domingo, julio 27, 2008

Aquellos jóvenes no están ni olvidados ni muertos : viven hoy más que nunca.


"El verdadero hombre —dijo José Martí— no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber; y ése es el verdadero hombre práctico cuyo sueño de hoy será la ley de mañana, porque el que haya puesto los ojos en las entrañas universales y visto hervir los pueblos, llameantes y ensangrentados, en la artesa de los siglos, sabe que el porvenir, sin una sola excepción, está del lado del deber."
Tan hondos conceptos de principios de nuestro Héroe Nacional, pronunciados a fines del siglo XIX tienen la extraordinaria virtud de parecer escritos para un día como hoy, aniversario 55 del glorioso asalto al cuartel Moncada del cual fuera él precisamente el autor intelectual.
Fidel, al recordar estos principios martianos, explicó en el XX Aniversario de la gesta del 26 de julio que "el cumplimiento de un deber nos condujo a esta acción sin que nadie pensara en las glorias y los honores de esa lucha". Que el porvenir estaba del lado del deber, lo ha demostrado con creces la historia en estos 55 años.
Los sueños de Fidel y de quienes junto a él organizaron el movimiento revolucionario; los sueños de Abel, de Renato, de Tassende, de Gómez García, de todos los caídos en el Moncada y en el duro camino de luchas recorrido por nuestro pueblo a partir de aquella mañana de julio, son hoy la ley de nuestra Patria. Su ejemplo y su mandato viven eternamente en el corazón de todo el pueblo.
A la toma del futuro por asalto se lanzaron aquellos valientes de la Generación del Centenario para que el porvenir de la nación y la solución de sus problemas, como diría después Fidel en La Historia me absolverá, no siguiera "dependiendo del interés de una docena de financieros, de los fríos cálculos sobre ganancias que tracen en sus despachos de aire acondicionado diez o doce magnates" y para que el país no siguiera "de rodillas implorando los milagros de unos cuantos becerros de oro que como aquel del Antiguo Testamento que derribó la ira del profeta, no hacen milagros de ninguna clase".
Se lanzaron al asalto del cuartel para conquistar una república donde la primera ley, como quería Martí y como consta hoy en nuestra Constitución socialista, fuera "el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre".
La epopeya del Moncada está viva en los sentimientos de gratitud de todos los cubanos, jóvenes y viejos como el acontecimiento que desbrozó el camino a la insurrección armada y que dio comienzo a la lucha que haría de nuestra tierra el escenario de la primera Revolución socialista en el continente americano.
El Moncada fue el comienzo de un diálogo con el pueblo: con los obreros y los campesinos, con los estudiantes y con los intelectuales, con los hombres y mujeres que iban por la vida con un fardo de miserias a la espalda y cuyo único descanso era la tumba. La consecuencia de aquel diálogo fue el desencadenamiento de la lucha final por la liberación nacional y la definitiva independencia de Cuba.
Aquel 26 de julio de 1953 no representó el triunfo, pero sí abrió el sendero que condujo a la victoria. Sin el Moncada, como ha dicho Fidel, no habría existido el Granma, la lucha en la Sierra Maestra y la victoria extraordinaria del Primero de Enero de 1959.
La historia —el gran juez de las acciones y las ideas de los hombres— les dio la razón a los combatientes del Moncada: cinco años, cinco meses, cinco días después del asalto, triunfó la Revolución. Y ese triunfo significó la conquista de la soberanía nacional, la recuperación de las esperanzas, la abolición de la propiedad privada sobre los medios de producción, la eliminación de las lacras del capitalismo —analfabetismo, desempleo, prostitución, discriminación racial, mendicidad— la potestad sobre nuestro destino, el privilegio de ser constructores de una sociedad más justa.
Gracias a la gesta del Moncada la conciencia revolucionaria de nuestro pueblo, la educación y la cultura política y económica de las masas han alcanzado muy altos niveles y en medio de una coyuntura nacional e internacional muy compleja, esa conciencia, esa educación y esa cultura política y económica se ponen a prueba.
Somos hoy arquitectos de una nación libre e independiente y ese privilegio representa responsabilidades y compromisos en el orden interno e internacional. Y esas responsabilidades y compromisos deben materializarse, desde el punto de vista interno, en el esfuerzo y el trabajo cotidianos; y desde el punto de vista internacional en nuestra solidaridad por los pueblos que luchan por un futuro mejor, en nuestra lucha contra el guerrerismo imperialista y por la paz.
Como nos dice una y otra vez Fidel en sus reflexiones tenemos un compromiso con los objetivos universales del hombre y por eso necesitamos la misma audacia y el mismo entusiasmo de los jóvenes que un día, en magnífico desagravio, fueron a combatir e inmolarse para que el Maestro siguiera viviendo en el alma de la Patria, para dar a luz la chispa que encendería el fuego de la última batalla por la definitiva liberación de nuestro pueblo.

Aquellos jóvenes "no están ni olvidados ni muertos: viven hoy más que nunca".

¡Viva nuestro glorioso 26 de Julio!

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