los que se puede desarrollar una buena especialización dentro del campo metalúrgico sin contar que el níquel tiene importantísimas aplicaciones, no sólo en la metalurgia, sino específicamente en el desarrollo de la química por su participación en los aceros inoxidables (y en la cohetería, dado que es complemento obligado de las aleaciones con que se producen los artefactos de vuelo cósmico).

Para cuadrar el panorama hace falta en el país una serie de materiales complementarios como cromo rafractario, magnesitas, dolomitas, cal, etc. Todo esto lo hay en abundancia. Falta sólo el carbón para el coque y la electricidad barata. Son dos fallas importantes, pero el carbón puede importarse y la electricidad se irá abaratando a medida que usemos nuestro propio petróleo u otros combustibles , como la turba o los esquistos carboníferos, y mejore la eficiencia del sistema con la incorporación de unidades modernas que doblarán la capacidad actual de generación.

Tenemos también cobre, importante metal con que se puede desarrollar toda una serie de industrias ligeras y es un pilar de la industria eléctrica, amén de su magnífico precio en el mercado mundial.

La industria naviera ofrece perspectivas de extraordinaria importancia para Cuba, pero no es única como rama industrial sino que está constituida por un complejo de fábrica: metalúrgica, motores de varios tipos, cables, equipos eléctricos y electrónicos, carpintería, etc. Cuba necesitará transportar más de ocho millones de toneladas, solamente en 1965, cuando comience a nacer esta industria. Si se calcula que cada barco puede hacer cinco viajes al año a Europa, suponiendo que llevaran carga completa y tuvieran todos 10,000 toneladas de capacidad, se necesitarían 160 barcos por lo menos. Si dividimos la cifra por dos, pues el país vendedor querrá enviar parte de su mercancía en barcos propios, se necesitarán por lo menos 80 barcos para Cuba solamente. Hay que contar otras ramas muy importantes de la construcción naval como son los navíos de cabotaje, el más barato de los transportes internos, y la construcción de una flota pesquera adecuada a nuestras posibilidades.

Contra esta idea se plantea el argumento de la gran inversión en productos extranjeros que deberemos hacer durante muchos años, ya que motores y otras piezas no se producirán en un primer momento en Cuba.

Nosotros consideramos que hay muchas razones de mucho peso a favor: la falta de una industria de volumen adecuado en los países socialistas, lo que hace prever una creciente demanda de navíos; la falta de esa misma industria en los países americanos, la posibilidad del desarrollo de industrias complementarias de ésta y que se adecuen al plan del desarrollo industrial. Por último, en términos de divisas, un barco recupera un valor de 2,5 millones de pesos en 5 viajes a Europa, cuyo valor medio es de 500,000 por viaje redondo, lo que constituye un ahorro suculento para un país como el nuestro, exportador marítimo por excelencia.

Otra línea de enorme importancia es la sucroquímica. Esta rama tiene mucha importancia por la gran base material que ofrece con nuestra capacidad productiva de 7.5 millones de toneladas, sin considerar ampliaciones posibles. Actualmente se está trabajando en líneas definidas con éxitos prometedores. Los procesos de fermentación se están usando, aprovechando técnicas conocidas y desarrollando otras nuevas que están en estudio. La pulpa de papel a base de bagazo es ya una realidad y debe desarrollarse más, considerando también la posibilidad de hacer fibras sintéticas con esta pulpa. La madera prensada a base de bagazo está en el mismo caso. Tenemos en experimentación el uso del bagazo para hacer plásticos, lo que, de ser industrialmente posible, significa por si sola una rama industrial de categoría propia que nos solucionaría el difícil problema de los plásticos, sin desdeñar la más costosa y difícil tecnología del petróleo o la turba.

Este aprovechamiento industrial de la caña de azúcar (y los adelantos en su cultivo y la mecanización del corte y el alza, donde se están experimentando las maquinarias cubanas), podrá abaratar sustancialmente el producto de consumo y darnos la oportunidad de poder competir en la guerra de precios, que mantienen contra nosotros los distribuidores capitalistas. Desde ahora mismo, la lucha por bajar los costos de producción del azúcar es de primera importancia como tarea industrial.

