domingo, junio 27, 2010

Literatura y compromiso. Notas con Saramago y Gaza al fondo.


En la historias universal de la literatura son muy pocos los escritores famosos provenientes del “foso social”, o sea de la miseria y el atraso cultural en el que se ha tratado de someter a las clases trabajadoras. Este es un mundo en el que los libros no llegan, o al menos no llegaban, y en el, en muchas ocasiones, la lectura comprendía un peligro. Quién tenga memoria podrá recordar como esto último llegó a ser una auténtica pesadilla cuando los militare “africanistas” decidieron “pacificar” su propio país. Un trabajador con libros en su casa era hombre muerto, o cuanto menos sometido a muchos riesgos.
Ser trabajador e “intelectual” fue pues, siempre algo sospechoso. Quizás esto explique el escaso número de literatos de fama internacional de esta procedencia, sobre todo si además tuvieron que realizar su “universidad” en la vida, compartiendo inquietudes con faenas y condiciones de vida my duras. Los hubo de procedencia muy humilde que, como H. G. Wells o Dostoievski, consiguieron el apoyo de familias o mecenas de las clases superiores.
Pero hubo otros que se lo tuvieron que sacar a pulso, y ese es el caso emblemático de Jack London, del que ando por ahí presentado una edición de sus “Textos anticapitalistas” con el título de “Tiempos de ira” (y que ha editado Libros de la Frontera). En cada presentación tengo que aclarar que London muchas cosas, reflejó influencia muy distintas. Eso explica que no haya ninguna dificultad en reunir su producción socialista. London fue desde muy joven hasta su muerte, militante activo de la socialdemocracia “clásica” Norteamérica, en nombre de la cual escribió numerosos panfletos contra el capitalismo en los que la ira, la propia experiencia labora, y un marxismo muy básico, dieron de sí bastante. Luego están sus narraciones abiertamente anticapitalistas, dos apartados que conforman un legado de singular actualidad considerando que London enunció el capitalismo más salvaje, el que no ha ganado últimamente algunas batallas. Sin embargo, existieron otros London, alguien con una vena racista insoportable, el periodista que trabajó para la cadena de “Citizen Hearts” (el mayor magnate de la prensa de su tiempo, el mismo que inspiró la película de Orson Welles), y escribió cosas que siguen oliendo mal.
Pero, por más que no han faltado críticos que consideran su obra como irregular, desmañada, y lo han tachado de novelista de vuelos, no es menos cierto que existen muchos más que afirman todo lo contrario. Más allá de esta disputa, el veredicto de los lectores no ha podido ser más elocuente. Después de mantener su celebridad a lo largo del siglo XX, en los últimos tiempos su obra siendo editada con el marchamo de un "clásico", e incluso conocido una mayor revalorización. Admirado a lo largo de los tiempos por gente tan diversa como Anatole France, Lenin, John Steinbeck, Trotsky. Hemingway, Orwell o, Jack Kerouac, etc. Hay un Jack London que inspiró al "Che" Guevara en el momento en el que el guerrillero creyó que sería su último pensamiento: "La única visión que recuerdo", escribirá hablando de un momento en el que estando herida es cercado por las tropas de Batista Y busca la mejor manera de morir, y se le presenta la imagen de un personaje de London acosarlo por la agonía, se sostiene sobre un árbol y "se dispone a terminar su vida con dignidad".
Y siguiendo con Jack london, revisando el prólogo que Howard Zinn dedicó El talón de hierro (Editorial Hiru. Hondarribia 2003), edición al parecer auspiciada por Alfonso Sastre, Zinn hace un alegato por la “vía pacífica” hacia la revolución. Una reflexión sobre la que valdrá la pena volver, sobre todo considerando lo que nuevamente se está debatiendo en Euzkadi.
