domingo, octubre 19, 2008

LAS 27 VÍCTIMAS DE LA VERGÜENZA


La guerra sucia del GAL se prolongó durante cuatro duros años

Los GAL cometieron entre 1983 y 1987 más de 40 atentados, en los que murieron 27 personas y resultaron heridas otras tantas. Esta semana se han cumplido 25 años de la aparición de esta organización parapolicial financiada con dinero público por el Estado español
esta semana se han cumplido 25 años de la aparición de los GAL. El secuestro y posterior asesinato de los refugiados vascos Joxean Lasa y Joxi Zabala marcó el inicio de cuatro largos años (desde octubre de 1983 hasta julio de 1987) de atentados indiscriminados a manos de los GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación). Unas siglas sobre las que se han escrito chorros de tinta, y, sin embargo, hoy siguen sin esclarecerse la mayoría de los 27 asesinatos reivindicados por esta organización parapolicial creada para combatir a ETA y financiada por las arcas públicas a través de los fondos reservados del Estado español. Pese a ello, jamás se ha reconocido públicamente que son víctimas del terrorismo de Estado que se ejerció durante los años más negros de la democracia española. Son las víctimas de la vergüenza y recuperar la memoria histórica de las víctimas de la guerra sucia incomoda. Supondría resucitar el peor fantasma del PSOE, cuyos dirigentes se empeñan en olvidar.
Quienes no olvidan son los familiares de los 27 asesinados y los 27 heridos en los más de 40 atentados que cometió el GAL durante la guerra sucia.
Las primeras acciones de esta organización parapolicial coinciden cronológicamente con la irritación de los mandos policiales y militares españoles ante la muerte del capitán de Farmacia Alberto Martín Barrios a manos de ETA (p-m). Horas antes del hallazgo del cadáver del capitán, cuatro policías españoles fueron detenidos por la policía francesa en Hendaia cuando intentaban secuestrar al presunto miembro de ETA José María Larretxea, siendo liberados por el Tribunal de Pau semanas más tarde.
Cuatro días antes de la muerte de Barrios, la noche del 15 al 16 de octubre de 1983, desaparecieron Lasa y Zabala. Fueron secuestrados en Baiona y torturados por la Guardia Civil en el Palacio de La Cumbre. Sus cadáveres no fueron identificados hasta once años después, tras ser hallados en un paraje de Alicante rodeados de cal viva. Éste fue el primer crimen de los Grupos Antiterroristas de Liberación, pero estas siglas no se dieron a conocer hasta diciembre con el secuestro del industrial vecino de Behobia, Segundo Marey.
Marey fue raptado por equivocación el 4 de diciembre del 83. Los mercenarios contratados por el GAL lo confundieron con el presunto miembro de ETA Mikel Lujúa, por lo que le dejaron en libertad diez días después. Este mismo mes, el día 19, el GAL reivindicó, por primera vez a través de un comunicado, la muerte de Ramón Oñederra, Kattu .
VÍCTIMAS DEL AZAR En los años posteriores, el GAL actuó indiscriminadamente, cometiendo multitud de errores y chapuzas en sus acciones. Su objetivo eran los activistas de ETA, pero en su lista negra hay personas asesinadas sin ninguna significación política; un bailarín, un trabajador ferroviario, jóvenes ecologistas. Incluso dos niñas de tres y cuatro años resultaron heridas en el brutal atentado contra el bar Batzoki de Baiona.
Todas las acciones armadas fueron cometidas en Iparralde, salvo el asesinato del pediatra y dirigente de HB, Santi Brouard, que conmocionó a la sociedad vasca.
Durante 1984, los comandos de mercenarios contratados por el GAL asesinaron a nueve personas. En 1985, mataron a once personas y en los dos años siguientes, su actividad armada se redujo a un par de acciones. Los GAL pararon su actividad al constatar que el Gobierno francés comenzaba a extraditar a miembros de ETA. El asesinato en Hendaia del trabajador ferroviario Juan Carlos García Goena -una vez más un ciudadano sin ninguna relación con ETA- puso fin en julio de 1987 a la guerra sucia del GAL.
Una 'guerra' cuyas entrañas ha sido objeto de distintas investigaciones periodísticas; Ricardo Arqués, Melchor Miralles, Antonio Rubio, Manuel Cerdán, Mikel Aramendi, Teresa Toda o José Luis Morales, entre otros, destaparon en sus libros el GAL, incluso se llevó a la gran pantalla. No obstante, hoy sigue sin conocerse toda la verdad. Un derecho que reclaman las víctimas, mientras el Estado español sigue mirando hacia otro lado cuando escucha pronunciar las siglas de la vergüenza.

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