lunes, marzo 23, 2009

Fundadores del socialismo: Proudhom


Considerado entre los grandes socialistas de su tiempo o más concretamente del “socialismo del 48” o del “socialismo de transición” al parecer de los marxistas, Pierre-Joseph (Besancón,1809-París,1865), sería extensamente editado durante muchos años, a veces desde el exilio, en una producción que nos llegó a cuenta gotas, con obras como la preparada por Víctor García desde México, El pensamiento de P.J. Proudhon (algunos acaban con n otros con m), subtitulada Proudhon según otros y según Proudhon, precedido de un estudio de Víctor…La lista se amplifica con los trabajos de George Gurvith, (Proudhon, Guadarrama, Madrid, 1974), o con la muy ambiciosa de Daniel Halevy, o la Georges Guy-Grand, Pour connaltre la pensée de Proudhom (Bordas, París, 1947)…
Un reconocido historiador del movimiento obrero, Edouard Dolleans escribió otro estudio. Por aquí el estudio más asequible sería el de Tulío Rosembuj Conocer Proudhom y su obra (en la famosa colección Conocer a…de Dopesa, BCN, 1979); Carlos Díaz P. (ZYX, Madrid). A estos habría que añadirles los ensayos de Pierre Ansart, Sociología de Proudhom (Proyección, Buenos Aires); el Henri de Lubac, Proudhom y el cristianismo (un título muy propio del catálogo de ZYX, Madrid). Algunas ediciones próximas de sus obras, fueron sus Oeuvres choisis, edición de Jean Bancal (Gallimard, París). En cuanto a las obras propias cabría anotar Las confesiones de un revolucionario para servir a la historia de la revolución de 1848 (Amicales, México); El principio federativo (Aguilar, Madrid); Sistema de contradicciones o filosofía de la miseria (Júcar, Madrid); Propiedad y federación (Narcea, Madrid); La capacidad política de la clase obrera (Proyección, Buenos Aires), sin olvidar la polémica con Marx con el aporte de Proudhon, Filosofía de la miseria, y la crítica de Karl, Miseria de la filosofía
Este panorama se amplia con una montaña de trabajos que van desde los propios de las historias del socialismo hasta toda clase de ensayos, el caso es que Proudhom fue, con Weitling, el único que pudo ser llamado un «intelectual orgánico», o sea procedente y perteneciente a la clase obrera. Trotsky por ejemplo lo llama el «Robinsón del socialismo» por sus marcados rasgos inclasificables. Tiene que trabajar desde muy pequeño como tonelero, hasta que su propio patrón, cautivado por su brillante inteligencia y por su pasión por los estudios, le facilita su formación. Estudia y viaja por toda Francia para terminar instalándose en París merced a una beca. Pronto se hace notar por una redacción sobre La utilidad de celebrar los domingos. Su inteligencia se muestra precozmente. Es todavía muy joven -diversos autores distinguen entre un Proudhom joven y otro maduro, más conformista- cuando escribe un ensayo que hará refunfuñar a sus profesores: ¿Qué es la propiedad? (Tusquets, BCN, 1977. col. Acracia).
En esta obra célebre (que hoy podría adaptarse con la pregunta, ¿Qué es la privatización?, y la respuesta debería ser todavía más concluyente: la privatización es el robo y a mayor escala), Proudhom tiene el mérito de ser el primero en arremeter contra las mismas bases de la economía política capitalista, mérito que le fue ampliamente reconocido por el que luego sería su crítico más riguroso, Karl Marx (La sagrada familia}. Esta obra, sin duda la más célebre del autor, parte de la consideración de que el único instrumento para crear riquezas es la productividad del trabajo y es sobre esta base como Proudhom estima que hay que plantearse todos los conceptos sobre el valor. Pero la sociedad hace que, por el contrario sea «el propietario el que exige una cantidad como precio del servicio de sus instrumentos, de la fuerza productiva, de su tierra, supone un hecho radicalmente falso, a saber que los capitales producen por sí mismos algunas cosas y haciendo pagar ese producto imaginario reciben un valor por la nada». En este sentido, la propiedad para P-JP es «el derecho de gozar y de disponer» a su antojo del bien de otro, del fruto de la industria y del trabajo de otro. Concluyendo: .la propiedad es un robo"
Pero la crítica proudhoniana de la propiedad como un robo, no implica que abogue por su abolición, al contrario considera que la propiedad privada es resultado del trabajo y el ahorro es «la esencia de la libertad». Así pues, su diatriba apunta contra él "beneficio máximo» capitalista, contra «las rentas, arrendamientos, privilegios, monopolios, primas, acumulación, sinecuras, etc.», pero no contra la propiedad pequeño burguesa. Es por eso que critica muy ásperamente a todos los socialistas anteriores o contemporáneos suyos que, como Owen por ejemplo, son partidarios de una comunidad de bienes y están en contra de la propiedad privada, pues: «La comunidad, escribe, es desigualdad en sentido inverso de la propiedad. La propiedad es la explotación del débil por el fuerte, comunidad es la explotación del fuerte por el débil»
El socialismo de Proudhom, es un socialismo de pequeños propietarios que no quieren vivir de más plusvalía que la de su propio trabajo y que se amparan en el mutualismo. Por ello, Marx le critica el no querer abolir la propiedad sino conseguir que todo sean pequeños propietarios. De ahí que Antonio Labriola no dudara en escribir que Proudhom «además de ser un escritor genial es también un escritor confusionista, y que su pensamiento oscila de una tesis reaccionaria a una tesis revolucionaria», hecho que él mismo nunca negó, puesto que aboga contra todo sistema y se considera por excelencia un ser contradictorio. La categoría hegeliana de la «contradicción» que conlleva la de la "unidad de los contrarios», la entiende el socialista francés como una «paradoja», y su formación sobre la dialéctica hegeliana es bastante sumaria (Bakunin cuenta que se las explicó en una noche de vigilia).