Algún día habrá que hablar de Gorki, y también volver a hacerlo de Panait Istrati, y seguir en lo posible la lista. Pero en cada caso, se trata de tener clara una premisa primordial, a saber, que hay que distinguir entre el artista y el individuo, así lo hicieron los clásicos socialistas que, como por ejemplo Rosa Luxemburgo, escribió sobre las ideas de Tolstoy y las del atormentado Fiodor: “Dostoievski, sobre todo en sus escritos posteriores, es un reaccionario confeso, un místico que odia a los socialistas. Sus descripciones de los revolucionarios rusos son malévolas caricaturas. Las doctrinas místicas de Tolstoy reflejan también tendencias reaccionarias. Pero los escritos de ambos nos despiertan, inspiran y liberan. Y eso es porque su punto de partida no es reaccionario, sus pensamientos y emociones no obedecen al deseo de aferrarse al statu quo, ni los inspiran el resentimiento social, la estrechez mental ni el egoísmo de casta. Por el contrario, reflejan un gran amor por la humanidad, y una profunda reacción ante la injusticia. Así Dostoievski, el reaccionario, se convierte en agente literario de los “humillados y ofendidos”, como él los llama en sus trabajos. Sólo las conclusiones que él y Tolstoy han sacado, cada uno a su manera, sólo la salida del laberinto social que ellos creen haber encontrado, los conduce a las sendas del misticismo y el ascetismo. Pero en el verdadero artista la fórmula social que propone tiene una importancia secundaria; la fuente de su arte, el espíritu que lo anima: eso es lo decisivo”
Semejante matización resulta de ABC, y tal como explicaba en un reciente artículo, Saramago a los infiernos, en el que trataba de argumentar lo descabellado que resulta descalificar la trayectoria militante, y no digamos la obra literaria del Nobel portugués, por sus ocasionales “metedura de pata” o tropezones oportunistas (esa blandura con “Citizen” Polanco) con un “capitalismo con rostro humano” que trata de justificarse “simpáticamente”, pero que a la hora de la verdad no duda en servir a su señor…En ”El País” cuida Saramago porque tiene una misión clara: entrar por la izquierda “responsable” para salir por la derecha, saben no ser “sectarios”, hacer su juego.
No seré yo el que justifique estos “tropezones”, ni el que trate a la manera de tantas declaraciones bla, bla, bla, de enaltecer todo Saramago, pero también rechazo cualquier “enmienda a la totalidad” de una vida y una obra que merecen el mayor respeto e interés, y en la que hay infinitamente más trigo que paja. Saramago dejó una obra literaria que merece ser conocida, debatida y divulgada, y en sus planteamientos fundamentales, fue “o de los nuestros”. La enfermedad principal de la izquierda es, sin duda, el oportunismo. Pero el sectarismo es otra enfermedad.
Desconfío profundamente de quienes ejercen de jueces sumarísimos, entre otras cosas porque ese papel ya lo ocupan los intelectuales orgánicos al servicio de los amos del mundo, y sí en dicho artículo sacaba a colación el anatema vaticano, una excrecencia que, digo yo, enaltece por su “sinceridad” al escritor fallecido mucho más de los que le vanaglorian como “defensor” de unos “humildes” y “oprimidos” que están pisoteando desde los pasillos del poder gubernamental y/o mediático.
Como se podrá comprobar, lo del Vaticano no fue ninguna exclusiva. Ayer (23/06/2010), Pilar Rahola, ahora exitosa “trovadora” del “rey Artur” (Mas), nos obsequió con su columna fija en La Vanguardia en el que se pone el vestido de “disidente” (“Difícil artículo, no en vano remar contra corriente siempre comporta grandes riesgos”). Pero como ella es tan valiente, da el paso necesario: “…con Saramago me pasó lo mismo que con Cela, que amé su literatura tanto como desprecié su pensamiento, en ambos casos porque cuando dichos escritores se calzaban las botas de pensadores, no salían perlas de sus bocas. Cela era un machista maleducado, un grosero malhablado, un tipo desagradable, y, sin embargo, La familia de Pascual Duarte es un monumento literario”.