El cuarto campo abordado es de una lógica audaz. Todo país que empieza la construcción del socialismo tiene que luchar por las bases materiales para conseguirlo y para eso necesita crear los excedentes que están dados por la productividad del trabajo. Al principio esta productividad puede lograrse mediante la racionalización de la producción y, en algún grado, mediante el esfuerzo consciente de los trabajadores sobre sus propios medios de producción. Luego será necesaria una mecanización cada vez más completa y cada vez más imperiosa debido a la carencia de fuerza de trabajo. Por último, será necesario llegar a la automatización más o menos gradual de todos los procesos de la producción, es decir, entrar de lleno en la electrónica. Se podrá objetar que esta es una de las ramas más nuevas y complejas de la industria y que sólo contados países la dominan. Nosotros consideramos que esa es una razón más para acelerar su estudio y desarrollo. El mundo camina hacia la era electrónica. Las maravillosas conquistas soviéticas en el campo de la investigación cósmica, se basan tanto en los combustibles espaciales como en el extraordinario desarrollo de la electrónica. Todo indica que esta ciencia se constituirá en algo así como en una medida del desarrollo; quien la domine será un país de vanguardia. Vamos a volcar nuestros esfuerzos en este sentido con audacia revolucionaria y a incorporarnos al grupo de países que se adapten más rápidamente a las conmociones tecnológicas que están ocurriendo.

Debemos apuntar que, antes de llegar a la automatización, es preciso una labor previa de racionalización del trabajo y La impulsión de métodos cada vez más técnicos de producción, y ello traerá aparejada una mayor socialización hasta alcanzar el cien por ciento de toda la actividad industrial en el país. El proceso se hará gradualmente pero con rapidez, pagando a los empresarios expropiados y dando oportunidad de trabajo decoroso a todo patrón que quiera seguir en la industria, como ha venido sucediendo en los últimos meses.

Para poder iniciar con paso firme el camino anteriormente explicado, debemos impulsar al máximo el aprovechamiento de nuestros recursos naturales, crear la base técnica necesaria para la detección, desarrollo e industrialización de nuestras minas y campos petroleros; hacer que cada metro cúbico de territorio nacional sea inspeccionado acuciosamente y explotado en el menor tiempo posible.

Además, hay que desarrollar con toda energía la mecánica, rama fundamental para el desarrollo y mantenimiento de la industria. El 61 ha sido el año de los parches en todo sentido y también lo fue en mecánica, donde nos dedicamos a batallar para que las piezas de repuesto se hicieran, en la medida de lo posible, y evitar paralizaciones por esa causa. Este año 62 será de transición; mientras seguimos batallando por mantener nuestro parque de maquinaria en buen estado, debemos dar un salto cualitativo e impulsar al máximo la campaña para construir nuestra propia maquinaria, base indispensable para el desarrollo de una industria con ciertos rasgos de independencia. La construcción de maquinaria dará al obrero y al técnico cubano más medios de producción, al reproducir las existentes, pero tendrá fundamentalmente la característica de fomentar la audacia revolucionaria en el plano de la técnica. Incorporará también a los obreros, en número considerable, al más elevado tipo de trabajo técnico, como es el de construir complejos instrumentos de trabajo, propios. Es bueno insistir en la necesidad de impulsar la campaña en dos sentidos; uno, el ya descrito, que fomenta la audacia revolucionaria creando la maquinaria; otro, la relativa especialización hacia ramas como la mecánica agrícola que nos permitan una mayor flexibilidad en nuestros propios planes al no depender de la maquinaria importada.

La próxima instalación de la siderúrgica, el desarrollo de aceros especiales con una tecnología adecuada a nuestras posibilidades y características, la instalación de altos hornos y hornos rotatorios para la obtención del arrabio y nuestra maquinaria construyéndose en Cuba, cambian el panorama. Nuestros pasos serán propios.

