sábado, julio 31, 2010

Si el fascismo colombiano vuelve a atacar a mansalva, hay que responderle sin llorar


Las bravuconadas del saliente representante de la derecha colombiana y agente de los norteamericanos Álvaro Uribe, quien ordenó a su cómplice representante ante la OEA de apellido Hoyos, a que lance su último cartucho, antes de abandonar su fracasado gobierno plagado de asesinatos, desaparecidos, de fosas comunes, de narcotráfico, de corruptelas que inclusive salpicaron a su entorno más intimo, no surtieron efecto para relanzar sus infamias de mentiras y sainete, montado con la venia de los EE.UU. y la complacencia de su mandadero el Secretario General.
Uribe y su ejercito profesional, más las fuerzas policiales y sus organismos de “seguridad democrática”, no han tenido la capacidad de acabar con las fuerzas insurgentes que luchan durante demasiado tiempo, por terminar la ignominia a la que han llevado al pueblo colombiano, Uribe y todos sus antecesores.Pretendiendo escudarse ante la OEA, con el viejo cuento de que Venezuela (o mejor dicho el Presidente Chávez) apoya a las FARC y de que en algún lugar “del territorio venezolano” hay un supuesto campamento con unos cuantos guerrilleros, más algunas fotografías que no demuestran nada, a causado risas a todos los que vimos esa burlesca presentación del ratoncito Hoyos a nombre de todos sus amos.
Eso es reconocer tácitamente que Uribe y todos sus secuaces han sido incapaces para frenar, menos acabar con el cultivo masivo de coca, la intensificación de la fabricación de cocaína y el consecuente tráfico de la misma a diferentes partes del mundo.
La acción beligerante de las FARC y ELN, demuestran la consistencia y lucha de grandes sectores de la población colombiana por su derecho a vivir en paz. Las consecuencias de esta guerra ha costado demasiadas penurias, vidas y masacres al pueblo colombiano, con repercusión directa en sus países vecinos, en especial a Venezuela, donde se encuentran más de 4 millones de desplazados por los grupos militares y paramilitares y además por la situación económica como consecuencia de la guerra que sólo ha beneficiado a los grupos de poder y a las fuerzas de represión que son participes del botín millonario de la ayuda gringa al famoso y fracasado “plan Colombia”, ahora llamado Plan Patriota.
“Quien hecha sus males en otro descansa”. Todos los problemas que se pretende endilgar a otros, son problemas de los gobiernos irresponsables de Colombia junto a sus clases dominantes que han sido incapaces de avanzar con la marcha de los tiempos. Incapacidad de una oligarquía, que sigue usufructuando de la renta y explotación de la tierra, privando con su acaparamiento y saqueo a miles de ciudadanos colombianos propietarios ancestrales de sus terrenos.
Incapacidad de una burguesía, parasitaria incapaz y antinacional que no ha resuelto problemas que se heredan de siglos pasados, y por eso ahí hay una guerra que reclama ante la historia el derecho de mayorías, que no asisten a votar en farsas electorales, como lo demuestran los números dados por los organismos pertinentes y que con las armas o en silencio, reclaman su derecho legitimo de participar en la vida política del país, y que esa participación sea respetando el sagrado derecho a la vida.
Por eso no se acaba la guerra en Colombia. No se acabará, si no es mediante el diálogo, que no lo quieren las clases dominantes y sus mandantes los gringos, entonces tendrá que ser por la persistencia del pueblo a lograr la ansiada paz con justicia, mediante la respuesta revolucionaria como “la partera de una nueva sociedad”.
Si el fascismo colombiano incluido el imperio con sus 7 bases militares, no puede con los problemas internos, menos podrá con una guerra contra un pueblo como el venezolano, consciente de que esta encaminándose a paso de vencedores, hacia una nueva sociedad de iguales.
A los fascistas colombianos, sea Uribe o perico de los palotes, les gustaría solamente los ataques sorpresa, es decir a mansalva, de noche, usando alta tecnología de sus amigotes, como lo hicieron en la masacre en el territorio ecuatoriano.
Ellos saben que si desencadenan una guerra, convertirían a Colombia en un Viet Nam, con la diferencia que convertirían esta guerra del pueblo venezolano en una guerra de todos los pueblos de América y de más allá, “iríamos sin llorar”, jamás en contra el pueblo colombiano, sino en contra del fascismo y su burguesía retrograda que tanto daño causa a Colombia y a Latinoamérica.
El imperio y sus sirvientes saben lo que puede suceder, si se les ocurre iniciar una guerra en esta parte del continente, no nos dejemos intimidar, ese seria el peor error que cometamos. America Latina debe ser Tierra de paz, pero sin fascismo.

José Justiniano Lijerón

EX dirigente de la Central Obrera Boliviana (COB)

Y siguen estos lerdos creyendo en el capitalismo...


La con­dena a los infiernos al socialismo real que intenta conse­guir el ma­yor grado de igualdad posible en la sociedad.
¿Verdaderamente siguen creyendo los autores, los intelectuales, los que en definitiva piensan que el capitalismo supuestamente demo­crático es el único y mejor de los sistemas posibles? Si pudo sos­tenerse esta bárbara mentira en otros tiempos -en otros tiempos de pujanzas y vacas gor­das pese a que fueran (como siempre) los me­nesterosos los que pagan los beneficios de los capitalistas-, hoy día el disparate alcanza cotas delirantes.
En primer lugar porque el nivel de conciencia colectiva es capaz de abortar muchas de las falacias manejadas hasta hoy y que antes engu­llía. Y en segundo lugar, porque sólo a trancas y barrancas si­gue su anda­dura un sistema que amenaza constantemente con desplo­marse; un sistema que perfila sin descanso en el horizonte una crisis mundial sin precedentes, con referencias al 1929, y que en países como España, Grecia, Italia e incluso Francia está sepul­tando poco a poco toda credibilidad colectiva.
Y sin embargo siguen ahí los mamporreros persiguiendo el socia­lismo real cuyo icono, para los occidentales, sigue siendo Cuba. Y si­guen y siguen diciendo que ese sistema sólo reparte po­breza, que en él no hay libertad, que es invivible, y que sus dirigentes son unos pe­rros sarnosos que merecen no sólo boicots y maniobras amenazado­ras cerca de sus bahías, sino que se están ganando una atómica sobre La Habana. Como si ese sistema no contara, para perma­necer los año que tiene de vida, con la aproba­ción de una in­mensa mayoría del pueblo…
Por otra parte el pánico se cierne sobre los países capitalistas. Hay casi cinco millones de parados en España y quién sabe cuántos mi­llones entre todos los del sistema. Más otros tan­tos millones de ex­poliados, de saqueados, de robados por los de­predadores del capi­talismo, que habitan en otros países a miles de kilómetros de distan­cia cuyos territorios son ricos en materias primas y sirven al lujo y al despilfarro de los capitalistas.
Lo que equivale a calcular que en estas demo­cracias simuladas gracias al dinero acumulado por las oligarquías, habi­tan centenares de millones de angustiados por falta de trabajo o de recursos. Mien­tras otros millones viven opíparamente sólo azorados por pérdidas bursátiles o por verse precisados a reducir un poco sus presu­pues­tos millonarios. Y mientras tanto la OMS dando cifras espeluz­nantes de enfermedades mentales y nerviosas, de suicidios que cada vez se dan a edades más tempranas, y cada vez más tensio­nes y más odios... Todo a cuenta de la incertidumbre, de los abusos de las em­presas sobre sus trabajadores, de los fuertes sobre los débiles, de los avispados sobre los ilusos y los ingenuos.
Pero ellos dale que dale, ellos cantando al capitalismo que arruina el planeta, que cercena las esperanzas, que incita a la malicia y a la desconfiaza permanentes. Ellos… alabando imaginarias de­mocra­cias donde la libertad es un mito monstruoso puesto que toda liber­tad empieza por tener asegurada la tranquilidad de espíritu y cu­biertas las necesidades más elementales. Y lo mismo que tan te­rri­ble puede ser perder la libertad como sentirla persistente y grave­mente ame­nazada, el capitalismo es una espada de Damocles que hace temer todas las injusticias y la mayoría de los crímenes que asuelan a este mundo.
Pero ellos siguen y siguen adorando al capitalismo y a las democra­cias de mentira, y las siguen inoculando en las almas cán­didas, unas veces, y otras indolentes. Que la maldición del infierno caiga sobre sus canto­res...

