jueves, noviembre 13, 2008

Fundadores del socialismo: 1. August Bebel


Imagino lo que hubiera pensado Pablo Iglesias al escuchar esas declaraciones del Montilla, según la cual la agitación social lo que hace es asustar a los inversores. Tampoco resulta difícil hacerse una idea de lo que hubiera dicho cuando al escuchar en un congreso de “comunistas” (el de EUiA), a alguien que afirmaba desde la tribuna (y sin ánimo de ironía) que Montilla defendía a los trabajadores cuando lo suyo son los inversores…Seguramente, habría dudado de aquella lucha que emprendió como continuación de la Iª Internacional, o habría dicho lo que a algunos nos habría gustado decir tomando aquel ejemplo evangélico de Jesús expulsando a los mercaderes del templo.
Y es que, viendo hasta donde ha caído la palabra socialismo, hubo un tiempo en que la palabra asustaba a los poderosos. Era el tiempo de los leones, de militantes como August Bebel (Colonia, 1840-Berlín, 1914), sin duda, el más respetado "padre" de la socialdemocracia alemana y se la Internacional Socialista hasta su muerte. Nació en el seno de una familia muy modesta, su padre era en aquellos momentos sargento, y le dio la educación sucinta y elemental a la que podía aspirar la gente llana. Aunque obtuvo una pensión para continuar sus estudios en la escuela superior de Wetzler, Bebel se vio obligado a abandonarla para entrar a trabajar en un taller de un maestro tornero, donde durante cuatro años hizo su aprendizaje. Después de haber recibido el título de "compañero" a los 18 años, emprendió la peregrinación por el país, siguiendo una antigua tradición del "compañerismo"; entre 1858 y 1860 recorrió Alemania del Sur y Austria, ejerciendo de ciudad en ciudad su oficio. Volvió a Leipzig para hacer el servicio militar, después de lo cual se estableció como maestro tornero, creando más tarde con otro compañero un taller de tornería. De esta manera cumplió todo el ciclo de su oficio artesano ciudad por ciudad. Comienza como militante de la Federación de las Sociedades Obreras Alemanas, siendo entre 1867 y 1869 presidente de la "'delegación permanente".
Su primera opción política es vigorosamente antisocialista, teme por la decadencia del artesanado y se aferra a sus valores. Sin embargo, su inteligencia abierta y poderosa le lleva hacia el socialismo donde le encontramos en 1868 en el Congreso de Nuremberg de la sección alemana de la AIT, en el que a propuesta suya se vota la adopción de los Estatutos de la Internacional y los del Manifiesto Comunista, como base teórica de lo que va a ser el embrión de la socialdemocracia alemana que Bebel funda junto con Wilhem Liebknecht. Ya a la cabeza del partido es elegido para representar el socialismo en las elecciones del Parlamento de la Alemania del Norte, y dos años más tarde pasa tres semanas en prisión "por propagar doctrinas peligrosas para la conservación del Estado".
No será esta su última condena de este hombre que temía sus errores cuando sus adversarios de clase le aclamaban. Soportó todas las medidas represivas de Bismarck, ayudando a aumentar la influencia del partido en la ilegalidad. Durante la guerra franco-prusiana se negó junto con Liebknecht a votar favorablemente los créditos de guerra exigidos por el "canciller de hierro", y cuando después de ser vencido Napoleón IIIº, clamaron denunciando el militarismo prusiano. Su solidaridad con la Comuna de Paris fue total. Bebel dijo en el Reichstag: "La Comuna no es más que una escaramuza de avanzada, sí se compara con la explosión revolucionaria que incendiara Europa y liberará a la humanidad do la opresión capitalista". La burguesía alemana no perdonó esta actitud de los socialistas y en mayo de 1872, Bebel, junto con Liebknecht y Hepner fue nuevamente condenado a prisión. No ahíto todavía, Bismarck Iogró para él una condena suplementaria de nueve meses. La denuncia del canciller y la docilidad de los jueces, conmovió a la opinión pública. Los socialistas organizaron una amplia campaña de solidaridad, y cuando descubrieron agentes provocadores en sus filas, incrementaron su denuncia contra el poder. Bismarck entonces los persiguió expulsándole ciudad por ciudad. Al salir de la cárcel, Bebel fue expulsado de Leipzig y de Berlín, pero a Bismarck tuvo que tolerar su presencia en el Reichstag, donde los socialistas continuaron hablando claro. En 1886 es condenado de nuevo a prisión, pero a Bismarck le fue ahora difícil encontrar jueces para que se prestaran al juego.