Y falta algo más. El complemento indispensable sin el cual todo el plan queda convertido en un sueño; la capacitación científica, tecnológica, técnica, de los cuadros de todos los niveles, con una dedicación especial al descubrimiento y desarrollo de futuros cuadros dirigentes. Para ello es necesaria la movilización masiva.

Tenemos escalones que pasar para lograr nuestro objetivo; cursos de seguimiento para los obreros recién alfabetizados; cursos de superación por radio y televisión, para llevar a todos los obreros a sexto grado; el mínimo técnico para todos los obreros; convertir en obreros especializados a los que tengan alguna base cultural, y en técnicos a los obreros especializados; desarrollar cursos en las unidades de producción; elevar la capacidad técnica y cultural de los administradores; investigar cuáles son las carreras universitarias más importantes para las industrias y cuál el número de profesionales necesarios y proponer su creación y desarrollo a las autoridades competentes. Como paso final: desarrollar una tecnología propia, basada en el estudio y aprovechamiento de nuestras riquezas por nuestros científicos.

Y, como cemento para este enorme cúmulo de trabajo: crear una conciencia socialista mediante la incorporación de los trabajadores a todas las tareas prácticas de la construcción del socialismo, participación en la dirección de las fábricas y otros lugares de trabajo socialista, en centros de estudio técnico, intervención en la planificación de la economía, en suma, intervención consciente en cada minuto del desarrollo industrial.

Vale decir, toda la tarea de educación está íntimamente ligada a la producción y debe ser una parte de la responsabilidad de este Ministerio.

Este esquema de trabajo está constituido por ideas. Tenemos tareas concretas que realizar si queremos que todo se convierta en realidad. La primera y más imperiosa, es la organización de nuestras unidades de producción. Nos llevará todo el año 62, o una buena parte de él.

Entre las tareas organizativas más importantes, está la elaboración de un mecanismo perfectamente aceitado para reglar las relaciones interministeriales y con las empresas productivas, estableciendo y mejorando los reglamentos específicos de las unidades de producción. Hay que insistir con mayor fuerza cada día en la contabilidad de las empresas como único método para acabar definitivamente con la etapa de oscuridad y anarquía que estamos dejando atrás. Sobre las estadísticas se trabajará con ahinco para ofrecer definitivamente el conocimiento necesario para los planes futuros; sin adecuadas estadísticas no hay base de partida sólida ni seguridad posible en la elaboración de los mismos. Debemos ligar las estadísticas a la contabilidad de la empresa y trabajar para la mecanización de la contabilidad, una adecuada centralización de la información estadística y contable, el procesamiento mecánico de datos, el uso de computadores electrónicos como etapa final del proceso.

Medidas urgentes se tomarán para perfeccionar los mecanismos de control del plan. Un adecuado control de los inventarios y un control directo y efectivo sobre las unidades de producción y su personal administrativo, estableciendo claramente la forma y la vía de información, nos permitirá establecer un buen control del plan. Los métodos se irán perfeccionando con muchas experiencias valiosas que nos servirán para ello.

Habíamos propuesto como meta de la nación liquidar el desempleo a fines de este año. No nos hemos olvidado de aquellos planteamientos. No sabemos si podremos cumplirlos en un cien por ciento, pero sí que este ya no es un problema fundamental. A fines de este año habrá en muchos sectores fuerte presión para conseguir fuerza de trabajo. Es decir, otra de las grandes categorías que caracterizaban nuestro sistema anterior, en el mundo semicolonial en que vivíamos, deja de pesar. En el campo ya se acabó el desempleo y en esta zafra faltarán brazos; por lo tanto, en la agricultura se puede empezar a trabajar sobre aumento de la productividad. En nuestras organizaciones industriales pudiera parecer más difícil, pero lo intentaremos durante el curso del año. Partiendo de la base que un hombre de más en una empresa es un desocupado social, podremos ir racionalizando tareas y quitando gente sobrante de la producción, organizando cursos de superación técnica para los obreros así desplazados que percibirán un salario justo por estudiar.

