sábado, septiembre 12, 2009

A 30 años de una farsa “La crisis de la brigada soviética”


En septiembre de este año se cumplen 30 años del comienzo de una de las crisis que se han suscitado, luego del triunfo revolucionario de 1959, en las relaciones cubano-estadounidenses. Por el nivel de peligrosidad que alcanzaron las tensiones en las relaciones de EE.UU. y Cuba y, al mismo tiempo, en el escenario internacional, la crisis más conocida y sobre la cual hay una valiosa producción historiográfica es la que se desencadenó en octubre de 1962. Sin embargo, otras crisis menores en las relaciones entre Cuba y EE.UU. han sido olvidadas o poco trabajadas por los historiadores, quizá porque algunas de ellas fueron realmente “artificiales”, es decir, montadas intencionalmente por algunos sectores de poder en EE.UU. para afectar las relaciones con la Isla, o iniciadas a partir de presupuestos falsos. En la que se conoció como “crisis de la brigada soviética en Cuba” —a la cual nos referimos en este trabajo— hubo de los dos elementos señalados anteriormente.
En septiembre de este año se cumplen 30 años del comienzo de una de las crisis que se han suscitado, luego del triunfo revolucionario de 1959, en las relaciones cubano-estadounidenses. Por el nivel de peligrosidad que alcanzaron las tensiones en las relaciones de EE.UU. y Cuba y, al mismo tiempo, en el escenario internacional, la crisis más conocida y sobre la cual hay una valiosa producción historiográfica es la que se desencadenó en octubre de 1962. Sin embargo, otras crisis menores en las relaciones entre Cuba y EE.UU. han sido olvidadas o poco trabajadas por los historiadores, quizá porque algunas de ellas fueron realmente “artificiales”, es decir, montadas intencionalmente por algunos sectores de poder en EE.UU. para afectar las relaciones con la Isla, o iniciadas a partir de presupuestos falsos. En la que se conoció como “crisis de la brigada soviética en Cuba” —a la cual nos referimos en este trabajo— hubo de los dos elementos señalados anteriormente.
Dicha “crisis” tuvo lugar durante la administración de James Carter (1977-1981), un presidente demócrata que, al llegar a la Casa Blanca, se propuso trabajar por lograr un cambio en los términos de las relaciones entre EE.UU. y Cuba. Carter se planteó seriamente intentar normalizar las relaciones con Cuba y en ese propósito se lograron algunas cosas relevantes en su primer año de mandato como: los acuerdos pesquero y de límites marítimos, oficinas de intereses en ambos países, levantamiento de las restricciones de viajes a Cuba para los ciudadanos estadounidenses y los cubano-estadounidenses, intercambios académicos, deportivos y culturales, conversaciones de numerosos temas entre representativos de ambos gobiernos, entre otros avances. Sin embargo, desde el inicio de la administración se visualizaron dos tendencias contrapuestas dentro del legislativo y el ejecutivo estadounidense: una pronormalización y otra antinormalización. Por desgracia, esta última fue la que con el transcurso del tiempo fue ganando preponderancia hasta hacerse dominante, siendo la responsable de montar algunas de las crisis artificiales que se produjeron en las relaciones entre Washington y La Habana durante la administración Carter.
La tendencia antinormalización logró primero que el proceso de normalización entre ambos países se congelara a partir de la entrada de las tropas cubanas en Etiopía a finales de 1977, y después que las relaciones entre ambos países fueran deteriorándose paulatinamente. Para lograr sus objetivos, los enemigos de la normalización con Cuba —encabezados fundamentalmente por Zbiniew Brzezinski, asesor para Asuntos de Seguridad Nacional— utilizaron numerosos subterfugios como: la alteración de los datos sobre las tropas cubanas en África, la propagación del mito de una Cuba satélite de los soviéticos en política exterior, la exageración del potencial real y los objetivos de las armas soviéticas en Cuba y la influencia sobre el Presidente y los medios de comunicación en EE.UU.
