domingo, junio 08, 2008

Hasta la victoria siempre, Che querido



14 de junio: 80 cumpleaños del Che

Carta de Haydée Santamaría al Che Guevara, escrita después del asesinato del Che en Bolivia.

Che: ¿dónde te puedo escribir? Me dirás que a cualquier parte, a un minero boliviano, a una madre peruana, al guerrillero que está o no está pero estará. Todo esto lo sé, Che, tú mismo me lo enseñaste, y además esta carta no sería para ti. Cómo decirte que nunca había llorado tanto desde la noche en que mataron a Frank, y eso que esta vez no lo creía. Todos estaban seguros, y yo decía: no es posible, una bala no puede terminar el infinito, Fidel y tú tienen que vivir, si ustedes no viven, cómo vivir. Hace catorce años veo morir a seres tan inmensamente queridos, que hoy me siento cansada de vivir, creo que ya he vivido demasiado, el sol no lo veo tan bello, la palma, no siento placer en verla; a veces, como ahora, a pesar de gustarme tanto la vida, que por esas dos cosas vale la pena abrir los ojos cada mañana, siento deseos de tenerlos cerrados como ellos, como tú.
Cómo puede ser cierto, este continente no merece eso; con tus ojos abiertos, América Latina tenía su camino pronto. Che, lo único que pudo consolarme es haber ido, pero no fui, junto a Fidel estoy, he hecho siempre lo que él desee que yo haga. ¿Te acuerdas?, me lo prometiste en la Sierra, me dijiste: no extrañarás el café, tendremos mate. No tenías fronteras, pero me prometiste que me llamarías cuando fuera en tu Argentina, y cómo lo esperaba, sabía bien que lo cumplirías. Ya no puede ser, no pudiste, no pude. Fidel lo dijo, tiene que ser verdad, qué tristeza. No podía decir "Che", tomaba fuerzas y decía "Ernesto Guevara", así se lo comunicaba al pueblo, a tu pueblo. Qué tristeza tan profunda, lloraba por el pueblo, por Fidel, por ti, porque ya no puedo. Después, en la velada, este gran pueblo no sabía qué grados te pondría Fidel. Te los puso: artista. Yo pensaba que todos los grados eran pocos, chicos, y Fidel, como siempre, encontró los verdaderos: todo lo que creaste fue perfecto, pero hiciste una creación única, te hiciste a ti mismo, demostraste cómo es posible ese hombre nuevo, todos veríamos así que ese hombre nuevo es la realidad, porque existe, eres tú. Que más puedo decirte, Che. Si supiera, como tú, decir las cosas. De todas maneras, una vez me escribiste: "Veo que te has convertido en una literata con dominio de la síntesis, pero te confieso que como más me gustas es en un día de año nuevo, con todos los fusibles disparados y tirando cañonazos a la redonda. Esa imagen y la de la Sierra (hasta nuestras peleas de aquellos días me son gratas en el recuerdo) son las que llevaré de ti para uso propio". Por eso no podré escribir nunca nada de ti y tendrás siempre ese recuerdo.

Hasta la victoria siempre, Che querido.

Pequeños, fijos, penetrantes ojos

Fíjese, Rama, cuántos no criticaron a Che, cuántos no lo criticarán porque ellos no pueden ser Che, ve que cosa tan pequeña, otros no lo criticarán, dirán: ¿ni él pudo? Con eso muchos creerán que se dice de él algo grande y con eso le estarán haciendo una crítica muy sutil a sus ideas, porque él sí pudo, tal vez para seguir pudiendo le faltaron hombres que no fueron junto a él porque sabían que no podían ser él, esos son algunos, otros porque de verdad prefieren esa vida pequeña en el trajín diario y no hacer algo que puede lucir pequeño pero es grandioso al lado de la pequeñez cotidiana, por eso creo que debemos estar alertas, si no somos capaces de hacer cosas, hechos, sí tener honestidad para quienes todo lo dieron sin pedir nada, para quien teniendo todo, historia, un pueblo que lo hizo suyo, el poder para crear cosas grandes, pero más cómodamente, hijos, «críos» como decía él, una compañera que era amada por él y que lo adoraba, ¿qué más podía pedirle a la vida? Lo que no saben los pequeños es que él no le pedía nada a la vida, lo que deseaba era darle, todo lo dio y todo nos dejó.
Tal vez le harán justificados monumentos en bronce, en mármol, en piedra, no sé en qué se lo harán, lo que sí sé «que algún viajero llegará al anochecer, y sin sacudirse el polvo del camino, no preguntará dónde se come o se duerme, sino cómo se va adonde está la estatua» y allí rendirán generaciones y generaciones tributo «A todos: al héroe famoso y al último soldado, que es un héroe desconocido» , pero nunca tan desconocido para no rendirle ese tributo.
No puedo negarle, Rama, que el dolor nos aplasta por momentos la indignación, y sabiendo que ese viajero llegará un día, allí a su estatua, cuánto diéramos por ver sus ojos abiertos, ¿por qué si tantos que nada importaría que estuvieran abiertos o cerrados porque de ninguna forma ven, podrán estar muy abiertos pero sin luz, y la luz que puedan apagarla, aunque sea por un tiempo, sabemos muy bien, que otros alumbrarán, cuanto podían haber alumbrado esos, pequeños, fijos, penetrantes ojos, pero de todas maneras sabemos que alumbrarán y diremos, «Ahora es el viento, ahora es el Che peleando para siempre en el aire del mundo».

* Este fragmento pertenece a una carta de Haydée Santamaría dirigida a Ángel Rama, escritor uruguayo, con fecha 23 de noviembre de 1967.

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