martes, septiembre 23, 2008

Teoría y juego de la Revolución cubana


Alejo Carpentier, quizás el más importante de los novelistas cubanos, en su larga estancia en el Paris del siglo XX cultivó amistosas relaciones con la intelectualidad europea. En una de sus conversaciones con el filósofo existencialista y novelista francés Jean Paúl Sartre, éste le trasmitió una idea que luego el autor latinoamericano mencionaría en uno de sus ensayos en que teorizaba sobre la creación literaria. Esta idea cobraba para Carpentier singular importancia, no era otra que el papel que juegan los contextos cuando nos dedicamos a estudiar la realidad, piedra de toque de la creación artística.

Al referimos a los contextos estamos apuntando a las circunstancias objetivas sobre las cuales descansan las relaciones del hombre con el mundo en particular que lo circunda. Obviamente, el tema posee un contenido abiertamente existencial, pues los contextos indican, sin rodeos, la manera específica en que toman asiento la existencia y actividad humanas.
Para Carpentier como creador, los contextos que le interesaban y aconsejaba al joven literato latinoamericano tener conciencia de ellos, eran aquellos sobre los cuales podría descansar una gestión novelística. En las grandes ciudades latinoamericanas, por ejemplo, el contexto de la arquitectura y el modo en que se presenta la iluminación solar con el paso de las estaciones…
Ahora, si intentamos restituir el supuesto criterio de Sartre sobre la importancia de los contextos a un ámbito más teórico, eminentemente filosófico, sociológico, historicista, debemos, sin falta, repetir las primeras conclusiones: todo pensamiento, toda actividad, toda creación humana aparece siempre contextualizada. Es decir, alterada intrínsecamente en su composición por la complejidad de las circunstancias en que tuvo lugar su aparición.
Cuando el pensador francés de formación marxista Louis Althuser elaboró en los años 60’ la tesis de “la contradicción superdeterminado” opino, estaba apelando a un criterio bastante similar. No es lo mismo investigar la lógica pura de una teoría, elaborada por medios estrictamente intelectuales, que investigar la lógica “impura” de la realidad, la cual se desarrolla sometida a las deformaciones que la misma realidad, con sus accidentes particulares, le impone. Son los contextos los que “súper determinan” las contradicciones. La lógica de los acontecimientos, la forma contradictoria en que aparece la relación del hombre con el hombre, con la sociedad, con la naturaleza, funcionan acorde a cada circunstancia, a cada aspecto en particular. Las leyes generales que rigen el comportamiento histórico, los universales vínculos del hombre con la realidad, deben reconocer que esta lógica de relaciones tiene su modo material de existencia en lo concreto - particular. De lo anterior se desprende que aquellas contradicciones que no aparecen nunca superdeterminados son solamente las estudiadas en abstracto por el pensamiento teórico.
Sobre la base de un criterio aproximado, aunque mucho más elaborado –el estudio real de las contradicciones sociales– Althuser explicó el desarrollo desigual de las contradicciones bajo el capitalismo. Dicho de un manera diáfana, existe un desarrolló desigual de carácter ínter capitalista que rige, por ejemplo, las contradicciones entre el civilizado Occidente y el subdesarrollado Tercer Mundo, porque los contextos no son, en ambos casos, los mismos.

La filosofía (Hegel) y el resto de las ciencias sociales han desarrollado una serie de categorías lógicas que les permiten conocer mejor la realidad, pero la han entendido muchas veces desde el lado simple, esencialmente teórico, del problema. El lado complejo, el lado inherente a la realidad en cuanto tal, es aquel donde la lógica de su comportamiento se sumerge en lo concreto – particular, para ser entonces entendida desde ahí, para ser parte consustancial de lo que ahí existe.
Debo enfatizar que con estos criterios no aspiro a cuestionar el lado teórico –universal– de la filosofía, para sumergirme en un positivismo que absolutice el papel jugado por lo inmediato particular a la hora de entender la realidad. Hasta donde puedo explicar la razón de mis propios argumentos, creo seguir en ellos, en parte, el criterio de Althuser, sin embargo tratando de aclarar ante el lector el lado oscuro, reticente de su teoría. Por esto la mención a la supuesta tesis sartreana de los contextos, piedra de toque de la realidad y su relación con el pensamiento teórico.
Toda teoría, la misma filosofía, necesitan de un prerrequisito conceptual para ser formulada. Ese preámbulo radical de cualquier disquisición teórica, es la disposición universal –su capacidad de generalización– que, sin dudas, deben poseer los elementos que la componen. La tesis “sartreana” de los contextos no escapa a este criterio de universalidad. “El contexto” es así un hallazgo del espíritu dialéctico: un concepto universal destinado a explicar el fundamento particular de la contradicción social. Y son las contradicciones, desde el seno de sus contextos particulares, las que engendran las variables del desarrollo (político, civil, cultural) la red dialéctica del movimiento histórico en que se ve sumergida y alzada una sociedad.