Jaime Richart

Don Jorge


Se nos murió don Jorge. Ya han pasado dos semanas. Quise dejar pasar todos estos días antes de escribir esto. Leer todo lo que en estos días se escribió sobre él. Y entonces, sí, dedicarle estas páginas a quien lo mereció. Don Jorge Cepernic, gobernador de Santa Cruz en aquellos años cruciales donde se iba a definir el futuro de los que buscábamos otra Argentina. Don Jorge Cepernic, gobernador de Santa Cruz elegido por su pueblo. Pero gobernador por pocos meses. Una historia argentina.
Fue en el año 1970 que lo conocí. Viajé a Santa Cruz para iniciar la investigación de las huelgas rurales de los años 1920-22. Los fusilamientos de los peones de campo por parte del Ejército argentino durante la presidencia de Yrigoyen eran un tema del cual no se hablaba. “De eso no se habla”, era la respuesta casi obligada ante la pregunta: “¿Qué pasó en estas tierras en aquellos años?”. A don Jorge me lo presentó el doctor Paradelo, hijo de quien había sido gobernador santacruceño en el año ’58. Me dijo: “Don Jorge Cepernic, santacruceño hasta la médula de los huesos, hombre del campo y la ciudad, él te va a relatar toda la verdad”.
Y fue así. Me recibió como a alguien que hubiera esperado muchos años. Se maravilló de que a uno de Buenos Aires le interesara revisar la historia patagónica. Y se puso a mi disposición. “Le voy a presentar a todos los que viven todavía de esa época”, me dijo. Y, con tiempo, me preparó un programa de viajes por el interior de la provincia. El mismo me iba a llevar en su autito Fiat 600. Y lo hizo. Anduvimos kilómetros y kilómetros en ese ratoncito con motor, saltando por esos caminos llovidos de piedras. Pero don Jorge no se inmutaba. Nos deteníamos ante las estancias y me contaba la historia de sus propietarios y cuáles habían sido sus comportamientos durante las huelgas rurales. Entrábamos y me presentaba desde el patrón hasta el último peón. Siempre había alguien que daba datos sobre sobrevivientes de aquellos hechos y dónde vivían.
Mientras viajábamos me relataba que él tenía seis años cuando se iniciaron las huelgas y que su padre –croata que llegó a los 18 años a la Patagonia– tenía un negocio de verduras y frutas, y que siempre ayudó a los perseguidos por la represión del Ejército. Y que él vio cuando trajeron –durante la primera huelga– a los caídos en El Cerrito, en un enfrentamiento con la policía, y los velaron en el local de la Sociedad Obrera. También así conoció a Antonio Soto, el líder del movimiento.
En ese viaje me di cuenta de la amplitud de ese hombre. Cómo comprendía el porqué de las huelgas y que lo que exigían era muy poco. Además, para él, siempre fue inexplicable la orden dada por el presidente Yrigoyen al teniente coronel Varela, con la pena de muerte por “subversión” a quien se resistiera a la orden de volver al trabajo.
“Yo conocí a esas peonadas, gente silenciosa y de trabajo. Aguantadora pero con fuerza para decir basta cuándo la explotación llegaba a no respetar la dignidad humana”, me decía don Jorge mientras guiaba su autito en esas distancias interminables.
A don Jorge lo saludaba todo el mundo. Un hombre de trabajo con su “campito”, como él llamaba a su estanzuela cerca del El Calafate, y su casa sencillamente patagónica de Río Gallegos.
Ese hombre, años después de nuestro encuentro, fue elegido gobernador de Santa Cruz en las elecciones de 1973 –aquellos comicios nacionales en que se consagró presidente a Cámpora– con amplia mayoría. Es que todo el mundo lo conocía a don Jorge: honrado, humilde, hombre de la tierra que siempre había vivido en su provincia, que salió a la protesta cuando vio injusticia en su sociedad y que hablaba de su paisaje, del que me dijo varias veces: “A esto hay que convertirlo en un paraíso real para la gente”. Don Jorge.
Mientras tanto habían salido ya mis dos primeros tomos sobre la huelga patagónica y los cineastas Olivera y Ayala, no bien los leyeron, decidieron filmar la verdad histórica de esa innoble injusticia que había ahogado en sangre la protesta de los desposeídos. Así nacieron los planes del film La Patagonia rebelde. Y aquí se inicia un capítulo que lo dice todo de una sociedad: el miedo de los funcionarios “responsables”, el mirar para otro lado y el ejercicio del poder para prohibir. “Se prohíbe” y se acabó. Como dijo meses después el mayor censor de la historia argentina, Manuel Paulino Tato. Hombre de misa diaria.
Pero vayamos al comienzo del drama. Gobernador, Don Jorge; presidente, Cámpora; interventor de la censura cinematográfica, Getino –el valiente de La hora de los hornos–. No hubo ningún problema. Getino aprobó el guión sin pestañear y viajamos a Santa Cruz para filmar en los lugares históricos.
El gobernador, don Jorge Cepernic, nos recibió con los brazos abiertos. El banco de la provincia nos dio un préstamo y el gobernador dio permiso de filmar en todo el territorio provincial y, justamente, en los lugares históricos. Más todavía, don Jorge nos puso a disposición a los cadetes de la escuela de policía para que hicieran de “extras” en el film representando el papel de los soldados.
Pero nada iba a ser fácil. Cuando miembros del Ejército se enteraron del proyecto, comenzaron a moverse. A través de informantes supieron que el final del film iba a ser la escena donde las prostitutas de San Julián rechazaron a los soldados fusiladores, después de la matanza de peones. Todo menos esa escena iban a permitir los militares.
Ya había renunciado Cámpora. Se había producido la presidencia de Lastiri –quien había procedido a prohibir mi primer libro, Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia. El ambiente venía mal. Pero asumió Perón.
En medio de la filmación, en una estancia cercana a Puerto Santa Cruz, un mediodía vemos aparecer un automóvil. De él baja el propio gobernador, don Jorge Cepernic. Me busca a mí, con quien era el único del grupo filmador que tenía amistad. Me lleva aparte y me dice: “Me acaban de llamar de Casa de Gobierno preguntándome quién dio permiso para filmar tu libro en el territorio de esta provincia”. Me miró largo, en silencio. Comprendí. Pero me dio esperanzas. Agregó: “Te pido que les digas a Olivera y a los actores que traten de filmar lo más rápido posible y terminar cuanto antes. Yo, mientras tanto, voy a ganar tiempo haciéndome el que no entiendo”. Don Jorge era así. Arriesgaba su cargo de gobernador por ser fiel a la verdad histórica.
No voy a olvidar más a ese gobernador caminando de nuevo hasta su auto para regresar a Río Gallegos, y me dije: “Un gobernador recorre kilómetros para avisar a un amigo de los peligros que hay. No me vino a decir: ‘Acábenla ya mismo con eso’. No, me dijo sólo que nos apurarámos”. La actitud de un verdadero Hijo del Pueblo.
La escena se iba a repetir. Cuando filmábamos, dos semanas después, cerca de Lago Argentino, en la estancia La Primavera, las últimas tomas de exteriores, el gobernador Cepernic se tomó el avión para venir y volver a decirnos que el problema se había agravado y que había mucha indignación entre los oficiales del Ejército. Pero en ningún momento nos pidió o exigió que nos fuéramos ya y que no lo comprometiéramos más.
Sí, el film pudo estrenarse con un éxito increíble, a salas llenas, después de meses enteros de no permitirse la exhibición. En ese ínterin muere Perón y el mismo día nuestro film obtiene el Oso de Plata del Festival de Berlín. Este último factor ayudó para que el film no fuera prohibido de inmediato. Comienza uno de los períodos más nefastos de nuestra vida política: el régimen de López Rega y sus Tres A. El gobierno de Jorge Cepernic es intervenido por la presidenta Isabel Perón y con la aprobación del Congreso de la Nación, y reemplazado por el funcionario Augusto Saffores, en el mismo momento en que Cepernic se proponía expropiar uno de los más grandes latifundios de esa provincia, de capitales británicos. Es que Cepernic nunca podía olvidar que Roca, justamente el genocida de los pueblos originarios, durante su segunda presidencia había otorgado –por la concesión Grünbein– 2.500.000 héctareas de Santa Cruz a 137 estancieros ingleses.
A don Jorge se le quitó la gobernación. Una de las medidas más injustas de nuestra historia política. Esa decisión se tomó también contra los gobernadores de otras cuatro provincias que se proponían cumplir con lo prometido en las elecciones.
Después, su fidelidad a sus ideales iba a ser pagada cara por don Jorge. La dictadura de la desaparición de personas lo hará detener y pasará más de cinco años de prisión en la cárcel militar de Magdalena. La humillación más absoluta. Cuando le preguntó al coronel jefe de la prisión por qué lo tenían tanto tiempo preso, le contestó el uniformado: “Porque usted permitió la filmación de La Patagonia rebelde en su provincia”. Pecado mortal. Denunciar la verdad de nuestra historia, en nuestro país, era ser subversivo contra el orden establecido.
Luego de casi seis años de cárcel, debió cumplir prisión domiciliaria en su casa de La Josefina”, su “campito”, como lo llamaba él. Allí continuó la humillación ya que allí convivían, para vigilarlo, cuatro policías por turno a los cuales la esposa de don Jorge –la inolvidable y eterna compañera de él, Sofía Vicic– debía cocinarles y servirles la comida. Hasta que don Jorge, en esos actos siempre frescos e insurgentes de él, se escapó por una ventana, fue a la comisaría más cercana y dijo: “Aquí me quedo, ni mi mujer ni mis hijos tienen que sufrir esta humillación en mi casa con esa guardia permanente”.
Cuando hace pocos meses filmamos mi regreso a los lugares donde cuarenta años antes había hecho la investigación de las huelgas patagónicas, grabamos mi última entrevista con don Jorge. Siempre el mismo. Con ganas de poder alguna vez cumplir con sus ideales de justicia social en su querida tierra patagónica. La nostalgia de todo lo vivido nos cubrió de emoción. Me despedí con el abrazo reconocido que se da a los hombres honrados, a los hombres de la generosidad.
La calle de Río Gallegos donde vivieron mis padres y nació mi hermano mayor se llama Roca, el nombre del genocida. Ojalá que alguna vez se llame Jorge Cepernic: un santacruceño de ley que sufrió todas las humillaciones y que quería hacer de toda esa tierra un ejemplo para un país justo, sin niños con hambre, sin villas miseria, sin violencias. Ojalá existan en el futuro hombres como él con el coraje civil de hacerlo. Se lo merece. Fue, lo repito, un verdadero Hijo del Pueblo.

Osvaldo Bayer

Desde Bonn, Alemania

jueves, julio 29, 2010

La “memoria histórica” contradice la actual “historia oficial”.


La controversia sobre la “memoria histórica” no es sólo, una “exigencia elemental de justicia retrospectivo. También afecta a unas de las columna del consenso establecido con la Transición, y atenta contra la “historia oficial” emanada en esta.
Así pues, al debatir sobre la “memoria histórica” lo estamos haciendo sobre muchas cosas. Y aunque se trata de algo extremadamente amplio y complejo, creo que las coordenadas fundamentales para entenderlos, pasan cerca de algunas de estas consideraciones que resume como un “borrador” para su posible discusión…
- 1. La transición fue inmodélica por muchos motivos. Primero, porque no fue tan pacífica como se ha pretendido, murió mucha gente, sobre todo desde el lado de la resistencia antifranquista. Los culpables, al igual que los jerarcas del régimen, los torturadores, y cia, siguieron en sus puestos. Pero sobre todo, porque al final, los reformistas del franquismo consiguieron ganar la partida que estaban perdiendo, sobre todo los empresarios a los que no les servía el sindicato vertical, ni tan siquiera los “grises”. El “reformista desde dentro” de Arias Navarro fracasó totalmente. Esto obligó al régimen a dar un golpe de timón con Suárez, un “reformista hacia fuera”. El plan de encarnado por Suárez partía del supuesto del fracaso de Arias, y por lo mismo, abordó la “reforma” en el sentido de entrar con las nuestras (libertad, amnistía, estatutos de autonomías), y así recuperar la iniciativa. Libertad para recomponer el orden (así las movilizaciones pasaron de crear “zonas de libertad” a ser acusadas de “desestabilizar” la democracia): la amnistía sirvió (también) para blanquear a los sicarios del régimen (cuando a Pilar Bravo le preguntaron por el ascenso de un reconocido torturador, respondió que con la democracia todos empezamos de nuevo), y los Estatutos fueron amalgamados y luego cercados…Esta faena fue cubierta en dos fases, la primera con Suárez (que todavía se vio obligado a hacer cosas más de izquierdas que Felipe), y la segunda, contra Suárez…Pero la iniciativa y las medidas ya estaban dictadas, la izquierda podía jugar, pero en el campo de lo que la derecha permitía.
- 2. Esta maniobra tuvo un as en la apuesta por la recomposición del PSOE, efectuada con la suma inteligencia: éste se presentó como socialista en oposición a la vulgar socialdemocracia, liderado por gene joven y “limpia” en oposición a la “gerontocracia comunista”. El PSOE aceptó el marco impuesto porque sus intereses eran ya electorales, por lo tanto, opuestos a los movimientos de bases. El PCE-PSUC fue el que, por su enorme importancia entonces (mostrada con ocasión de la matanza de Atocha, oponiéndose a cualquier “aventura” o sea a cualquier huelga, asumió el papel protagonista en la desmovilización, pensado que tenía una oportunidad similar a la italiana para ocupar el lugar de la socialdemocracia. Esta desmovilización fue impuesta en base a dos argumentos básicos:
-a) no se podía seguir con las mismas movilizaciones porque ese provocaría un golpe de Estado (ese fue el gran argumento para hacer tragar los pactos de la Moncloa), como si ese riesgo no hubiese existido antes…;
-b) ahora se trataba de una primera etapa, una etapa para acumular fuerzas mientras se avanza con n pie en la calle y otro en las instituciones. El pie de las instituciones desplazó totalmente al de la calle, así los cargos se subieron al carro, y la militancia honesta siguió su camino (desconcertada)
- 3. Esta nueva fase requería un nuevo paradigma histórico. Cierto, ahora ya no podía ser tan “totalitario” como antes; de hecho, el paradigma franquista estaba ya en ruinas. El “nuevo régimen” no podía reconocer la II República sin cuestionar el ejército (que todavía en 1986 escribía su propia historia en clave franquista con prólogo de Narcís Serra, actualmente jerifalte de las Caixas), y la Iglesia (que tuvo con Wotyla un ferviente defensor de lado “católico” del franquismo)…No se podía defenestrar a Franco sin tocar al monarca (quien no permite que se hable mal del Caudillo en presencia suya), además, la “modernidad” pasaba por encima del un pasado en el que la memoria incluía los años de miseria, el miedo y la represión. Al PSOE esto le vino al dedo, el pasado le servía como refrendo de izquierdas de antes de la guerra, algo que pudo encauzar institucionalmente con fundaciones como la Pablo Iglesias. Además, el pasado reciente le acusaba: ¿dónde habían estado? En cuanto al PCE-PSUC, también tenía sus historias para olvidar, un pasado de liquidaciones y expulsiones ligadas al estalinismo (así, desde Gregorio Morán publicó su atestado, Miserias y grandezas del Partido Comunista de España, 1939-1985, en 1986, todavía está esperando que alguien le responda)…Esta adaptación del aparato no habría sido posible sin el peso de las tradiciones jerárquicas que tuvieron su justificación en los años de mayor clandestinidad. De esta manera, los movimientos sociales que estaban recomponiendo, entraron en abierta crisis.
- 4. Se puede decir que el “pacto del silencio” fue un pacto de vergüenza y conveniencias en la que la primera víctima fue la República, y la segunda, la resistencia antifranquista. Se ha querido ocultar, pero de tal manera que Javier Tusell, uno de sus principales valedores, podía negarlo mientras achacaba a Alfonso Guerra la irresponsabilidad de montar una exposición sobre el exilio, y eso que dicha exposición fue presidida por Juan Carlos I…De hecho, el propio PSOE llegó a darse cuenta que habían cedido demasiado, y que estaban perdiendo la batalla identitaria derecha-izquierda que les había funcionado antes. En ese contexto tiene lugar una cierta recuperación del republicanismo (rehabilitación de Negrín), y la “Ley sobre la Memoria Histórica” que recogía aspectos parciales del movimiento memorialista, pero que se quedaba en eso, en lo que podía permitir la derecha.
-5. Se ha querido justificar todo esto, con el argumento de que Franco había muerto en la cama, y está claro que el hecho peso lo suyo ya que detrás dejó los aparatos represivos del régimen prácticamente intactos. Sin embargo, Mussolini no murió en la cama, y la cultura de la Resistencia pesó en Italia, por lo menos hasta el Novecento, de Bertolucci. Aún y así, no parece que la situación de la “memorias popular” italiana goce de mejor salud que la nuestra, más bien al contrario. ¿Por qué?, pues ha pasado la restauración neoliberal que vendría como agua de mayo para la derecha neofranquista, y que también se impondría en el PSOE. El neoliberalismo reinante ha desplazaría el meridiano de la izquierda (anticapitalismo), all anticomunismo, llevándose también por delante el antifascismo. Desde luego, esto no hubiera sido posible sin el previo descrédito total del “socialismo real” y de sus groseras falsificaciones…
- 6. El “nuevo régimen” nacía –necesitaba- pues, bajo nuevos parámetros históricos. Una vez la izquierda renunció al socialismo y la democracia plena (que fueron señas de identidad básica en la clandestinidad), por la democracia liberal, concretamente esta, la única posible, resultó que Fraga era un padre de la patria, que Aznar es la derecha civilizada, y el PSOE, la única izquierda posible…Fuera quedaba la desestabilización. El referente histórico ya no eran Octubre y la experiencia soviética, sino la “democracia” americana. La izquierda institucional y mediática hizo suyo el canon Soljenitsin sobre tal cuestión, y el comunismo fue puesto contra las cuerdas. Esto no sucedió mediante una victoria en el debate teórico, en los años sesenta-setenta, la izquierda cultural logró aportaciones y avances muy considerables en todos los terrenos, incluyendo el ajuste de cuentas contra el estalinismo. Pero este escenario fue ninguneado, sobre todo porque las viejas redes sociales reivindicativas entraron en crisis: los diarios, revistas, editoriales, foros. Conversando con un viejo colega con el que había dado más de una charla sobre la revolución de Octubre en clave antiestaliniana, le dije, ¿pero tu sabes que todo eso que dicen es mentira? Su respuesta fue: “Bueno, pero es lo que hay hacer ahora. Cuando volváis a ganar volveremos a decir lo mismo que antes”. Con la Transición, la izquierda operó este cambo en la percepción histórica. Se trataba de ajustarse a la nueva ideología dominante en su desarrollo específico por estos lares.
- 7. Eso último y n otra cosa fue lo que ocurrió con la historia social, la crisis de los años treinta y la resistencia antifranquista…Quedaron sacrificadas por la historia oficial que ahora tocaba: había que miar hacia adelante y no hacía atrás. Teníamos por delante Europa, y la buena vida, esto por no hablar de otras cuestiones, por ejemplo, el abandono del POLISARIO por parte del PSOE después de un intervención de don Juan, o el menosprecio generalizado hacia el “tercermundismo”, etc. La correlación de fuerza había dado un vuelco, también en la “guerra de las interpretaciones”…Desde este punto de mira, el llamado “revisionismo” (palabra infeliz donde las haya, la historia siempre será revisión, lo mismo que lo es una película o una novela cada vez que la vemos o la leemos), es la historia escrita por encargo de la derecha aquí y ahora, en tanto que el “revisionismo” de izquierdas…Es el revisionismo que hace que la izquierda lo sea de la derecha, sin fines propios. Esto significaba abandonar la historia social. El movimiento obrero histórico fue interpretado en clave del presente, como el área del servicio, el pariente pobre de la democracia con funcionarios dedicados a “negociar” sin movimiento. En este cuadro, la memoria de la izquierda institucional tenía como horizonte la derecha republicana en línea de la ”tercera España”. La misma que estaba por “encima” de los “totalitarismos” de derecha y de izquierdas. Por supuesto, este esquema se puede matizar, el centrismo historicista es un totalitarismo en los medios, no con una torpe disciplina estricta. Los Santos Juliá y compañía representan a las instituciones, y a los medias orgánicos como El País.
8. Es desde este punto de mira, y no desde el de la investigación, desde donde quieren mirar. El historiador en plantilla escribe sobre la memoria histórica como dictan las editoriales de su periódico que, además, publica y publicita su obra. Pueden ser historiador, pero dicen lo mismo cuando son escritores en plantilla: Fernando Savater, Elvira Lindo, Antonio Muñoz Molina, etcétera. Sus trabajos están orientados a.C. la recuperación del lector de izquierda, para llegar donde quieren llegar: a los pies de la Coronas. Como sucede en la vida política y económica, esta orientación “superadora” tiene una base fundamental de coincidencias con la derecha, y con los otros emporios mediáticos, con la historiografía oficialista representada por ejemplo, los convergentes, la derecha neoliberal (Fernando García de Cortázar, Stanley Payne, Bartolomé Benassar, etc), pero todos coinciden en lo mismo…La adopción de los parámetros de la historia oficial no tiene porque anulas unas posibles capacidades y trabajos como investigador, a veces ocurre, -y Santos Juliá es un buen ejemplo-, que sus obras, o a al menos algunas de ellas, pueden contradecir su narración como tribunalista oficioso”.
-9. La diferencia actual con las dos últimas décadas del siglo XX, las más agobiantes del dominio “oficialista”, radica –básicamente- en lo siguiente: a) un sector cada vez más amplio de la población se ha olvidado de los miedos y de las prudencias y se ha puesto a trabajar por desenterrar sus muertos (más la verdad y la justicia); b) un grupo amplio de historiadores que raramente publican en los medias institucionalizados ni tienen soporte mediático, han desarrollado una labor de campo en base a la reconstrucción fidedigna de los hechos y de los datos, situando la “guerra de las interpretaciones” en otra dimensión…, y c) han surgido otros medios alternativos (como Kaos y otros) animados por las nuevas generaciones, que han desbloqueado aunque sea parcialmente aquello de que si no sale en El País es que no existe…Esta nueva realidad ha reavivado también nuevas experiencias de revistas, editoriales, ámbitos sociales y universitarios, e incluso ha ampliado el espectro de los medias que, aunque sea solo en parte, abren sus páginas a las verdades no establecidas…
-10. Esta nueva situación es coincidente con una crisis económica, social y ecológica generalizada, o sea con un nuevo ciclo histórico y con la emergencia de una nueva generación de izquierda que se está fraguando más lentamente de lo que quisiéramos, pero más rápido de lo que caían pensar ayer mismo. Lejos quedan por lo tanto, los grandes miedos, se han vaciado los márgenes de una integración que permitían creer que para prosperar había que pensar “correctamente”, y se está creando una nueva visón de la historia en oposición la “historia oficial” con sus diversos matices…