Lafargue dejó este retrato suyo:
“Bebel es un hombre de estatura regular y porte elegante; su cara, de facciones finas y ojos claros y vivos, es dulce, agradable y meditabunda; su barba completa y abundante cabellera, son de color castaño oscuro; tiene la voz armoniosa y expresiva, y con ella domina las asambleas más tumultuosas. Sus mismos adversarios se ven obligados a reconocer que es uno de los más brillantes y sólidos oradores de Alemania, adquiriendo sus discursos en el Reichstag proporciones de verdaderos acontecimientos parlamentarios. Los ataques que dirigió en 1884 a la política militar del Imperio, tuvieron una gran resonancia en todo el país, y prepararon al pueblo alemán a aceptar como una especie de emancipación la caída de Bismarck, que sorprendió a toda Europa.
Bebel es, en la intimidad, un agradable e ingenioso interlocutor, un amable compañero y un padre de ternura infinita. Posee numerosos amigos en Alemania y demás países de Europa y América, queriéndole entrañablemente los socialistas alemanes, que le llaman solamente por el nombre de pila”.
Durante el tiempo que Bebel estuvo en Ia cárcel, su salud sufrió un grave deterioro. Aprovechó esta "universidad de los revolucionarios" para estudiar, entre otras cosas, lenguas extranjeras. Más tarde comentaría que sí Bismarck no le hubiera tenido tanto tiempo en la cárcel, el jamás hubiera escrito tantas obras al servicio del socialismo. Sin embargo, su obra más importante es La mujer y socialismo, una estudio pionero escrito en 1879 que se convirtió en la obra de referencia de los marxistas alemanes, alcanzando cincuenta ediciones en poco más de treinta años, que yo sepa, la última entre nosotros sería la de fontamara como La mujer (Fontamara, BCN), que según Lenin contenía todo lo que puede leerse sobre la cuestión, y aunque es evidente que éste exageraba; sí resulta ser la obra más importante escrita en su época sobre una cuestión sobre la que seguirá siendo una asignatura pendiente en todo la historia socialista. Durante mucho tiempo sería el libro más leído entre los obreros alemanes y fue capital para el desarrollo del feminismo socialista de Clara Zetkin. En este trabajo, Bebel utiliza datos sociales e hipótesis científicas que sorprenden por su amplitud y profundidad, aunque se encuentran actualmente muy superadas. Muchos de sus razonamientos --por ejemplo los que se refieren al trabajo y al aborto--, podrían revisarse en nuestro tiempo a la luz de la evolución histórica, pero esto no es menoscabo para que destaquemos en esta obra unos valores que permanecen: el planteamiento riguroso desde un enfoque socialista, del problema de la condición de la mujer en la sociedad clasista, esbozando los grandes rasgos de sus soluciones bajo el socialismo. La posición de Bebel y los marxistas sobre la mujer contrasta claramente con la misoginia de los primeros ideólogos del movimiento obrero como Proudhon. Este último afirmaba que una mujer igual al hombre significaría el fin de la institución del matrimonio, la muerte del amor y la ruina de la raza humana. El lugar ideal para la mujer era el hogar. Para Proudhon las cosas estaban claras: No hay otra alternativa para las mujeres que la de ser amas de casa o prostitutas. La mujer que trabajaba fuera de su casa estaba robando el trabajo del hombre. Llegó a proponer que el marido tuviese derecho de vida o muerte sobre su mujer, por desobediencia o mal carácter, e demostraba, mediante una relación aritmética, la inferioridad del cerebro femenino sobre el masculino.
