miércoles, agosto 13, 2008

Se acelera la crisis económica en Estados Unidos y Europa

Juan Chingo

Hace sólo algunas semanas se declararon insolventes los dos gigantes hipotecarios norteamericanos, Fanny Mae y Freddy Mac, mostrando que la crisis financiera en Estados Unidos ya no sólo afecta al sector “subprime” sino que ha llegado al corazón de los préstamos hipotecarios. Estas dos firmas fueron rescatadas por la Reserva Federal y el Tesoro norteamericano, plan que contó con la aprobación del Congreso. Este salvataje implicó un gasto millonario para el Estado norteamericano. En la misma semana, IndyMac Bank, una importante hipotecaria con base en California, pasó a ser controlada por las autoridades federales. Su debacle es una muestra de la profundidad de la crisis inmobiliaria y financiera. La economía, como mostraron las últimas correcciones del PBI, ha tenido un crecimiento negativo en el último trimestre de 2007, y se ha recuperado en el segundo trimestre de este año gracias al paquete de estímulo que sostuvo de alguna manera el consumo de los hogares. Pero sin éste, es de prever que la economía siga su espiral descendente como muestran el crecimiento del desempleo, la caída de los ingresos de los trabajadores frente a la disminución de las horas extras, el aumento de los trabajos part time y, fundamentalmente, las caídas brutales de las ganancias de las empresas como es el caso de Ford o General Motors.
La crisis se ha propagado con fuerza a Europa comenzando por el Estado Español, donde la cesación de pagos de la inmobiliaria Martinsa-Fadesa ha sido la más grande en la historia de ese país. El precio de los terrenos se ha desplomado a medida que se detiene la construcción de nuevas viviendas. Hay bancos en la picota como la Caja Madrid y el Banco Popular con una fuerte exposición a la suerte de las constructoras y a las cédulas hipotecarias. Mientras tanto, el desempleo está creciendo, y ya ha alcanzado al 10,44%, transformándose en el más alto de toda Europa, lo que implica que casi 70.000 personas se quedan mensualmente sin trabajo. La economía europea se está desacelerando de forma peligrosa bajo los efectos del alza del petróleo y el euro fuerte, y corre el riesgo de estancarse e incluso caer en una recesión, en una coyuntura de inflación récord, según los últimos indicadores y la opinión de expertos. Si se concreta ese escenario, sería la primera vez que se registra recesión en la zona euro desde su creación en 1999. En el mejor de los casos, se prevé un crecimiento mínimo del 0,1% del PBI en el segundo y tercer trimestre, muy lejos del 0,8% registrado en los tres primeros meses del año. Lo que sí está claro es que la recesión ya ha comenzado en el sector industrial, una tendencia que difícilmente se revierta, a menos que comience un retroceso significativo de los precios del petróleo.
En otros países como Nueva Zelanda y Australia y Japón también se han comenzado a sentir con distinta intensidad los efectos de la crisis. En síntesis, aunque aún no estamos ante una recesión global, los últimos datos de la economía internacional, sobre todo de los países centrales, indicarían que su probabilidad es creciente. En este marco, la idea de que los países del llamado BRIC (Brasil, Rusia, India y China), especialmente China e India, y otros “mercados emergentes” pueden desacoplarse fácilmente parece cada vez más falsa. Los lazos comerciales y financieros, los precios de las commodities, la sequía crediticia, los bruscos parates o la reversión del flujo de capitales, los efectos monetarios y la caída de la confianza de los negocios, van a implicar una fuerte desaceleración en estos países que, por ahora, están sosteniendo la demanda de la economía mundial.
En el caso de China, la presión de la escasez de crédito, de la debilidad del dólar y del aumento de los costos salariales ya está provocando el cierre de fábricas en los corazones industriales del país -Guangdong y Zhejiang, al sur de Shangai-, que han creado el milagro económico de los últimos años. A esto se agregan los temores por los préstamos de baja calidad que podrían comprometer a los bancos.

Los efectos políticos y sociales de la crisis

El desarrollo de la crisis económica pondrá a prueba las bases de la estabilidad política en importantes países imperialistas. Este es el caso del Estado Español, donde la crisis será un test para el régimen de la transición y sus dos patas, el PSOE y el PP, ya tensionados en el terreno de la política exterior, y podría reabrir nuevas disputas con las nacionalidades autonómicas.
El recurso en Italia al populismo de derecha de Berlusconi y la Liga Norte con sus políticas xenófobas, no puede comprenderse sin tomar en consideración la fuerte pérdida de competitividad de la economía del país frente a otros socios europeos como Alemania, y los perjuicios que le ocasiona el euro fuerte, que le hace perder mercado en el terreno de las exportaciones de nivel tecnológico medio (como línea blanca, entre otros), donde compite cabeza a cabeza con las mercancías asiáticas. En el marco de un crecimiento que se aproxima a cero, el recurso a la búsqueda de chivos expiatorios, como los trabajadores inmigrantes, es lo único que puede alinear a las clases medias arruinadas detrás de las políticas patronales.
En EE.UU., es probable que la crisis dé lugar a una polarización social que ya se está insinuando. Sectores significativos de las clases medias acomodadas, que se habían desplazado a los suburbios huyendo de la superpoblación de las ciudades, hoy no pueden sostener ese estilo de vida. El aumento del precio de los combustibles y de la energía en general y, fundamentalmente, la crisis inmobiliaria y la sequía crediticia, están liquidando la proliferación irracional y poco productiva de grandes casas y mansiones en los suburbios de EE.UU., que requieren un alto consumo de energía para su calefacción y tienen excesivos costos de transporte -en ausencia de transporte público- para llegar a los centros de de trabajo, de negocios o de producción. Políticamente esto va a afectar y es un duro golpe a las condiciones de vida de las clases medias altas, la base social conservadora y reaccionaria del neoliberalismo y de las políticas militaristas de EE.UU. Por otro lado, las encuestas de opinión muestran una preocupación sin precedentes sobre la distribución del ingreso y la movilidad económica. Estos sentimientos, junto a los abusivos rescates con dinero público del sistema financiero, al que irónicamente se ha comenzado a llamar “socialismo para los ricos y Wall Street”, augura una difícil situación para el futuro presidente de EE.UU., independientemente de quién resulte electo.