DOS

Si se me pidiera ejemplos de lo que estoy diciendo pondría para empezar este: existe una circunstancia objetivamente dada, un contexto de orden geográfico –“un fatalismo”– que condiciona históricamente las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos: la extraordinaria cercanía.
Entonces habría que preguntar, ¿qué es en sí una determinación? Diría, en este caso, que es un orden de facto – un contexto natural o social– que genera para la sociedad o el individuo que lo habita, una lógica de las contradicciones. Las contradicciones son siempre ricas y variadas, recorren un amplio espectro de posibilidades y no todas conducen necesariamente al mismo lugar. Pero para entenderlas a cabalidad no deben separarse de los contextos en particular (geográficos, históricos, políticos, socioeconómicos etcétera) que es donde adquieren rango de hecho material.
Fue el contexto geográfico de “extraordinaria cercanía con los Estados Unidos”lo que nos implicó en una estrecha relación –política, cultural y económica– con la “Nación del Norte” yjustificó el criterio de su proyección hegemónica sobre la República “mediatizada” (1902 - 1959). República mediatizada, cabe entender, por la mediación histórica de la vecina Norteamérica.
El ideario liberal, el culto al modelo político y económico de Norteamérica son síntomas de la proyección hegemónica de Estados Unidos hacia Cuba, la cual contiene caracteres muy especiales y complejos: las fuerzas centrífugas que conducen a la Isla hacia la órbita de esa gran masa continental y las fuerzas centrípetas que la apartan, fundadas originalmente en la disparidad culturaly la oposición de los orígenes históricos. Paradójicamente Cuba conserva en su constitución, raíces culturales muy lejanas geográficamente, transatlánticas: España, la antigua metrópolis, y el África negra. Su condición de isla contribuyó a apartarla en el pasado del conjunto de naciones latinoamericanas en las que existen raíces y problemáticas históricas comunes, mientras sus estrechas relaciones, de casi siglo y medio, con Estados Unidos y sus profundos vínculos de cuatro siglos con España, aminoraron notablemente, en un sentido cultural, su evidente condición geográfica de país caribeño.
El notable contexto geográfico en el que se origina nuestra sociedad insular toma la forma de un retablo operativo en el que transcurre la historia, la vida económica y cultural. No obstante, la experiencia histórica que sacude a la Isla desde mediados del siglo XX no encuentra su única explicación teórica al estudiar los contextos sobre los cuales se produjo la Revolución de 1959. Esa fecha significó el inicio de una historia política, donde se crearon las condiciones para una escalada de las contradicciones sociales que llevó al país al borde del enfrentamiento militar con los Estados Unidos, la ruptura de relaciones diplomáticas y a padecer de un bloqueo económico que pronto sobrepasará los cincuenta años. El análisis sería insuficiente, porque existe una lógica universal que rige el comportamiento dialéctico –en desarrollo– de las sociedades, desde la que se puede ejercer con efectividad la crítica al orden capitalista vigente.
Por eso es necesario salvar en el hombre su noción de universalidad, la unidad de sus concepciones teóricas, abstractas y genéricas, situada más allá de los contextos en que se expresa la vida objetiva. Pero hacerlo de un modo radical en el que se comprenda el privilegio que corresponde a la particularidad social; el fundamento de la razón humana mediante la experiencia práctica y concreta.
La experiencia política del socialismo del siglo XX pretendió ser la expresión particular del hallazgo de un universal de la filosofía: el concepto teórico, elaborado principalmente por Marx, de la sociedad comunal surgida sobre la negación dialéctica de la propiedad privada. Pero el socialismo, en su expresión más particular, es eminentemente un problema de índole socioeconómico. Lafilosofía que le dio origen, a partir de una crítica a la economía política del capitalismo y el estudio de las leyes generales de comportamiento histórico, estuvo también contextualizada por los factores que, en la Europa de los siglos XIX y XX, permitieron la formación y desarrollo del movimiento obrero, el surgimiento de sus organizaciones políticas y sus principales experiencias revolucionarias ocurridas progresivamente en Francia, Alemania y Rusia.
Con la Revolución de 1917 en Rusia, se hizo visible una nueva postulación teórica incrustada en las tesis marxistas y leninistas de la revolución proletaria: la vanguardia política. O sea, un grupo selecto de hombres sometidos a una rígida disciplina partidista, los cuales estarían instrumentalmente capacitados por la teoría y la organización para dirigir el movimiento de masas y tomar directamente el poder –en el momento oportuno– en nombre de “los intereses generales del proletariado”.