Por el contrario, las tesis de Engels expuestas en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado equiparaban la dominación de clase con la dominación de la mujer por el hombre. Para Marx y Engels, la igualdad política entre los sexos era una condición necesaria para la plena emancipación de la sociedad. Además, los fundadores del socialismo científico entendían que la base fundamental de la emancipación femenina era su independencia económica frente al hombre.
En cuanto a los lassalleanos, estos mantenían parecidas posiciones. En el Congreso de Gotha de 1875 rechazaron la propuesta del grupo marxista dirigido por Bebel, que quería inscribir en el programa del partido la igualdad del hombre y de la mujer. El Congreso derrotó a Bebel afirmando que las mujeres no están preparadas para ejercer sus derechos. Opinaban que las mujeres eran criaturas inferiores, cuyo lugar predestinado era el hogar, y la victoria del socialismo, asegurando al marido un salario adecuado para abastecer a toda la familia, las haría regresar a su hábitat natural, ya que no tendrían que trabajar por un salario. Los primeros programas de los socialdemócratas alemanes exigían apenas plenos derechos políticos para los adultos, dejando ambigua la cuestión de si la mujer era considerada adulta o no.
Bebel fue el primer teórico marxista que escribió de una forma específica sobre la mujer: La mujer de la nueva sociedad será plenamente independiente en lo social y lo económico, no estará sometida lo más mínimo a ninguna dominación ni explotación, se enfrentará al hombre como persona libre, igual y dueña de su destino.
En su estudio, Bebel explica las raíces profundas de la opresión de la mujer, las formas que adoptó a lo largo de los siglos, del significado históricamente progresivo de la integración de la mujer en la producción industrial y la necesidad de la revolución socialista para abrir el camino para la liberación de la mujer. El marxista alemán muestra cómo las relaciones de familia se transforman a tenor de los cambios que sufre el modo de producción, cómo la desigualdad social de la mujer es una consecuencia del imperio de la propiedad privada. La aparición de la propiedad privada representa el comienzo de la humillación y hasta del desprecio por la mujer. De ahí que la emancipación de la mujer constituya una parte del problema de poner fin a la explotación y a la opresión social.
Bebel fue igualmente uno de los principales fundadores y animadores de la Internacional Socialista. Con ocasión de la controversia con el revisionismo, mantuvo una actitud condenatoria y los acusó de olvidar completamente al enemigo de clase, y el libro de Bernstein como un atentado contra los principios socialistas, antagónicos con los intereses de la burguesía, no obstante, Bebel rechazó cualquier medida de expulsión contra éste. Su esquema se atenía a la ilusión de que una socialdemocracia unida podría conseguir una mayoría, lo suficientemente holgada para imponer desde el Parlamento medidas fundamentales que llevarían al socialismo. En el marco de la Internacional participó en varios debates célebres. Uno de ellos, .fue con Jaurès, que había criticado a los alemanes de olvidar la reivindicación de la República. August Bebel le respondió que lo importante no era derramar la sangre por la que no era, al fin y al cabo, más que otra forma de dominación burguesa y daba mucho más importancia a los avances de la legislación social.