Sin embargo, podemos afirmar, que con la campaña lanzada por los medios propagandísticos estadounidense en septiembre de 1979, sobre la presencia de una “brigada de combate soviética en Cuba”, se dio el vuelco ya total en sentido negativo en las relaciones EE.UU.-Cuba. El gobierno estadounidense, con inusitado empecinamiento, comenzó a divulgar que la presencia de la brigada soviética en Cuba era la muestra evidente de que Cuba no podía considerarse un país no alineado, sino más bien un satélite de la URSS.
Todo había comenzado en marzo de 1979, cuando Zbigniew Brzezinski pidió a la comunidad de inteligencia de los EE.UU. que revisaran la información que tenían sobre tropas militares en Cuba. Como parte de ese estudio, la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) elaboró a mitad de julio un informe. El propio David Newson, subsecretario de Estado de los EE.UU. durante la administración Carter, relataría posteriormente en su libro The Soviet Brigade in Cuba que la decisión de la NSA de usar el término “combate” en ese informe no estaba sustentada en una evidencia fuerte y comprobada. Ello fue ratificado en el prólogo del propio libro por Stanfield Turner, director de la CIA durante la administración Carter, quien además reconoció los serios errores que cometió la comunidad de inteligencia de los EE.UU. a la hora de manejar la información sobre la presencia de la brigada soviética en Cuba, la cual fue pasada a la Casa Blanca de manera festinada, sin antes realizar una evaluación completa de la información con el concurso de otras agencias de inteligencia, lo que hubiera evitado interpretaciones erróneas.1
La original petición de Brzezinski, solicitando más información de inteligencia sobre la presencia de la brigada soviética en Cuba, fue el punto de comienzo que desencadenó en una “crisis”, pero las actividades desarrolladas por dos miembros del Senado de los EE.UU. devino que la situación impactara en los medios de información de los EE.UU. y alcanzara un relieve nacional. Los congresistas a los que hacemos referencia fueron: Richard Stone y Frank Church, quienes con su vista puesta en las elecciones de 1980 en los estados de la Florida e Idaho —mayoritariamente conservadores—, necesitaban seguir una línea dura en los asuntos internacionales, fundamentalmente para ganar al electorado que los había abandonado por haber votado anteriormente a favor de los acuerdos del Canal de Panamá.2
A mediados de julio de 1979, los análisis de inteligencia de las agencias de EE.UU. llegaron a la conclusión de que la brigada soviética presente en Cuba tenía carácter diferente a una misión consejera y que estaba integrada por varios miles de individuos que estaban trabajando directamente con las fuerzas armadas de Cuba.3 De alguna manera, los rumores llegaron a Stone, quien comenzó a presionar a la administración para que se pronunciara al respecto. Sin embargo, el secretario de Defensa, Harold Brown, en su testimonio ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado el 17 de julio, declaró que no había evidencias de que hubiera un incremento sustancial de la presencia soviética en Cuba. El 27 de julio, el secretario de Estado, Cyrus Vance, hizo la misma aseveración en una carta dirigida al senador Stone, quien seguía presionando con el tema.4
El 20 de julio los noticieros de ABC informaron que el senador Stone había recibido información sobre la presencia de tropas de combate soviéticas en Cuba. Sin embargo, no fue esta noticia, ni la que dieron otros medios de comunicación sobre la “brigada soviética en Cuba”, las que llamaron la más seria atención del Congreso y de la opinión pública, sino la filtración de un compendio altamente secreto de Inteligencia Nacional fechado el 28 de agosto que pasó por las manos de alrededor de 400 destinatarios en el área de Washington. Dicho documento, transmitía los resultados del descubrimiento de la unidad cubana y se refería a ella como una “brigada de combate”.5
El 30 de agosto de 1979, el senador demócrata por Idaho, Frank Church, declaró en una conferencia de prensa que los servicios de inteligencia habían confirmado la existencia en Cuba de tropas de combate soviéticas e hizo un llamado al presidente Carter para que exigiese su inmediato retiro. La información se la había proporcionado al Senador el subsecretario de Estado, David Newson, quien al mismo tiempo le advirtió que no era interés del Departamento de Estado dar a conocer la información a la opinión pública, pues se estaba buscando más información.6 Asimismo, el secretario de Estado, Cyrus Vance, le había transmitido a Church que dar a conocer esta información a la opinión pública era perjudicial para los intereses de EE.UU.7 Pero como a esas alturas a Church lo único que le preocupaba eran los comicios electorales en Idaho, hizo caso omiso a las advertencias de Newson y Vance y en conferencia de prensa dio a conocer la información recibida sobre la presencia de la brigada soviética en Cuba, exigiendo su inmediata retirada a los soviéticos.