Pepe Gutiérrez-Álvarez

Saliendo de Iraq


La ruina que dejarán atrás

El 14 de junio de este año un intérprete del ejército de EEUU llamado Hameed al-Daraji fue muerto a tiros mientras dormía en su casa de Samarra, una ciudad situada 60 millas al norte de Bagdad.
En cierto sentido ese asesinato no tenía nada extraño, pues 26 civiles irakíes fueron asesinados en diferentes partes del país aquel mismo día. Además de trabajar periódicamente para los estadounidenses desde 2003, también es posible que el señor Daraji se hubiera convertido recientemente al cristianismo y hubiera cometido la imprudencia de llevar un crucifijo colgado al cuello, un gesto más que suficiente para convertirlo en objetivo en el corazón del territorio árabe suní.
Lo que hizo que los irakíes, por muy acostumbrados que estén a la violencia, prestaran especial atención al asesinato del señor Daraji fue la identidad de su asesino. Arrestado poco después de haberse descubierto el cadáver, según las noticias su hijo confesó ser el autor del asesinato de su padre y explicó que el trabajo de su padre y su cambio de religión causaron tanta vergüenza a la familia que no quedó más alternativa que matarlo. También se busca por el asesinato a otro hijo y a un sobrino del señor Daraji. Supuestamente, los tres jóvenes tienen vínculos con al-Qaeda.
La historia ilustra hasta qué punto Irak sigue siendo un lugar extraordinariamente violento. Sin que el resto del mundo preste mucha atención, en las últimas dos semanas unos 160 irakíes han sido asesinados y centenares han resultado heridos. Las bajas civiles en Irak son aún más elevadas que en Afganistán, aunque estos días las víctimas afganas tienen casi el monopolio de la atención de los medios. Pero el asesinato del señor Daraji debería hacer reflexionar a aquellos que piensan que la ocupación estadounidense de Irak de alguna manera se ha enderezado en los últimos años y que las tropas estadounidenses podrían incluso prolongar su estancia en Irak más allá de su fecha de salida programada para dentro de seis semanas, el 31 de agosto. Todas las demás tropas de EEUU deben haber salido de Irak para finales del 2011 en virtud de un Acuerdo de Estatus de Fuerzas firmado en el 2008 por el presidente Bush durante sus últimos días en la Casa Blanca.
Las tropas estadounidenses dejan atrás un país que apenas llega a la condición de despojo flotante. Bagdad es una ciudad bajo ocupación militar, con horrendos atascos de tráfico causados por 1.500 puestos de control y con las calles bloqueadas por kilómetros de muros de cemento que estrangulan las comunicaciones en el interior de la ciudad. En muchos aspectos la situación de Irak es "mejor" de lo que era, pero difícilmente podría ser de otra forma habida cuenta de que en su momento álgido, en 2006-2007, la cifra de asesinatos se elevaba a unos 3.000 al mes. Dicho lo cual, Bagdad sigue siendo una de las ciudades más peligrosas del mundo, donde caminar por sus calles entraña más riesgos que en Kabul o Kandahar.
No hay que echar toda la culpa a los líderes políticos actuales. Irak se está recuperando de 30 años de dictadura, guerras y sanciones, y la recuperación es terriblemente lenta e incompleta a causa de la enorme magnitud del impacto de los múltiples desastres que afligen a Irak desde 1980. Saddam Hussein gastó dinero a espuertas en su auto-infligida guerra con Irán y no dejó nada para hospitales o escuelas. Su derrota ante la coalición liderada por Estados Unidos en Kuwait provocó el colapso de la moneda irakí y 13 años de sanciones de la ONU equiparables a un asedio económico en toda regla. Irak nunca se ha recuperado de tales catástrofes.
Cuando la ONU trató de organizar la sustitución de equipos en las centrales eléctricas y en las plantas de tratamiento de agua en la década de 1990, los fabricantes originales dijeron que las plantas eran tan antiguas que los repuestos ya no se fabricaban.
Durante el período de sanciones el gobierno irakí no tenía dinero y dejó de pagar a sus funcionarios, que comenzaron a cobrar por sus servicios. Actualmente reciben buenos salarios, pero la vieja costumbre de no hacer nada sin cobrar una mordida sigue vigente. Los niveles exacerbados de corrupción convierten al Estado en una estructura disfuncional. Por poner un pequeño ejemplo: una amiga que enseñaba en una universidad de Bagdad se quedó embarazada y solicitó una baja retribuida de un mes para tener a su bebé, como era su derecho. Los administradores de la universidad le dijeron que podía tener su excedencia pero a condición de que les entregara a ellos su salario del mes. Lo que hace que los efectos de la corrupción en Irak sean tan devastadores es que paraliza el aparato del Estado e impide que éste cumpla sus funciones más esenciales. En el período 2004-2005, por ejemplo, la totalidad del presupuesto para compras militares de 1.200 millones de dólares fue robado, aunque esto puede explicarse por el caos de los primeros años del Estado irakí post-Saddam, cuando los estadounidenses llevaban las riendas y nadie sabía realmente quién detentaba el poder.
Pasados cinco años es razonable pensar que las adquisiciones militares han mejorado, especialmente cuando se trata de piezas de equipamiento esenciales para las fuerzas de seguridad. La máxima prioridad del gobierno irakí es impedir que los terroristas suicidas de Al Qaeda conduzcan vehículos cargados de explosivos hasta el centro de Bagdad y se vuelen por los aires en el exterior de los ministerios del gobierno, matando e hiriendo a cientos de personas.
Los irakíes a menudo se preguntan cómo es posible que los terroristas sean capaces de atravesar sin problemas tantos controles. Durante el año pasado ha quedado claro que hay una sencilla razón para explicar esa circunstancia, algo que ilustra gráficamente la debilidad del aparato del Estado irakí. La tarea de mantener a los bombistas fuera de Bagdad es, por decirlo suavemente, obstaculizada por el hecho de que el dispositivo principal de detección de bombas utilizado por las tropas y la policía para localizar explosivos es un timo comprobado. El gobierno pagó grandes sumas por el detector, que los irakíes llaman “sonar”, aunque viene sin fuente de energía, la cual supuestamente recibe del soldado que la maneja, quien se supone que debe mover los pies para generar electricidad estática.
Por muy inútil que sea el “sonar" –una empuñadura de plástico negro con una varita de color plateado parecida a una antena de televisión que le sale por delante–, es el principal instrumento utilizado por soldados y policías para controlar en Bagdad los vehículos sospechosos. Cuando el aparato detecta la presencia de armas o explosivos se supone que la varita debe inclinarse hacia ellos, igual que la varilla de un zahorí.
Lo que resulta sorprendente del detector de bombas, cuya denominación oficial es ADE-651, es que ha sido reiteradamente denunciado como inútil por expertos gubernamentales, por la prensa y por la televisión. Originalmente el aparato lo fabricaban en Gran Bretaña, en una granja lechera en desuso de Somerset, pero el director gerente de la empresa fue detenido en el Reino Unido bajo sospecha de fraude y se prohibió la exportación del aparato. El único componente electrónico del dispositivo es un pequeño disco que vale unos pocos centavos, similar al que se instala a la ropa en las tiendas para evitar que la gente se la lleve sin pagar.
Fabricar un sonar no cuesta más de 50 dólares, pero en 2008 y 2009 Irak se gastó 85 millones de dólares en la adquisición de esos artilugios. Aunque su inutilidad está plenamente demostrada, nunca han sido retirados y siguen siendo uno de los principales instrumentos utilizados para detener a los terroristas de Al Qaeda. Un jefe de la policía irakí me dijo en privado que la policía sabe que sus detectores no funcionan, pero que continúan usándolos porque se les ordena hacerlo. En Bagdad se sospecha que a alguien le han debido sobornar con una fortuna para que compre los “sonares" y ahora no quiere admitir que son basura. Como era de esperar, las bombas que estallan con efecto devastador en el corazón de la capital lo hacen tras haber atravesado una docena de puestos de control sin ser detectadas.
La corrupción explica muchas cosas en Irak, pero no es la única razón por la que ha sido tan difícil crear un gobierno que funcione. Parte del problema de Irak es que la invasión de EEUU y el derrocamiento de Saddam Hussein tuvieron consecuencias revolucionarias, ya que desplazaron el poder de los miembros del partido Baaz árabe suní al 60% de los irakíes chiíes aliados con los kurdos. Irak asistió al ascenso de una nueva clase dirigente enraizada en la población chií rural y dirigida por antiguos exiliados sin la más mínima experiencia de gobierno. En muchos sentidos el modelo de gobierno de la nueva dirigencia irakí consiste en imitar el sistema de Saddam, con la única diferencia de que esta vez quienes lo controlan son los chiíes. De Irak solía decirse que estaba bajo la férula de árabes suníes oriundos de Tikrit, la ciudad natal de Saddam Hussein situada al norte de Bagdad, mientras que hoy la gente de Bagdad se queja de que un clan similar procedente de la ciudad chií de Nasiriya rodea actualmente al primer ministro Nuri al-Maliki.
En muchos sentidos Irak se está convirtiendo en algo parecido al Líbano, con su política y sociedad irremediablemente divididas por lealtades sectarias y comunales. El resultado de las elecciones parlamentarias del 7 de marzo era fácilmente previsible partiendo del supuesto de que la mayoría de los irakíes votarían como suníes, chiíes o kurdos. Los puestos de trabajo en la cúpula gubernamental y en toda la burocracia son cubiertos extraoficialmente siguiendo líneas sectarias. De una manera cruda esto da a todos una parte del pastel, pero el pastel es demasiado pequeño para satisfacer a algo más que una minoría de irakíes. El Gobierno también está debilitado porque los ministros son representantes de algún partido, facción o comunidad y no pueden ser despedidos por corruptos o incompetentes.
De regreso a Bagdad el mes pasado tras haber estado fuera durante algún tiempo me sorprendió lo poco que había cambiado. El aeropuerto seguía siendo uno de los peores del mundo. Cuando quise volar a Basora, la segunda ciudad más grande de Irak y centro de la industria petrolera, Iraqui Airways me informó de que solo había un vuelo a lo largo de toda la semana y de que no estaban muy seguros de cuándo despegaría.
La violencia puede estar disminuyendo, pero pocos de los dos millones de irakíes refugiados en Jordania y Siria piensan que la situación sea lo suficientemente segura como para regresar a casa. Otro millón y medio de personas son Desplazados Internos (DI), obligados a abandonar sus hogares por los pogromos sectarios de 2006 y 2007, y demasiado asustados para volver. De éstos, alrededor de medio millón de personas tratan de sobrevivir en los precarios campamentos que Refugees International describe como carentes de "servicios básicos, incluidos agua, saneamiento y electricidad, y construidos en lugares precarios: bajo puentes, junto a vías de ferrocarril y en mitad de vertederos de basura". Un hecho preocupante sobre estos campamentos es que el número de personas que viven en ellos debería disminuir a medida que la guerra sectaria va perdiendo intensidad, pero en realidad la población de desplazados internos está aumentando. Estos días los refugiados acuden a los campamentos no por temor a los escuadrones de la muerte, sino porque la pobreza, el desempleo o la prolongada sequía están impulsando a los agricultores a abandonar sus tierras.
Irak está lleno de personas que tienen poco que perder y que albergan una profunda cólera hacia un gobierno que consideran dirigido por una elite cleptómana dedicada a devorar los ingresos petroleros del país. Igual que en el Líbano y en Afganistán, donde las diferencias de riqueza son también enormes, el odio de clases y las diferencias religiosas se combinan para exacerbar el odio entre y dentro de las comunidades. La cólera de los desposeídos explica el salvajismo de los saqueos de Bagdad de 2003, cuando la gente salió en masa de los barrios pobres de Ciudad Sadr para saquear los ministerios y oficinas gubernamentales.
Irak se diferencia del Líbano en un aspecto crucial. Se trata de un Estado petrolero con ingresos anuales que el pasado año ascendieron a 60 mil millones de dólares y cuyas reservas de petróleo por explotar se cuentan entre las más grandes del mundo. Sus exportaciones de petróleo pueden cuadruplicarse en los próximos diez años en virtud de los contratos firmados el año pasado con empresas petroleras internacionales. Debe haber dinero suficiente para elevar el nivel de vida y reconstruir las infraestructuras después de un largo abandono.
A primera vista el petróleo podría ser la solución de los innumerables problemas de Irak, pero en Irak en el pasado, al igual que en otros Estados petroleros, la riqueza petrolera ha sido una maldición política a la par que una bendición económica. Los países que viven de exportar petróleo y gas son casi siempre dictaduras o monarquías. Los gobernantes piensan que la fuente de su poder reside en el control de los ingresos del petróleo y no el apoyo popular. Si hay oposición, entonces la riqueza del petróleo permite a los gobernantes armar y pagar a las fuerzas de seguridad necesarias para aplastarla.
No hay en el mundo un país que necesite con más urgencia que Irak un compromiso cuidadosamente calculado entre comunidades y partidos, pero el petróleo puede tentar a los gobiernos a confiar en la fuerza. Es lo que le sucedió a Saddam Hussein, que nunca habría tenido la fuerza para invadir Irán o Kuwait si no hubiera dispuesto de la riqueza petrolera de Irak. Lo mismo puede volver a ocurrir: un Estado superpoderoso, aunque corrupto e incompetente, puede tratar de aplastar a sus oponentes en lugar de conciliarse ellos. El petróleo por sí solo no alcanzará a estabilizar Irak.

