miércoles, julio 29, 2009

La verdadera cara de Estados Unidos en Honduras


Ningún hombre tiene derecho a decir a su país “hasta aquí no más llegarás” (Charles Stuart Parnell, 1882)

Hoy se cumple un mes del golpe cívico-militar en Honduras encabezado por el millonario presidente del Congreso, Roberto Micheletti y el general Romeo Vásquez Velásquez. El presidente constitucional Manuel Zelaya fue destituido, arrestado y enviado a Costa Rica por estos dos hombres que decidieron poner límite a la marcha de la nación al futuro propuesta por Zelaya y que fue apoyada por la población. A pesar del rechazo unánime de la comunidad internacional y de organizaciones como la ONU, la OEA, la Unión Europea, el ALBA, la Comunidad Andina, los Países No Alineados, el Grupo de Río, el Mercosur etc., los golpistas siguen con su agenda como si no le importase la opinión mundial pues se saben amparados.
Micheletti y su banda saben perfectamente que todo lo que han hecho y que todas sus leyes nuevas son ilegítimas, al igual como lo supo Pinochet y todos los golpistas como él. Sin embargo, se atrevieron porque contaban con la aprobación de la primera potencia del mundo – Estados Unidos. Esta vez, la señal que recibieron del Gran Patrón para derrocar a un presidente constitucional fue porque se atrevió a orientar su país hacia la Alianza Bolivariana y poner en peligro la existencia de la más grande base Norteamérica en América Central – Soto Cano.
Entonces Michiletti se sintió el “elegido” para hacerlo. Tomada la decisión, el embajador norteamericano en Honduras Hugo Llorens quien admitió haber participado en reuniones en Soto Cano, donde discutieron planes del golpe, abandonó abruptamente el país como si quisiera mostrar que “esta obra nos es mía”.
Así se inició el juego cínico de EE.UU. que no reconoce que hubo un golpe de Estado sino “una acción ilegítima de Michiletti”. Al comienzo, el departamento de Estado confió en la OEA, la tarea de ‘solucionar la crisis en Honduras’, olvidándose que soplaban vientos nuevos en América Latina. Al darse cuenta que la OEA ya no era lo que fue, transfirió abruptamente la tarea a su servidor Oscar Arias para estancar el proceso del retorno de Zelaya al poder.
Zelaya lo dijo: “a Estados Unidos le bastaría 15 segundos para sacar del poder a la junta cívico-militar”. A la vez el ministro de relaciones exteriores del Brasil Celso Amorin llamó a Hillary Clinton diciendo que era hora de poner fin al gobierno de Micheletti con una acción simple, cancelando las visas a EE.UU. a los golpistas y sus seguidores. Su plata está en los bancos norteamericanos y sus condominios, en Miami. Por supuesto que Hillary no se atreve a hacerlo porque ‘coincidentemente’ los dos abogados de Bill Clinton: Lanny Davis y Bennett Ratcliff son asesores de Michiletti.
El republicano Connie Mack que encabezó la delegación de congresistas demócratas y republicanos que fue a Honduras para dialogar con Michiletti, dijo que “Zelaya se convirtió en discípulo de Chávez y estaba listo para expandir la Revolución Bolivariana en Honduras si no lo hubieran arrestado y deportado los militares”.
Estados Unidos ya debe quitarse su careta y apoyar abiertamente a su nuevo Pinochet, porque ya se sabe el rol que juega en la tragedia de Honduras, país que entró en la vorágine de represión, asesinatos, desapariciones y tortura.

Vicky Pelaez (ELDIARIONY, especial para ARGENPRESS.info)

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