jueves, febrero 18, 2010

Camilo Torres: la teología de la revolución


No hay la menor duda que la figura de Camilo Torres ha sido una de las más importantes en la historia de la insurrección popular latinoamericana. Camilo Torres perteneció a un tiempo en el que los ideales utópicos primaban sobre los intereses materiales.
Perteneciente a una familia de la alta sociedad bogotana desde la adolescencia y, pese a la oposición de sus padres, se sintió atraído por la vida religiosa. En el año 1954, tras ser ordenado sacerdote en el seminario Diocesano de Bogotá, viajó a Europa a estudiar Ciencias Sociales en la universidad católica de Lovaina en Bélgica. Allí entró en contacto con los curas obreros y el movimiento sindical y gracias a estas experiencias reafirmó su carácter rebelde y contestatario.
En este proceso se dio cuenta que las ideas marxistas- leninistas no estaban reñidas con las prácticas cristianas. Él tenía que tomar partido en favor de esas grandes mayorías invisibles,en favor de los campesinos y los proletarios, es decir, por esa gran humanidad condenada irreversiblemente a la exclusión y el olvido.
A su regreso a Colombia ejerció su ministerio como capellán de la Universidad Nacional donde desarrolló una importante labor académica. Desde el púlpito se dedicó a denunciar los privilegios de una sociedad elitista que cobardemente explotaba a las clases más desfavorecidas.
« Yo ejerzo mi apostolado llevando a cabo la revolución colombiana por el amor al prójimo y para el beneficio de la mayoría del pueblo »
Los años sesentas marcaron una época inolvidable en la historia de la humanidad que será muy difícil que vuelva a repetirse. El triunfo de la revolución cubana fue decisivo para avivar el fuego de la insurrección. El mito del Che Guevara marcó el palpitar de esas generaciones, un entusiasmo sin precedentes se apoderó de la juventud que ciegamente creía en el despertar de un nuevo amenecer. En Colombia y Venezuela, Uruguay y Argentina se multiplicó el accionar de los grupos subversivos como ELN, las Farc, FALN, los Montoneros y Tupamaros. En el tercer mundo los movimientos de liberación nacional tomaban las posiciones de vanguardia combatiendo a las potencias coloniales. Los vientos de libertad recorrían Indochina, Camboya y el Vietnam, al tiempo que en África se recrudecía la guerra de Argelia y el Congo. Incluso hasta en Europa el mayo del 68 provocó un verdadero terremoto que hizo tambalear el poder establecido.
Lamentablemente ese espíritu rebelde, romántico y soñador se extinguió para dar paso al conservadurismo más atroz y reaccionario. Hoy el dominio de la tecnología es implacable, la dictadura de los medios de comunicación ha desmovilizado los sectores populares, nos han reducido el cerebro y la alienación embrutecedora domina nuestras mentes. Nos han colocado un bozal y resignados no nos queda otra alternativa que sentarnos en la sala de nuestra casa a recibir la dosis diaria de predicadores, fútbol y telenovelas.
El éxito personal se impone sobre el comunitario, se ha aniquilado el movimiento asociativo y el individualismo es la constante. El fuego fatuo de la sociedad del consumo nos engatusa con sus vanas promesas de placer y felicidad. Las máximas aspiraciones de la juventud se pueden resumir en farra, drogas y alcohol. Parece mentira pero 44 años después de la muerte de Camilo Torres las condiciones sociales siguen siendo muy similares o quizás más crudas que las de entonces.
En el año 1965 la jerarquía católica aparta de sus funciones sacerdotales a Camilo Torres pues sus prédicas incendiarias ponían en peligro el estado de derecho. Entonces él toma la decisión más trascendental de su vida:cuelga la sotana y se une a las filas del ELN (Ejército de Liberación Nacional) De nada valen las encíclicas y las parábolas, si queremos trasformar este mundo hay que comprometerse con la lucha revolucionaria.« Yo colaboraré con los comunistas, porque los comunistas son los elementos revolucionarios y yo comparto sus objetivos »
En el año 1965 gobernaba en Colombia el político conservador Guillermo León Valencia, a la cabeza del episcopado se encontraba el cardenal Concha Córdoba y el general Alvaro Valencia Tovar desempeñaba el cargo de comandante de las fuerzas militares. Da igual los nombres y apellidos, los años o los siglos pues todo se repite irremediablemente al pie de la letra. La reencarnación de estos personajes macabros y nefastos no son otros que Uribe Vélez, el cardenal Rubianes o el general Freddy Padilla de León.
Entretanto la oligarquía amparados por las leyes constitucionales de la democracia burguesa se han dedicado de lleno a la corrupción y el pillaje. Por el contrario el pueblo llano se encuentra aún más empobrecido y deshauciado que nunca. Víctimas de la guerra fratricida que asola el país millones de campesinos se han visto obligados a escapar a las grandes ciudades en busca de la redención. Desplazados de sus lugares de origen y carentes de medios de subsistencia por un mísero sueldo tienen que enrolarse en los trabajos más despreciables y peor remunerados.