Patrick Cockburn

El 373

Los 75.000 documentos clasificados sobre la guerra en Afganistán que dio a conocer el sitio Wikileaks (//wikileaks.org) provocaron la airada reacción de la Casa Blanca, del Pentágono y de los neoconservadores de todo pelaje que pululan en Washington. No es para menos: se trata de informes internos de las fuerzas armadas de EE.UU. y la OTAN que combaten en territorio afgano y dan cuenta de hechos ominosos que no se declaran oficialmente y aun se niegan. El fundador y alimentador del sitio, Julian Assangem, les dio amplia difusión enviándolos a The New York Times, Der Spiegel y The Guardian y anunció que está analizando con su equipo otros 17.000 documentos que pronto dará a conocer. El gobierno de Obama condenó en duros términos semejante filtración, histórica por el volumen de registros secretos develados (ver Página/12, 27-7-10).
El vocero del Departamento de Defensa, Geoff Morrell, anunció que se ha lanzado una caza del hombre para encontrar al responsable de un acto que revela, por un lado, el poder de la informática y, por el otro, las fragilidades del Pentágono. La documentación cubre el período junio 2004-diciembre 2009 de la guerra y va de lo torvo, como el ocultamiento estadounidense de la muerte de civiles, a lo francamente ridículo, como el informe sobre un presunto complot del servicio de inteligencia de Pakistán (ISI, por sus siglas en inglés) para asesinar al presidente afgano Hamid Karzai envenenando su cerveza.
Esta hemorragia informativa pinta el verdadero rostro de la guerra en Afganistán, los llamados “daños colaterales” –el eufemismo inventado en la guerra de Vietnam para disimular el asesinato de civiles– que los mandos invasores encubren, las matanzas indiscriminadas en las aldeas, el accionar de escuadrones de la muerte, los bombardeos de aviones sin tripulación manejados por control remoto desde una base estadounidense, la complicidad del ISI con los talibanes, los estragos que el “fuego amigo” provoca en la policía y el ejército afganos y otros detallitos que los Pactos de Ginebra califican de crímenes de guerra. Pero quién se acuerda de eso en Afganistán.
Asciende a 144 el número de incidentes que segaron la vida de simples ciudadanos en el período de referencia. Un par de días antes de la difusión de los documentos, un misil impactó en un caserío de la provincia de Helmand causando la muerte de 52 civiles (www.latimes.com, 26-7-2010). El servicio de inteligencia del ejército estadounidense registró “seis insurgentes muertos, incluido un comandante talibán”, pero el aldeano Abdul Ghaffar manifestó a la AP que había llevado siete niños heridos a un hospital de Kandahar. Marjan Agha, otro vecino, dijo que un grupo de pobladores fue al encuentro de las tropas alzando una bandera blanca y fueron recibidos a balazos con un saldo de dos víctimas.
Uno de estos “errores”: 300 campesinos afganos pasaron a mejor vida en el valle de Baghni por un ataque aéreo que, según un comunicado de la base de Bagram, se produjo “después de tener por seguro que no había afganos inocentes en los alrededores”. A Seguro se lo llevaron preso, recuerda el dicho popular. Las Naciones Unidas asentaron la muerte de 2.412 civiles en 2009, un aumento del 14 por ciento con respecto al año anterior. Esa clase de contabilidad suele minimizar los guarismos por un lógico prurito de considerar solamente lo probado.
Otro capítulo sombrío es el de las ejecuciones sin proceso que lleva a cabo el Grupo de Tareas 373 del ejército de EE.UU., la “unidad negra” de las fuerzas especiales. Sus efectivos se ocupan de capturar y sobre todo asesinar a dirigentes y activistas talibanes considerados importantes, aunque hay en su haber más víctimas civiles, incluidos niños y mujeres –y hasta policías afganos– que insurgentes. Un ejemplo es el ataque que el 373 lanzó el 17 de junio de 2007 para liquidar al combatiente libio Abu Laith al Libi quien, según los datos de inteligencia, se escondía en Nangar Khel, poblado de la provincia de Patitka.
Los del GT 373 utilizaron un arma nueva cargada con seis misiles y transportable en la parte trasera de una camioneta. No encontraron a Libi, pero al acercarse a la aldea, cumplido el ataque, encontraron en la madrasa o escuela religiosa del lugar a seis niños muertos y uno herido que falleció 20 minutos después. Un comunicado de prensa del comando ocupante alegó que las tropas “habían vigilado el sitio todo el día y no hallaron indicación alguna de que hubiera niños en el edificio”. Pero había.
Preguntado si estimaba que el secreto de Estado es legítimo, Julian Assangem declaró a Der Spiegel que lo era tanto como el derecho a la apertura. “Desgraciadamente –aclaró–, los que cometen desmanes contra la humanidad o contra la ley abusan de la legitimidad del secreto para taparlos” (www.spiegel.com, 26-7-10). El inconveniente es que tres personas pueden guardar un secreto si dos de ellas están muertas, anotó Benjamin Franklin.

Juan Gelman

miércoles, julio 28, 2010

Uribe quiere la guerra, para evadir la cárcel


Lula ha planteado la paradoja correctamente. Si el presidente electo Santos quiere mejorar las relaciones con Venezuela, ¿por qué el presidente saliente Uribe genera un conflicto potencialmente bélico con Caracas? La respuesta a este comportamiento contradictorio radica en la futura situación carcelaria de ambos presidentes que comparten un largo historial delictivo: Uribe se encuentra muy cerca de la cárcel, Santos estará protegido cuatro años más por su investidura de Presidente.
En el expediente criminal de Álvaro Uribe hay dos delitos que se están convirtiendo en la espada de Damocles de la justicia colombiana e internacional contra el pronto ex Presidente. El 9 y 13 de julio del presente, Uribe fue acusado por primera vez directamente por los casos de espionaje telefónico y seguimiento a personalidades de la alta política colombiana. La acusación fue hecha, nada menos, que por el ex Director General del Área de Inteligencia de la policía secreta del régimen, “DAS”, Fernando Alonso Tabares Molina. Siendo la justicia colombiana una honrosa excepción a la mayoría de las justicias clasistas corruptas de América Latina, es muy posible que esta vez Uribe no se escape de la responsabilidad de haber creado un proto-Estado paramilitar-narco, a la sombra del Estado oficial; coordinado desde la Presidencia y el DAS.
Más grave aún es que el 22 de julio del presente, diputados y senadores del Congreso de la República, junto con 21 parlamentarios europeos y representantes de organizaciones de Derechos Humanos de Colombia, constataron en el municipio de la Macarena, Departamento del Meta, un cementerio clandestino con, posiblemente, unas 1.500 víctimas de la Fuerza Armada de Colombia y sus aparatos paramilitares. La fosa común se encuentra al lado de una brigada del Ejército que ha recibido apoyo del Plan Colombia. La reacción de Uribe al descubrimiento consistió en su habitual método de amenazar e intimidar. Esas acusaciones, dijo, las estan haciendo “voceros del terrorismo para poderse recuperar”. Se le olvidó que con los parlamentarios europeos, sus métodos terroristas no van a funcionar.
Hoy día está claro que la ejecución del “Plan Colombia” por Uribe, es una cadena interminable de crímenes de lesa humanidad, moldeada según el modelo de holocausto de Washington en Vietnam, con su Operation Phoenix, que asesinó a 75.000 cuadros vietnamitas; el body count, es decir, la matanza de civiles en beneficio de soldados y oficiales, que en Colombia reaparece ---con una tasa de impunidad del 98.5%--- como la política de “falsos positivos”; la “separación del pez del agua”, o sea, del guerrillero de la población campesina, que ha producido más de cuatro millones de desplazados y refugiados en Colombia; finalmente, el vano intento bélico de destruir la retaguardia del Movimiento de Liberación Nacional (Vietminh) que llevó a la invasión militar de Laos y Camboya y, en Colombia, a la intervención militar contra Ecuador y la planeada agresión contra Venezuela.
Paso a paso, esos crímenes saldrán del anonimato creado por el poder oligárquico colombiano y alcanzarán a sus autores, tal como está sucediendo con los asesinos militares y policiacos del Cono Sur. Santos ya tiene una orden de captura en su contra en Ecuador, desde el 26 de abril del 2010, que solo podrá neutralizar a través de un arreglo político. Si no llega a ese quid pro quo, quedará desprotegido jurídicamente una vez que deje la Presidencia.
Cuando el dictador Pinochet dejó la presidencia chilena, en 1990, pasaron ocho largos años antes de que fuera detenido en Londres. No cabe duda, de que el futuro carcelario de Uribe y Santos se resolverá en un plazo mucho más corto. Sin embargo, la diferencia clave entre ambos radica en que a Santos le quedan cuatro años para salvarse, mientras que Uribe se quedará en diez días desamparado institucionalmente. Por eso, la estrategia de Santos para salvar su pellejo será un arreglo político interno y con los vecinos, que incluiría un indulto para los violadores de derechos humanos de las últimas décadas.
Uribe ya no tiene esta oportunidad. De ahí, que busca su salvación en un peligroso escenario de conflicto y guerra, que coincide estructuralmente con los intereses de Washington. Cuál de las dos estrategias se impondrá, dependerá de una serie de factores internacionales (Irán, Corea), de la firmeza de los gobiernos progresistas latinoamericanos frente a Washington y de la actitud de los pueblos latinoamericanos.

