lunes, enero 07, 2008

Benazir Bhutto, la sultana exótica

Entrevista al arabista René Naba

El gran especialista en el mundo árabe René Naba responde a las preguntas de Oumma.com a propósito del asesinato de Benazir Bhutto.
¿Quién está detrás el asesinato de Benazir Bhutto?
Benazir Bhutto, como hija de Zulficar Ali Bhutto, es decir, de una de las dinastías políticas paquistaníes más poderosas, contaba con una prestigiosa herencia: el apasionado nacionalismo de su padre, mártir legendario exterminado por una junta militar.
Sin embargo, en vez de asumir la herencia de uno de los pocos dirigentes civiles de un país gobernado casi siempre por una junta militar y siendo, por añadidura, la fundadora del Pakistán People Party, es decir, si las palabras tienen sentido, del partido del pueblo paquistaní y no del partido de la oligarquía paquistaní, Bhutto, más que avanzar por la vía de las reformas y el saneamiento de los usos políticos, acentuó las taras de la sociedad paquistaní, una sociedad con enormes desigualdades, favoreciendo el nepotismo, la corrupción y la burocracia.
De un golpe sedujo a las fuerzas progresistas y a los círculos intelectuales pero, aprisionada entre los militares y los religiosos, su margen de maniobra se revelaba extremadamente limitado, condicionado por la influencia estadounidense.
El hecho de que haya sido asesinada en Rawalpindi es todo un símbolo. Rawalpindi no sólo es la sede del Estado Mayor paquistaní que gobierna el país de forma casi ininterrumpida desde la Independencia de Pakistán en 1948. También es la sede del ISI, el temible servicio de inteligencia responsable, bajo la tutela estadounidense, de la potenciación de los talibanes en la guerra contra la Unión Soviética en Afganistán en los años ochenta; pero Rawalpindi es también, y sobre todo con respecto a la propia historia de Benazir, la antigua capital de Pakistán de la época en que Zulficar Ali, su padre, era el Primer Ministro.
Los comentaristas no han señalado lo suficiente este último hecho.
Aunque la identidad del comanditario del asesino no está establecida –no es sano hacer conjeturas en esta fase-, a pesar de todo, el mensaje queda claro: Benazir Bhutto no era bienvenida a la partida política paquistaní, era un personaje que entorpecía el juego y, por añadidura, con el patrocinio estadounidense en un país de nacionalismo quisquilloso e inmerso en una ola antioccidental.
A la junta que preside Parvez Musharraf, ya saben, ese general presidente de Pakistán cuyo nombre George Bush era incapaz de pronunciar durante su campana electoral, le viene como anillo al dedo implicar a Al Qaeda o a los talibanes, es una buena táctica, y no es un juego de palabras.
Así pretende asegurarse la perpetuidad de la importante ayuda militar y económica estadounidense. Pero no está prohibido fantasear sobre un grupo descontento por la nueva alianza, establecida bajo los auspicios estadounidenses, entre Benazir y los antiguos asesinos de su padre.
Hay que tener una buena dosis de ambición para plantearse una alianza con los que ordenaron el ahorcamiento de su propio padre.
Además se preveía la intención de Benazir Bhutto de autorizar al ejército estadounidense para combatir a los talibanes a partir del territorio afgano, en un país de nacionalismo puntilloso y religiosidad exacerbada. Es un compromiso escoger entre los posibles voluntarios de la muerte, máxime cuando en el objetivo, Benazir, se pueden ven a la vez a Estados Unidos y a la mujer liberada percibida como una colaboracionista con el principal apoyo de la enemiga India.
En Occidente la imagen de Benazir Bhutto se asocia a menudo a la de una mujer glamurosa y de una gran modernidad. Sin embargo se olvida señalar que estuvo implicada en importantes asuntos de corrupción y que se eligió presidenta vitalicia del PPP (Partido del pueblo paquistaní)
Hay un desfase en la percepción occidental de la realidad. La visión de los occidentales sobre Benazir Bhutto es digna de psicoanálisis. Para ellos, Benazir constituye en realidad un fantasma exótico absoluto: La bella sultana desvelada, la antiburka, la reina del harén, políticamente hablando. Los intelectuales occidentales desarrollaban con respecto a ella una especie de «Discurso sobre la servidumbre voluntaria» (1).
Benazir tuvo una educación extranjera, en Oxford, hasta el punto de hablar el urdu, su lengua materna, con dificultad. Y más que encaminar a su país por la vía de la modernidad, reprodujo las deplorables prácticas de sus antecesores militares cuyos abusos denunciaba. En los años 94-95 practicó una huida hacia delante dando satisfacción a los partidos religiosos, favoreciendo la toma del poder de Kabul por los talibanes y haciendo brillar ante la gran burguesía los miríficos mercados de Asia Central que la conquista de Afganistán proporcionaría a las empresas paquistaníes.
