jueves, agosto 09, 2007

Álvaro Uribe Vélez: verguenza por la desverguenza de un cipayo desvergonzado.



Los colombianos que aspiramos a vivir con dignidad en un país libre y soberano, nos sentimos agobiados por la abyección y la indignidad de un pretendido representante “nacional” que arrastra y enloda diariamente lo que nos queda de decoro patriótico.
El cipayo, primero, se inclina ante el amo; después, cuando tiene adaptada la espalda a esta posición, se arrodilla ante él, y así puede sobrevivir largo tiempo sin llamar demasiado la atención de quienes lo observan. Pero por último, para obtener su aprobación e intentar inútilmente probarle que no es invisible y que aún existe, resuelve entonces arrastrarse o reptar ante su mirada indiferente, ya que resulta obvio que los intereses del patrón se han dirigido hacia otros puntos y situaciones, según su propia, meticulosa e indiferente lista de prioridades.
l cipayo, por una elemental ley de la naturaleza (¡nada menos que la de sobrevivencia!), “piensa”, al principio de su práctica vivencial, que es necesario para el amo, y tanto, que se cree y se siente no solo querido y apreciado por él, sino que incluso llega a creerse necesario e importante para sus designios, necesidades, o simples caprichos. Y de ahí que se convenza de su aparente valor, y llegue incluso a situaciones de impúdico exhibicionismo ante sus pares, ya que tampoco es tan imbécil para hacerlo ante personas que él reconoce como realmente valiosas e independientes.
Y si alguien duda de esta simple y elemental descripción de la conducta cotidiana del cipayo, observe aunque sea por un instante a Alvaro Uribe Vélez, el paraPresidente colombiano: desde el mismo momento en que presentó su “programa de gobierno”, que anunciaba con bombos y platillos la instauración inmediata de un régimen policiaco en Colombia, basado en la creación de 2 millones de soplones (el gobierno los llama eufemísticamente “redes de vigilantes”), dijo que los altos intereses de Colombia estarían aunados estrechamente a los altos intereses del Imperio.
Con esta declaración, evidentemente innecesaria por redundante, pero elemental en el discurso cipayesco, el régimen del uribato paramilitar y mafioso marcó la diferencia con los gobiernos democráticos e independientes que en el resto de América Latina se estaban instaurando, y que para sorpresa de Washington resultaron críticos y a la postre opositores de las políticas imperiales, con lo que el gran cipayo colombiano se colocó en una incómoda y solitaria posición de absoluta dependencia norteamericana, aislando así a su país del concierto y las aspiraciones nacionalistas de América Latina.
Y como el cipayo tiene que comer (también por elemental ley natural), y en el caso colombiano además, tiene que alimentar y sostener una guerra que ya lleva casi 50 años de existencia y que figura en toda la literatura política, sociológica y militar del mundo como “conflicto social armado interno”, cuya existencia, sin embargo, niega sin ningún rubor y con total desverguenza el Presidente Uribe Vélez, tenía entonces no sólo que inclinarse reverente ante el amo que le otorgaba las armas para mantener su inexistente pero necesario conflicto, sino que además tenía que arrodillarse ante él, en señal de absoluta sumisión.
Y así, de inclinación en inclinación, de arrodillada en arrodillada, pasando por la formulación de entreguistas declaraciones que sólo buscaban asegurarse las moronas de la mesa del amo, respaldando causas nauseabundas (estilo invasión de Irak), y etc. etc., Uribe Vélez, sin el menor pudor ni el menor respeto por la dignidad de todos los colombianos, fue cayendo en la humillante posición de reptil, arrastrándose y arrastrando a todos los colombianos que sí aspiramos a la dignidad, a desvergonzadas posturas, que pensábamos habían concluido con la vergonzosa visita de Bush a Colombia.
Durante ella, el régimen del parauribato permitió y estimuló humillantes actitudes de los visitantes imperiales, ¡hasta el extremo increíble de tolerar que la misma “guardia de honor” que rendiría los correspondientes homenajes protocolarios al jefe del Imperio, fueran cacheados (vale decir requisados) en sus uniformes y en su armamento por los miembros de su cuerpo de seguridad, o que el propio Bush, con absoluto desprecio por su incondicional y abyecto anfitrión, no le rindiera el respeto elemental al himno de Colombia!