TRES

Si nos atenemos al período que encierran las fechas de julio de 1953 (ataque al cuartel Moncada) y enero de 1959 (triunfo de la Revolución cubana) las cuales fueron momentos de principal importancia dentro del cronograma de la insurreccióncontra la dictadura de Fulgencio Batista, observaremos el accidentado proceso de constitución de una vanguardia política. Sin embargo, una vanguardia carente, en sus orígenes, de nexos social – organizativos con el movimiento obrero y sindical, desprovista además del modo de organización interna y los cuadros políticos e ideológicos típicos de los partidos comunistas.
Una sui generis vanguardia revolucionaria decantada del proceso mismo de confrontación con la dictadura y donde su programa político no era esencialmente social, pues se revestía de un amplio proyecto ético – libertario que alcanzaba, en su ideario, a todas las clases vivas y grupos sociales del país: el saneamiento moral de la sociedad, el fin de la corrupción administrativa, la vindicación de la soberanía nacional… Y lo anterior montado sobre una plataforma pluralista nacida del pacto de las organizaciones beligerantes (el movimiento “26 de Julio”, el “Directorio estudiantil” etcétera) con la tradicional oposición democrático burguesa, donde se acordó luchar por el fin de la dictadura y la posterior rehabilitación de la constitución socialmente más avanzada del período republicano, la Constituyente de 1940.
El Che Guevara, una vez instalado en el poder en la Cuba de los años 60’, reconoció implícitamente, en sus esbozos teóricos sobre la Revolución, que la máxima de Lenin “sin teoría revolucionaria no hay acción revolucionaria” no se había cumplido en el proceso históricorecientemente vivido por él y sus compañeros de armas. Los revolucionarios de 1953 – 59 habían derrotado una dictadura, pero lo habían hecho carentes de una ideología definida. Sí la tuvieron, en cambio, los antiguos cuadros políticos del bolchevismo en Rusia o de la social democracia revolucionaria alemana en 1918. Ante semejante “anomalía histórica” el Che adelantó esta hipótesis (no estoy citando textualmente): es posible la revolución, aunque se ignore la teoría, si se interpreta correctamente el momento histórico, se actúa en consecuencia y sabemos servirnos adecuadamente de las contradicciones sociales.
No basta, por tanto, con el conocimiento de leyes generales que dicen regir la historia y la sociedad, pues podría resultar en algo completamente abstracto, es necesario también comprender a cabalidad la situación específico – concreta. Es posible entonces para un grupo de hombres liderar una revolución, si se posee el modo de prever la marcha lógica de los acontecimientos, pudiendo diferenciar con sabiduría lo esencial de lo accidental e intuyendo el momento concreto en que se debe, y se puede, actuar, intervenir con relativa certeza –evaluando de antemano los resultados– en el proceso galopante y difícil de la historia. Es en fin, el eterno corsi e ricorsi que guía la vida de los revolucionarios… La vida como la historia es recurrente.
El Che, en una de sus recurrentes interpretaciones sobre la Revolución, señaló que el ataque al cuartel Moncada en 1953 había actuado como una profunda incisión en la sociedad cubana. Es decir, se había producido allí –en años anteriores a la experiencia militar de la Sierra Maestra– una importante colisión que puso tempranamente a prueba la capacidad de respuesta del gobierno de facto, demostrando sus fallas internas, mientras lo deslegitimaba públicamente y creaba condiciones políticas para el liderazgo opositor de Fidel Castro.
Fue desde el seno mismo de estos contextos, unas instituciones civiles y una prensa democrático – burguesa violentadas por el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 pero no suprimidas y la torpe y sangrienta represión policíaca que siguió a los hechos revolucionarios de julio de 1953, que comenzó a gestarse una vanguardia reunida alrededor de un gran liderazgo. Que el ataque al cuartel militar terminara en desastre para los revolucionarios no negaba su significado abiertamente político, pues fue un hecho que conmocionó a la opinión pública. Fidel Castro se convirtió, para los efectos de la prensa nacional, en el “personaje público número uno” y el juicio llevado a cabo contra los sobrevivientes del Moncada fue definido por la propaganda como “el juicio del siglo”. Las palabras pronunciadas por el principal acusado, en la sala del tribunal de Santiago de Cuba, devinieron en programa libertario, sobre el cual se fundó, bajo el liderazgo moral de los principales moncadistas, una organización política – conspirativa: “el 26 de Julio.”