Un desfase idéntico se produjo con respecto al comandante Massoud Chah, muerto en un atentado la víspera de los ataques a Estados Unidos del 11 de septiembre de 2001. Massud sólo era apreciado por los franceses. Y los grandes intelectuales se vanagloriaban de sus relaciones con él aunque fueran encuentros virtuales que sólo se producían en la imaginación del narrador del encuentro.
En realidad Massud, alumno del colegio francés de Kabul, pasaba por haber colaborado con los servicios franceses en el laberinto afgano. Fuera de Francia era casi un desconocido. A su muerte fue erigido como mártir de la libertad. Igual que Rafic Hariri en Líbano, que sin embargo fue uno de los principales mecenas de las guerras entre las facciones libanesas.
Generalmente, existe un tropismo occidental con respecto al Islam, cada notable intelectual dispone de su minoría protegida: El filósofo André Glucksman, los chechenos, aunque su nuevo amigo el presidente Nicolas Sarkozy se haya convertido en el mejor amigo occidental del presidente ruso Vladimir Putin; Bernard Henry Lévy, Darfour, aunque su empresa familiar esté señalada como implicada en la deforestación del bosque africano; y Bernard Kouchner de los kurdos, refuerzos de los estadounidenses en la invasión de Iraq.
Es como si estos notables pretendieran compensar su hostilidad hacia las pretensiones árabes, especialmente las palestinas, dando su apoyo al Islam periférico.
Estados Unidos contaba mucho con la vuelta de Benazir Bhutto a Pakistán. ¿Cuál será ahora la estrategia estadounidense en este país?
Benazir debía servir de fianza a la junta. EEUU pensaba en ella para proceder a un lavado de cara de la dictadura militar paquistaní. No olvidemos que la consigna de la invasión estadounidense de Iraq era favorecer la restauración de la democracia.
Desaparecida Benazir, Estados Unidos se coloca frente a sus propias contradicciones en Pakistán y sólo puede seguir su colaboración con la junta alegando precisamente el peligro terrorista
¿La bomba nuclear paquistaní está bajo protección estadounidense?
No, obviamente. La bomba paquistaní también responde a las consideraciones de seguridad nacional. Es el arma de disuasión contra la poderosa vecina India, que también es una potencia atómica. Me parece difícil que los paquistaníes dejen su seguridad en manos extranjeras, por añadidura a un país al que una gran fracción de Pakistán ve como enemigo del Islam. Y lo veo más difícil en el contexto actual en el que su vecino iraní muestra su determinación a preservar su autonomía nuclear. ¿Qué valor disuasorio tendría una bomba atómica controlada por un tercero? Ese control es, incluso, la negación de la disuasión.
¿Cuál es el peso real de los grupos islamistas en Pakistán?
Considerable, a la medida de la importancia con la que los servicios estadounidenses favorecieron su implantación y su fuerte desarrollo en la época más dura de la guerra antisoviética en Afganistán.
El asesinato de Bhutto y la áspera afrenta infligida a Estados Unidos constituyen el efecto bumerán de una política peligrosa marcada por la instrumentalización del Islam como arma política de combate contra el nacionalismo árabe y el socialismo.
¿Cuáles son las relaciones entre el ejército paquistaní y los grupos islamistas?
Una relación de imbricación. Todo el mundo tiene todo el mundo agarrado por las barbas.
A raíz del asesinato de Benazir Bhutto, ¿hay un riesgo de guerra civil en Pakistán?
Evidentemente no. Habrá una gradación de la política de la junta entre la represión y la cooperación con las demás fuerzas políticas. Al menos inicialmente; el tiempo de sopesar las reacciones internacionales al asesinato de Benazir Bhutto y de medir las nuevas relaciones de fuerza establecidas en el terreno paquistaní.

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(1) «Sólo quisiera entender cómo pueden tantos hombres, tantos pueblos, tantas ciudades, tantas naciones soportar a veces a un solo tirano que no dispone de más poder que el que se le otorga, que no tiene más poder para causar perjuicios que el que se quiere soportar y que no podría hacer daño alguno, de no ser que se prefiera sufrir a contradecirlo. Es realmente sorprendente -y sin embargo tan corriente que deberíamos más bien deplorarlo que sorprendernos-, ver cómo millones y millones de hombres son miserablemente sometidos y sojuzgados, la cabeza gacha, a un deplorable yugo, no porque se vean obligados por una fuerza mayor, sino por el contrario, porque están fascinados y, por decirlo así, embrujados por el nombre de uno, al que no deberían -puesto que está solo-, ni apreciar -puesto que se muestra para con ellos inhumano y salvaje-. Discurso sobre la servidumbre voluntaria, Etienne de la Boétie, texto del siglo XVI.

http://www.antimilitaristas.org/article.php3?id_article=2525

Texto original en francés: http://oumma.com/Rene-Naba-Benazir-Bhutto-devait

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