Y como el cipayo Uribe se autoproclama como un “político pragmático”, en los últimos días, cuando ha sido necesario que casi semanalmente viaje a Washington a mendigar dólares para la continuación del criminal Plan Colombia que tantos muertos, torturados, desplazados y desparecidos ha costado, o para implorar la aprobación del Tratado de Libre Comercio que garantizará a los ricos de Colombia una más rápida y jugosa acumulación de riqueza, mientras el pueblo presencia horrorizado la muerte continua, por inanición, de decenas de niños, lo hemos visto literalmente reptar por los pasillos de la Casa Blanca.
Y el vergonzoso espectáculo de un pretendido Presidente de la República, de un también pretendido Estado que se autoproclamaba digno, soberano e independiente, y de unos poderes que se auto exaltaban autónomos, arrastrándose por las antesalas del Parlamento gringo y por los pasillos de la sede imperial, recibiendo humillantes tratamientos de vasallos y de mendicantes; sometidos a injuriosos interrogatorios y a vergonzosas audiencias más propias de una colonia que de un país digno, y todo por unas cuantas migajas del banquete imperial, es algo muy doloroso, injusto y abominable para los colombianos de bien.
A Uribe Vélez se lo juzgará por sus políticas antidemocráticas, absolutistas y autoritarias; por su pretendida “seguridad democrática”, que no ha sido otra cosa que la continuación de esta guerra que la clase dirigente colombiana resolvió declararle al pueblo por atreverse a reclamar unos elementales derechos y a protestar por unas evidentes injusticias sociales y económicas, y que está consciente de no poder ganar, y también deberá ser juzgado por tribunales populares por su indignidad, su desverguenza e indiferencia a los reclamos que incluso sus propios amigos le hacen por su postura abyecta, reverente, arrodillada y reptilesca ante el Imperio.
Y prioritariamente, deberá ser juzgado por su incapacidad para resolver por la vía política este inhumano conflicto social armado interno en que se viene desangrando el país, y una de cuyas últimas consecuencias es su torpe negativa a acudir a un “acuerdo humanitario” –que no es otra cosa que una salida política a la guerra--, como tozudamente lo vienen proclamando en todos los tonos las FARC-EP, y que por ello mismo se constituye en lo contrario de la solución bélica que proclama desde Washington el fracasado Plan Colombia.
Insistir en la vía militarista para tratar de acallar el conflicto social armado más largo de la historia moderna y uno de los pocos que sobreviven en el mundo, es prueba de la torpeza política del régimen uribista, y demostración palmaria de que su humillante posición de reptil ante los poderes del Imperio, son la final y más irrefutable prueba de la ceguera política y de la torpeza ideológica de otro dirigente colombiano, el máximo exponente del cipayismo criollo, Uribe Vélez, que tampoco fue capaz de leer correctamente, ni el momento nacional, ni mucho menos las circunstancias políticas del mundo del Siglo XXI.
No aceptar la salida política del conflicto, como lo vienen proponiendo desde hace muchas décadas las FARC-E P., y que se expresa en el acuerdo humanitario como antesala de una negociación seria y políticamente responsable, es, simplemente, elegir la vía armada. Y la historia nos enseña claramente dónde y cómo terminan los conflictos que no se solucionan en la mesa de conferencias, sino en las trincheras de la guerra. Y también sabemos que los responsables de estas torpezas, terminan irremediablemente juzgados en los tribunales de justicia.-
Adenda: Un mes después, y a raíz de la liberación del guerrillero “Rodrigo Granda”como parte de la frustrada jugada política con que el paraPresidente Uribe Vélez intentó distraer a la opinión pública nacional e internacional intentando desviar la atención de la opinión pública sobre su negativa a acceder al acuerdo humanitario que busca la liberación de los detenidos de las dos partes, y la intervención del Grupo de los 8 con su declaración al respecto formulada en Alemania, quedaron en claro las tres nuevas derrotas políticas del jefe del narcoparamilitarismo colombiano:
1a.- El reconocimiento obvio del Grupo de los 8 en el sentido de que en Colombia sí existe un viejo conflicto social interno armado, no obstante los cinco años anteriores de negación del mismo por parte del uribato;
2ª.- El reconocimiento de las FARC-E.P. como contraparte política y militar del conflicto colombiano, es decir, su aparición formal en los escenarios internacionales como elemento beligerante, reconocido oficialmente nada menos que por los dueños del capitalismo mundial, con lo cual hicieron quedar a su pupilo Alvaro Uribe, como otro zapato; y,
3ª.- El reconocimiento de que la única salida válida a la trágica situación colombiana, pasa ineludible e irreversiblemente por la negociación política.
¿Será que los habilidosos asesores de Uribe entenderán el mensaje?

Plutarco

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