No podemos ignorar que el verdadero detonante de la insurrección armada es la propiedad de la tierra, propiedad de la tierra que en un 80% la acaparan los señores feudales. En los años sesentas una de las principales reivindicaciones de la izquierda colombiana era la reforma agraria. Pero aunque suene paradójico más bien lo lo que se ha producido es una contrareforma agraria donde millones de hectáreas de tierras han pasado a manos de los latifundistas, gamonales y narcotraficantes. El ejército y los paramilitares han cumplido eficazmente su objetivo desterrando a millones de campesinos de sus lugares de origen causando un genocidio sin precedentes que roza con el holocausto.
La represión, el desplazamiento, la tortura,las masacres, los asesinatos o las desapariciones se han elevado hasta niveles inauditos. El propósito de los estrategas militares es exterminar de raíz la subversión y el terrorismo. En la actualidad el ejército colombiano posee el arsenal armamentístico más grande de toda Latinoamérica. Esta auténtica dictadura cívico- militar que padecemos impone sus principios gracias a la amenaza e intimidación de los cañones y las bombas.
« Hay que preguntarle a la oligarquía cómo es que va a entregar el poder, si lo va a entregar pacificamente, entonces tomaremos el poder de una manera pacífica, pero si ellos eligen la violencia, entonces nosotros tomaremos el poder de forma violenta »
Colombia es uno de los pocos países latinoamericanos donde el accionar guerrillero aún se mantiene en pie de lucha. Por ese motivo las tropas de ocupación norteamericanas desde hace décadas impunemente intervienen en nuestro país. El imperialismo viene a sembrar la muerte, la destrucción y el dolor ansiosos por controlar una zona estratégica de vital importancia para sus intereses geopolíticos. Al final los únicos perdedores somos los colombianos que ponemos los muertos, los heridos, los huérfanos, las viudas o los desaparecidos.
Igual como sucediera un día con la guerra civil española o la revolución nicaragüense esta agresión artera y despiadada precisa de la ayuda y solidaridad de voluntarios internacionalistas que se sumen a la justa causa del pueblo colombiano.
« Cuando el pueblo esté decidido a luchar hasta el final no habrá ningún poder material que pueda ser superior al de un pueblo que busca su libertad »
Desde luego que el uso de la violencia está justificado pues si se empuñan las armas es en legítima defensa del bien más sagrado que es la vida. La resistencia contra un sistema opresor no admite discusión alguna. Al fin y al cabo las fosas comunes están plagadas de víctimas inocentes que creyeron en las promesas de paz y amor. La justicia social, la salud, la educación y una distribución equitativa de la riqueza son conquistas que queremos disfrutar en la tierra y no en el cielo. ¿cómo enfrentar a un estado fascista y criminal ?¿quizás con cánticos y alabanzas ?
Esta guerra fratricida enfrenta a guerrilleros hijos de campesinos y obreros contra hijos de obreros y campesinos al servicio de las fuerzas armadas. Los ciudadanos más humildes se ven obligados a la defender los intereses de una clase privilegiada que manipula los sentimientos nacionalistas para usarlos como carne de cañón. La mayor parte de los que ingresan en el ejército nacional lo hacen por motivos puramente económicos, son mercenarios que empujados por el creciente desempleo y la falta de oportunidades ofrendan sus vidas a cambio de unas sucias medallitas. Su gloriosa misión consiste en proteger la propiedad privada, velar por la seguridad de los patrones y garantizar el « orden y el progreso».
Seguramente Camilo Torres tuvo que vencer sus dudas y contradicciones, tal vez buscó una respuesta clarificadora y al final la voz de la conciencia le habló bien alto: no se trataba de otra cosa que de poner en práctica la palabra escrita en los evangelios y entregarse de cuerpo y alma a los demás. De nada valían sus diatribas intelectuales, las arengas apasionadas o su tratados sociológicos correctamente escritos. ¿Acaso esas masas de analfabetos podría entender el mensaje? Tenía que bajar de la nube y renunciar a los conceptos abstractos o las palabras poéticas. O sea, meter el dedo en la yaga y hundir sus pies descalzos en el barro. Sus amigos más íntimos le aconsejaban que había que esperar a que se dieran las condiciones, que también por medios pacíficos podía alcanzar sus objetivos, que la democracia es generosa. « El aparato electoral está en manos de la oligarquía y por eso el que escruta elige... »
Quizás lo más razonable hubiera sido asumir una actitud dialogante, si se portaba bien hasta le habrían ofrecido un cargo público y unas prebendas muy tentadoras. Pero Camilo Torres no buscaba la salvación individual igual que Cristo él quería redimir a la humanidad. « no nos pongamos a discutir si el alma es mortal o es inmortal, sino pensemos que el hambre y la pobreza son las que en realidad matan »
Pero el futuro es hoy y no mañana, ni pasado mañana. Camilo Torres fue tocado por un rayo de lucidez y decidió empuñar el fusil. La revolución es ahora o nunca. Los más pobres soportan una larga agonía esclavizados por un régimen de explotación y barbarie y hay que decirle basta ya a tantos engaños e hipocresía. La libertad y la justicia no admiten prórrogas.
« La resistencia armada es la única posibilidad viable de transformar la sociedad » Esa fue su postrer despedida. Inexorablemente el día 15 de febrero de 1966 a sus 36 años cayó muerto en un combate contra el ejército en Patio Cemento, municipio de San Vicente de Chucurí, Norte de Santander.

Carlos de Urabá 2010
Investigador de Colombia.

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