La solución de la contradicción entre el avance técnico y el empleo debe resolverse de todos modos mediante el gasto improductivo, en un régimen de justicia social; nuestro planteamiento es que se valoricen estos gastos, dándole el énfasis a la preparación de cuadros técnicos. Pueden anotarse también algunos tipos de actividades, como la construcción, donde el hombre puede hacer el trabajo de la máquina y constituirse en la última válvula que regule cómodamente la desocupación. Así, en el momento que se demande más fuerza de trabajo, la mecanización de esta rama la da y queda bien controlado todo el proceso, lo que lo hace corregible a voluntad .

Después de establecer las líneas generales de organización, tenemos que establecer normas precisas de trabajo. La tarea de confección y puesta en práctica de las norma será una de las cardinales durante el año que se inicia. Basados en ellas, controlaremos la producción e iremos hacia un aumento gradual de la productividad del obrero en todas las ramas en que sea posible.

Todavía dependemos mucho de la materia prima importada y, si no podemos traer la cantidad de materias primas necesarias para tener nuestras fábricas trabajando a plena capacidad, no es tan importante aumentar la productividad directa del trabajo ya que, después, tendremos que dar subsidios si una fábrica para determinado tiempo por falta de abastecimiento; pero siempre existen otras formas indirectas de aumentar la productividad, como es el ahorro de las materias primas, tan difíciles de adquirir, sobre este aspecto y la reducción de costos debemos centrar nuestro trabajo en todas las industrias con problemas de abastecimiento.

Debemos hacer un llamado a la inventiva de la clase obrera para descubrir las materias primas nuestras y desarrollar nuevos productos de exportación que permitan adquirir del extranjero la materia prima y las maquinarias con que van a funcionar nuestras fábricas. Y el llamado no debe ser hecho en forma fría, burocrática, sino en el espíritu de lucha fraterna que es la emulación. La emulación es una tarea de masas. Tiene en sí aspectos de competencia deportiva, pero adquiere la profundidad que le da la participación de todo el conglomerado humano que entra en la lid y forma a los cuadros, exigiendo el máximo de los esfuerzos e inteligencia de todos. Obliga a perfeccionar la utilización racional de los recursos y el tiempo para lograr la victoria. Una buena parte del ritmo de desarrollo industrial estará dado por el mayor o menor éxito que tenga la emulación socialista.

Será preocupación del Ministerio tomar a los mejores obreros premiados mensualmente y llevarlos a escuelas donde puedan desarrollar las cualidades que han demostrado en la producción, de modo que sea la clase obrera, a través de sus mejores hijos quien imponga los técnicos y directores del futuro.

Parte de la educación socialista que se manifiesta en la emulación, es el trabajo voluntario para mejorar el rendimiento de sectores más atrasados y aumentar la producción. El año pasado se inició con un marcado éxito este tipo de trabajo. Se centró sobre la zafra del pueblo y después no siguió al mismo ritmo. Debemos perfeccionar el trabajo voluntario, de manera que no sólo sea un factor de aumento de la producción, sino que pueda convertirse, además, en fuente de educación para las masas y acercamiento con los campesinos, llevando la cooperación entre la ciudad y el campo al máximo.

Íntegramente de aspecto educativo es la lucha contra el ausentismo, lacra que se acentúa en los oficios de mayores ingresos, pero que tiene importancia nacional. La explicación del vicio y la injusticia social que significa el que un hombre pueda vivir sin trabajar las horas promedio de labor mensual aceptadas como necesarias, hoy en Cuba, traerá grandes beneficios; sobre todo, si los que predican lo hacen con su ejemplo personal por delante.

Se debe insistir hasta la saciedad en el deber de nuestros obreros y administradores de ofrecer al consumidor —el pueblo— el artículo de mayor calidad que pueda darse. Deber de todo obrero revolucionario es la lucha por elevar la calidad de los productos que fabrique y, en primer lugar, los de consumo popular. Estableciendo normas adecuadas y trabajando sobre la conciencia de nuestro proletariado, esperamos mejorar mucho la calidad y presentación de la producción industrial.