Estas «paradojas», son las de un artesano francés hostil a la burguesía y poco persuadido de la capacidad del proletariado. Como escribe Cole: «En realidad Proudhom aunque insistía constantemente en la capacidad creadora de las clases obreras -se refiere a los trabajadores, pensando sobre todo en el obrero asalariado cuando no en el campesinado que cultiva la tierra y en el artesanado dedicado a una producción individual-, siempre incluyó a los artesanos, maestros de pequeños talleres ya los comerciantes, como miembros de las clases productoras». Estas concepciones, van acompañadas en ocasiones con palabras de menosprecio inconcebibles en un revolucionario.
Comentando la frase de Saint-Simon sobre «la clase más numerosa y más pobres», Proudhom dice que .es «precisamente por el hecho de su pobreza, la más desagradecida, la más envidiosa, la más inmoral y la más cobarde», añadiendo que «la estupidez del proletariado, que se contenta con trabajar, pasar hambre y servir, permite que sus príncipes crezcan gordos y magníficos». La misma actitud toma en relación a la burguesía y la democracia liberal: «¿Cómo puede, escribe, el sufragio universal revelar el pensamiento real del pueblo, cuando este pueblo está dividido por la desigualdad de las fortunas en clases subordinadas unas a otras, votando o por servidumbre o por odio; o cuando ese mismo pueblo, sometido mediante prohibiciones por la autoridad es incapaz, a pesar de su soberanía, de expresar sus ideas o cualquier otra cosa; y cuando el ejercicio de sus derechos se limita a elegir, cada tres o cuatro años, a sus jefes o a sus impostores ?».
El hecho es que el Proudhon militante no siempre se ciñe a los principios desarrollados en sus obras, obras en las que hasta los más conservadores han podido encontrar elementos de su agrado, por ejemplo ramalazos racistas y patriarcales.
Durante la revolución de febrero de 1848, Proudhom trató de hacer una actividad de periodista revolucionario como propagandista del socialismo y llegó a ser elegido para la Asamblea Nacional. El desastre, su equidistancia entre las dos clases fundamentales, sus concepciones «deliberadamente» paradójicas, lo convirtieron ulteriormente en un revolucionario sin clase, sin partido, sin credo. En esta tendencia marcadamente individualista, hay que distinguir oscilaciones tanto de derechas como de izquierda, que se demuestra por su primer entusiasmo delante del golpe de Napoleón III llamado el pequeño, donde veía la encarnación de la revolución social», o en el mismo cuadro, con su oposición irreductible contra la dictadura bonapartista, lo que le lleva al exilio. El anarquismo no tiene mucha fe en la emancipación por gracia del voto. Proudhon es abstencionista, al menos en teoría. Estima que “la revolución social corre riesgo si se produce a través de la revolución “política”. Votar sería un contrasentido un acto de cobardía’ una complicidad con la corrupción del régimen: “Si queremos hacer la guerra a todos los viejos partidos juntos, es fuera del parlamento y no dentro de él donde debemos buscar lícitamente nuestro campo de batalla” “El sufragio universal es la contrarrevolución” Para constituirse en clase, el proletariado debe primero “escindirse» de la democracia burguesa.
En junio de 1848 se deja elegir diputado y atrapa por un momento en el fango parlamentario Dos veces consecutivas en las elecciones parciales de septiembre de 1848 y en los comicios presidenciales del 10 de diciembre del mismo año, apoya la candidatura de Raspail, uno de los voceros de la extrema izquierda, entonces en prisión. Hasta llega a dejarse deslumbrar por la táctica del “mal menor”, y prefiere por ello al general Cavaignac, verdugo del proletariado parisiense, en lugar del aprendiz de dictador Luís Napoleón. Mucho más tarde, en las elecciones de 1863 y 1864, preconiza sí, el voto en blanco pero a modo de protesta contra la dictadura imperial y no por oposición al sufragio universal, que ahora califica de “principio democrático por excelencia”

El anti-sistema proudhoniano consistía, amén de su crítica a la propiedad monopolista, una serie de claves fundamentales, entre las cuales hay que señalar la familia, institución que veneró. Sobre este aspecto, escribió Carr: «Podía rechazar en teoría la Iglesia y el Estado, la autoridad y la propiedad: pero cualquier cosa que afectase a la santidad de la familia despertaba su furia instintiva (…) el que había comenzado su carrera (y conseguido su nombre) declarando que la propiedad es un robo, acabó por denunciar un impuesto sobre la herencia con el argumento de que destruía la familia al transferir su propiedad al Estado». Entiende el concepto de justicia como el «astro rey que ocupa el punto medio de toda sociedad, el polo en tomo del cual surgirá el mundo de la política, la base y el criterio de todos los negocios concernientes a ésta. La justicia, agrega, no es obra de la ley; por el contrario, la ley no es otra cosa que la explicación y la aplicación de la justicia». La justicia es la base de la libertad y con ella «empezará a existir el verdadero gobierno del hombre y del ciudadano, la verdadera soberanía del pueblo, la república».

Pepe Gutiérrez-Álvarez | Para Kaos en la Red

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