domingo, julio 27, 2008

La Batalla del Jigüe


La derrota de la gran ofensiva batistiana en el verano de 1958

El último descalabro de la ofensiva batistiana en el verano de 1958 lo constituyó la Batalla del Jigüe, cuando Fidel decide pasar a la contraofensiva y ordena iniciar el cerco al batallón 18 que se encuentra acampado en El Jigüe con el fin de rendirlo y dispone que fuerzas rebeldes ocupen posiciones claves en los alrededores.
El Comandante en Jefe decide salir de Las Minas del Frío hacia la zona del Jigüe para entrevistarse con el capitán Ramón Paz en El Naranjal y situarle nuevas misiones. Después regresa al Alto de Caguara, establece su puesto de mando y le ordena a los capitanes Sardiñas y Andrés Cuevas, que han llegado de Las Minas para que se sitúen en Purialón. Le ordena al capitán Guillermo García cerrar el paso del río La Plata no lejos del campamento enemigo.
Para iniciar el cerco coloca la escuadra de Hugo del Río en el río La Plata y frente al enemigo las escuadras de Ignacio Pérez y de Roberto Rodríguez, el "Vaquerito".
Al amanecer del 11 de julio se inician las acciones. Una patrulla rebelde ataca las posiciones del Batallón 18, el objetivo es herir algún soldado de la tropa que en esos momentos comienza a levantarse. El plan obtiene los resultados esperados, al lograr que el jefe del Batallón lo envíe a la playa. El herido va conducido por dos pelotones, además de una arria de mulos que a su regreso debe traer provisiones.
A unos minutos de la salida hacia la playa, los dos pelotones de la compañía E. C., entablan combate con las fuerzas de Guillermo García. Al final se ven obligados a retroceder al campamento con un balance de 5 muertos y la pérdida de armas y equipos. Fidel le envía un mensaje a Guillermo donde le comunica que en los días siguientes no habrá movimiento de los soldados pero que mejore sus posiciones.
La aviación continúa bombardeando sistemáticamente la Sierra Maestra, dos B-26 atacan casas y bosques.
El jefe del Batallon 18, decide esperar y preparar la tropa para salir el día 14 ante la necesidad de buscar suministros.
El capitán Braulio Coroneaux con la ametralladora calibre 50 es situado en un estribo de Caguara frente al batallón enemigo.
El 14 de julio el capitán Guillermo García ha mejorado las posiciones de sus hombres en el río La Plata y con las armas y el parque capturado logra preparar una fuerte emboscada.
Del campamento del Bon.18 sale esta vez la compañía 103, al llegar al recodo del río, se entabla un sangriento combate, que finaliza horas después, al dispersarse las tropas enemigas, regresa una parte de estas al Jigüe y otras, tratan de infiltrarse para salir a la playa y caen prisioneras de las fuerzas rebeldes. Solo 9 soldados logran llegar a la costa. En esta acción la compañía 103 sufre numerosas bajas y le hacen más de 20 prisioneros, perdiendo abundante material de guerra.
El Bon.18 queda cercado en El Jigüe y confronta una situación desesperada, no solo sus escasas provisiones están prácticamente agotadas, sino también la atención a los heridos ante la imposibilidad de evacuarlos.
Fidel traslada el puesto de mando más cerca del batallón cercado, para precisar las operaciones y solicita la presencia de los amplificadores de Radio Rebelde para exhortarlos a la rendición. También solicita la presencia del grupo musical El Quinteto Rebelde.
Rogelio Acevedo ha llegado con la ametralladora 30. Fidel lo ubica cerca del campamento de los soldados. El 15 de julio de día y de noche los amplificadores de Radio Rebelde se mantienen arengando a los soldados sitiados en el Jigüe.
Ante la imposibilidad para salir del cerco, el jefe del batallón logra enviar un campesino hasta la costa para pedir refuerzos y apoyo artillero.
La escuadra de Vilo Acuña está en las alturas frente al Bon.18 que permanece en El Jigüe cada vez más asediado por los rebeldes. El pelotón de Guillermo García ha dejado su posición en el río y se sitúa en otra altura que domina el frente del enemigo. A su derecha, el de Vilo Acuña y cerrando el río La Plata el personal de Hugo del Río.
Por el arroyo El Jigüe, las del "Vaquerito" y por detrás, desde los estribos del firme de Caguara, las escuadras de Ignacio Pérez y Jaime Vega. Ocupan el firme de la Gran Tierra, las de Raúl Podio, en el centro, el pelotón del capitán Coroneaux con la ametralladora calibre 50 y en una falda, a la izquierda la calibre 30 operada por Rogelio Acevedo González.