Heinz Dieterich

Afganistán: el retorno de las ejecuciones sumarias


La expresión “ejecución sumaria” nos remite a las páginas más trágicas de las guerras coloniales, cuando los militares franceses especialmente, asesinaban a los partisanos vietnamitas o argelinos hechos prisioneros. Varias asociaciones norteamericanas se preocupan ya que informaciones coincidentes indican la existencias de estas prácticas en Afganistán donde las prisiones y los campamentos militares son inaccesibles.
A finales de abril, con ocasión de una conferencia dedicada al periodismo de investigación organizada en Ginebra, Seymour Hersh, investigador estrella del “New Yorker” que reveló, entre otras, la matanza de My Lai en Vietnam y las torturas en la prisión de Abu Ghraib, hacía participes a los asistentes de su indignación ante las violaciones de los derechos humanos perpetrados en Afganistán : “Una de las grandes tragedias de mi país, es que el presidente Obama cierra los ojos sobre este asunto, porque hechos similares suceden a los prisioneros que nosotros capturamos en Afganistán. A estos prisioneros, se les La expresión “ejecución sumaria” nos remite a las páginas más trágicas de las guerras coloniales, cuando los militares franceses especialmente, asesinaban a los partisanos vietnamitas o argelinos hechos prisioneros. Varias asociaciones norteamericanas se preocupan ya que informaciones coincidentes indican la existencias de estas prácticas en Afganistán donde las prisiones y los campamentos militares son inaccesibles. A finales de abril, con ocasión de una conferencia dedicada al periodismo de investigación organizada en Ginebra, Seymour Hersh, investigador estrella del “New Yorker” que reveló, entre otras, la matanza de My Lai en Vietnam y las torturas en la prisión de Abu Ghraib, hacía participes a los asistentes de su indignación ante las violaciones de los derechos humanos perpetrados en Afganistán : “Una de las grandes tragedias de mi país, es que el presidente Obama cierra los ojos sobre este asunto, porque hechos similares suceden a los prisioneros que nosotros capturamos en Afganistán. A estos prisioneros, se les ejecuta directamente sobre el terreno. Pasan cosas increíbles allí, y por supuesto nadie habla de ellas (…). Lo que significa, y me ha sido confirmado por cinco o seis personas, es que los soldados, si no consiguen probar que el prisionero es un talibán, antes de dejarlo marchar, prefieren dispararle un tiro, ¡bam ! Y si no tenemos ganas de ensuciarnos las manos, basta con entregar a los prisioneros a los soldados afganos que son nuestras tropas auxiliares. Generalmente, no tenemos el tiempo de alejarnos más de cinco metros antes de que resuenen los disparos. Y esto sucede actualmente, en este mismo momento.” Preocupado por desmarcarse de la era Bush, Barack Obama intenta, a pesar de todo, mantener un discurso de ruptura. Con motivo de la presentación, el jueves 27 de mayo, de la nueva doctrina de seguridad nacional, el presidente norteamericano todavía insistió “en el respeto a los derechos humanos” en la lucha contra Al Qaida, rechazando, por ejemplo, el uso de la tortura. Pero, en los hechos, los escandalosos excesos de un país que dice llevar la democracia a su paso, todavía no han cesado. La ACLU, principal asociación de defensa de los derechos civiles en los Estados Unidos, escribió el 28 de abril una carta al presidente Obama, solicitándole que rechazase “un programa en virtud del cual los sospechosos, incluso norteamericanos, podían ser tomados como objetivos, perseguidos y ejecutados fuera de un campo de batalla”. Unos asesinatos formalmente prohibidos a la vez por la justicia internacional y por la Constitución estadounidense, cuya existencia fue hecha pública por Dennis Blair (1) durante una audiencia ante la comisión parlamentaria de información a inicios del mes de febrero. En el plano jurídico, las malas noticias se acumulan. A consecuencia de las presiones de la Casa Blanca, la Corte federal de apelación de Washington decidió, el 21 de mayo, prohibir a los detenidos de la prisión de Bagram, en Afganistán, la posibilidad de impugnar su detención en los tribunales civiles, como pueden hacerlo los “afortunados” de Guantánamo. Lo mínimo si se cree el testimonio de Lawrence Wilkerson, el ex jefe de gabinete de Colin Powell, el cual afirma que George W. Bush, Dick Cheney y Donald Rumsfeld sabían que centenares de inocentes habían sido mantenidos detenidos en la base norteamericana…(2). Respecto a la siniestra prisión de Bagram, muy pocas informaciones se han filtrado hasta el presente. “Todo lo que se sabe, es que las condiciones de detención allí son espantosas” explica Nathalie Berger, coordinadora de Amnistía Internacional en Estados Unidos : “Amnistía Internacional nunca ha sido autorizada a penetrar allí. Para justificar este rechazo, el gobierno norteamericano explica que Bagram está bajo jurisdicción afgana y que la administración Barzai tiene graves implicaciones significativas. Pero eso no se tiene en pie. Si no, ¿por qué autorizan al CICR (3) a entrar y a ninguna otra o­nG ? Se comprende si consideramos que el CICR se plantea como principio no divulgar ninguna de sus informaciones” Lejos de la promesas de un Barack Obama enredado en una crisis económica sin precedentes, y rehén, sin duda, de la presión constante de los halcones republicanos, los detenidos en las prisiones oficiales y secretas esperan en vano la aplicación de los bellos principios de premio Nobel de la paz 2009. “No hay que olvidar, añade Nathalie Berger, que Barack Obama declaró, en mayo de 2009, que a 48 detenidos de la base de Guantánamo “no se les podía ni excarcelar ni juzgar”. Es increíble que los Estados Unidos escriba negro sobre blanco tales enormidades.” Y todavía no había ganado el Nobel. Hay una pequeña esperanza, con la nueva doctrina dada a conocer el 27 de mayo, los Estados Unidos parecen alejarse de concepto absurdo de “guerra contra el terrorismo” : “Estamos en guerra contra una red especifica, Al Qaida. No es una guerra mundial contra una táctica, el terrorismo, o contra una religión, el islam. “Estas son las palabras, ¿Para cuándo los hechos ?” (1) Director de Información nacional, Dennis Blair fue forzado a dimitir el pasado 20 de mayo. (2) Publicado por el “Times”, del 9 de abril (3) Comité Internacional de la Cruz Roja.

Marc de Miramon | l´Humanité

Afganistán, crímenes de lesa humanidad

En pleno escándalo por el descubrimiento de los esfuerzos de los mandos de la ocupación militar occidental para ocultar atrocidades cometidas contra la población civil de Afganistán, el gobernante de ese país, Hamid Karzai, informó de la muerte de 52 personas no combatientes –incluidos mujeres y niños– en la población de Helmand, a consecuencia de disparos de misiles desde helicópteros de los ocupantes.
Este hecho, atroz pero de ninguna manera excepcional, se inscribe en una pauta sostenida de mortíferos ataques contra grupos de civiles por las fuerzas aéreas y la artillería de Estados Unidos, Alemania y Francia, y se agrega a comportamientos bárbaros documentados por el sitio Wikileaks, que hizo públicos unos 90.000 documentos secretos de la coalición invasora: ataques con bombas de una tonelada a viviendas repletas, asesinatos de individuos ajenos al conflicto –incluso discapacitados– por tiros de soldados nerviosos, ocultamiento regular –por soldados de la coalición– de bajas civiles, y pifias mayúsculas del espionaje occidental –que busca desde hace nueve años a Osama Bin Laden, cabecilla de Al Qaeda, en extensas regiones del país ocupado–, de la administración extranjera –que en la provincia de Farrah nombró jefe de policía a un notorio criminal– y de los esfuerzos de las tropas estadunidenses por ganarse, pese a todo, los corazones y las mentes de los afganos.
Por si hiciera falta, los hechos referidos refuerzan la certeza de que la guerra en Afganistán se encuentra en un callejón sin salida tan sangriento como contraproducente para todas las partes, excepto para los accionistas de la industria militar estadunidense y europea: la población afgana está siendo diezmada por ataques con sistemas de armas inteligentes y de alta tecnología, el régimen de Karzai naufraga en su propia corrupción, su debilidad y sus vínculos inocultables con la producción de drogas ilícitas, y la administración de Barack Obama enfrenta, por decisión propia, un conflicto externo de perspectivas inciertas y costos políticos crecientes.
Si en 2001 las fuerzas occidentales lideradas por Washington invadieron, ocuparon y sometieron a su control la casi totalidad del territorio afgano, con un esfuerzo militar moderado y bajas que podían parecer justificables, nueve años más tarde la situación ha empeorado de forma significativa: no existe un gobierno nacional propiamente dicho, la descomposición y el narcotráfico campean por sus fueros, el extenso sur del país ha vuelto a ser dominado por el talibán, mientras otras zonas se encuentran bajo el mando de señores de horca y cuchillo ajenos a cualquier noción de legalidad y, para colmo, la situación de las mujeres no ha mejorado de forma apreciable.
El presidente Obama enfrenta en Afganistán una disyuntiva nada envidiable: persistir en la ocupación de Afganistán le implica un grave desgaste y la perspectiva de convertir a su gobierno en responsable de crímenes de lesa humanidad tan condenables como los que perpetró su antecesor en Iraq; ordenar la retirada le significaría un inmediato linchamiento político por los halcones de Washington –republicanos y demócratas– y por el extendido chovinismo social que persiste en Estados Unidos. La ética elemental, sin embargo, hace recomendable, y aun imperioso, poner fin a una guerra que no tiene posibilidades de ganarse y en la que se establece una relación causal directa e inocultable entre el sufrimiento de la población afgana y los dividendos de la industria bélica.