Uno de los más serios problemas de la revolución es el provocado por las diferencias salariales. En el régimen socialista, y aún durante el período de lucha previa, la gran aspiración de las masas, es el lograr, junto con un salario decoroso, la igualación en el pago para el mismo trabajo. Esto no sucedía así, y de hecho, tampoco sucede al presente; se ha equiparado la mujer con el hombre y se tiende a equiparar el salario en el mismo puesto de trabajo cuando se comparan en un establecimiento dado; pero no hay ninguna relación entre los salarios que se pagan en distintas empresas por trabajos de similar calificación y que exigen el mismo esfuerzo.

Lo correcto sería una escala única de salarios donde se contemplara con entera justicia todas las calificaciones posibles. Esto es impracticable porque lesionaría el presupuesto de una gran cantidad de trabajadores que lograron, en luchas arduas, superar el nivel de retribución promedio, arrebatándole a la empresa capitalista algunas migajas. La otra solución sería elevar los salarios de todos los otros obreros hasta el nivel de los primeros, lanzando a la circulación ingentes cantidades de dinero, lo que provocaría grandes trastornos económicos sin beneficiar a nadie, ya que el salario real aumenta solamente cuando hay un aumento del producto social, es decir, más bienes que repartir.

Existe, sin embargo, un método intermedio que consistiría en crear esa escala salarial única, estudiarla, discutirla y aprobarla a todos los niveles, con participación de la masa de trabajadores y aplicarla a los nuevos ingresos o a las promociones dentro de una escala, respetando los anteriores salarios de los trabajadores.

Se podría objetar que esto viola el principio, "a igual trabajo igual salario", pero en realidad hoy sólo se respeta en el mismo establecimiento y nuestro país socialista debe aspirar a que todo patrimonio de la nación sea propiedad social y, por tanto, todos los cargos se califiquen en un todo único, independientemente de la fábrica o empresa a que pertenezcan.

Como ejemplo: un peón de una mina gana varias veces menos que otro empleado en una cervecería y los trabajos tienen aproximadamente la misma calificación. Las diferencias salariales estriban en que una mina es menos rentable que una cervecería y, por tanto, los obreros cerveceros podían apretar más al patrón. E aquellos tiempos era justo – pero no lo es hoy – que dos nuevos peones, uno de minería y otro de cervecería, ganaran salarios muy diferentes por el hecho de que esta última es una fábrica más rentable, olvidando el hecho de que las dos son propiedad social.

Si se estableciera el sistema de salarios único, un obrero que en la actualidad gana $250 al mes, pero trabaja en un cargo que ha sido calificado como de $200 por mes, sigue recibiendo el mismo salario. Si este compañero fuera ascendido a un nuevo cargo calificado con $230, por ejemplo, seguiría ganando el mismo salario; pero, si lograra otro ascenso a $260, ya estaría en condiciones de recibir el aumento, pues su salario real es inferior al que consigna el nuevo puesto al que es promovido.

Con este método, en pocos años puede establecerse una absoluta justicia salarial en Cuba. Los factores principales a considerar son, el costo de la vida en la región de trabajo, el esfuerzo necesario para hacerlo y la calificación del obrero.

Tenemos tareas por delante, como se ve. Todas estas tareas, imperiosas y pesadas, deben ser el producto del empeño de todo el pueblo. Hay algo que hemos considerado la enseñanza más grande de los trabajos de preparación del Plan: la importancia fundamental que tiene la discusión colectiva y la participación masiva en los trabajos de planificación de la producción. Todos los organismos de base de las fábricas y empresas deben orientar los trabajos de la clase obrera, uniéndolo al del propio dirigente y solidificándolo en una sola decisión de trabajo. Todos deben participar en las Asambleas de producción donde se controle la marcha de los trabajos, e interesarse diariamente en ellos a través del sindicato, que es el órgano representativo de la clase obrera. Por medio de sus mejores cuadros técnicos estarán presentes en los Comités técnicos asesores, que deben aumentar la calidad y cantidad de sus trabajos a medida que adquiera más seguridad y conciencia la clase obrera. La vanguardia del proletariado y de estos órganos de masa es el Núcleo de revolucionarios activos, cuya tarea es de orientación y vigilancia revolucionaria y de impulsión, mediante el ejemplo militante y la prédica, de todas las grandes consignas de la Revolución,