Significativamente, el lanzamiento de toda esta campaña se hizo coincidir con el inicio de la Sexta Conferencia Cumbre de los Países No Alineados en La Habana. La prensa norteamericana divulgó ampliamente las supuestas “características” y “objetivos” de la brigada soviética. Se planteaba, entre otras cosas, que la “nueva brigada” estaba constituida por dos batallones de infantería motorizada, un batallón de artillería y 40 tanques, así como que esta se adicionaba a la fuerza militar de dos mil asesores soviéticos, que habían estado en Cuba durante 17 años. Además, entre las elucubraciones de los medios de comunicación estadounidenses se decía que los objetivos de la brigada eran proteger otras instalaciones soviéticas aún no descubiertas, fortalecer la presencia militar soviética en el área y propiciar su expansión junto a los cubanos en el Caribe y América Central, remplazando a los cubanos que combatían en África y comprobar los límites de la “paciencia” de Carter.8 La algarabía fue subiendo de tono al paso de los días.
El 4 de septiembre, el presidente Carter recibió un informe de la Comunidad de Inteligencia sobre la presencia de las tropas soviéticas en Cuba y el Consejo de Seguridad Nacional se reunió para analizar la situación. El 7 de septiembre, Carter, en un discurso televisado, anunció que el asunto de la presencia soviética en Cuba era una cosa muy seria e inaceptable y mencionó que EE.UU. estaba seguro de su habilidad para defenderse a sí mismo y a sus amigos de las agresiones externas que se encontraban en ese momento en el Hemisferio Occidental, en un país que había actuado como sustituto de los soviéticos. También, por esos días, Brzezinski calificó de forma ofensiva y virulenta en una entrevista concedida al Washington Post, que Fidel Castro era un “títere de la Unión Soviética” y que Cuba encontraba en la situación de un “cliente dependiente de la URSS”.9 A tal punto llegó la exaltación creada, que el Comité de Relaciones Exteriores del Senado decidió suspender la discusión sobre la ratificación del Tratado de Limitación de Armamentos con la URSS (SALT II) y, en lugar de ella, realizar una reunión a puertas cerradas con el Jefe de la CIA y el secretario de Estado para recibir un informe detallado sobre la situación de las tropas soviéticas.
En el Congreso se hicieron visibles inmediatamente dos tendencias: una que defendió el criterio de que, para llegar a ratificar el tratado SALT II firmado por Carter y Breznev en junio de 1979, la URSS tenía que retirar antes dicha brigada, y otra, reacia a crear ese tipo de vínculo. No obstante, se palpaba ya que la vertiente derechista y conservadora minaba las filas del Congreso. Dentro de ella sobresalió nuevamente el senador demócrata Henry Jakson (ferviente anticubano y enemigo del proceso de distensión con la URSS). En un discurso pronunciado ante el pleno del Senado el 11 de septiembre, Jakson acusó a la Casa Blanca de no actuar con más decisión en cuanto al tema de la brigada soviética en Cuba.10
El 28 de septiembre, Fidel Castro, en conferencia de prensa ofrecida a un grupo de periodistas norteamericanos y a la prensa internacional acreditada en Cuba, condenó y desenmascaró de forma enérgica la nueva campaña orquestada contra la Isla:
“Eso que ustedes llaman brigada, y que nosotros llamamos centro de instrucción, está en Cuba desde hace 17 años. Esta instalación militar fue creada al final de la Crisis de Octubre de 1962, conforme al espíritu de los acuerdos de octubre de ese año y dentro del statu quo establecido como consecuencia de la Crisis de Octubre.
