lunes, agosto 13, 2007

La pretenciosa tarea de Heinz Dieterich.

El señor Heinz Dieterich se ha propuesto una tarea verdaderamente titánica: explicar cómo construir el socialismo. Según su parecer, La ciencia contemporánea no deja ninguna incógnita sobre lo que es el socialismo del siglo XXI, o su diferencia con el capitalismo contemporáneo y el socialismo histórico. Y tampoco, como hay que construirlo hoy día. (Ver “En Venezuela se han creado condiciones para construir el Socialismo del Siglo XXI.” Rebelión.org, 02-01-2007).
¿Y como se construye el socialismo? Dieterich dice que por medio de una economía de equivalencias, donde los precios de las mercancías sean iguales a sus valores. Según él, a través de la informática eso es muy fácil de hacer. Veamos un ejemplo de su propuesta:
Al conocerse el valor y el precio, la mercancía de la empresa socialista se pone a la venta con las dos unidades de medición. El empaque de un litro de leche, por ejemplo, llevaría la siguiente denominación: Precio: 2000 bolívares; Valor: 10 minutos. Al comprar diversos productos, el comprador se dará cuenta que la relación entre valor y precio varía. Por ejemplo, que en un producto 10 minutos de trabajo se expresan en 2000 bolívares y que en otro producto valen 10.000 bolívares. La disonancia cognitiva que entrañan ambas expresiones genera inevitablemente un proceso de reflexión y discusión social que genera conciencia socialista . (Ver “Hugo Chávez pide acelerar el socialismo del Siglo XXI”. Rebelión.org, 22-06-2006).
El valor de una mercancía lo determina el tiempo de trabajo socialmente empleado en su elaboración y el precio es la expresión del valor de dicha mercancía. Sin embargo, eso no significa que si un producto A se hiciera en 8 horas, necesariamente deba tener el mismo valor que un producto B elaborado en el mismo tiempo, pues el valor hace referencia a una media social, que está determinada por los medios técnicos empleados en la producción. Además, si las partes que integran al producto A (materia prima transformada y maquinaria desgastada) tienen un valor acumulado mayor que las del producto B, entonces el producto A vale más.
Digámoslo de otra manera: un vehículo hecho en 100 horas no debe tener el precio de una computadora hecha en el mismo tiempo, porque los componentes de ambas mercancías tienen tiempos de trabajo diferentes. El vehículo carga con piezas para cuya elaboración se invirtió más tiempo. De acuerdo a la teoría del valor, el vehículo vale más que la computadora.
Es cierto que en la sociedad capitalista se da un intercambio no equivalente, ya que hay mercancías que tienen un precio mayor a su valor, porque son monopolizadas o por otras razones. Es decir, en el intercambio de mercancías hay trasferencias de valores en beneficio de determinados burgueses. Pero esa no es la esencia del capitalismo, sino la explotación (plusvalía), que se da en la producción de mercancías, no en su intercambio. Cuando el proletario transforma la materia prima en mercancía crea un valor nuevo que se divide en dos partes: la que le corresponde a él (trabajo necesario) y la que le corresponde al burgués (trabajo excedente). Ese excedente es la plusvalía, que es la misma explotación. Como el burgués se apropia de la mercancía creada por el proletario, desde que ésta fue elaborada ya tiene incorporado el excedente, se venda o no se venda. En otras palabras, la plusvalía se crea en la producción, no en el comercio.
¿Qué quiere decir lo anterior? Que si se establece una equivalencia exacta entre el valor y el precio de las mercancías, no desaparece la plusvalía, pues el burgués siempre se queda con esa parte de la riqueza creada por el proletario. Y donde hay plusvalía hay capitalismo. Lo central, entonces, no es cómo se intercambian las mercancías en el mercado, sino bajo qué condiciones ellas se producen. La explotación es la esencia del capitalismo. Y ella no desaparece con el intercambio equivalente de mercancías, sino mediante la abolición de la propiedad privada de los medios de producción de que disfruta una minoría (burguesía) y el establecimiento de una economía colectiva. Ello supone, por supuesto, cambiar las relaciones de producción. Si eso no se hace, habrá plusvalía, que expresada en dinero se llama masa de ganancia. Esa ganancia es la explotación. Y donde hay explotación hay clases sociales. Y donde hay clases no hay socialismo, al menos en la concepción clásica. Socialismo significa la abolición de las clases (Lenin “La economía y la política de la dictadura del proletariado”. Año 1919).
De lo anterior no se desprende, por supuesto, que baste con expropiar a la burguesía para hacer el socialismo. Solo los stalinistas dicen eso. Marx le llamó dictadura del proletariado (no socialismo) a la fase de transición que se abre con dicha expropiación. Trotsky señaló que no bastaba con eliminar las clases administrativamente (cambios en las relaciones de producción), que había que superarlas económicamente, o sea, crear condiciones de producción que eliminen la propensión humana a acumular bienes y a luchar entre sí por su control. Pero ese es otro tema. No pretendo valorar cómo hacer el socialismo, que no podría ser una sociedad individual, sino necesariamente mundial.