Editorial La Jornada

martes, julio 27, 2010

El corazón de las tinieblas: el paso de la columna de Queipo por La Puebla…


Hay un día que marca como una cuchillada un antes y un después en la vida de mi pueblo, La Puebla de Cazalla. Ese día es el 31 de julio de 1936, cuando la columna enviada desde Sevilla por Queipo de Llano “liberó” el pueblo de “las hordas rojas”…Lo que sucedió en los días, y en los años siguientes, es tan trágico y terrible que todavía perturba y estremece la memoria.
A la memoria estremecida de décadas de silencio y sometimiento, le ha sucedido la historia, y se podría decir que esta es todavía más terrible que la memoria, una memoria obviamente fragmentada, tejida por las narraciones de testigos que no pudieron ver porque los que lo pudieron ver, no pudieron contarlo. Se trata de una historia que verifica la memoria a través del trabajo de los archivos (que también fueron víctimas), y que ofrece su primera aproximación en la obra minuciosa de José Mª García Márquez cuyo rigor se hace notar ya en el título: La represión militar en la Puebla de Cazalla, 1936-1943 (1).
No habla de la guerra porque en la Puebla no hubo guerra, ni nada parecido. Abarca desde 1936 hasta 1943, aunque lo que le sigue podría dar para otro trabajo, y quizás más ya que se impuso la impunidad represiva y la prepotencia de los señores.
Aquel 31 de julio de 1936, la columna enviada por Queipo de Llano a la Puebla estaba “integrada por una compañía al completo del Tercio, una compañía de infantería del Regimiento Granada, nº 6 y un escuadrón pié a tierra del regimiento de caballería Taxdir, nº 7. Una sección de armas automáticas y dos pieza de artillería, más una sección de zapadores. Cincuenta guardias de asalto y treinta requetés, completaban la fuerza...”. No tenían que ocupar nada que pudiera recordar una resistencia militar, sino apenas unos cuantos ciudadanos armados con unas pocas escopetas.
Hasta entonces, el pueblo había conocido los llamados “días rojos”, durante el cual, el Ayuntamiento de mayoría socialista, había tratado de abordar desesperadamente una situación excepcional. Mientras que el después ha quedado desfigurado por la amplitud de las represión, por cuarenta años de dictadura y treinta más de silencio, lo que ocurrió durante esos días se ha podido conocer con detalle. La conclusión que ofrecen los datos no dejan lugar a duda: nadie de la derecha fue dañado, ningún edificio fue incendiado…Todo lo que se dijo sobre ellos fueron mentiras. Mentiras que ni ellos mismos se creyeron, de ahí que ningún periodista o investigador de la derecha tratara nunca de contar lo sucedido.
Así constaba en la memoria, pero no en el relato franquista de los hechos en los que se hablaba de poco menos que un pueblo ocupado por unas turbas con una guillotina en la plaza mayor. Así me llegó en la narración familia, sin embargo, esta narración no podía culpar solo a una parte que, además, era la vencedora, de tal manera que hablaba de los atropellos perpetrados en otros pueblos. Por supuesto, daban por buena la idea de que los “ojos” también hecho “de las suyas”, pero el único ejemplo concreto que sentí se refería a un pueblo vecino, El Arahal, donde al parecer la CNT era fuerte, se le atribuía mayor inclinación por la violencia. Decían que allí habían oído que allí arrastraron a los curas por las calles, y que les cortaron los pechos a las monjas, pero lo cierto era, que nada de eso sucedió.
Lo que sí sucedió en la Puebla puede compararse con las páginas escritas por Joseph Conrad en El corazón de las tinieblas. Aunque no existe, no puede existir, unas cifras exactas de los muertos, porque a muchos los fusilaron en otras localidades próximas, entre ellos Juan Montesinos Jiménez, concejal socialista y padre de mi tía “la Riverita”, hombre de buena posición que creía que los evangelios estaban a favor de la reforma agraria, que no ra justo que los pobres fuesen tan pobres. El número de desaparecidos fue enorme, y algunos serán localizados entre las tropas republicanas, e incluso en los campos de exterminio nazis.
Entre las víctimas hubo no pocas mujeres, siendo el caso más conocido el de Ana Lineros, embarazada y asesinada por su primer marido, Andrés Díaz Real, conocido como “el hijo de Agostino”, estando en el motivo de la separación que ana estaba enamorada de su novio anterior, que su matrimonio fue fruto de un acuerdo de los padres, y que Andrés era homosexual, algo que el mismo no soportaba; después de una parodia de juicio, Andrés no tuvo que pagar ni una multa. El libro también cita a “Encarnación Moreno Sánchez, torturada y procesada al término de la guerra”. Mis abuelos contaban el horror de las mujeres peladas, y purgadas con aceite de ricinos, un espectáculo al que se animaba a la vecindad a estar presente...
La lectura de La represión…no resulta sencilla, y no solamente por los sentimientos que despierta, sino también por todo lo que ha borrado el tiempo. Normalmente, solamente los familiares más cercanos sabrían identificar buena parte de los apodos, algo que ya resulta difícil parta los más antiguos del lugar después de la emigración…
Porque esta historia nos lleva a esta otra. Como cuenta Martí Marín Corbera en su trabajo, La emigración andaluza hacia Cataluña, una historia del siglo XX (Andalucía en la historia, nº 28, abril-junio, 2010), la emigración es “una tradición forjada a partir de 1939”, ya que, mientras los jornaleros andaluces confiaron en la posibilidad de una reforma agraria, no emigraron. A este dato hay que añadirle otro: los primeros emigrantes fueron los huidos, los segundos, los familiares que no soportaban tener que agachar la cabeza ante “los del gatillo”…Esta primera y segunda emigración explica, al menos en parte, la desactivación de la memoria.
Otra cuestión es la de la continuidad de la historia social, que fue violentamente quebrada, lo que explica que tantos abuelos, tíos, padres y madres, hayan ocultado su historial militante a sus seres queridos, como una manera de salvaguardarlos, y como una manera de olvido para superar profundos estados de depresión…
Porque, como explicaba my bien Castilla del Pino, después e la guerra (y de los “años de la jambre”, que según en que lugares, fue algo todavía peor), se vivió una intensa depresión. Sobre todo en los lugares cerrados, en los que los responsables seguían siendo autoridades y/o vecinos. Según éste último, una de las frases más terribles de la interminable postguerra era aquella proverbial entre los vencedores más crueles, que cuando veían a algún superviviente, solían decir: “Pero, ¿este sigue todavía por aquí?”.
También es cierto es que algunos de los culpables, trataron luego de pasar desapercibidos, de blanquear su biografía. Una buena muestra de ello, seguramente sea que, en el caso de la Puebla, la Falange nunca tuvo arraigo más allá de los primeros tiempos. En los años cincuenta, el Jefe, el único conocido como tal, era un tal Nicasio, un personaje repulsivo que no era natural de allí. Recuerdo a este individuo tratando de convencer a los niños del colegio para hacer “guardia” ante la tumba de los “caídos por Dios y por España” con motivo de la efemérides de la muerte de José Antonio. Tengo que confesar que con diez años, fui uno de los pocos voluntarios. Debía ser medianoche cuando apareció mi padre, y al verme con la camisa azul, vino directo hacia mí y me arreó dos bofetadas, un detalle que le agradeceré mientras viva.
En uno de los anexos del libro, García Márquez cita una lista de “muertos en guerra en el ejército sublevado”. Supongo que la lista era parecida a la que figuraba en el monolito que había en la plaza de la Iglesia, y sobre los que no recuerdo haber sentido ni media palabra. Tampoco recuerdo que ninguno de ellos recibiera alguna atención, una calle por ejemplo, aunque de buen seguro que les quedó una paga. O mucho me equivoco o este grupo eran parte de los mil jóvenes –un tercio de la población-, que fueron enrolados en dicho ejército, “con estos”, como se decía antes. Dado que la Puebla tenía una mayoría electoral socialista, está claro que, como nos lo podían matar a todos, emplearon el enrolamiento como una medida de encuadramiento. Entre esos mil, estaban mi padre, y al menos tres tíos míos, amén de numerosos familiares y amigos de su promoción. De lo que escuché en casa, y en el bar de mi padre cuando se cerraba, desprendo que la guerra fue lo peor que les pudo pasar en la vida, y que su principal preocupación fue sobrevivir, pero también “no mancharse las manos de sangre”. No fueron desertores porque sabían como las gastaban, pero algunos se hicieron añicos algún dedo del pie para volver a casa.
Al cabo del tiempo, entendí que hacer figurar a mi padre y a todos ellos como “vencedores”, era un sarcasmo. Después de permanecer bastantes años en el ejército, regresaron con todo por hacer, y tuvieron que sobrevivir con trabajos duros y malparados. Papá estuvo de picapedrero, y mientras trabajaba, soñaba que se comía un kilo de pan entero. Todos quedaron escarmentados de cualquier veleidad política, pero cuando volvieron a haber elecciones, prácticamente todos ellos votaron izquierdas, por lo general al PSOE.
Está claro que aquel 31 de julio de 1936, acabó una historia social que ha está escrita por Julio Ponce Alberca en su obra, Cien años de socialismo. El PSOE en la Puebla de Cazalla. 1889-1999 (Diputación de Sevilla, 2001). Aunque el autor conecta bajo las mismas siglas más de un siglo de historia, lo sucedido antes del 31 de julio de 1936, y la actividad del PSOE después de la muerte de Franco, tiene unas características muy diferentes. Aunque este no es el lugar, lo cierto es que hay un corte generacional, pero sobre todo de contenidos.
Es cierto que en el tiempo que precede a esta fecha, en el PSOE existió una corriente moderada y posibilista. García Márquez cuenta que con ocasión de la tentativa golpista de Sanjurjo en agosto de 1932, el alcalde de entonces, Antonio Vargas Pazos, mostró “su pasividad” (p. 42). Casualmente, este hombre, viejo militante socialista, era tío de mi madre, Dolores Vargas. Sobrevivió porque se marchó a Alcalá de Guadaira, y a finales de los años cincuenta estuve unos cuantos meses ayudándole a su hijo en las tareas del bar que tenían. Aunque nunca hablaba de política, tenia la foto de un “abuelo” en el comedor, y un día me enteré escuchando tras una puerta que el tal “abuelo” era nada menos que Pablo Iglesias. Debía ser un hombre ilustrado, porque debajo de la cama tenía un par de maletas llenas de libros, todo un secreto al que accedí un día en que me quedé solo en la casa.
Sin embargo, debía de existir un sector radical, así por ejemplo, la Puebla figura entre las agrupaciones representadas por Virginia González en el primer congreso del PCE. García Márquez habla del sector “caballerista”, y al final de su vida, mi pare me ha contado que poco antes de comenzar la guerra se había afiliado a las Juventudes Socialistas Unificadas que el llamaba “comunistas”. Su vida quedó marcada cuando apenas un mes después todos sus conocidos estaban muertos o había huido. También existió una pequeña agrupación cenetista que trabajaba en el seno de la UGT. Todo indica que si bien hasta 1933, el PSOE estuvo animado por el sector moderado, en 1934 hubo una huelga general duramente reprimida, y que entre sus animadores debían de estar la UGT y las juventudes socialistas. Mis abuelos describían a los huelguistas cantando “La Joven Guardia”, que ellos reproducían como sigue: “Somos hijos de Lenin, y del régimen social, y lucha, lucharemos, por la igualdad, ¡joven guardia, joven guardia¡…”
Francisco Espinosa Maestre, en el prólogo al libro, García Márquez, enumera las dificultades que éste ha encontrado para escribir su estudio: “el lamentable estado de los archivos generales, la destrucción de la documentación municipal y las limitaciones de los registros civiles de defunciones” (p. 7), pero aún y así, su trabajo tiene el carácter de irrefutable. Esto no ha impedido de que el PP local haya protestado por su edición, torciendo el enfoque lejos de los hechos, o sea hacia las interpretaciones. Según la del PP, “resucitar” esta historia son ganas de abrir viejas heridas, como si se tratara de la reyerta entre dos vecinos, uno de izquierda y otro de derechas, y ambos a armas iguales, o al por el estilo. No es de otra manera que se ha escrito la “guerra” desde la historia oficial del régimen de la Transición.
El libro dedica un amplio capítulo a la “represión en la postguerra”, y se cierra en 1943, o sea con los años más terrible, y cuando, después de la derrota nazi en Stalingrado, el régimen comenzó a considerar que la victoria de los Aliados le podría crear problemas, lo que no fue así. De hecho, la represión siguió hasta el final, aunque, en los años setenta, comenzó a desarrollarse un nuevo movimiento obrero importante, tanto fue así que, con las libertades, las izquierdas, sobre todo el PCE (ahora a través de IU), no ha dejado de gobernar. Sin embargo, aquí también hay que establecer una línea divisoria entre un tiempo de participación desde abajo que llega hasta el 23-F, y un después, más institucional. Aunque esta es otra historia, lo cierto es que la tentativa golpista cumplió su objetivo de amedrentar al pueblo, y mucha gente que vio a Tejero por la TV, tuvo la sensación de un “deja vu”.
Una anécdota a mi juicio significativa de este pánico, lo tuve con mi familia, sobre todo con mi padre que en los años de mi clandestinidad vivió esta como un riesgo que rememoraba con lo que le había tocado vivir. Todavía, a finales de los años noventa, seguía con el miedo en el cuerpo. Lo pude comprobar cuando leyó las “galeradas” de mi libro Memorias de un bolchevique andaluz, sobre todo el apartado dedicado a la Puebla. Entre otras historias, se hablaba de la memoria del 36, y también de la actuación de algunos de los “del gatillo”.
En el libro se citaba al personaje más emblemático de estos, a Manuel Barroso Camacho, al que se le atribuía un papel destacado en la represión de los días azules, y que permaneció como cabo municipal a lo largo de la interminable postguerra, siendo para muchos como yo, el rostro brutal del franquismo. Lo que se decía sobre él concordaba con algunas de sus actuaciones, y yo lo recordaba dando “un paseo” a grupos de muchachos detenidos como “maricas”, o arrastrando a una pareja de patéticos adúlteros que se habían fugado…Lo mencionaba con su nombre y apellidos, y esto era más que suficiente para que papá, a sus ochenta y pico de años, pensará “que vendrían a por mí”. Me pidió que lo borrara, y me contó que con ocasión del 23-F, el individuo había dicho que “sí hacía falta”, volvería a hacer lo mismo”, un gesto que demostraba la falta total de arrepentimiento, pero también el sentimiento de impunidad, impunidad como la acompañó a los “milicos” que voluntariamente secundaron a Tejero, o se pasearon con los tanques por las calles de Valencia. Finalmente, ante su insistencia, cambie el nombre por el de “Sicario”.
Pero, como no podía ser menos, todo esto tenía que cambiar. Aunque la mayoría de las víctimas fallecieron, algunos de los suyos persistieron en su lucha por recuperar su dignidad, ahora pisoteada en nombre de la “estabilidad democrática”, lo cual implica un concepto de democracia bastante singular. También los historiadores como Espinosa y García Márquez estaban ampliando el horizonte con obras como la mencionada, que oponen la reconstrucción fehaciente de los hechos al juego de las interpretaciones interesadas. Al mismo tiempo estaba surgiendo otra generación, una generación que no había firmado el pacto del silencio (que ni siquiera eran eso, y muestra de ello sería, por citar un solo ejemplo, lo que siguió haciendo la Iglesia), y que se estaba configurando con otra visión de las cosas.
Esta nueva generación tendrá en el libro de García Márquez una piedra angula de conocimiento de su propia historia, la misma que está resucitando aunque no siempre se note, al igual que no se nota como crece la hierba.
Con otra perspectiva hacia atrás, pero también con otra cabía adelante.
-
Pepe Gutiérrez-Álvarez -