Este hecho, esta instalación, la conocían y la conocieron todos los presidentes sucesivos que han pasado por los EE.UU. Esta instalación la conocía la CIA,…, y tenía necesariamente que conocerla Carter, (…)
Y yo pienso que la actuación de Carter en relación con este problema ha sido deshonesta, ha sido inmoral y ha estado engañando a la opinión pública mundial y a la opinión pública de los EE.UU., (…)
Y entonces ellos manejaron esto asociado a la Sexta Cumbre. Porque se sabe que unos días antes de la Sexta Cumbre en el Departamento de Estado llamaron a Church y le dieron esta información, información de este tipo para que él hablara.
Ahora, no pensaron que esto podía convertirse en un boomerang que podía amenazar, incluso, los Acuerdos SALT (se refiere al SALT II) y convertirse en un desastre político para la administración Carter. O tal vez pensaron que, como el Acuerdo SALT es muy importante, esto podría servir para hacer exigencias a Cuba y a la Unión Soviética, e infligir una humillación a Cuba, obstaculizar el trabajo de Cuba como dirigente del Movimiento de los No Alineados; y de paso presentar a Carter como hombre enérgico que obtiene una victoria en el terreno internacional”.11
Mas diez días antes la CIA había elaborado un informe que era la muestra más clara de que se había creado una exaltación innecesaria, pues la brigada soviética en Cuba no representaba peligro alguno para los EE.UU. y había estado en Cuba durante muchos años. El informe de la agencia decía entre otras cosas lo siguiente: “Una unidad de infantería de combate soviética —que los soviéticos llaman brigada— ha estado en Cuba desde, al menos, mediados de la década de 1970. Es posible que la unidad o su precursor hayan estado allí desde principios de la década de 1960 como residuo de la presencia de tropas soviéticas en 1962. (…) La brigada carece de la capacidad de establecer un puente aéreo y marítimo necesario para brindarle un poder de proyección. En cualquier caso, pensamos que es bastante poco probable que los soviéticos vean esta misión como plausible tanto desde el punto de vista militar, como político”.12
Fue luego de varias conversaciones con los soviéticos, sobre todo, entre Cyrus Vance y el embajador soviético en Washington, Anatoly Dobrynin, ante el peligro palmario de la no ratificación del tratado SALT-II en el Senado y la poca credibilidad de la opinión pública estadounidense en los medios de comunicación del país —después de las declaraciones de Gromyko, Ministro de Relaciones Exteriores de la URSS, el 25 de septiembre en Naciones Unidas sobre el carácter artificial de la crisis—, que Carter se dirigió nuevamente el 1ro. de octubre a la nación y al mundo sobre la presencia de la “brigada soviética en Cuba”. Sus palabras no fueron otra cosa que la confirmación de lo que desde el inicio de la crisis la dirección cubana había señalado. Carter expresó que, con la “revisión cuidadosa de los datos de inteligencia anteriores” se había llegado a la conclusión de que la brigada soviética “había existido por varios años, probablemente desde mediados de 1970 o posiblemente aún más tiempo”. En su discurso, el Presidente demócrata también observó: “Esta no es una fuerza muy grande ni tampoco una fuerza de asalto. No representa una amenaza directa para nosotros. No tiene capacidad de transporte aéreo o marítimo. En contraste con la crisis de 1962, no implica una amenaza nuclear contra los EE.UU. No obstante, esta brigada soviética en Cuba es un asunto grave, que contribuye a la tensión en el Caribe y en la región centroamericana”.13
