jueves, febrero 28, 2008

Nada podrá quebrantar la voluntad de lucha del pueblo saharaui.



Hace menos de dos meses, en estas mismas páginas, se hizo presente el recuento y el llamado a la justicia en favor del sacrificado y heroico pueblo saharaui; entonces había concluido el XII congreso del aguerrido Frente POLISARIO y era la víspera de la tercera ronda de conversaciones en Manhasset, cerca de Nueva York, entre los representantes de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) y el Reino de Marruecos, auspiciada por la Organización de las Naciones Unidas, al amparo de la resolución 1754 de su Consejo de Seguridad.
Pocas veces un pueblo ha luchado y derramado su sangre en condiciones tan inhóspitas y adversas.
Aquel encuentro, si bien no pronosticaba avances favorables, se realizaría signado por la voluntad creciente de la dirección y el pueblo de reanudar la lucha armada, en un corto periodo, si fracasaba el proceso de diálogo que aún continúa.
Hoy estas líneas puede motivarlas la conmemoración del aniversario 32 de la RASD, que simboliza la rebeldía indoblegable de ese pueblo frente al enemigo invasor. Pero más allá de la efeméride nos impulsa coincidentemente la celebración de la cuarta ronda negociadora, a celebrarse del 11 al 13 de marzo en Greentree State, Nueva York. Allí se pondrá nuevamente a las claras si existe voluntad para una solución política, mientras la dirección saharaui ha dado muestras fehacientes de proseguir la vía pacífica.
De cualquier modo, ese esfuerzo negociador es la prolongación de un largo camino en pos de la independencia del territorio. Su historia está jalonada por un incesante batallar; pocas veces —quizás jamás— un pueblo ha luchado y derramado su sangre en condiciones tan inhóspitas y adversas, sometido siempre a la intervención y el dominio, primero de España y luego de Marruecos y Mauritania.
La génesis del surgimiento de la RASD está vinculada a la lucha del Movimiento para la Liberación del Sahara en los años 60, y a la represión brutal, en 1970, de la manifestación pacífica de Zemla en la que el pueblo reivindicó su derecho a la autodeterminación, liderado por Mohamed Sidlbrahim Bassiri, detenido y asesinado por las autoridades españolas durante el régimen franquista.
Pero el antecedente más inmediato y la fuerza decisiva que condujo al nacimiento de esa República fue la creación del Frente POLISARIO, movimiento político y militar surgido en mayo de 1973 que, bajo la dirección de su líder y mártir nacional El-Uali Mustafá Sayed, derrotó a las fuerzas españolas en 1975 y prosiguió su lucha contra los invasores de Marruecos y Mauritania, países a los que España traspasó su administración mediante un acuerdo tripartita rubricado en Madrid, antes que conceder la independencia.
Precisamente, el 27 de febrero de 1976, con la salida de los últimos funcionarios y soldados del derrotado ejército español, fue proclamada la República Árabe Saharaui Democrática, conducida desde agosto de ese propio año por Mohamed Abdelaziz. En 1979, Mauritania también fue vencida por la pujanza de las armas victoriosas de los combatientes saharauis, pero Marruecos maniobró y ocupó los territorios que dejaba Mauritania para tener bajo su control más de las dos terceras partes del Sahara Occidental.
No cesaron los cruentos combates frente al invasor marroquí que, con el empleo de armas de todo tipo, masacró a la población civil y obligó a una parte de los habitantes a refugiarse en campamentos al sur de Tindouf, territorio argelino donde hoy sobreviven en condiciones difíciles en extremo cerca de 200 000 personas, que esperan el regreso a su tierra natal para dedicarse al trabajo pacífico y creador.
Un muro de más de 2 500 kilómetros fue construido en los años 80 por los invasores, con el apoyo de potencias y países extranjeros, ante el empuje y la audacia de los combatientes del Frente POLISARIO. Franja estructurada por trincheras, obstáculos ingenieros y fortificaciones, que delimitan la zona ocupada del territorio oriental con el suroriental, liberado mediante una lucha guerrillera inédita.
Se estima que en la zona ocupada están asentados unos 400 000 habitantes, sometidos a la opresión, mientras crece la resistencia interna.
El Frente POLISARIO, brazo armado y político, y genuino representante del pueblo, encabeza la lucha. Detenida la vía armada desde el alto el fuego decretado en 1991, prosiguieron los esfuerzos negociadores por la independencia bajo las reiteradas resoluciones de la ONU sobre el Sahara Occidental, incumplidas sucesivamente por la dirección marroquí, con la complicidad del imperio yanki y los países europeos vinculados históricamente a este conflicto.
La autodeterminación e independencia saharaui es un derecho legítimo e incuestionable. No puede ser dividido un pueblo por la fuerza, ni desconocido un país con una idiosincrasia, una cultura, un idioma, una historia y un sentido de unidad nacional.
El vasto territorio de la RASD, de unos 266 000 kilómetros cuadrados, tiene una población de apenas un millón de habitantes que, a pesar del esfuerzo del adversario por dividirlos y diseminarlos, mantienen su conciencia patriótica y de pertenencia a la tierra que los vio nacer.
Con total desprecio a las resoluciones de las Naciones Unidas, se confabulan fuerzas poderosas encabezadas por el imperio yanki para sabotear su independencia, anexar el país a Marruecos mediante una denominada autonomía, y continuar saqueando los importantes recursos naturales del Sahara Occidental.
Mientras en Kosovo, con claros propósitos separatistas, se concertan el apoyo y las fuerzas del poder imperial y la política de avestruz de un grupo de países de Europa, que ha conducido a la proclamación de la independencia unilateral de esa provincia, la autodeterminación e independencia de la República Árabe Saharaui son saboteadas por las mismas fuerzas e intereses políticos y económicos foráneos.
Las rondas negociadoras no deben ser un ejercicio de sucesivos contactos infructuosos, acciones deliberadas para ganar tiempo o distraer a la resistencia y a la opinión pública internacional. No hay espacio para que se prolongue ese vestigio colonial existente en África.
No caben oídos sordos ante esta situación. Dondequiera que se levante una bandera por la justicia, allí deberá estar la causa por la redención saharaui. No se trata de un acto por un hecho fundacional u ocasional, sino la convocatoria al permanente reclamo solidario.
Las armas y las fuerzas adversas no pueden más que las voces unidas de la comunidad progresista y la voluntad inquebrantable de este heroico y aguerrido pueblo.

ALBERTO ALVARIÑO ATIÉNZAR

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