viernes, abril 02, 2010

¿Todos pederastas?


¿Cómo es posible que desde el papa hasta los arzobispos españoles, todos relativicen la pederastia y hayan arro­pado, encubierto o excul­pado a los pede­rastas, sin que to­dos ellos no sean pederastas por ac­ción o por omisión, por com­por­tamiento, ten­dencia o intención?
Podemos estar de acuerdo en que no todos los clérigos y semina­ristas son igualmente abyectos. Pero es in­conce­bi­ble que un pecado (en su doctrina) y al tiempo un de­lito (en la sociedad civil) sea visto por el papa y los purpurados con condes­cen­dencia cuando la pede­rastia es una con­ducta que deja casi siempre terribles secuelas en el niño. ¿Cómo se puede decir, como dijo un obispo de Ca­narias, que las víctimas de pederastia a veces “provocan”?
Y por si fuera poco ese desatino despreciable, resulta repulsiva la cansina preocupa­ción de los clérigos por el embrión humano, lla­mando asesinos a quienes dan legalmente la opción a la mujer de no permitir su desarrollo completo, pero callando cobardemente ante las invasiones armadas y demás monstruosida­des a cargo del impe­rio y de sus acólitos acerca de los que nada dice la Iglesia y si algo dice, sería con tibieza cómplice.
Para defender la siniestra causa de la pederastia de los clérigos, se alega que ellos también son “humanos”. Bien, pues júzguenseles como humanos que son, y con la agravante del código penal aplica­ble a todo humano que abusó teniendo ascendiente sobre la víctima, pero no sustrayendo al clérigo al juicio de la sociedad civil, que es lo que ha estado haciendo la Iglesia en todos los casos.
¿Cree la Iglesia católica a cuyo frente está un personaje que ya ha dado muestras de extravagancia y de insensatez impro­pias de un representante de su Altísimo, que no se va a ir muy pronto a pique? Vaya, vaya el papa otra vez a América La­tina, a África y al mundo entero, y comprobará con sus propios ojos cómo el mundo le va dando la espalda rápidamente; cómo se ha per­catado el mundo de que la católica Iglesia no hace más que mercadear con la doc­trina de su Fundador y prostituirla. Da la impresión de que entre toda la clerigalla sólo contados sacerdotes son cabales, y de que, gra­cias a ellos, sus jerifaltes pueden alardear de sensatez y san­ti­dad.


Jaime Richart en Kaos en la Red

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