domingo, octubre 26, 2008

Paracuellos y Carrillo


La fachenda,con su tediosa cantinela de Paracuellos nos da la razón a los rojos

De los ultras nostágicos del franquismo no sabría yo decir qué es lo que me desagrada más, si su malos instintos o su incurable tontería.
Me resulta, desde luego, muy repugnante su refinada indecencia, la absoluta falta de sensibilidad simplemente humana que muestran estas gentes ante los mayores crímenes que se cometen en el mundo, siempre y cuando los responsables de esos crímenes sean sus ídolos imperialistas o los cómplices periféricos de sus ídolos. Por más que lo he intentado, no consigo acostumbrarme a que siempre y en todas partes den estos individuos por principio la razón al rico contra el pobre, al de arriba contra el de abajo, al fuerte contra el débil, al policía contra su víctima, al blanco contra el coloreado, al hombre contra la mujer. Semejante moral de chacales, distintiva de la "ultraderecha de toda la vida", nunca he podido acabar de asimilarla y, como es natural, me revuelve de mala manera la sangre en las venas.
Pero yo diría que, con todo y con eso, lo que peor aguanto de estos elementos, lo que me los hace definitivamente insoportables y odiosos es que sean por lo visto incapaces de enterarse de las cosas, de pensar un poco con la propia cabeza, de ponerse a un nivel intelectual situado un milímetro, al menos, por encima de las amebas. Son, en general, más tontos que Abundio, como suele decirse. Lo cual, teniendo en cuenta su deleznable condición moral, a mi no me produce la menor conmiseración, sino sólo repugnancia, desde luego.
Hay que advertir, sin embargo, que esta llamativa tontería sin fisuras distingue únicamente, en general, a los "ultras de base", a los carcas de a pie, para entendernos. Sus jefes e ideólogos son bastante más avispados y, a veces, incluso inteligentes, he de reconocerlo.
Pondré el clásico ejemplo de Paracuellos y Santiago Carrillo, caso célebre con el que estos oligofrénicos individuos vienen dándonos la barrila desde hace unos 66 años, mes arriba mes abajo.
Da igual que, según los estudiosos más solventes -Julián Casanova, Javier Cervera et alii-, resulte ya insostenible atribuir al joven Santiago Carrillo la responsabilidad directa en los crímenes de Paracuellos de finales del 36. Da igual que los comunistas consideremos, por otro lado, que ese nefasto dirigente político fue en cambio el directo inductor y responsable de otros crímenes abominables contra ciertos camaradas, como Trilla, Monzón y Comorera, a los que ordenó asesinar fríamente. Da igual que ese socialtraidor fuese elemento clave -como ha reconocido el mismísimo Bi-Borbón- en la puesta a punto de ese indecente chanchullo histórico llamado Transición, gracias al cual se hizo imposible la ruptura democrática y pudo realizarse la voluntad del Caudillísimo de que todo permaneciese atado y bien atado en el cortijo ibérico. Da igual que, por este y otros favores semejantes hechos por Carrillo y los carrillistas a la ultraderecha del régimen, personajes del franquismo puro y duro como Rodolfo Martín Villa y Manuel Fraga Iribarne se lo agradecieran abiertamente, sellando con él una cálida, eterna amistad.
Los "ultras de base", en su incurable necedad, han sido siempre incapaces de reconocer todo esto. No han comprendido nunca y siguen sin comprender lo mucho que le deben a Carrillo y al carrillismo. Y siguen blandiendo como estúpidos papagayos la consigna "Carrillo = Paracuellos".
Pero no es eso lo que mejor revela la profunda idiocia política que demuestran estos cavernícolas de a pie aireando todos los días el asunto de Paracuellos. Lo más significativo de esa aburrida cantinela es que, con ella, los cernícalos estos parece como si se propusiesen probar que los rojos solo cometieron durante la guerra ese crimen destacable. Es decir, parecería que estuviesen empeñados en decir la verdad y en dar la razón a los rojos cuando insisten --cuando insistimos-- en que las más numerosas y mayores barbaridades, los más memorables y horrendos crímenes cometidos durante la guerra y después de ella fueron obra de los fascistas. Los rojos, los republicanos y los demócratas, cuando hablan o escriben sobre la guerra, pueden, en efecto, sacar a relucir infinidad de hechos a cual más monstruoso protagonizados por los fascistas a lo largo y ancho de la geografía nacional, y tanto en el transcurso de la guerra como durante muchos más años después de acabada la guerra. Los fachas, en cambio, solo pueden reprocharnos a fin de cuentas un hecho criminal indudablemente grave: el de Paracuellos.
Sin querer, estos mendas están reconociendo así constantemente la realidad esencial de nuestra guerra. Y son tan tontos, tan tontos, que ni se dan cuenta siquiera de la excelente propaganda -la mejor propaganda, basada en la verdad- que nos hacen a los antifascistas.

Lemuel | Para Kaos en la Red

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