domingo, noviembre 15, 2009

Erice: “La Revolución estalló sólo en Asturias porque había mucha más organización”


Entrevista a Francisco Erice, autor del libro ‘batallas por la memoria y fantasmas del pasado’

DIAGONAL: En alguna ocasión has dicho que más que un solo ‘octubre’, en 1934 hubo simultáneamente varios ‘octubres’…
PACO ERICE: Además de las diferencias entre Asturies y Catalunya –donde hay un elemento nacionalista en la insurrección que no está presente en los trabajadores asturianos–, existen además diferentes motivaciones entre los propios actores políticos que protagonizan aquellas jornadas. Desde sectores del PSOE que quieren corregir por medio de la movilización social el rumbo derechista tomado por la República, y que luego se arrepentirán de haberse embarcado en esta aventura, hasta quienes, como los anarquistas o los comunistas, se lanzan a realizar la revolución obrera y campesina. El movimiento es muy heterogéneo, tanto por la falta de una dirección centralizada como por sus diferentes componentes políticos.
D.: Los historiadores conservadores insisten en considerar la revolución de 1934 como el inicio de la Guerra Civil. ¿Qué hay de cierto en eso?
P.E: En efecto, contribuyó a crispar aún más la vida política española, pero decir que la guerra comenzó en octubre del ‘34, y no en julio del ‘36, es una forma de exculpar el levantamiento militar. También el intento de golpe de Estado del general Sanjurjo en 1932 o las conspiraciones de los monárquicos contra la República se insertan en una dinámica de crispación y tensión de la vida política, pero de eso no se deriva que la guerra civil comenzase con esos sucesos.
Además, los mismos grupos políticos que se levantan en 1934 contra la legalidad republicana, vencen electoralmente en febrero de 1936. Es decir, tenían la legitimidad institucional cuando Franco y los demás militares se sublevan.
D.: ¿Qué sentido tiene reivindicar desde la izquierda una derrota tan calamitosa como fue ésta?
P.E.: La celebración de octubre de 1934 no es tanto la reivindicación de los acontecimientos concretos como de su sentido moral. No se invoca el proceso mismo, que fue tan trágico como técnicamente chapucero (en cuanto a su ejecución), sino los valores que lo animaron, el anhelo de una sociedad justa, igualitaria, o el deseo de oponerse a un fascismo que ejercía ya por entonces una peligrosa seducción en parte de las derechas españolas.
Todos los grupos humanos reivindican su pasado, con sus éxitos y fracasos, como parte de su identidad colectiva. En la medida en que la izquierda transformadora no tiene muchos éxitos que se hayan mantenido en el tiempo, y que podamos exhibir, es normal que también conmemoremos bastantes fracasos. A todo eso hay que añadir cierta épica del fracaso, cierta fascinación morbosa por la derrota, que seguramente también existe.
D.: ¿Por qué en Asturies el movimiento se mantiene más tiempo que en el resto de España, donde apenas cuaja en un puñado de lugares?
P.E.: Los obreros asturianos, y concretamente los mineros, contrariamente a lo que dice el mito, tal vez no eran más revolucionarios que los trabajadores de Madrid, Barcelona o el campo andaluz, pero sí había más organización y una serie de oportunidades como el acceso a los explosivos de las minas, o la cercanía de unas fábricas de armas que fueron ocupadas y permitieron resistir durante más tiempo a las tropas enviadas por el Gobierno. Curiosamente aquí son unas organizaciones sindicales de carácter bastante reformista las que, gracias a su centralización, logran eficazmente organizar a los huelguistas.
D.: Llama la atención el consenso que existe en Alemania en la condena del pasado nazi y la división que el Franquismo motiva aquí. ¿A qué crees qué se debe esto?
P.E.: Con la Guerra Civil hubo una división real de la sociedad. El Franquismo no sólo fueron unos cuantos militares golpistas, contaba con una amplia base social. Si el Franquismo en España hubiese caído en los años ‘40 no habría habido la misma impunidad, aunque tampoco en Italia y Alemania, más allá de unos cuantos castigos ejemplarizantes, hubo una depuración a fondo del aparato de Estado. Por otro lado, en la Transición las mismas élites franquistas conservaron su hegemonía, y la demanda de un castigo radical a los franquistas tenía gran consenso social. La idea de la reconciliación había calado mucho más, y para la izquierda evitar la continuación de la dictadura primó sobre lo demás.

Los diarios (asturianos) de la motocicleta

En 1934 un aventurero belga llamado Mathieu Corman, y su amigo, el pintor Felix Labisse, tomaron rumbo a España en motocicleta, tras conocer que una revolución había estallado en España contra el Gobierno de derechas. Tras cruzar la frontera y descubrir que la revolución sólo había prosperado en Asturies, decidieron emprender un viaje cargado de todo tipo de obstáculos y dificultades, camino del último bastión de la fallida huelga general revolucionaria. Este viaje al corazón de la tormenta, es el relato de Incendiarios de ídolos (ed. Cambalache), título que da nombre a los diarios que Corman publicaría más tarde en Bélgica y que por primera vez aparecen ahora en castellano.
El periplo de Corman y Labisse, evoluciona del tono naif y poético de las primeras páginas, que nos describen sus peripecias para atravesar las montañas asturianas, hacia el tono más oscuro y lúgubre provocado por la sangre y la violencia, el desconcierto y el humo negro de los incendios, las casas destruidas por los bombardeos del ejército y la represión contra los obreros, que comienzan a empapar el ánimo de un Corman que ya no puede tener la misma mirada ingenua y lúdica del principio.

Diego Díaz | Diagonal |

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