Cerca del Puesto de Mando avanzado del Comandante en Jefe, se inician las transmisiones de los amplificadores de Radio Rebelde, sobre todo de noche para impedir que el enemigo pueda dormir, logrando una presión sicológica.
El jefe de Operaciones de la Fuerza Aérea batistiana envía cuatro misiones de vuelo sobre la zona del Jigüe, contra las posiciones rebeldes. La primera sale a las 06:00 y participan dos B-26 y dos F-47 arrojando 12 bombas de 100 libras y disparando 3 500 cápsulas calibre 50 y una bomba de napalm de 150 libras. La segunda misión parte a las 08:30 con el B-26 y un F-47 y lanzan 4 bombas de 100 libras y 1 000 tiros. Y por último, a las 11:20 sale de nuevo el B-26 que ataca con 4 bombas de 100 libras y consume 1 460 balas calibre 50.
Las fuerzas rebeldes que participan en el cerco el 16 de julio, sufren de nuevo los ataques de la aviación del tirano. Al amanecer, sobrevuela la zona del Jigüe la avioneta FAE 16, a los pocos minutos aparecen tres cazas F-47 que lanzan dos bombas de napalm y dos de 100 libras, ametrallando la zona con más de 3 000 disparos calibre 50, también toman parte en la misión dos B-26.
A pesar del ataque aéreo la situación del Batallón 18 se hace cada vez más desesperada. La compañía G-4 que quedó en la playa como reserva recibe la orden de tomar el camino que serpentea el río La Plata hasta llegar al Jigüe con la misión de llevar suministros y reforzar al batallón sitiado. El 17 de julio la compañía G-4 avanza desde la desembocadura del río La Plata.
A unos cinco kilómetros, en un complicado recodo del río que forma una S y rodeado de elevaciones que caen perpendiculares al cauce, Fidel ha organizado una perfecta emboscada. El capitán Sardiñas tiene un pelotón de 45 combatientes, lo apoya el capitán Andrés Cuevas con 30 hombres y el capitán Ramón Paz con otro tanto, es un total aproximado de unos 100 rebeldes. Han logrado cavar buenas trincheras y desde el inicio de las operaciones esperan entrar en acción. Purialón, nombre que recibe este lugar, es una trampa mortal para el que quiera irrumpir por el camino del río.
La vanguardia enemiga entra seguida por las arrias de mulos y el resto de la compañía. Al finalizar la última curva se perfila un estribo que baja desde el pico Manacas. A todo lo largo y en el propio cauce del río La Plata, se encuentra el personal de Cuevas, en el medio, en otra altura dominante está Sardiñas con sus combatientes, al final cerrando la posible retirada, el pelotón de Ramón Paz, con posiciones en un estribo del pico Manacas.
Los soldados avanzan y tropiezan con los combatientes del capitán Cuevas. Se inicia el sangriento combate que dura varias horas con un saldo por parte del ejército de 37 muertos, numerosos heridos, se captura gran cantidad de armas y casi 20 000 balas. Es necesario pedir reclutas de las Minas del Frío para cargar tanto material.
La aviación continúa atacando los alrededores del Jigüe y las alturas cercanas a Purialón. En horas de la mañana atacan un B-26 y un F-47 y lanzan dos bombas de 100 libras y napalm.
Continúan las acciones el 18 por la zona del Jigüe, durante estos días, por algunas horas, Fidel decide concederle al batallón cercado una tregua donde inclusive soldados y rebeldes confraternizan, sostiene una entrevista con el jefe del Bon. 18, donde trata sobre la rendición y esta queda pendiente si el batallón recibe la ayuda de un refuerzo.
El jefe de la Zona de Operaciones Militares ante la crítica situación de la unidad cercada en El Jigüe ordena movilizar tropas que parten de Pilón con la misión de apoyar su salida. Para ese fin llegan a la playa, desembocadura del río La Plata, las compañías F-22 y la L, batallón que recibe el mote de "Los Livianos", además, desembarcan una batería de cañones de montaña 75 mm y una batería de morteros 81 mm. En la playa se encuentran los supervivientes de la compañía G-4.
Como apoyo al avance de las tropas para el día siguiente, la artillería terrestre y naval inicia una fuerte preparación artillera, la Fuerza Aérea del ejército envía temprano en la mañana a una escuadrilla de cuatro aviones B-26 que bombardean la zona de Purialón y alturas cercanas lanzando seis bombas de 250 libras de demolición. Al medio día, en una segunda misión vuelve de nuevo la escuadrilla y por la tarde repite el bombardeo.
