martes, noviembre 24, 2009

Cuba antes de la revolución


Apuntes para la memoria

(AW) En la década del 50 Cuba, en general, y La Habana, en particular, iban por el camino de convertirse en símbolos internacionales de placer decadente. El flujo de estadounidenses que durante los años de la ley seca viajaban a Cuba en busca de sol y sexo se convertiría en una auténtica inundación después de la Segunda Guerra Mundial.

Por Osvaldo Piñero, desde Cuba, La Habana

En La Habana, los clubs nocturnos refinados causaban furor y sus casinos rivalizaban con los de Las Vegas; altas mulatas bailaban en el escenario del Tropicana para un público borracho de daiquiri, mientras los más aventureros se dirigían a los espectáculos de sexo en vivo de los alrededores. Uno de los espectáculos regulares favoritos era el de Superman, que medía su impresionante erección alineando doce dólares de plata uno al lado del otro.
La Habana pronto se convirtió en la capital de la prostitución del hemisferio occidental. Los hombres de negocios escogían su mulata de fin de semana a partir de las fotos que les mostraban en el aeropuerto. La industria cinematográfica de Hollywood contribuyó a exportar esta imagen de Cuba como capital mundial del sexo.
Todo eso iba en contra del sórdido trasfondo de la política nacional cubana: una serie de regímenes corruptos, brutales y autoritarios que contribuían e incitaban la decadencia en espiral de La Habana.

LA HABANA Y LA MAFIA

En una ciudad donde se podían obtener fabulosas sumas de dinero a través del alcohol, de las drogas, del juego y la prostitución, era de esperar que la Mafia estadounidense no se quedara atrás.
En diciembre de 1946 se celebró en La Habana la conferencia más importante de la Mafia desde la depresión. El poderoso Meyer Lansky fue quien organizó esta reunión. Conocido como el ¨Padrino judío¨, Lansky era el cerebro del sindicato criminal nacional de Estados Unidos, formado por la unión de varias familias en guerra durante la década de 1930. Como invitado de honor se encontraba Lucky Luciano, el socio siciliano más conocido de Lansky, quien hacía poco que había sido deportado de Estados Unidos por sus actividades escandalosas, y que había entrado en Cuba con un pasaporte falso. Los jefes de la Mafia se desplazaron desde Nueva York, Nueva Jersey, Tampa, Chicago y Nueva Orleans hasta La Habana para asistir al acontecimiento.
La capital cubana era un punto de encuentro lógico. La Mafia se había establecido allí durante los años de la Ley Seca, usando Cuba como base para servir ron a los cayos de Florida. No obstante, en 1938 hubo una oportunidad mucho más lucrativa, cuando el poderoso cubano Batista invitó a Meyer Lansky para que se encargara de dos casinos y un hipódromo ubicados en el Parque Oriental de La Habana, conjunto hasta entonces de mala reputación. Lansky llevó a sus propios trabajadores para sustituir a los cubanos y pronto había ¨reformado¨ el lugar. Los negocios prosperaron y se construyeron más casinos, de los que Batista se beneficiaba gracias a Lansky. Lo mejor, por lo que se refiere a la Mafia, radicaba en que todo era, de cara al exterior, perfectamente legal.
En 1946 los negocios eran lentos, pero Cuba seguía siendo el lugar más cómodo y seguro para los negocios de los mafiosos. Incluso Frank Sinatra se desplazó allí para cantar: el artista de Nueva Jersey llegó con dos primos de Al Capone y una pitillera de oro para Luciano.
En el año 1953 Batista nombró a Lansky su asesor personal en la reforma del sector lúdico para que limpiara La Habana, como ya había hecho en 1930. Desde su base en el Club Montmartre, Lansky procedió a convertir La Habana en un Montecarlo tropical. Los juegos se regularon y se contrató una policía secreta para que detuvieran y deportaran a los tahúres.. La ironía no asombró a muchos.
El segundo mandato presidencial de Batista se convirtió en el clímax de la era de la decadencia de Cuba, una época marcada por las míticas proporciones de la corrupción. La industria revitalizada del casino formaba parte de un esfuerzo masivo para promocionar el turismo; se fundó una nueva compañía aérea, se renunciaba a las tarjetas de crédito de los turistas estadounidenses y todos los hoteles y moteles nuevos estaban libres de impuestos. El número de plazas hoteleras en La Habana prácticamente se duplicó en seis años. Casi todos los hoteles podían tener, y de hecho tenían, una sala de juegos, con lo cual los cubanos con estudios dejaron sus profesiones de médicos o profesores para dedicarse a un trabajo mucho más lucrativo, el de crupier. Enriquecerse repentinamente formaba parte de un sistema bizantino de soborno, se dice que Meyer Lansky depositó más de tres millones de dólares estadounidenses en la cuenta bancaria personal de Batista en Suiza y que esta cantidad era solamente una pequeña fracción de su propia parte. El jefe de la Mafia y el presidente de Cuba continuaron llevándose estupendamente; alguien dijo que eran ¨como hermanos¨.
Mientras tanto, la policía secreta de Batista cada vez era menos secreta y más salvaje en la persecución y captura de sus oponentes. Los cuerpos de los disidentes torturados colgaban en los postes de las farolas como aviso a quienquiera que se atreviera a contradecir el ritmo implacable de la ruleta y de las máquinas de póquer de La Habana.

LOS ULTIMOS DIAS DEL DELIRIO

Para muchos, la disparidad entre la imagen de la Cuba amiga de las diversiones y la cruel realidad era cada vez mayor. Muchos cubanos sentían repugnancia al ver los niveles de corrupción en los que su país se había sumergido y el espectáculo de los opulentos casinos dirigidos por la Mafia, mientras que había cubanos durmiendo en las aceras y en los coches quemados.
No todo el mundo se dio cuenta del cambio de rumbo de los acontecimientos, ni siquiera el jefe de la Mafia. En 1957 Meyer Lansky abrió su propio hotel, el Riviera, justo en el Malecón; era el lugar más grande e insulso de La Habana. La noche de la inauguración, Ginger Rogers actuó en la Sala Copa; y poco después lo hicieron Abbott y Costello. Parecía que el dinero que La Habana podía producir no tenía límites: los cheques de los jugadores se enviaban cada mañana a Miami para asegurar que se cobraban. En abril de 1958, la Junta de Juegos de Nevada, enfurecida porque el éxito de La Habana perjudicaba a Las Vegas, prohibió a quienes poseían las licencias de juego en Nevada realizar operaciones en La Habana. Algunos de los operadores de Las Vegas retiraron su dinero de la capital de la isla; Meyer Lansky, desconocedor de la situación de la política cubana, no tomó ninguna medida. Se lo jugó todo en La Habana y perdió.

FUENTE DE DATOS HISTORICOS: LA CUBA DE BATISTA, EDITORIAL TESTIMONIO, 1975, BUENOS AIRES

Agencia de Comunicación Rodolfo Walsh

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