Partiendo de esa valoración, Carter indicó que tomaría una serie de medidas para contrarrestar el supuesto activismo soviético-cubano en el hemisferio como: aumentar la vigilancia sobre Cuba —con lo que dejaba claro que se reanudarían los vuelos espías sobre Cuba—, el aseguramiento de que ninguna unidad soviética en Cuba pudiera ser utilizada como fuerza de combate para amenazar la seguridad de EE.UU. o de cualquier otra nación del hemisferio, la creación de una Fuerza Conjunta de Contingencia para el Caribe con su cuartel general en Key West, la Florida, el incremento de las maniobras militares en la región, principalmente en Guantánamo, y el aumento de la ayuda económica y humana de EE.UU. a los países que deseaban “resistir los disturbios sociales y la posible dominación comunista”.14
No obstante, Carter exhortó al Senado norteamericano a que ratificara el Tratado SALT II, lo que era un poco contradictorio, pues si por un lado ordenaba la aplicación de medidas con un carácter de Guerra Fría, específicamente para la región centroamericana y caribeña, por el otro insistía en la ratificación del SALT II, con lo que se posicionaba en favor de la distensión. Tal parece que, a esas alturas, los escenarios se le habían complicado tanto a Carter, que no podía ser congruente en sus decisiones y dirección política. Pero algo más podía interpretarse de la actuación de Carter: quería quedar bien con dios y con el diablo con el objetivo de ganar la mayor cantidad de simpatizantes en pos de las elecciones presidenciales que se avecinaban, pues al tiempo que defendía la ratificación del SALT II, les pasaba la mano a los halcones del Congreso y del Pentágono, mostrándose frente a ellos como un firme anticomunista capaz de enarbolar “el gran garrote” de Teodoro Roosevelt.
Como bien señaló el 4 de octubre de 1979 el diario español Mundo Obrero en un artículo titulado “La minicrisis del Caribe”: ¿Quién amenaza a quién? ¿Quién ocupa territorios del otro país? ¿Cuba o los EE.UU.? El fariseísmo de Carter, enviando su flota a hacer maniobras en la zona del Caribe, es de antología. El desembarcar marines en Guantánamo es, perdónenos la expresión, una chulería cuya única explicación posible es la de echar carnaza a los belicistas del Pentágono para poder salvar así el SALT II,…”.15
Un despacho cablegráfico de ANSA reflejó al día siguiente de la intervención radiotelevisada de Carter que: “el discurso del presidente Carter sobre la cuestión de las tropas soviéticas en Cuba no había mejorado sustancialmente las posibilidades de una rápida ratificación del Tratado SALT, por parte del Senado norteamericano”, e hizo mención a las declaraciones de Frank Church, paloma convertida en halcón y presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, quien había planteado que “las aseguraciones dadas a Carter por los soviéticos eran insuficientes” y que el Senado insistiría al presidente, antes de que el Tratado SALT II fuese aprobado, dar personalmente la garantía, basada en informes de los servicios especializados de que las tropas de combate soviéticas ya no estaban desplegadas en Cuba.
