sábado, septiembre 18, 2010

La utopía socialista, siempre


Un proverbio alemán muy conocido dice que hay que tener cuidado de no tirar al bebé junto con el agua de la bañera. Sin embargo, los alemanes de la ex RDA, en los días que siguieron al 10 de noviembre de 1989, junto con el Muro de Berlín, la Stasi, la burocracia del Partido y los símbolos de aquel país-jardín-de-infantes que se había edificado sobre las ruinas humeantes (y acechantes) del nazismo, echaron también por la borda las conquistas reales que les había dejado medio siglo de socialismo.
Por décadas, la burocracia germano comunista ignoró (o persiguió) a críticos y disidentes como el físico Robert Havemann, autor, entre otros libros, de Respuestas aclaratorias a la administración central de verdades eternas (su título ya lo dice todo). Cuando intentó recuperarlos, para refundar el socialismo en Alemania, ya era tarde.
Otro tanto ocurrió en la ex Unión Soviética. Antiguos burócratas del PCUS se reciclaron como empresarios o capomafias; las empresas del Estado fueron privatizadas sin beneficio alguno para el pueblo y la brecha social se ensanchó hasta niveles impensables en los tiempos del socialismo.
Un intelectual germano occidental -Günther Grass- haciendo un balance de la debacle comunista, señaló con agudeza que el llamado campo socialista había perdido la gran oportunidad de reformarse desde adentro en 1968, cuando Moscú mandó a sofocar con sus tanques la Primavera de Praga. En 1985, cuando Mijail Gorbachov lanzó su Perestroika y comenzó a hablar del Estado socialista de derecho, ya era demasiado tarde.
La digresión viene a cuento de las afirmaciones y desmentidas (y desmentidas de desmentidas) que se atribuyen a Fidel Castro en relación con varios temas de la agenda internacional, pero más que nada por la afirmación (publicada en la revista norteamericana The Atlantic) de que “el modelo cubano no funciona ni siquiera para nosotros”.
Ciertos analistas leen entrelíneas que el anciano líder de la Revolución comienza a abrir la puerta a una gran reforma económica en la isla, y que ello traerá aparejadas reformas políticas y cambios en la vida social y cultural. Pero sería muy triste -pensamos- que Cuba, en esta nueva encrucijada de la historia, reniegue de sus conquistas, enajene el patrimonio público y vuelva a parecerse (en lo peor) a sus hermanos más pobres y postergados de América.

Cuba y los ODM

En un reciente informe titulado Progreso para la Infancia. Lograr los Objetivos de Desarrollo del Milenio con equidad, Unicef alerta sobre el crecimiento de la tasa de mortalidad infantil en el mundo, particularmente en el 20% que representa a la franja más pobre de la población.
Aunque el acceso al agua potable hoy está garantizado para el 87 por ciento de los habitantes del planeta, carecen del insumo vital 884 millones de personas, en su mayor parte distribuidas en áreas rurales del Africa subsahariana y el Asia meridional. “Los niños de los quintiles más pobres de sus sociedades -dice el Informe- tienen dos veces más posibilidades de tener mayor riesgo de retraso en el crecimiento, en comparación con los de los quintiles más ricos”.
El pasado 5 de septiembre, en La Habana, la doctora Angela Ferriols, junto a otros integrantes del Instituto Nacional de Investigaciones Económicas cubano, presentó un informe preliminar relacionado con los Objetivos del Milenio, detallando que tres de esos Objetivos ya se han cumplido (educación universal, igualdad de género y reducción de la mortalidad infantil); tres se cumplirán probablemente antes de 2015 (erradicación de la pobreza extrema y el hambre, mejora de la salud materna y avances en el combate al VIH/Sida, el paludismo y otras enfermedades) y dos están potencialmente cumplidos (sostenibilidad ambiental y alianzas globales para el desarrollo).
Luego de la exposición de Ferriols, otro funcionario, Abelardo Moreno, expresó que más allá de la inminente reforma en la Carta de las Naciones Unidas, “existe la imperiosa necesidad de que el mundo avance en el cumplimiento de los Objetivos del Milenio, como premisa básica para salvar la vida de millones y millones de seres humanos”.
Ya pasaron diez años desde el lanzamiento de los ODM y todavía un gran número de países se excusa por no poder brindar información confiable y auditable de los progresos en su cumplimiento. Sin embargo Cuba, un pequeño Estado socialista con varias asignaturas pendientes en otras dimensiones de la vida pública, puede mostrar orgullosa los resultados de su trabajo y de su esfuerzo.

El legado más importante

Decía la ensayista y pensadora argentina Fina Warschaver (1919-1989) que acaso la misión del socialismo, en el mundo, sea cumplir acabadamente, profundamente, con el programa original de la Revolución Francesa, expresado en la consigna Libertad, Igualdad, Fraternidad. La tesis merecería un debate. Porque si una cosa no pudo cumplir el capitalismo (y para muestra, veamos el calamitoso estado social y ambiental del planeta, a principios del siglo XXI), es la libertad de millones de personas que siguen sometidas a la esclavitud del hambre y el analfabetismo, la igualdad de oportunidades y de chances de vida para cada niño que nace y la construcción de una sociedad fraterna, donde los hombres sean hermanos sin importar su credo ni su bandera, y se reconozcan como tales.
En los textos fundacionales del marxismo, con ímpetu positivista, Marx y Engels nos hablaron de un socialismo científico, llamado a superar las limitaciones del denominado socialismo utópico (Owen, Fourier y otros).
Un siglo y medio después, al desmembrarse el campo socialista tras la caída del Muro de Berlín, Fidel Castro lanzó desde Cuba la consigna “Marxismo-leninismo o muerte” (tal vez se perdió allí -pensamos- la oportunidad de dar paso a la generación de relevo e iniciar un proceso de reformas).
No obstante -transcribimos aquí algo publicado hace mucho tiempo- “es en la crítica donde el pensamiento socialista se diferencia de la religión y del pensamiento dogmático. No tenemos Santo Sepulcro y hasta el Sagrado Corán puede ser refutado” (Nuevo Sur, 28/8/90).
La lucha utópica (no en el sentido de onírica o de irrealizable) por construir un mundo de justicia y hermandad, está jalonada por el sacrificio de cientos de miles de militantes, en tiempos de guerra y tiempos de paz. Hombres y mujeres que no pidieron nada y entregaron todo. Ni adentro ni afuera de la isla de Cuba, ni en las alturas o bajuras de ningún gobierno, podemos menospreciar, olvidar o desentendernos de ese legado.
¿Socialismo utópico? ¿Por qué no?

Oscar Taffetani (APE)

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