Dieterich parte de una idea básica que no compartimos. Para él no hay que atacar primero la propiedad privada, sino establecer un intercambio equivalente que de al traste con la propiedad y engendre el socialismo. Leamos: La forma de propiedad en los medios de producción no tiene mayor importancia para la realización del principio de equivalencia para una primera fase en la transición hacia la economía equivalente. Sin embargo, en la medida en que la economía equivalente venza la economía de mercado, desaparecerá la ganancia y la propiedad privada de los medios de producción perderá su base, se eliminará por sí sola. (Ver “El Socialismo del Siglo XXI. Sobre la economía planificada de equivalencias.”).
¿Por qué la economía equivalente vencerá a la economía de mercado? No lo sabemos. Economía de mercado quiere decir economía con producción de mercancías, no importa si éstas se venden a un precio igual, superior o inferior a su valor. Si el intercambio de mercancías responde a una equivalencia de valor y se mantiene la propiedad privada capitalista, también permanece la plusvalía, aunque esta se reparta de forma “justa” entre los sectores de la burguesía. O sea, seguiríamos en una economía de mercado. Creemos, por lo tanto, que Dieterich está equivocado: la ganancia solo desaparecerá si cambian las relaciones de producción, no la relación valor-precio de las mercancías.
Dieterich solo ve la injusticia al intercambio desigual, no en la propiedad privada capitalista, que es el fundamento de la ganancia y de la acumulación de capital. Según él, Injusticia existe, cuando se intercambia un producto “A” por un producto “B”, y sus valores ---el tiempo laboral necesario para producir cada uno de ellos--- no son iguales; es decir, cuando no se cambian equivalentes. (Ver: “En Venezuela se han creado condiciones para construir el Socialismo del Siglo XXI.” Rebelión.org, 02-01-2007). De nuevo comete el error de no tomar en cuenta que el valor es una media social y que incluye el tiempo de trabajo invertido en elaborar los medios de de producción que se transforman en otras mercancías.
Las mayores dificultades de Dieterich para explicar lo que sería el socialismo tienen que ver con su mala comprensión del capitalismo. En el documento “El socialismo del siglo XXI en preguntas y repuestas”, publicado en Rebelión, Dieterich pregunta “¿Y por qué las clases luchan?” Luego él mismo se contesta: La respuesta es que las clases sociales, por ejemplo, obreros, trabajadores, campesinos, profesionales, pequeños y grandes empresarios, luchan por la riqueza social, es decir el plusproducto o excedente económico que genera la sociedad. Lamentablemente, esta lucha es comparable a la lucha en una jauría de perros por una presa que no alcanza para todos. Los más fuertes se quedan con las presas y marginan o excluyen a los demás.
Hablar de lucha de clases como lucha de perros es verdaderamente deplorable. Pero más allá de eso, en la repuesta de Dieterich hay seis errores:
1. Los trabajadores no son una clase social. La población trabajadora existió antes de las clases y existirá cuando desaparezcan las clases. De no ser así, no habría bienes ni servicios, o sea, no habría sociedad.
2. Los profesionales no son una clase social. La profesión no es la que determina la clase, sino el lugar que se ocupa en las relaciones de producción, en lo concerniente a la propiedad de los medios de producción y del excedente. Cuando desaparezcan las clases seguirá habiendo profesionales.
3. Los empresarios no son una clase social. En una sociedad sin clases habría empresarios, es decir, gente dueña de empresas. Claro, con una particularidad: la propiedad sería colectiva y el excedente también. El comunismo sería una sociedad de productores (empresarios) libremente asociados. Sería la vuelta a la propiedad privada, pero colectiva. Lo que sucede es que el concepto empresario no tendría la connotación de hoy, por el carácter colectivo de la empresa.
4. La riqueza social por la que luchan las clases no es el plusproducto o excedente, sino el producto, que en el capitalismo incluye el trabajo necesario que se apropia el proletariado (salario o capital variable) y el trabajo excedente que se apropia el burgués (plusvalía). Dieterich solo entiende por riqueza social el excedente. La lucha de clases, en el plano económico, es por aumentar la parte del producto que recibe el proletario (salario) o la parte que recibe el burgués (plusvalía). Pero la lucha de clases no se limita al plano económico, es fundamentalmente política e ideológica.
5. El excedente lo genera la gente que trabaja, no la sociedad. La burguesía es parte de la sociedad y no crea excedente, sino que se apropia de él.
6. La lucha por el excedente no es comparable a la lucha por una presa que no alcanza para todos. El asunto no es si el excedente alcanza o no, sino a quién pertenece. En el capitalismo de hoy alcanza para erradicar el hambre del mundo, pero pertenece a la burguesía. Si fuera colectivo no habría clases. La forma de apropiación del excedente es lo que distingue a una sociedad de clases de otra sin clases.
Con semejantes deficiencias conceptuales es muy pretencioso el esfuerzo de explicar cómo será la sociedad socialista, ya sea en el siglo XXI o después. Además, y esto es muy importante, el socialismo no es un modo de producción, sino una sociedad. Los aspectos relacionados con la cultura, la educación, el género, el medio ambiente, etc., son en Dieterich puro formalismo retórico.

César Augusto Sención

El autor es economista dominicano residente en El Salvador.

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