Por esos días, también las agencias de noticias hicieron referencia a las reacciones negativas sobre el discurso de Carter provocadas en los senadores Richard Stone y Howard Baker, el gobernador de California Edmund Brown y el republicano John Connally.16 Evidentemente, las valoraciones y medidas adoptadas por Carter en torno a la crisis de la brigada soviética, le parecían muy débiles a los partidarios, dentro del establishment estadounidense, del retorno a la Guerra Fría. Las manifestaciones dentro del Congreso fueron la muestra ostensible de que este estaba ya dominado por una mayoría defensora de la Guerra Fría. Incluso un grupo de senadores llegó a proponer que se prohibiera la venta de granos a la Unión Soviética, debido a la existencia de tropas soviéticas en Cuba, pero la idea fue rechazada por el Departamento de Estado de los EE.UU.17Esa tendencia hegemónica dentro de las filas del legislativo fue la que logró que al día siguiente del discurso de Carter ante la nación el Senado adoptara una resolución que señalaba que el SALT II no podía ser ratificado hasta que el presidente diera seguridad de que las tropas soviéticas en Cuba no tenían un rol combativo.18
Por su parte, James D. Theberge, director del Instituto para Estudios Políticos y Conflictos, fustigó con crudeza al gobierno de Carter en una disertación frente al Comité Nacional Republicano, al decir que el Presidente carecía de una visión estratégica para proteger y hacer progresar los intereses de EE.UU. en la Cuenca del Caribe. Theberge propuso que se adoptaran las siguientes medidas para contrarrestar el “desafío soviético-cubano” en la región centroamericana y caribeña:
-Que EE.UU. propusiera que la OEA fuera un instrumento de cooperación económica y se explorara la posibilidad de establecer un fondo de desarrollo del Caribe con un capital inicial de 100 millones de dólares.
-Establecimiento de una estación de Radio Cuba Libre para informar al pueblo cubano sobre las aventuras de Fidel Castro en ultramar, su costo en vidas y sufrimientos a los cubanos, sus efectos en sus niveles de vida y contrarrestar la propaganda cubana contra EE.UU.
-Restringir el turismo hacia Cuba solo a viajes humanitarios y familiares, a fin de reducir los estimados de 150 a 200 millones de dólares de ingresos que Castro espera por concepto de ese turismo.
-Aumentar la vigilancia y fortalecer las actividades de inteligencia en la región del Caribe dirigidas contra Cuba.
-Apoyar a las fuerzas anticastristas, particularmente a las que disputan la supremacía de guerrillas con apoyo cubano.
-Realzar permanentemente la presencia naval de EE.UU. y las estructuras básicas en la Cuenca del Caribe.
-Demandar la libertad de los presos políticos en Cuba, incluyendo a las mujeres, que sufren condiciones brutales.19
El furibundo anticubano y senador demócrata por la Florida, Richard Stone, al parecer nada conforme con la actitud de Washington en relación con la presencia de la brigada soviética en Cuba, lanzó una nueva propaganda malévola para envenenar aún más las relaciones entre EE.UU. y Cuba, en este caso, al decir que Moscú estaba ampliando la base naval de Cienfuegos para utilizarla como almacén y servicio para sus submarinos atómicos. Mas, en esta ocasión, la administración Carter no se dejó caer en la celada y Cyrus Vance negó ante una rueda de prensa que los EE.UU. poseyeran indicios que corroboraran la denuncia hecha por Stone.20
Como puede verse, la discusión sobre la brigada soviética continuó en los círculos de poder estadounidenses todo el mes de octubre de 1979. A mediados del propio mes, McGeorge Bundy, quien había sido asesor para Asuntos de Seguridad Nacional del presidente Kennedy, reveló que esa administración había estado de acuerdo en 1963 en que la brigada soviética estuviera en el mismo lugar en el que permanecía en la actualidad. Un testimonio posterior de Robert McNamara, secretario de Defensa durante la administración Kennedy, ratificó lo declarado por Bundy. Se hacía entonces evidente que, la tendencia antinormalización y partidaria de la más virulenta Guerra Fría dentro de la administración Carter, había creado y explotado a su favor esta crisis artificial en las relaciones cubano-estadounidenses.21