-

Cuba-Venezuela: hacia la Unión Económica y más


Justo cuando Venezuela denunció ante la Organización de Naciones Unidas (ONU) los planes de agresión de Colombia y Estados Unidos contra la Patria de Simón Bolívar, este 26 de julio culminó la primera Cumbre Presidencial Cuba-Venezuela que sesionó durante dos días en el hotel Ensenachos de la cayería norte de Villa Clara, al centro de la Isla, y que concluyó con la firma de varios acuerdos y memorandos de entendimiento vinculados a la energía, la industria alimentaria, la agricultura, el transporte, la minería, la informática, las telecomunicaciones y la salud.
Así, se abrió una nueva etapa en las relaciones bilaterales que le da continuidad a los encuentros sostenidos por los Gobiernos de ambos países en diciembre del año pasado y abril último. Desde entonces, los vínculos se han ido fortaleciendo, guiados por principios de amistad, cooperación, complementariedad y solidaridad.
El Presidente Raúl Castro, al resumir la magna cita en el día de ayer, significó:
“Nos encaminamos a la Unión Económica entre Cuba y Venezuela. Constituye este un nuevo tipo de relación, que permitirá un mayor ordenamiento de los proyectos conjuntos y es, al mismo tiempo, un importante paso hacia el objetivo de lograr una verdadera complementariedad económica, basada en el aprovechamiento óptimo de la infraestructura, el conocimiento y los recursos existentes en ambos países y, sobre todo, en la voluntad política de nuestros gobiernos.
“Nuevamente, hemos ratificado nuestra voluntad de fortalecer cada vez más la colaboración con otros pueblos, sobre la base del absoluto respeto al camino escogido por cada país y conscientes de que sólo unidos venceremos. Así lo demuestran los avances que hemos logrado juntos cubanos y venezolanos, quienes tenemos el deber de compartir lo alcanzado con nuestros hermanos del ALBA y con otras naciones”.
Entretanto, la de por sí difícil coyuntura internacional caracterizada por la inestabilidad política y económica, así como por el deterioro medioambiental y el peligro de nuevas aventuras bélicas en diferentes lugares del mundo, en este minuto se ha enrarecido por las probabilidades de una agresión militar aupada por Barack Obama y Álvaro Uribe contra Caracas —las más altas "en los últimos 100 años", dijo Jorge Valero, delegado permanente de Venezuela ante la ONU.
De ese modo, queda evidenciada la justeza de lo que afirmó Hugo Chávez en la Cumbre de UNASUR en Bariloche, el 28 agosto del pasado año, acerca de la amenaza contenida en la “Estrategia Suramericana. Libro Blanco, Comando de Movilidad Aérea (AMC)”; la denuncia de Rafael Correa, Presidente Pro Témpore de la agrupación integracionista de Sudamérica, sobre la imposibilidad de garantizar que el uso de las bases made in USA en suelo colombiano sea exclusivamente para combatir el flagelo de las drogas, incluida la precisión de que la tragedia ha aumentado a pesar de los millones de dólares invertido en el asunto; y la propuesta de Evo Morales en el sentido de que el pueblo de Latinoamérica sea el que decida si se admite o no la presencia de bases de ese tipo ajenas al subcontinente.
Además, se devela que careció de casualidad las Reflexiones del compañero Fidel titulada “Siete puñales en el corazón de América”, divulgada el seis de agosto de 2009, y se refleja que con toda legitimidad histórica el Máximo Líder de la Revolución Cubana escribió “La anexión de Colombia a Estados Unidos”, difundidas por medios de prensa los días 6 y 7 del siguiente noviembre.
Por su parte, de cara a este convulso teatro de operaciones, el propio Raúl subrayó al concluir la primera Cumbre Presidencial Cuba-Venezuela: “Luchamos por la paz y la armonía entre nuestros pueblos hermanos, y nuestras gestiones siempre tendrán ese objetivo; pero en caso de cualquier problema, que nadie tenga la menor duda del lado de quién estará Cuba”.
¡Ojalá que todo sea solucionado bajo el principio de la coexistencia pacífica!
No obstante, en cualquier escenario Cuba y Venezuela continuarán su marcha hacia la Unión Económica y todavía más: hacia la concreción por excelencia de la fraternidad entre sus pueblos, para bien de Nuestra América y de la humanidad toda.

Noel Manzanares Blanco

lunes, julio 26, 2010

No existe un proceso revolucionario perfecto


“Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos; es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional; es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia, inteligencia y realismo; es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas. Revolución es unidad, es independencia, es luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo, que es la base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo y nuestro internacionalismo”.

Fidel Castro Ruz

Sé que mis palabras van a ser muy criticadas, sin embargo, desde el momento que lucho por la libertad de expresión, quiero poner por escrito algunas ideas que vienen del fondo de mi corazón revolucionario, que siempre vio y verá la Revolución Cubana como la luz de los movimientos revolucionarios en todo el mundo.
Quise escribir hoy, que es un 26 de julio, y es un deber recordar, que hace 57 años, el ataque al Cuartel Moncada por Fidel Castro y sus compañeros, cambió permanentemente la historia de América Latina.
A partir de ese “fracaso”, los revolucionarios cubanos, captaron el mensaje de lo que se convertiría en sus Comandante en Jefe y los siguieron hasta la victoria. ... Siempre!
¿Y entonces? Bueno,…sabemos que, por desgracia, aquí en Honduras, estamos lejos de un glorioso 1° de enero del 1959, que es una lástima que no se puede repetir una historia ya vivida; sabemos también, siendo realistas, que cada pueblo y cada país es distinto y no se puede y no se debe hacer comparaciones.... Pero me permitan reflexionar sobre el gran momento de similitud en los dos procesos revolucionarios. De hecho el 28 de junio del 2009 fue una supuesta victoria del capitalismo sobre la Democracia, un supuesto fracaso del pueblo que sufrió una vez más lo zarpazo capitalista en su piel. ... Pero esta vez, queridos asesinos imperialistas, ¿quien habría jurado que después de 393 días, la Resistencia hondureña todavía estaba en las calles? La Revolución Cubana tuvo que luchar en la ciudad y en la sierra durante seis largos años para destruir el capitalismo, por lo tanto, animo, pueblo de Honduras, sabemos que el camino no es fácil, pero el ejemplo de Cuba grita que es posible.
Por desgracia, ya que la raza humana es la mas imperfecta que, para aquellos que son creyentes, Dios puso en la tierra, sabemos que sus obras, sus luchas, sus senderos que conducen al poder no pueden ser sin problemas.
Un emperador como Napoleón Bonaparte tuvo la lucidez de decir que en las revoluciones hay dos clases de personas, las que la hacen y las que se aprovechan de la situación. Si ya ocurrió en su tiempo, no debemos asustarnos delante de los fenómenos de oportunismo, sino sólo y simplemente deshacerse de los con malas intenciones.
El proceso revolucionario de Honduras me sorprendió por su frescor y originalidad, por su coraje de saber cortar las ramas muertas que pueden obstaculizar el camino, por la fuerza para dejar atrás a aquellos que simplemente quieren revivir los fantasmas del pasado, ya muertos y enterrados. Pero el viaje aún es largo, porque los fantasmas siempre vuelven, no saben perder con facilidad, incluso si son conscientes de ser los responsables de robos y engaños a costilla de comprometidos inocentes revolucionarios.
Vi a gente que por desgracia inventa situaciones de persecución como en la película de los EEUU (donde el “héroe” está presionado por un helicóptero que aterriza en la azotea de su casa) y se atreve a minimizar reales situaciones de peligro de revolucionarios y revolucionarias, con un humor cínico que viene de su ego enfermo y mediocre.
Creo que uno de los primeros hechos que podemos efectuar para ayudar a Honduras, para que llegue a la victoria, es aconsejarlo de deshacerse de los parásitos y de los infiltrados de los golpistas, que aplican la misma táctica contrarrevolucionaria.
Los parásitos lo hacen por un ego enfermo, son personas que no tienen una luz propia y tratan de iluminarse con la luz del momento y de lo demás, envenenan y siembran la discordia por su propio beneficio, y los otros, los infiltrados, los hacen por dinero, que el gobierno de facto les entrega, a veces ni siquiera son fascistas, son sólo miserables fracasados que viven de conveniencia, son mercenarios de verdad que están del lado de los más fuertes porque les pagan, por su actitud contrarrevolucionaria.
Los verdaderos rebeldes deben sacudirse por completo de ellos, son peligrosos y el pasado nos enseña que pueden matar el proceso revolucionario.
Creo que es posible derrotarlos, mi visión es optimista (por desgracia está condicionada a lo que el negrito de la Casa Blanca decida, esperamos no iniciará, en cualquier lugar del planeta, una tercera guerra mundial) y siempre recuerdo Ernesto Che Guevara, quien decía... “nos forjaremos en la acción cotidiana, creando un hombre nuevo con una nueva técnica. El camino es largo y desconocido en parte; conocemos nuestras limitaciones. Haremos el hombre del siglo XXI: nosotros mismos”.

