sábado, agosto 22, 2009

EL MANUAL


Unos culpan a Gorbachov, por demasiado aperturista y transparente. Otros a Stalin, por excesivamente severo y represor. Los maoístas, por su parte, insisten en que la Unión Soviética se había convertido en una potencia “socialimperialista”, llegando al extremo de afirmar que en Rusia y las democracias populares del este europeo, desde los tiempos del XX Congreso del PCUS, se había restaurado el capitalismo.
Sin embargo, los economistas burgueses y los teóricos del imperialismo declararon que la “economía de mercado” había demostrado su superioridad sobre la “economía planificada” y, por consiguiente, proclamaron el triunfo definitivo del capitalismo globalizador, el fin del comunismo y aun el fin de la Historia.
Así vemos que cada cual, según su propia posición política, tiene una explicación para la descomposición y la destrucción de los Estados socialistas en la URSS y Europa del Este.
Pues bien, nosotros, para no ser menos, haremos nuestro análisis y expondremos nuestra teoría sobre los orígenes y las causas de los asombrosos e inesperados acontecimientos que llevaron a la restauración del sistema capitalista en esos países. (1)
Pero, ante todo, aprovecharemos la oportunidad para extraer la primera gran lección de la desaparición de la Unión Soviética, a saber: que la revolución socialista, es decir el derrocamiento del Poder estatal de la burguesía capitalista y el acceso al Poder de la clase obrera no es, en absoluto, irreversible. Y que ningún Estado socialista está libre de la posibilidad de la regresión política y social, de la pérdida de las conquistas revolucionarias y de la vuelta al capitalismo.
Porque si el triunfo de la revolución exige de una dirección firme, experimentada y organizada, pertrechada de una elaboración teórica basada en la ciencia marxista-leninista y en las condiciones concretas de cada país y cada momento histórico, el desarrollo de la sociedad socialista, como época histórica de transición entre el capitalismo y el comunismo, precisa también de una teoría revolucionaria bien fundamentada, capaz de guiar a la clase obrera y a todos los trabajadores por el complejo y contradictorio camino de la construcción de la nueva sociedad comunista, con la promoción de nuevos valores morales y políticos, buscando las mejores fórmulas para desarrollar lo más rápidamente posible las fuerzas productivas, extendiendo, ampliando y mejorando los servicios públicos y las prestaciones sociales, y perfeccionando la democracia asamblearia participativa y el control efectivo de las masas populares sobre las decisiones estatales y la elección de sus dirigentes.
Esta imprescindible teoría sobre el Estado socialista, sus características esenciales, su configuración, sus principios, su diversidad y su desarrollo es lo que, en nuestra opinión, a partir de la muerte de Lenin, falló lamentablemente en la Unión Soviética y, en definitiva, condenó al fracaso histórico la experiencia iniciada con la Revolución de Octubre.
La mediocridad, el mecanicismo vulgar y el carácter burocrático y voluntarista de los documentos y elaboraciones teóricas del PCUS, aparecen claramente reflejados en su famoso “Manual de Economía Política” editado por la Academia de Ciencias de la URSS.
En esta obra de más de setecientas páginas (2), se concentran y expresan las concepciones antimarxistas y superficiales del burocratismo soviético y podría decirse que se trata fundamentalmente de la justificación de las prácticas y el estatus privilegiado de la pequeña burguesía intelectual y burocrática, que se hizo con el Poder del Estado y a la que Lenin retrató cuando afirmaba que:
“Los burócratas zaristas han comenzado a pasar a las oficinas de los órganos soviéticos, en los que introducen sus hábitos burocráticos, se encubren con el disfraz de comunistas y, para asegurar un mayor éxito en su carrera, se procuran carnets del PC de Rusia. ¡De modo que después de ser echados por la puerta, se meten por la ventana!”. (3)
Resulta muy interesante y sumamente instructivo releer ahora las afirmaciones confusas y contradictorias de los académicos soviéticos sobre la “vigencia de la ley del valor” o sobre que “el trabajo ha perdido su carácter de trabajo asalariado”. (4)
Estas aberraciones teóricas, unidas a la supuesta eliminación del mercado, al que se pretendía sustituir por “las leyes de la planificación económica”, determinaron la aparición y la consolidación del mercado negro y las mafias criminales y burocráticas que llevaron al Estado a la descomposición moral y la ruina económica, abriendo el camino a la restauración capitalista.
Es significativo también que en este Manual, mientras se afana en establecer un modelo económico único “de transición del capitalismo al socialismo” basado en la arbitraria, voluntarista y burocrática “planificación” de la producción y el consumo, no encontramos ni una palabra sobre la forma política del Estado socialista ni sobre las características de la democracia popular y el control efectivo de la clase obrera sobre su propio Estado de dictadura del proletariado.
Siendo así que tanto Marx como Lenin, al mismo tiempo que admitían y consideraban inevitable la diversidad y el carácter transitorio y cambiante de los sistemas económicos a lo largo de la prolongada época histórica del paso del capitalismo al comunismo, establecieron claramente, Marx en “La guerra civil en Francia” y Lenin en “El Estado y la Revolución”, la forma política propia y específica del Estado socialista, poniendo como ejemplo a la Comuna de París.
La elegibilidad y la revocabilidad de todos los dirigentes a todos los niveles de la administración política, judicial y militar, sometidos al mandato imperativo de las asambleas electoras y remunerados al nivel del salario de un obrero especializado, junto con la sustitución del ejército profesional por las milicias, es decir por la organización militar del pueblo armado, y la represión violenta de cualquier intento contrarrevolucionario de la burguesía derrocada son, desde el punto de vista de la teoría marxista-leninista, las claves de la forma específica de organización política del Estado socialista.
Lamentablemente, sin embargo, sobre esto no encontramos ninguna sesuda teorización de la Academia de Ciencias de la URSS. Y mientras los militantes del PCUS, y de otros partidos comunistas en el poder, cometían el pecado capital de descuidar el estudio de la teoría marxista-leninista (recordemos que Mao reconocía abiertamente que nunca había leído “El Capital”, lo que probablemente explica muchas cosas), los burócratas infiltrados en el partido y en los órganos del Estado, justificándose con “teorizaciones” destinadas a perpetuar sus privilegios sociales y económicos, introducían y extendían progresivamente su ideología individualista, corrupta y antidemocrática en capas sociales cada vez más amplias, preparando el terreno para que todo tipo de arribistas, mafiosos y colaboracionistas, convertidos hoy en oligarcas propietarios capitalistas de las empresas que antes controlaban burocráticamente como dirigentes del partido, entregaran las conquistas revolucionarias de la clase obrera, logradas con tanto sacrificio y tanta sangre, al imperialismo euronorteamericano.

Notas:

(1) Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias
Documento Fundacional
Apartado III b
(2) Manual de Economía Política
Academia de Ciencias de la URSS
3ª Edición corregida y aumentada
Editorial Grijalbo
Barcelona 1975
(3) V.I. Lenin
Obras Escogidas en 3 tomos
Tomo 3, pág. 179
Editorial Progreso
Moscú
(4) Manual de Economía Política
Pág. 343

Pedro Brenes, Secretario General del Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias (PRCC)

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