A su vez, la administración Carter aprovechó la farsa montada para trazar su política hacia Cuba a partir se ese momento, la que quedó esbozada en la Directiva presidencial 52, elaborada por Brzezinski y firmada por Carter el 17 de octubre de 1979. En ella, quedaron delineados cuatro objetivos específicos: reducir y a la larga sacar a las fuerzas militares cubanas desplegadas en el extranjero, socavar la ofensiva cubana en pro del liderazgo en el Tercer Mundo, lograr que Cuba se contuviera con respecto a la cuestión de Puerto Rico e impedir la intensificación de la presencia soviética en las fuerzas armadas cubanas. Para lograr los mismos, EE.UU. aplicaría las siguientes medidas: abrazaría una estrategia que vinculara a los gobiernos latinoamericanos con sus propósitos, aumentaría la presencia militar en el área, elaboraría “programas presupuestarios con miras a proporcionar mayor cantidad de asistencia económica y militar a los gobiernos de la región” que, según el criterio estadounidense, respetaban “los derechos humanos y los valores democráticos, así como también a resistir la influencia cubana”, utilizaría a los países más moderados del Movimiento de Países No Alineados para condenar las conductas de Cuba y disminuir su influencia durante los tres años que ocuparía la presidencia del mismo, así como presionaría vigorosamente para impedir que Cuba obtuviera un escaño en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas o que sirviera de sede para la celebración de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y el Desarrollo.22
En correspondencia con la directiva 52, el 5 de octubre se reiniciaron los vuelos espías sobre Cuba y el 17 del mismo mes, 1 800 marinos norteamericanos hicieron un simulacro de asalto desembarcando en Guantánamo con tres barcos y usando helicópteros y vehículos anfibios. La intención estaba clara: mandar un mensaje a Cuba y a la URSS de que EE.UU. tenía la capacidad militar para actuar en defensa de sus intereses en el Hemisferio Occidental.
Otros pasos dentro de la estrategia militar provocadora norteamericana fueron: la penetración en aguas del Caribe de 25 buques de guerra con fines intimidatorios; la formación de tropas de acción rápida integrada por más de cien mil soldados; y el establecimiento de diez aviones supersónicos de ataque A-4 en la base de Key West, que podían llegar a Cuba en solo diez minutos.23
Al hacer un análisis de las raíces de esta crisis artificial creada en torno a Cuba, podemos dilucidar que dicha campaña tuvo varios objetivos e intereses definidos: primero; “la crisis” se hizo coincidir con la celebración en La Habana de la VI Cumbre del Movimiento de Países No Alineados, en la que estaba previsto que Cuba ocupara la presidencia del mismo. Washington y sus aliados, en una primera etapa, realizaron todo tipo de presiones y campañas para que la Isla no fuera la sede, y posteriormente orquestaron todo tipo de cabildeos sobre numerosos países para impedir que se aprobara el “documento final” propuesto por Cuba, segundo; la campaña trató de crear la imagen de que los procesos revolucionarios en América Central y en el Caribe no eran el resultado de las contradicciones internas y las luchas de clases en esos países, sino que estaban azuzados por las acciones subversivas de Cuba, la cual hacía el trabajo sucio de la URSS en la región. De esta manera, EE.UU. buscaba pavimentar el camino para una posible participación militar futura más directa en el área; tercero; los sectores interesados en entorpecer las negociaciones con la Unión Soviética sobre limitación de armamentos estratégicos, detener el proceso de distensión y favorecer el armamentismo, maniobraron rápidamente para vincular la crisis artificial con las negociaciones SALT-II, al tratar de hacer ver que la URSS y Cuba habían dado nuevos pasos en el campo militar, y cuarto; el presidente Carter trató de utilizar la “crisis” para hacerse ver como un presidente fuerte y elevar su prestigio con vistas a la campaña por su reelección, en momentos que su popularidad andaba por el piso.24
Al luz de hoy, podemos decir que esta crisis artificial ocurrida hace 30 años en torno a la presencia en la Isla de una brigada soviética de instrucción militar, constituye una experiencia importante a tomar en cuenta en la actualidad, pues en el diseño y la implementación de la política estadounidense hacia Cuba siguen presentes hoy las fuertes contradicciones —tanto en el ejecutivo, como en el Congreso— entre los sectores favorables a la mejoría de las relaciones con Cuba y los que la niegan. Estos últimos, a no dudarlo, serían capaces como ocurrió durante la administración Carter, de montar sus particulares crisis artificiales con tal de afectar cualquier pequeño giro de la nueva administración estadounidense en función de una mejor relación con la Isla.