Ida Garberi

Uribe: función de despedida


Incondicional peón del imperio, Álvaro Uribe se despide de la presidencia de Colombia con una nueva provocación: la denuncia de la existencia de campamentos de las FARC en territorio venezolano. Ni lerdo ni perezoso el Departamento de Estado salió a respaldar sin reservas la acusación formulada por Bogotá en la OEA, alentado por la supuesta “contundencia” de las pruebas presentadas por Uribe que denuncian al gobierno de Hugo Chávez por permitir la instalación de campamentos de la FARC y la realización de diversos programas de entrenamiento militar de unos 1.500 efectivos de la guerrilla en territorio venezolano. El vocero del Departamento de Estado, Philip Crowley, declaró con singular insolencia que “Venezuela ha mostrado una conducta desafortunada e insolente” con su vecino y amenazó que si ese país “no coopera, Estados Unidos y los demás países obviamente lo tomarán en cuenta". Hay que recordar que desde 2006 Estados Unidos incluye a Venezuela en la lista de países que no cooperan en la lucha contra el terrorismo. En la misma línea se manifestó el Subsecretario Adjunto para América Latina, Arturo Valenzuela, declarando que la denuncia hecha por Uribe era “muy seria”. Ambas declaraciones arrojan espesas sombras de dudas sobre las capacidades intelectuales de ambos funcionarios y, lo que es aún más grave, alimentan la sospecha de que por su afición a la mentira la calidad moral de ambos no parece ser demasiado diferente de la de Álvaro Uribe.
Es evidente que para los administradores imperiales cualquier cosa que convenga a sus intereses tratan de hacerla aparecer ante los ojos de la opinión pública como “seria y contundente”. Y son esos intereses los que movieron a la Casa Blanca a pedirle una última “prueba de amor” al gobernante colombiano pocos días antes de abandonar la presidencia. Como es de público conocimiento, el prontuario que la DEA, la CIA y el FBI han venido construyendo sobre Uribe por sus íntimas y prolongadas vinculaciones con los narcos no le permite al mandatario colombiano desobedecer ninguna orden originada en Washington, so pena de correr la misma suerte que el ex presidente panameño Manuel A. Noriega y terminar sus días en una cárcel de máxima seguridad de los Estados Unidos.1 La disparatada denuncia de Uribe, un inveterado mentiroso, viene de perlas para impulsar la desestabilización que Washington quiere producir en vísperas de las cruciales elecciones venezolanas programadas para el 26 de septiembre y, a la vez, legitimar el impresionante programa de militarización que está imponiendo en América Latina, una de cuyas mayores expresiones ha sido la firma del tratado Obama-Uribe mediante el cual el país sudamericano cede al menos siete bases militares para uso de las fuerzas armadas de los Estados Unidos. Por eso los personeros del gobierno norteamericano simulan que consideran “serias y contundentes” las pruebas que respaldan la denuncia de Uribe, sabiendo que no tienen asidero alguno y que son puro palabrerío y montajes fotográficos. Pero las mentiras son parte del discurso oficial de Estados Unidos, elementos imprescindibles para rodear con un halo de legitimidad los designios del imperialismo norteamericano, y esto por varias razones.
Mentiras porque, en primer lugar, si las FARC controlan cerca del 30 % del territorio nacional (cosa que es archisabida en Colombia) no se entiende que sentido puede tener distraer nada menos que 1.500 hombres del teatro de operaciones, enviar a sus jefes a vacacionar en Venezuela y organizar 85 campamentos guerrilleros en el vecino país. Si hay un político que miente sistemáticamente en nuestra región -¡y hay muchos!- Uribe se lleva las palmas: es en la propia Colombia donde la crisis y putrefacción del estado oligárquico permite que amplias franjas de su territorio, especialmente en las zonas selváticas, estén contraladas por la guerrilla, los narcos y los paramilitares. Diversas autoridades ecuatorianas comentaron luego del ataque que las fuerzas colombianas realizaron en su territorio que Ecuador no limita al norte con Colombia sino con una tierra de nadie controlada por las organizaciones descritas más arriba. Con una necedad sin límites Uribe acusa a sus vecinos de no hacer lo que él ha dado sobradas muestras de ser incapaz de hacer: controlar su propio territorio. Cerrando los ojos ante esta realidad, Estados Unidos se monta sobre esta falaz denuncia para, desde allí, acosar al gobierno bolivariano por su falta de colaboración en la lucha contra el narcotráfico, ocultando ante la opinión pública -¡con la complicidad de la “prensa libre”, por supuesto!- el molesto hecho de que el mayor exportador mundial de cocaína (y también de narcotraficantes) es la Colombia militarizada por Uribe y devenida gracias a su invalorable colaboración en un protectorado norteamericano. Ante semejante cuadro de descomposición política, denunciar que las FARC se instalan en Venezuela -¡y para colmo con el aval y la complicidad del gobierno de Hugo Chávez!- no pasa de ser una vulgar engañifa al servicio del imperio ; una acusación que carece por completo de entidad como para ser tomada mínimamente en serio. Es la calumnia que descerraja un personaje completamente inescrupuloso como Uribe. 2
En segundo lugar, ¿cómo olvidar que Uribe fue el hombre que mintió alevosamente cuando sus fuerzas, apoyadas por las de Estados Unidos, incursionaron en territorio ecuatoriano aduciendo que iban en persecución de una columna de las FARC? Las pruebas demostraron que los guerrilleros a los que supuestamente se perseguía luego de un enfrentamiento ocurrido en territorio colombiano estaban durmiendo -vestidos inclusive con pijamas- al momento de producirse el ataque y que, en consecuencia lo que tuvo lugar en Santa Rosa de Sucumbíos no fue un combate sino lisa y llanamente una masacre indiscriminada. Esta operación, realizada poco después de la medianoche del 1º de marzo del 2008, fue realizada con el apoyo logístico y material de los efectivos norteamericanos estacionados en la base de Manta, los únicos que disponían de la tecnología necesaria y de aviones capaces de efectuar un bombardeo de asombrosa precisión en plena selva y en medio de la más absoluta oscuridad. Una muestra más de la enfermiza afición de Uribe por la mentira fue la historia montada en torno a la famosa laptop de Raúl Reyes, que en un prodigio tecnológico sin precedentes sobrevivió indemne a un bombardeo que destruyó todo lo que había a su paso y cuyo disco rígido habría entregado valiosísima información sobre los profusos contactos de Reyes y las FARC con todos los enemigos de Uribe y Estados Unidos.3
Tercero, ¿cómo se le puede creer a un hombre que desde la presidencia de Colombia convalidó la acción de los paramilitares y del terrorismo de estado? El 16 de febrero de este año la unidad de “Justicia y Paz” de la Fiscalía colombiana publicó un informe en el que se revela que algo más de 4.000 paramilitares de las AUC, las Autodefensas Unidas de Colombia, aseguraron haber perpetrado 30.470 asesinatos en el período comprendido desde mediados de los ochenta hasta su “desmovilización” en 2003-2006. No sólo eso: la Fiscalía recibió además declaraciones de los paramilitares dando cuenta de 1.085 masacres, 1.437 reclutamientos de menores, 2.520 desapariciones forzadas, 2. 326 desplazamientos forzados y 1.642 extorsiones, además de 1.033 secuestros. Pese a este luctuoso record Uribe es considerado por sus mandantes en Washington como un campeón en la lucha por los derechos humanos.4 En relación a esto, si el ansiado TLC entre Colombia y Estados Unidos no ha sido todavía ratificado por el Congreso norteamericano es porque, tal como lo señala el conservador periódico colombiano El Tiempo, tan sólo en el año 2009 los paracos y las “fuerzas de seguridad” asesinaron a 40 sindicalistas, convirtiendo a Colombia en el país más peligroso del mundo para ese tipo de actividad. Sobre un total de 76 dirigentes gremiales asesinados en todo el mundo, el 52 % de esos crímenes se perpetraron en un país al que Estados Unidos considera un ejemplar paradigma de la lucha por los derechos humanos y el combate al terrorismo. La Central Única de Trabajadores de Colombia informó pocos meses atrás que desde 1986, año de su creación, 2.721 activistas y dirigentes de esa organización fueron asesinados por las “fuerzas de seguridad.” 5 Pese a ello, las credenciales democráticas de Colombia jamás fueron puestas en duda por Washington.6
Cuarto, el denunciante es nada menos que el responsable intelectual y político de la masacre serial conocida con el nombre de “falsos positivos.” Tal como lo señalan distintas notas publicadas en Colombia por el Observatorio Latinoamericano, Cronicón, durante estos tres últimos años de gobierno de Uribe el balance es funesto. Se comprobó que el ejército, ante el acoso del gobierno para que mostrara resultados concretos en la lucha contra la guerrilla, diseñó y ejecutó un plan criminal: recorrer las comunidades y aldeas más pobres del país ofreciendo trabajo a la enorme masa de desocupados y reclutando a un elevado número de indigentes, campesinos indefensos y jóvenes marginados, que luego eran asesinados a sangre fría y hacer pasar sus cadáveres como pertenecientes a guerrilleros ejecutados en combate para cobrar la recompensa establecida por el gobierno u obtener estímulos o ascensos en su carrera militar. Según estimaciones muy conservadoras, estos crímenes de Estado, perpetrados cuando el futuro presidente de Colombia, Juan M. Santos era Ministro de Defensa, superan los mil setecientos casos.7 Otra faceta de esta criminal política mal llamada de seguridad democrática la brinda el hallazgo, dado a conocer el 16 de febrero del 2010, “de la mayor fosa común de la historia contemporánea del continente americano, horrendo descubrimiento que ha sido casi totalmente invisibilizado” por los principales medios de comunicación de masas en Colombia y en el mundo. "La fosa común contiene los restos de al menos 2.000 personas, está en La Macarena, departamento del Meta…(y fue descubierta ) gracias a la perseverancia de los familiares de desaparecidos y a la visita de una delegación de sindicalistas y parlamentarios británicos que investigaba la situación de derechos humanos en Colombia, en diciembre 2009."8 Cabe añadir que esa zona había sido objeto de preferente atención por parte de las fuerzas armadas colombianas desde el 2005, con los nefastos resultados recientemente revelados.
Como ocurrió con todos los terrorismos de estado que asolaron la región en los años setentas del pasado siglo, los crímenes de lesa humanidad cometidos por sus perpetradores tenían también un trasfondo económico. En el caso de la Colombia de Uribe, con su comparsa de sanguinarios esperpentos, entre las corruptas fuerzas armadas, los paramilitares y el narco se repartieron millones de hectáreas que en su desesperado éxodo dejaban tras de sí los campesinos desplazados por los bombardeos y masacres indiscriminadas a que estaban sometidos. Tal como lo expusiera Jomary Orteon Osorio, del Colectivo de Abogados de Colombia, en la conferencia del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU reunida en Ginebra a comienzos de mayo de este año, la cifra de los campesinos desplazados ascendería a 4.500.000 y sus tierras fueron luego transferidas, con gran provecho para los encargados de desalojarlos, a los terratenientes y el agronegocios, auspiciantes y cofinanciadores del paramilitarismo. En esa misma conferencia se estableció que pese a los “éxitos” del gobierno de Uribe el número de desplazados sigue creciendo a razón de 150.000 personas por año. El Ministro de Planeación de Colombia, Esteban Piedrahita Uribe, jefe de la delegación colombiana en esta conferencia, no desmintió las alegaciones antes formuladas y se limitó a decir que "hemos confiscado 2.000.000 de hectáreas a grupos criminales que se apropiaran ilegalmente de esas tierras y ahora la justicia va a decidir la devolución a sus verdaderos propietarios."9 En todo caso, hay que subrayar que el cálculo del número de hectáreas expropiadas en esta salvaje reedición del proceso de acumulación originaria que Marx describiera en su célebre capítulo 24 del primer tomo de El Capital está sujeto a fuertes controversias. Hay quienes sostienen que el número de hectáreas así transferidas asciende a 6 millones pero hay otros que fijan esa cifra en torno a los 10 millones. En todo caso, cualquiera que sea el número que finalmente se establezca más allá de toda duda, lo cierto es que la política de seguridad democrática si hay algo que efectivamente aseguró: la expropiación de la masa campesina y la apropiación de las mismas por el capitalismo agrario.10
Este es el hombre que hoy levanta su dedo acusador contra la revolución bolivariana. Es evidente que lo suyo es una maniobra más, dictada por los estrategas del imperio, para acosar al gobierno de Hugo Chávez y para legitimar la política del hard power (poder duro) a la cual parece haberse vuelto más afecto Obama que su ignominioso predecesor, pese a que en las declaraciones oficiales y en los escritos de algunos analistas cercanos a la Casa Blanca, como Joseph Nye, se hable con insistencia de las ventajas del soft power (poder blando, o la diplomacia tradicional) o el smart power (el poder inteligente, de la nueva diplomacia) sobre la brutalidad y elevado costo del primero. Sin embargo, el imperio insiste en el poder duro de su impresionante dispositivo militar: por eso las bases en Colombia; en Aruba y Curazao, a pocos kilómetros del litoral marítimo venezolano; las que se encuentran en El Salvador y en Honduras y, ahora, la autorización para introducir nada menos que 7.000 marines y toda clase de armamento, además de portaviones, helicópteros, buques anfibios, aviones de última generación, en la vecina Costa Rica. Por eso también la Cuarta Flota. El gobierno de Uribe cumple así un servicio de extraordinaria importancia para facilitar los planes destituyentes del imperialismo: incapaz de proteger su frontera de 586 kilómetros con Ecuador, a la que destina apenas 8 minúsculos destacamentos militares, y mucho más incapaz todavía de hacer lo propio en los 2.216 kilómetros que tiene la frontera colombo-venezolana, convertida en una zona liberada para narcos y paracos, trata por todos los medios de crear las condiciones que justifiquen la intervención militar norteamericana en América del Sur; en lo inmediato, mantener viva la tensión entre Colombia y Venezuela luego del recambio presidencial, evitar que Santos modifique la agenda de confrontación permanente con la revolución bolivariana instituida por Uribe y enlodar la cancha para que Chávez llegue desgastado y acosado internacionalmente a las elecciones de finales de septiembre. Preocupado por su futuro y agobiado por el espectro de Noriega pudriéndose en una cárcel gringa o de una querella planteada ante la Corte Penal Internacional, Uribe se esmera hasta el último día de su mandato para mostrar su total sumisión a los dictados de los imperialistas. Por eso es importante desenmascarar al denunciante, y exigir la pronta intervención de la UNASUR para desbaratar los planes de Washington en Nuestra América. Este no es un tema para la OEA (que además no supo desbaratar la provocación uribista) sino para la UNASUR, que será puesta a prueba con este incidente. Es de esperar que esta naciente organización de los países suramericanos actúe de inmediato, ya mismo, porque de lo contrario puede ser demasiado tarde para evitar las graves consecuencias de todo orden que tendría la consumación del proyecto belicista de los Estados Unidos, implementado por Washington y sus proxys latinoamericanos.

NOTAS

[1] Para quienes tengan dudas al respecto se les recomienda consultar al Archivo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, cuyos documentos desclasificados se encuentran ahora en la George Washington University. El que nos interesa en este momento se denomina U.S. INTELLIGENCE LISTED COLOMBIAN PRESIDENT URIBE AMONG "IMPORTANT COLOMBIAN NARCO-TRAFFICKERS" IN 1991, y en su subtítulo se dice que el por entonces Senador, y hoy presidente de Colombia, se dedicaba a colaborar con el Cartel de Medellín en los niveles más altos del gobierno y era un estrecho amigo de Pablo Escobar y sus “narco-asesinos.” Ver en detalle éstas y muchas otras similares caracterizaciones sobre Álvaro Uribe en
http://www.gwu.edu/~nsarchiv/NSAEBB/NSAEBB131/index.htm
[2] No se nos escapa el hecho de que a lo largo de una frontera como la colombo-venezolana (de más de dos mil kilómetros de largo y con escasos accidentes geográficos que permitan delimitar claramente el terreno) narcos, guerrilleros, paramilitares, contrabandistas y delincuentes comunes, amén de gente normal y corriente, pueda cruzar de un lado al otro sin el menor inconveniente. No existen fronteras herméticamente cerradas en América del Sur, y eso lo saben mejor que nadie los narcotraficantes. Pero acusar a Caracas de tolerar o avalar el establecimiento de bases o campamentos de las FARC en territorio venezolano sólo habla de la absoluta deshonestidad de Uribe y sus patrones.
[3] Ver la abrumadora evidencia aportada por el estudio de Margarita Vallejo y Horacio López, El ataque de Colombia en territorio ecuatoriano : detrás de las palabras y los hechos (Buenos Aires: Ediciones del Centro Cultural de la Cooperación, 2009)
[4] Ver el informe en: http://www.telesurtv.net/noticias/ secciones/ nota/66984- NN/ex-paramilita res-colombianos- reconocen- haber-cometido- cerca-de- -30-mil-500- asesinatos/
[5] http://www.eltiempo.com/colombia/justicia/asesinados-40-sindicalistas-el-ano-pasado-en-colombia-denuncia-organizacion-de-trabajadores_7120268-1
[6] A esta lúgubre estadística habría que agregar que bajo los ocho años del gobierno de Uribe se asesinaron en Colombia por lo menos a 27 periodistas, “por razones de oficio”, como dice un informe elaborado al respecto. Se trata de una estimación hecha por una fuente conservadora, impugnada por otras que aportan una cifra mucho mayor.
[7] Datos proporcionados en una entrevista realizada al director del Observatorio Latinoamericano, Fernando Arellano. Ver más antecedentes sobre el tema en el sitio web del Observatorio: http://www.cronicon.net/paginas/cronicon_menu.htm
[8] Cf. http://www.publico.es/internacional/288773/aparece/colombia/fosa/comun/cadáveres; y también
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=99507
[9] Ver más antecedentes de este tema en el sitio Web de la Cadena Caracol, 4 Mayo 2010 http://www.caracol.com.co/nota.aspx?id=1019108
[10] Datos que surgen de estudios e investigaciones realizados por el MOVICE, Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado: 4,5 millones de desplazados, cifras 2009:
http://www.movimientodevictimas.org/index.php?option=com_content&task=view&id=278&Itemid=64
Sobre la superficie agrícola expropiada, ver las cifras del año 2009:
http://www.movimientodevictimas.org/index.php?option=com_content&task=view&id=274&Itemid=69

www.atilioboron.com


Atilio A. Boron