Por su parte el jefe del Bon. 18 se mantiene firme y atrincherado y rechaza todas las ofertas de paz y de rendición. Fidel ordena cortarle el paso al río para que no busquen agua y estrecha más fuerte el cerco.
En horas de la mañana del 19 de julio los efectivos militares comienzan a moverse, avanzan cautelosos y desplegados, confían en el barraje artillero del día anterior y esperan que la ruta esté despejada de rebeldes. Al llegar al final de la doble curva que hace el río en Purialón, la vanguardia enemiga ha penetrado en la profundidad de la emboscada rebelde, de frente y casi tocando a los soldados está el capitán Andrés Cuevas con su personal. Desde el alto y al centro, barriendo un amplio sector del cauce del río y el camino, las fuerzas del capitán Sardiñas. Ocupando un estribo del pico Manacas, el pelotón del capitán Ramón Paz y la escuadra del teniente Orestes Guerra, fuerzas que en su conjunto envuelven al enemigo en un bolsón de casi un kilómetro.
El combate dura más de 24 horas, las ráfagas de los automáticos barren las arenas del río. Una y otra vez son destrozadas las tropas, dejando tras sí un rastro de muertos, heridos, armas, parque y pertrechos. En el contraataque los rebeldes hacen retroceder al ejército hasta la playa. Estos, desmoralizados y sangrantes acusan al mando superior.
En el combate cae el capitán Andrés Cuevas, ascendido póstumamente a Comandante. Los soldados dejan un saldo de 17 soldados muertos, 24 armas largas, obuses de mortero y un arria de mulos con alimentos. La aviación enemiga se vuelve implacable en este día, sus ataques se inician a las 7:20 de la mañana y en ocho oleadas en diferentes horas, prácticamente se mantienen en el aire hasta las 4 de la tarde. Participan 6 aviones de bombardeo B-26 y 2 Cazas F-47 dirigidos por la avioneta FAE 16 y realizan 25 misiones de ametrallamiento y bombardeo de la zona entre El Jigüe y Purialón.
Al día siguiente los sobrevivientes del batallón "Los Livianos", que se encontraban en la playa después de regresar del combate del día anterior, acusan al mando superior de haberlos engañado. A pesar de que el general Eulogio Cantillo baja en un helicóptero no le es posible calmarlos y son reembarcados esta vez en dirección a Santiago de Cuba.
Rápidamente los combatientes rebeldes que se encuentran en Purialón terminan de recoger el resto de las armas, parque y pertrechos abandonados por el enemigo y se trasladan para la zona del Naranjal.
El 21 de julio el jefe del Bon.18, tiene conocimiento del nuevo descalabro del refuerzo, ante lo cual acepta las condiciones de rendición incondicional que le impone Fidel. Los que quedan del batallón son desarmados y conducidos también hacia El Naranjal. Los heridos son atendidos en el hospital del doctor Martínez Páez, en Camaroncito.
Desatada en toda su escala la contraofensiva rebelde, Fidel ordena a sus fuerzas se trasladen al sector Norte con la idea de cercar al resto de las tropas que se encuentran en la Sierra. La aviación del tirano realiza 4 misiones de vuelo sobre la zona de Purialón y el Jigüe.
Al día siguiente los prisioneros son enviados hacia las Vegas de Jibacoa y Fidel regresa a la Comandancia General en La Plata y comienza a gestionar, a través de la Cruz Roja Internacional, la entrega de prisioneros y heridos, principalmente los del Bon.18.
Los capitanes Eduardo Sardiñas y Guillermo García son ascendidos al grado de Comandante, así como el capitán Ramón Paz. Fidel se encuentra en la Comandancia.
En la Batalla del Jigüe participaron el batallón 18 integrado por 314 soldados y el batallón de "Los Livianos" con 352 soldados.
Durante los 75 días que duran las acciones de la Ofensiva de Verano participan más de una veintena de aviones B-26, T-33, F-47, avionetas y DC-3 junto a algunos helicópteros en decenas de misiones de ataque lanzando toneladas de bombas y miles de balas calibre 50.También actúa la batería de artillería de montaña (obús 75 mm), baterías de mortero (81 y 60 mm) orgánicas de los batallones con un total aproximado de mucho más de 4 000 soldados, sin considerar los hombres que integran las unidades de tanques, la artillería y la aviación, así como la marina y unidades de apoyo.
Las fuerzas rebeldes al inicio de las operaciones contaban con más o menos 150 combatientes, aumentando al finalizar las acciones hasta unos 300.

(Oficina de asuntos históricos del Consejo de Estado)

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