lunes, noviembre 22, 2010

A 47 años del asesinato del Presidente Kennedy


Hace 47 años asesinaron al presidente John F. Kennedy. Por tal motivo, y con autorización de la editorial El Viejo Topo, reproducimos el capitulo correspondiente a tal hecho, retomado del libro de muy reciente publicación “El Equipo de Choque de la CIA”, del periodista, escritor y colaborador de Le Monde Diplomatique, Hernando Calvo Ospina.

El 22 de noviembre de 1963 Kennedy es asesinado en Dallas, Texas. Lyndon B. Johnson, quien lo sustituye, nombra una Comisión investigadora encabezada por el presidente de la Corte Suprema de Justicia, el republicano Earl Warren. Curiosamente, en ella incluye a Allen Dulles, el cual había dejado su cargo casi en condición de enemigo de Kennedy.
Después de diez meses de investigación, tan solo se encontró un responsable: Lee Harvey Oswald. Un inculpado detenido poco después del magnicidio, y asesinado horas después en las propias instalaciones de la policía, por lo cual no pudo aportar a las pesquisas. Esta, que es la versión oficial, nunca ha explicado cómo fue posible que Oswald disparara tres balas con tanta precisión, una tras otra. No sólo porque él no era un diestro tirador, sino porque ni un experto puede impactar, bala tras bala, utilizando la mira telescópica: a cada tiro el objetivo desaparece.
Ante los interrogantes que suscitó la Comisión Warren, en 1976 la Cámara de Representantes decidió crear un Comité Selecto Sobre Asesinatos (U.S. House of Representatives Select Committee on Assassinations) y así realizar su propia investigación. En las conclusiones, hechas públicas en 1979, se aseguró que además de Oswald existía por lo menos otro tirador, aunque no lo identifica.
También expuso una tesis siempre negada por la Comisión presidencial: Kennedy fue asesinado dentro del cuadro de una conspiración. Lo más impactante es que se declaró incapaz de reconocer a los conspiradores. También limpió de responsabilidades a la mafia, los servicios de seguridad y a los miembros de la JM/WAVE. Aunque criticó fuertemente a la CIA y al FBI por no haber dado la seguridad adecuada al presidente.
Buscando provocar la reactivación de la agresión militar a Cuba, algunos intentaron encontrar en Fidel Castro al responsable intelectual. Bill Colby, que tuvo suficiente información a su alcance, sostuvo: “se puede decir que no existe ni la sombra de una prueba, por tanto esos señalamientos son razonamientos descabellados.” (36)
Reconocidos investigadores han demostrado que sí existen suficientes pruebas como para señalar a personas que sirvieron de operarios en el complot, pero ninguna autoridad ha querido mirar hacia ellas.
Se asegura que miembros de la JM/WAVE y jefes de la mafia estarían involucrados. Los primeros se sintieron traicionados por el acuerdo de Kennedy con los soviéticos; mientras los capos empezaron a ser perseguidos una vez pasada la Crisis de los Mísiles. Lo lógico es que si miembros de uno u otro grupo hubieran actuado por su propia voluntad, de manera independiente, alguno habría sido arrestado.
Ciertos investigadores que colaboraron con la Comisión senatorial, (37) han afirmado que ambas comisiones desecharon fuertes indicios que permitían llegar hasta los responsables del complot. O por lo menos hasta el conjunto de personas que participaron del operativo.
Pero parece que poderosos intereses se interpusieron. En el mismo sentido otros investigadores independientes aseguran: “Las figuras importantes relacionadas con el asesinato de Kennedy, de una forma u otra, están relacionadas con el Proyecto Cubano, incluida la mafia [...] La CIA ocultó el involucramiento de sus operarios y fachadas clandestinas en el asesinato de Kennedy.” (38)
Siguen diciendo estos mismos investigadores, que la CIA mintió acerca del asesinato, “porque si no lo hacía revelaba la infraestructura de la misma guerra, y los cuestionables vínculos del gobierno clan destino con hombres como Lansky y Nixon.” Por ello la teoría de una gran conspiración a nivel de Estado siguió flotando.
Además de los mafiosos de la Cosa Nostra, los hombres sobre los cuales existen fuertes sospechas de haber participado en el asesinato, se encuentran: Ed Lansdale, Ted Shackley, David Atlee Phillips, Rip Robertson, Howard Hunt, Tom Clines, David Sánchez Morales, Rafael “Chichí” Quintero, Eugenio Martínez, Virgilio González, Frank Sturgis, Bernard Barker, Guillermo Novo Sampoll, Félix Rodríguez Mendigutía, Orlando Bosch Ávila y Luis Posada Carriles.
Y estos nombres figurarán constantemente en momentos claves de la política estadounidense, a lo largo de dos, tres y hasta cuatro décadas. Sirviendo al poder en la sombra y desde la sombra. En particular al partido Republicano. Muy cerca del clan Bush.
Como lo dijera Bill Colby, a partir del Proyecto Cuba los hermanos Kennedy le dieron un poder inmenso a la CIA, que se tradujo en una avalancha de crímenes y actos de delincuencia mayúsculos, con proyección planetaria. Así lo comprobó la Comisión Church en 1975.
Y, quizás, lamentablemente, ambos hermanos recibieron de su propia medicina. Porque también Robert moriría el 6 de junio de 1968, luego de un atentado el día anterior en Los Ángeles. Como en el caso del presidente, se detuvo al presunto responsable material, pero en el aire quedó la sensación que atrás existía un complot. Arthur Krock era corresponsal del New York Times ante la Casa Blanca. Cubrió desde la presidencia de Roosevelt a la de Johnson. El 3 de octubre, mes y medio antes del asesinato del presidente Kennedy, escribió: “La creciente importancia de la CIA es comparada con un tumor maligno contra el cual los altos funcionarios y hasta la Casa Blanca no puede hacer gran cosa. Si un día los Estados Unidos son víctimas de una tentativa de golpe de Estado, eso será obra de la CIA. La Agencia dispone de un poder fenomenal. Ella no tiene a quien rendir cuentas.” (39) Posiblemente era su constatación. O quizás se lo confió el propio presidente, con el cual almorzaba regularmente.

Hernando Calvo Ospina.

El Equipo de Choque de la CIA. Cuba, Vietnam, Angola, Chile, Nicaragua.

Editorial El Viejo Topo. Barcelona. 190 págs. Precio: 19 euros

Notas:

36. Colby, William. Op. cit.
37. Por ejemplo: Fonzi, Gaeton. The Last Investigation. Thunder’s Mouth Press. New York, 1993.
38. Hinckle, Warren y Turner, William. Op. cit.
39. Krock, Arthur. Sesenta años en la Casa Blanca. Dopesa. Barcelona, 1971.

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