Nos encontramos en el período insurreccional de 1953 – 59 ante una revolución eminentemente política, poseedora de una plataforma democrático –burguesa,bajo la cual se movía, cada vez con más fuerza, un subterráneo proyecto nacional antiimperialista que tenía como vanguardia al sector más radical (jacobino) de la pequeña burguesía urbana.
Los procesos históricos hay que estudiarlos a partir de lo que son, circunstancias concretas sometidas a las leyes generales del cambio y la contradicción. Los contextos socioeconómicos pueden determinar el cambio de signo de una sociedad, pero es a los grupos humanos a quienes corresponde tomar conciencia y políticamente realizar la tarea de la transformación. No puede ser de otra forma. La Revolución cubana no fue el resultado, a la manera de las revoluciones marxistas “clásicas”, de una crisis económica coyuntural. En el país, como en toda región subdesarrollada, existía una crisis económica endémica. Por tanto, las circunstancias económicas para la Revolución siempre estuvieron presentes.
Sin embargo, el proceso histórico de 1953 – 59 fue esencialmente político. Aunque podríamos apuntar: era en la misma consecuencia del ideario político esgrimido en la lucha insurreccional (la intuición del utópos filosófico) en su progresiva radicalización provocada por el desarrollo contextualizado de las contradicciones, que se agitaba el germen del proyecto social de la Revolución. O acaso, ¿qué verdadera revolución política moderna no ha contenido en su ideario, atendiendo a los contextos concretos en que se ha producido, la revolución social? ¿No fue acaso la revolución burguesa en la Francia de 1789 – 93, una gran transformación política que implicó, en su propio devenir, trascendentales consecuencias socioeconómicas una vez que los revolucionarios franceses se hicieron con el poder?
Y, ¿qué pasó con nuestra burguesía nacional que no tomó la dirección del proyecto nacional liberador para desde un punto de vista burgués consolidar la democracia política y parlamentaria –en ese momento en crisis– sanear moralmente al país, acabar con el modo feudal de explotación de la tierra, vindicar al campesinado, crear un Estado de bienestar social e iniciar un proyecto nacionalista de industrialización y comercio?
No es que la burguesía cubana fuera del todo incapaz para ir, junto a su pueblo, a la revolución; es que no la quería, no la necesitaba. Nuestra burguesía había concebido el desarrollo a largo plazo junto a los Estados Unidos. La burguesía cubana es la misma que concientemente no se integró, en la primera mitad del siglo XIX, a ninguno de los proyectos libertarios (bolivarianos) que sacudieron al continente latinoamericano. Por el contrario, hizo causa común, debido a un sistema de dominación económica común, con la metrópolis española. Laetapa nacional liberadora, que abarca casi toda la segunda mitad del siglo XIX, se libró, por parte de los revolucionarios independentistas, no sólo contra España sino contra su aliada económica, la gran burguesía terrateniente criolla.
Ese mismo esquema se repetía en la socioeconomía cubana de los años 50’ y en general dentro del contexto de la historia republicana: la pingüe complicidad entre la supuesta burguesía nacional y la metrópolis de turno.
La burguesía cubana es una de las más inteligentes, sensibles y oportunistas del conjunto de sociedades que integran el hemisferio hispanoamericano. Confiada en la invulnerabilidad hemisférica del sistema capitalista, colocada en una situación de estrecha dependencia a los Estados Unidos, no fue capaz de prever la nueva Revolución que se iniciaba en Enero de 1959, tras haber dejado atrás el “romántico” período insurreccional. Su completa miopía la llevó a la pérdida de sus garantías constitucionales, la confiscación de todas sus riquezas y su propio oportunismo político se volvió contra ella. Ya que prefirió danzar en el lado supuestamente más fácil de la contradicción: plegarse enteramente a la política exterior de Washington, y entonces la lógica de la contradicción la aniquiló. Los revolucionarios, con Fidel Castro a la cabeza, simplemente fueron los agentes históricos (los elegidos por el materialismo dialéctico) de ese brutal aplastamiento.