En 1907 fue Bebel quien redactó en el Congreso de Stuttgart de la II Internacional la resolución en contra de la guerra imperialista, salvo los dos últimos párrafos, introducidos por Martov, Lenin y Luxemburgo, y que se expresaba en los términos siguientes:
“El Congreso confirma las resoluciones de los anteriores congresos internacionales contra el militarismo y el imperialismo, y de nuevo comprueba que la lucha contra aquél no puede separarse de la de clases, en general. Las guerras entre los Estados capitalistas no son otra cosa que consecuencia de su competencia en el mercado mundial, porque no sólo se esfuerza cada Estado por asegurar sus propias vías mercantiles, sino por conquistar otras, sometiendo a su dominación pueblos y territorios extranjeros. Son, además, consecuencia de los armamentos incesantes del militarismo, principal instrumento de la dominación de la clase burguesa y del avasallamiento económico y político de la obrera. Contribuyen a las guerras los prejuicios nacionales, fomentados sistemáticamente por las clases dominadoras para desviar a las masas proletarias de sus propios deberes de clase, como de su deber de solidaridad internacional. Por consiguiente, las guerras constituyen la esencia del capitalismo. No cesarán sino cuando se haya suprimido el régimen capitalista mismo, o cuando impulsen a los pueblos a suprimirlo la inmensidad de los sacrificios en hombres y dinero requeridos por el desarrollo del militarismo y la indignación provocada por la fiebre de armamentos. La clase obrera, donde se recluta la inmensa mayoría de los soldados, y que soporta la mayor parte de las cargas materiales del militarismo, está particularmente interesada en la supresión de las guerras, porque se hallan en contradicción con su objetivo fundamental, que es crear un orden económico basado en el socialismo, el cual realizará la solidaridad de los pueblos…
Por ello considera el Congreso que es deber de las clases laboriosas, y en particular de sus representantes en el Parlamento, revelando el carácter de clase de la sociedad burguesa combatir los armamentos de tierra y mar, rehusar los créditos afectos a los tales y obrar de suerte que se eduque a la juventud proletaria en la idea de la fraternidad de pueblos y del socialismo se la anime una clara conciencia de clase. El Congreso ve en la organización democrática del ejército, milicia popular en lugar de ejércitos permanentes, la garantía esencial de que en el porvenir se harán imposibles las guerras agresivas y se liquidarán con facilidad los conflictos nacionales. No puede la Internacional fijar de un modo rígido la acción que debe la clase obrera ejercer contra el militarismo, y que, naturalmente, ha de ser distinta según los países. Pero su deber estriba en reforzar lo más posible y coordinar la lucha de esta clase contra el militarismo y la guerra. Tanto más eficaz resultará su actuación cuanto más se preparen los espíritus por una agitación incesante y la clase obrera estimule y agrupe los partidos obreros de los diferentes países.
El Congreso está convencido de que, bajo la presión del proletariado, un empleo serio de los tribunales de arbitraje puede reemplazar las lamentables instituciones de los gobiernos actuales y garantizar a los pueblos el beneficio del desarme, que permitirá consagrar a la causa de la cultura los dispendios enormes de dinero y energía devorados en la actualidad por los armamentos y la guerra.
En caso de amenaza de guerra, las clases laboriosas y sus representantes en el Parlamento, apoyándose en la acción de la Oficina Socialista Internacional, deberán hacer cuanto les sea posible para impedir que estalle y emplear con tal fin cuantos medios les parezcan mejores, los cuales han de adaptarse, por supuesto, al grado de intensidad de la lucha de clases y a la situación política general. Si estallara la guerra, a pesar de todo, consistiría su deber en inmiscuirse para hacerla cesar lo antes posible y en servirse de la crisis económica y política provocada por ella, con miras a sublevar al pueblo y precipitar el derrocamiento del régimen capitalista.
Luego esa resolución fue reiterada en los de Copenhague (1910) y Basilea (1912) para resultar finalmente burlada por todas las organizaciones socialdemócratas. Otro debate importante fue sobre la guerra... Bebel veía esta guerra como una "consecuencia natural de las contradicciones económicas de la burguesía y defendió una huelga general para detener sus preparativos, y la revolución, en el caso de que estallara.
Escribió una autobiografía en tres volúmenes que representan un testimonio indispensable sobre su época. Murió antes de comprobar que había sembrado dragones, pero acabó recogiendo pulgas.


Pepe Gutiérrez-Álvarez en Kaos en la Red

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