El administrador o director debe trabajar colectivamente con todos los órganos de masa y asesorarse del personal técnico de que disponga, pero será suya la responsabilidad ante el Ministerio por la decisión final que tome y, por tanto, debe hacerla sujeta a la disciplina del mismo, siguiendo todas las orientaciones y aplicando el sentido común cada vez que deba decidir una situación conflictiva. Nuestra escuela de administradores se ocupa de formar los nuevos dirigentes de las industrias o mejorar sus conocimientos, atendiendo siempre a que el administrador es la pieza maestra del engranaje de la producción. Se busca en ellos claridad política y capacidad administrativa; es decir, conciencia de la justicia de nuestra revolución unida a conocimientos mínimos, capacidad de organización, ejecutividad y disciplina, fundamentalmente.

Con el Plan perspectivo nacional esbozado; nuestro Plan del año 62 caminando; nuestro Plan de elevación cultural, ideológica y técnica de los trabajadores realizándose; nuestros planes de construcción de nuevas maquinarias, comenzando a realizarse; con la liquidación rápida de la desocupación que nos permitirá el reestructurar nuestra industria; con el aumento de la productividad, a medida que vayamos logrando el abastecimiento adecuado; con la creación de nuevos recursos de exportación; el trabajo tecnológico técnico mediante la ayuda de los países amigos, para elevar la calificación de nuestros especialistas en las nuevas ramas partiendo de la base de nuestras experiencias, habremos dejado sentadas las bases firmes de un desarrollo independiente.

Como se podrá apreciar, esta es una tarea de enorme importancia y que necesita una larga preparación. Podemos decir que, si todo este año se consume en ella y salimos ya listos para emprender los trabajos a largo plazo, con la organización completa de nuestras unidades productivas, con la posibilidad del vuelco de toda la capacidad del Ministerio hacia el desarrollo de nuevas inversiones que completen y liberen la economía, habremos triunfado plenamente.

En la medida que no podamos llenar todas estas aspiraciones, nuestro triunfo será menor, y si muchas de ellas quedan en el camino, la Revolución frenará el ritmo de su desarrollo. No quiere decir esto que estemos frente a una situación difícil. Son los mismos dolores de crecimiento que han sufrido todos los países que, en situación similar, han escogido el de un desarrollo industrial rápido para transformarse, al menos, en agrícola-industriales en la primera etapa.

Trabajamos en condiciones infinitamente superiores a las del primer país socialista, la Unión Soviética, que lo hizo sola, sin amigos, sin créditos, rodeada de feroces adversarios, en medio de luchas enconadas aun dentro de su territorio. Lo hacemos en condiciones muy superiores a las de la República Popular China, a las de las repúblicas populares de Europa, que salieron de una guerra destructora y sin que la Unión Soviética tuviera aquel primer momento la posibilidad de brindar todo su apoyo, debido a que también estaba entregada a una tarea de reconstrucción gigantesca.

Lo hacemos en la segunda mitad de este siglo XX que tiene como uno de los caracteres de la época el tránsito al socialismo, ayudados por todos los países socialistas, ayudados por la superior tecnología y el gran espíritu de la Unión Soviética, de la República Popular China y de los demás países amigos; y lo hacemos, también, partiendo de una situación relativamente cómoda, con un nivel educacional, técnico, cultural y económico de las masas no tan atrasado como el que debieron afrontar otros países hermanos.

Estamos, pues, empezando ahora las reales tareas de planificación con muchas ventajas, y esperamos favorecernos con ellas para arribar en el más corto tiempo posible al socialismo.



*Cuba Socialista Año II No. 7. pp. 28-46. Marzo de 1962

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