Saramago no era como Cela, sus “formas eran educadas”. Sin embargo, siguiendo las pautas paralelas a la de L´Observatore Romano”, esta mujer que nada contra la corriente, se atreve a disentir. Para ella, Saramago “estuvo toda su vida vinculado a los pensamientos más reaccionarios de la izquierda, hasta el punto de dar su apoyo a dictadores comunistas, a partidos como el PC portugués”, un detalle que, pro supuesto, no acota: lo hizo en la clandestinidad bajo el regimen salazarista que estaba protegido por el “mundo libre” o sea por los Estado Unidos. Pero si aquí hay que meter la palabra “totalitarismo”, esta viene aclarada con una cita de Vicenç Villatoro: "Muchos escritores se han fascinado por formas de pensamiento totalitario, y nadie les discute que sean grandes escritores".
La descripción que Rahola hace del pensamiento de Saramago es gemela a la vaticana. Éste formaba parte de gente que “habitan ideológicamente en el jurásico inferior, y a todo quisque que machacara a los norteamericanos, hiciera populismo tercermundista y, por supuesto, hablara mal de los judíos. Si las ideas de Saramago hubieran triunfado, habríamos vuelto a los peores tiempos del estalinismo, porque este `lúcido pensador´ –según la mayoría de las crónicas laudatorias de estos días– despreciaba a la malvada democracia "burguesa", tanto como amaba a la dictadura del proletariado”. Así de sencillo, pobres norteamericanos, atacados por el “populismo tercermundista”, y para colmo, antisemita. Esto se publica en la página central de “La Vanguardia” con la misma categoría que una editorial…
El esquema es sencillo: Estados Unidos lideran el “mundo libre” contra el totalitarismo, un lugar ocupado antaño por el nazismo y el comunismo, y ahora por los “populismos”, la misma lucha que llevan los judíos, ayer víctimas del “holocausto”, hoy defensores de la libertad contra el “fundamentalismo islámico” y sus cómplices…Aquí no hay datos concretos. No hay pobreza ni opresión que valga, no hay fortunas que ofenden la vida, no hay más que el poder y la gloria de servirlo. Por defender esto, tienes carta blanca en “La Vanguardia”.
Como la que tienen entre otros, Bernard Henri-Levy, que puede escribir en “El País” (13-06-2010), una apología de éste sobre la última acción del terrorismo de estado sionista, en la que comienza diciendo: “Nadie muere de hambre en Gaza, Israel solo bloquea la entrada de armas. Pero unos tontos útiles se embarcaron en una epopeya miserable, cayendo en la trampa de los fanáticos del apocalipsis antijudío”. Ni tan siquiera Pilar Rahola se ha atrevido a escribir algo así, para ella la última acción militar sionista ha sido un error innecesario que da metralla a sus muchos enemigos. Pero lo más extraordinario ha sido la explicación “oficial” del “diario independiente”: el artículo no se puede tocar por lo dicho de la “carta blanca” por la que –no hay la menor duda-, cada línea tiene n precio de oro considerando que se publica en infinidad de diarios. “El País” por lo tanto, no puede hacer nada. Además, dado que también publica artículos en contra de la política de Israel, así pues, se trata de respetar el equilibrio objetivo, no amputar opiniones, ¿se imagina alguien un artículo rusticando un atentado de ETA aunque no hayan víctimas en loor de “todas las voces”, ¡qué cínicos¡…
Saramago se pudo equivocar en tal o cual ocasión, pero por el conjunto de sus posiciones ha merecido el odio de gente como Pilar Rahola, quien, con toda la impunidad que le otorga el poder (mediático), no duda en equiparar su ideario con el de la extrema derecha que, vaya por Dios, de tal guisa resulta que y si Saramago hubiera sido de extrema derecha “habría sido condenado al ostracismo, porque a la extrema derecha se le niega, por suerte, el pan y la sal”. En cambio: “Los intelectuales de extrema izquierda mantienen su prestigio ideológico intacto, incluso después de que su propia ideología haya fracasado…” Rahola no parece saber que la extrema derecha no es meramente esa que desfila ridículamente con sus yugos y flechas. La extrema derecha aquí y ahora es ante todo y sobre todo, la que defiende a los amos del mundo y disparan sin escrúpulos contra sus adversarios.
En lo que no se equivoca es el registrar a Saramago entre estos, aunque no siempre fuese consecuente.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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