CUATRO

Hay una sentenciosa frase de León Trosky que puede esconder una falacia: “Las crisis de la humanidad son las crisis de su vanguardia revolucionaria”. Lafrase sin dudas magnifica el papel de la subjetividad: si la historia anda mal, es porque algo anda mal en su vanguardia revolucionaria… Pero esto sóloexpresa el valor parcial de una verdad. Porque siempre existe una situación específico – concreta que condiciona la solución revolucionaria que una vanguardia quiera ofrecer a cualquier crisis que atravesara la humanidad.
Una vanguardia nunca se constituye por decreto ideológico, o simplemente por haber dejado teóricamente esclarecido su significado social. Los elementos subjetivos que esencialmente la constituyen, estableciendo el derrotero de su acción política, le pertenecen de una manera objetiva, práctica, contextualizada. Contrario a cualquier exceso de subjetividad, una vanguardia revolucionaria se debe por entero al principio histórico que la ha constituido. Es entonces, desde ese principio, que le entrega una forma y un sentido a su horizonte filosófico, subjetivo, que puede la vanguardia intentar apropiarse del presente y el futuro histórico. De la marcha de las contradicciones que se desatan entre la apremiante subjetividad vanguardista, que llama revolucionariamente al cambio y la transformación, y la realidad material de las condiciones particulares, es que se deduce la viabilidad, o no, de un proyecto social.
Los modos en que se constituyó la vanguardia política de la Revolución cubana delatan la encarnación en ella de un principio histórico, el cual expandió enormemente el horizonte de su acción política. Una vanguardia que, retroalimentándose de las contradicciones desatadas, supo permanecer siempre en la cresta del movimiento dialéctico de la historia.
La vanguardia revolucionaria en la Cuba de los años 50’ vivió un riguroso proceso de decantación social y formación política de sus cuadros operativos; solamente los más aptos sobrevivieron para arribar a posiciones principales de dirección política. La concepción de la vanguardia, elaborada previamente por la teoría leninista, dejaba de ser, con la experiencia cubana, un postulado ideológico para convertirse en el hallazgo dialéctico de un proceso social singularmente condicionado.
La guerra contra la dictadura se ganó política y militarmente. Jamás las circunstancias políticas pueden ser excluibles de una experiencia militar. En un proceso armado, donde los protagonistas ejercen la crítica –social– de las armas, los factores que se despliegan a su alrededor, manejados con pericia por el grupo insurgente, cumplen indistintamente una función militar.
Podemos decir entonces, que la audacia de las empresas bélicas de la guerrilla, en un momento histórico en que se pensaba que era casi imposible una victoria popular sobre un ejército moderno (ver a F. Engels y su interpretación de las luchas populares en la Francia de 1848) fueron el gran catalizador de una crisis política. Mientras tanto, la guerrilla había encontrado en las montañas y en los campos un extraordinario aliado: el vilipendiado campesinado, nervio fundamental de la radicalización social que comenzaba a operar en la Revolución.
Con la guerra, la zafra azucarera andaba mal, había un clima de tensión en las ciudades provocado por la represión policial y las acciones incontrolables de la guerrilla urbana. La gran ofensiva sobre la Sierra Maestra –el bastión rebelde– por parte de miles de soldados del ejército batistiano (ampliamente publicitada por la prensa oficial) fracasó estruendosamente, dejando un saldo para el Régimen de desprestigio político y graves secuelas morales. El Che Guevara, en los días finales de diciembre del 58’, ocupó con la guerrilla la estratégica cabecera provincial de Santa Clara, situada a menos de cuatrocientos kilómetros al este de La Habana…
Bajo estas circunstancias la burguesía le retiró su apoyo a Batista y lo presionó para que buscara una solución política a un problema político y militar; la embajada norteamericana hizo lo mismo. Batista impotente, corrupto general de un ejército militarmente desmoralizado, abandonó el país en la madrugada del 1ro de Enero de 1959Se creó en La Habana, con la huída sorpresiva de Batista, un espacio político de vacío. Los políticos burgueses buscaron apresuradamente llenarlo mediante las premisas de la legalidad abstracta y con el apoyo sempiterno del gobierno norteamericano. En ese mismo instante, desde la recién ocupada plaza de Santiago de Cuba, Fidel Castro rechazaba categóricamente cualquier intento de mediación y reclamaba abiertamente la raíz popular de la Revolución, señalando al corazón de la utopía social. Para solucionar la crisis los mismos líderes burgueses llamaron, para formar gobierno, al líder guerrillero a La Habana.
El recorrido seguido por los revolucionarios de mil novecientos kilómetros por la carretera central, desde las estribaciones de la Sierra Maestra en Santiago de Cuba a La Habana, se convirtió, desafiando todo cálculo, en un jamás visto y espontáneo plebiscito nacional. La situación se le iba sorpresivamente de control a la burguesía. Cuando la caravana de combatientes entró en la capital la vanguardia revolucionaria era ya la vanguardia indistinta de las masas populares. Terminaba el período insurreccional; comenzaba la Revolución.

