sábado, enero 26, 2008

Perú: la civilización inca y su masacre.

Emir Sader

La guía responde:

—Ya no hay incas, somos todos andinos.

Yo me preguntaba por el destino de los 6 millones de incas que habitaban en Cuzco, la capital del Imperio Inca —cuyo nombre significa, literalmente, «ombligo del mundo»— cuando llegaron los colonizadores españoles.

Eran cerca de 6 millones, tenían una de las civilizaciones más avanzadas del mundo en la época. Fueron diezmados. En 5 años estaban reducidos a 1,6 millones, esclavizados. Todos los que componían la elite —política, religiosa, científica, cultural, militar—, unos 300 mil, fueron liquidados en poco tiempo, cortando las posibilidades de supervivencia de aquella civilización.

Todos los conocimientos que habían acumulado en astronomía, arqueología, culinaria, religión y agricultura fueron liquidados.

Como se sabe, cerca de allí, en Machupichu —«Montaña Vieja»—, los incas sabían que la tierra da vueltas alrededor del sol antes que Galileo. Muchos vivían más de 100 años, hasta el punto de que la Universidad de Machupichu tenía profesores de 120 años.

En Machupichu vivían unos 600 o 700 indígenas, hasta que un antropólogo estadounidense, Irma Bingham, «descubrió» la ciudad en 1911, llevado por un niño que vivía allí. Cuando los españoles tomaron Cuzco, el jefe inca se retiró a Machupichu, reunió todo el oro y la plata y, para no entregarlo a los colonizadores, huyó en dirección a la Amazonia. De ahí nació el mito de Eldorado, que sería la ciudad fundada y construida sólo con oro y plata. El jefe inca consiguió matar al jefe de los colonizadores, Francisco Pizarro, en un combate.

Como reacción reciente al papel de Pizarro, su estatua se retiró de la plaza principal de Lima y se relegó a un parque central. En cuanto al antropólogo de los Estados Unidos, se le acusó de haber robado lingotes de oro y no ser el «descubridor» de Machupichu, como confirma el libro de su hijo, basado en sus diarios. La lucha actual de los habitantes locales es quitarle ese título falso y atribuírselo a los indígenas que ya vivían en Machupichu cuando él llegó, especialmente a Agustín Lizárraga, que en 1900 ya había llegado a Machupichu, pero también a sus coterráneos Melchor Arteaga, Justo Ochoa, Gabino Sánchez y Enrique Palma.

Fue tal la destrucción causada por aquellos de quien desciende el rey de España —el mismo que, quizá por las tragedias que produjeron entre nosotros, nos manda a callar— que cuesta imaginar lo que sería el Perú de hoy en día —así como Bolivia, Ecuador, Guatemala, México, Chile, Colombia, entre otros países de los nuestros, si los pueblos originarios no hubieran sido aniquilados y, con ellos, sus civilizaciones, sus culturas, sus formas de vida. Tendríamos una América Latina aún más diversificada y relaciones de igualdad con los países europeos, en el caso de que éstos no se hubiesen enriquecido con las masacres que promovieron en la colonización.

De lo contrario, ¿cómo deberíamos llamar a la destrucción de las civilizaciones originales y la esclavitud de esos pueblos y de los negros, traídos a la fuerza de África, para ser esclavos y producir riquezas para las potencias europeas? ¿Masacres? ¿Limpiezas étnicas? ¿Crímenes contra la humanidad? Fue con esos baños de sangre como el capitalismo llegó a las Américas, traído por los colonizadores europeos. Los mismos a quienes les gustaría que nos callásemos ante las barbaridades que cometieron contra nuestras civilizaciones.

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Fuente: http://www.agenciacartamaior.com.br/templates/postMostrar.cfm?blog_id=1&post_id=160

Artículo original publicado el 24 de enero de 2008.

Sobre el autor (http://www.tlaxcala.es/detail_auteurs.asp?lg=es&reference=95)

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