Notas:
[1]- Bohemia, no 40, 5 de octubre de 1979, pp. 51-57. (Conferencia de prensa ofrecida por Fidel Castro el 28 de septiembre de 1979 a un grupo de periodistas norteamericanos invitados y a la prensa extranjera acreditada en Cuba.)
[2]- CIA, “Informe actualizado sobre la brigada de infantería soviética en Cuba”, 18
de septiembre de 1979, www.foia.cia.gov, (Internet), (Traducción del ESTI)
[3]- Emisora Voz de los Estados Unidos, 1ro. de octubre de 1979, en: Información
Cablegráfica del CC-PCC, 2 de octubre de 1979.
[4]- Citado en Granma, 2 de octubre de 1979.
[5]- Diario Mundo Obrero, España, 4 de octubre de 1979, en: Información Cablegráfica del CC-PCC, No. 233, 9 de octubre de 1979.
[6]- Agencia (ANSA), 2 de octubre de 1979, en: Información Cablegráfica del CC-PCC, No. 228, 3 de octubre de 1979.
[7]- Emisora Voz de Estados Unidos, 4 de octubre de 1979, en: Información Cablegráfica del CC-PCC, 8 de octubre de 1979.
[8]- David D.Newson, Ob.Cit, p.49.
[9]- Diario Matutino, Panamá, 6 de noviembre de 1979, en: Información Cablegráfica del CC-PCC, No. 265, 15 de noviembre de 1979.
[10] Emisora Voz de los Estados Unidos, 11 de septiembre de 1979, en: Información Cablegráfica del CC-PCC, No. 211, 13 de septiembre de 1979.
[11] Bohemia, No. 40, 5 de octubre de 1979, pp. 51-57. (Conferencia de prensa ofrecida por Fidel Castro el 28 de septiembre de 1979 a un grupo de periodistas norteamericanos invitados y a la prensa extranjera acreditada en Cuba.)
[12]- CIA, “Informe actualizado sobre la brigada de infantería soviética en Cuba”, 18 de septiembre de 1979, www.foia.cia.gov, (Internet), (Traducción del ESTI)
[13]- Emisora Voz de los Estados Unidos, 1ro. de octubre de 1979, en: Información Cablegráfica del CC-PCC, 2 de octubre de 1979.
[14]- Citado en Granma, 2 de octubre de 1979.
[15]- Diario Mundo Obrero, España, 4 de octubre de 1979, en: Información
Cablegráfica del CC-PCC, No. 233, 9 de octubre de 1979.
[16]- Agencia (ANSA), 2 de octubre de 1979, en: Información Cablegráfica del CC-PCC, No. 228, 3 de octubre de 1979.
[17]- Emisora Voz de Estados Unidos, 4 de octubre de 1979, en: Información Cablegráfica del CC-PCC, 8 de octubre de 1979.
[18]- David D.Newson, Ob.Cit, p.49.
[19]- Diario Matutino, Panamá, 6 de noviembre de 1979, en: Información Cablegráfica del CC-PCC, No. 265, 15 de noviembre de 1979.
[20] Agencia (EFE), 31 de octubre de 1979, en: Información Cablegráfica del CC-PCC, no 252, 1 de noviembre de 1979.
[21]- David D. Newson, Ob.Cit, p.49.
[22]- Directiva Presidencial/NSC-52, 4 de octubre de 1979, The Carter Administration. Policy toward Cuba: 1977-1981, (documentos desclasificados, Biblioteca del ISRI) (Traducción del ESTI).
[23]- Luis Mesa Delmonte, Ob.Cit, p. 277.
[25]- Luis Mesa Delmonte, Ob.Cit, pp. 273-274.

La Jiribilla

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