(…)

De todo eso hoy sólo nos quedan los restos fosfóricos que dejara una inmensa pleamar… Se ha cumplido medio siglo de la vieja Revolución, pero el pensamiento filosófico aún no se ha dispuesto a extraer consecuencias formalmente bien constituidas de lo que fue, sin dudas, el hecho más radical de la historia de Latinoamérica y uno de los grandes fenómenos sociales del siglo XX.
Remedando a Hegel, se puede decir que todo lo que está sujeto al devenir histórico tiene la tendencia de volverse cada vez más racional. De la misma manera, aquello que se anquilosa, como costra de la historia, revela, a la larga, su irracionalidad. Sólo lo que está implicado esencialmente en el movimiento de la historia es racional y es también real. No puede ser de otra forma.
El pensamiento liberal de la contrarrevolución ha presentado con énfasis nuevas pruebas historiográficas de la nación cubana, con las cuales busca desmontar teóricamente el proyecto revolucionario histórico, queriendo mostrar sus fallas, sus niveles máximos de irracionalidad. Es, por tanto, la burguesía cubano americana, según criterios implícitos en el pensamiento liberal, la llamada a liberar en la Isla, con un triunfo largamente acariciado, todo el contenido de su “racionalidad”: la libre concurrencia económica y la completa inserción de la nación en el sistema global capital – monopolista.
Obviamente, no se trata en absoluto de un proyecto de liberación. Se trata, en estricto, de un proyecto de dominación montado por la plutocracia de Miami, en alianza con el actual gobierno norteamericano y la extrema derecha española. Cuba, qué duda cabe, es el gran trofeo del proyecto geopolítico de la neoburguesíacubano americana.
Un proyecto de dominación política, económica e incluso cultural – propagandístico muy bien pensado, por parte de una burguesía colocada desde hace decenios en suelo norteamericano. Una burguesía desterritorializada, ambiciosa, inescrupulosa, dotada de una agresividad infrecuente, con aires de gestión universal, competitiva como pocas y formada, en su pujanza, bajo el brillante magisterio de la gran burguesía que le diera cobijo territorial y de la cual aprovechara sus propias fuerzas técnicas y productivas. Una burguesía concebida políticamente como un fenómeno flotante, sin estorbos nacionales, radicada en el extremo más radical del neoliberalismo, con una proyección ideológica nítidamente neomcarthysta y cargada de una necesidad intrínseca de revancha, de rencor histórico sin límites…
Por nuestra parte es mejor seguir pensando en aquello que el poeta y amigo, ya fallecido, Ángel Escobar llamó “las pascalianas razones”. ¿Es posible, a estas alturas de la historia, regresar al corazón tan lastimado de la utopía? ¿Volver a él para hacer causa común con los pueblos que padecen una humillación cultural de siglos? Volver para encontrar el núcleo racional de toda aventura humana –el utópos platónico–: La libertad intransferible e innegociable, jamás mediatizada.
Creo que es ahí donde las leyes históricas se vuelven francamente universales e inciden en la actuación, en específico, de cada hombre, de cada nación y en los diversos grupos humanos. Y es en el apego a esas leyes generales que rigen el comportamiento de nuestra especie, que se apacigua al monstruo positivista de lo concreto – particular. Porque se le entrega sentido, significado, organicidad, historicidad; continuidad. Esto último lo sabe muy bien el duende generoso, incansable y feliz de la Dialéctica; el gnomo racional, inquieto guardián del oro profano y filosófico: Nuestra historia nacional.

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