Una muestra de los tiempos por venir: la debacle de la ronda comercial de Doha

La ronda de Doha venía herida de muerte desde la reunión de Cancún en 2003 cuando explotaron las divergencias en el terreno agrícola y comercial de EE.UU. y la Unión Europea (UE) por un lado, frente a los países semicoloniales o dependientes, encabezados por India y China y, en ese momento, Brasil. Cinco años después, en Ginebra se realizaron sus “exequias oficiales”, abriendo la peligrosa perspectiva de una vuelta al proteccionismo.
Esta vez, en medio de una grave crisis alimentaria global, la traba provino de la demanda de EE.UU. que exigía a India la apertura total en alimentos, mientras que éste sigue subsidiando a su poderoso sector agrícola. Pero en el cuadro de situación más general, los países semicoloniales y dependientes no quisieron sacrificar su seguridad alimentaria. Iguales trabas fueron puestas por otros países a los productos manufactureros. Para Edmund Conway, editor de economía del The Daily Telegraph, el colapso de la ronda de Doha constituye “el mayor golpe a la globalización desde el fin de la guerra fría”. La aceptación de las exigencias de EE.UU. y la UE (quienes subsidian fuertemente su sector agrícola) hubiera “instalado una situación donde la furia del campesinado podría poner en peligro el equilibrio político, y aun la estructura misma” de China, de acuerdo con el centro europeo De Defensa. Lo que está detrás de esta política de China e India es el temor a una recesión o una fuerte desaceleración de la economía mundial. Como dice el informe citado, las “exportaciones de China representan 40% de su producto interno bruto y queda claro que los políticos en Pekín y Nueva Delhi temen una desaceleración que cierre las fábricas, reduzca las válvulas de escape de la migración a las ciudades, transformando al migrante rural en un integrante potencial de una turba”.
Estas perspectivas pueden ser desastrosas para la economía mundial capitalista y para el equilibrio geopolítico que gobierna la llamada “globalización”. Como plantea un analista del Financial Times: “En las últimas décadas la apertura de los mercados y la creciente interdependencia económica ha sido una fuerza de estabilidad geopolítica así como de creciente bienestar económico para los más pobres del mundo. Nosotros aprendimos al comienzo del siglo XX que la globalización no ofrece ninguna garantía contra la guerra. Pero la dependencia económica mutua provee un poderoso incentivo para resolver las diferencias políticas. Las presentes tensiones de la economía mundial, notablemente el desequilibrio entre la oferta y la demanda de materias primas y el creciente clamor proteccionista amenaza este progreso”(“Blindfolds that wrecked a deal to boost global trade”, Philip Stephens, Financial Times, 31/7/2008). Los antecedentes de las negociaciones sobre el cambio climático, la no proliferación nuclear, la seguridad energética y el reciente fracaso de la agenda de Doha, entre otros, parecen confirmar estos temores.

Perspectivas: ¿Hacia una ruptura del equilibrio capitalista?

Las perspectivas de la crisis económica, que aún está en sus inicios, continúan siendo inciertas. Una hipótesis es que se instale una situación de crisis más prolongada y profunda que las dos anteriores en EE.UU. (esto es, las crisis de 1990-91 y de 2000/01) y que se prolongue la recesión o las tasas muy bajas de crecimiento económico en los próximos años. La otra hipótesis es que la crisis actual tome dimensiones catastróficas, es decir, que termine siendo una crisis similar al crack de la economía de 1929 y a la Gran Depresión, que lleve a una profunda desarticulación del equilibrio del sistema capitalista mundial, es decir, a una situación similar a las que antecedieron a la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Aunque no podemos afirmar que ésta vaya a ser la dinámica, los elementos que ya se han manifestado muestran el carácter agudo de la crisis financiera, que constituye la más importante desde la Segunda Guerra Mundial.
Algunos expertos ya sugieren que al menos un 8% de los bancos norteamericanos están en grandes problemas. Esto significa nada menos que 700 de los 8.500 bancos asegurados por la Corporación Federal de Seguros de los Depósitos Bancarios (FDIC, por sus siglas en inglés). Otro 8 a 16 % está en situación delicada, la mitad de los cuales podría enfrentar la quiebra.
El rescate con fondos públicos de grandes bancos o entidades financieras podría a su vez desencadenar una crisis de financiamiento en EE.UU., ya que los bonos del tesoro norteamericano, considerados como la inversión más segura, podrían ver caer en picada su calificación. El salvataje de la crisis financiera podría tener un alto precio y repercutir en las relaciones entre las potencias imperialistas y los Estados. Los próximos acontecimientos económicos y financieros, nuevas quiebras bancarias y/o corporativas, la política dura del Banco Central Europeo frente a los cimbronazos de la crisis mundial y, fundamentalmente, el hecho de que EE.UU. pueda empezar o no a estabilizarse antes de que la economía asiática se desacelere, podrían inclina la balanza hacia uno u otro lado.


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