sábado, noviembre 13, 2010

Surgimiento del monopartidismo en Cuba


Para saber a ciencia cierta de qué estamos hablando, el examen de este asunto debe remontarse al comportamiento del pueblo cubano y su vanguardia político-revolucionaria durante la Revolución iniciada el 10 de octubre de 1868, sin obviar la Asamblea de Guáimaro que en abril del año siguiente dio lugar a nuestra nación —asumida como organización estatal propia.
El recuento evidencia que las masas populares en la Isla lucharon por deshacerse de las garras de la dominación foránea, al margen del regionalismo y el caudillismo que, entre otros factores, castraron la victoria revolucionaria. En rigor, tras las caídas en combates de Ignacio Agramonte (11 de mayo de 1873) y de Carlos M. de Céspedes (27 de febrero de 1874), la gesta independentista no parió otro verdadero liderazgo, porque todavía Antonio Maceo no era quien fue con posterioridad, y al Generalísimo Máximo Gómez le acompañaba la aprensión de no haber nacido en Cuba.
Entonces, tuvo lugar la claudicación que representó el Pacto del Zanjón (10 de febrero de 1878) de cara a España, muy a pesar del gesto dignificador que protagonizó el Titán de Bronce, el General Maceo (15 de marzo de 1878) conocido como la Protesta de Baraguá. He aquí la antesala de la obra martiana.
Tal fue el contexto en el que, al discurrir sobre el porqué los mambises dejaron caer la espada frente al colonialismo, Martí pudo percatarse de que hacía falta un ente que garantizara la unidad revolucionaria de los patriotas independentistas cubanos. En consecuencia, hacia 1882 el Maestro ya estaba luchando por crear un partido que ante todo aglutinara a la generación fogueada en el enfrentamiento a la dominación y a la que ansiaba contribuir a la completa emancipación de nuestra Patria —un reflejo de cómo la vida alimentó ideas (teoría) extraídas de la experiencia (práctica).
Con este presupuesto, luego de vencer una etapa de “tristísimo silencio” y sortear varios obstáculos, nuestro Héroe Nacional edificó el Partido Revolucionario Cubano (PRC), proclamado el 10 de abril de 1892, precisamente el día del 24 cumpleaños de la Asamblea de Guáimaro, de la cuna de la República en el territorio nacional.
A propósito, vale decir que el Partido creado por nuestro Apóstol constituye la primera organización de su tipo que fue concebida para conducir una Revolución —según lo registrado en la Historia política de la humanidad—, amén de un valor agregado, dicho con el verbo del propio Martí:
“Nació uno” [no dos, ni tres partidos] “de todas partes a la vez. Y erraría, de afuera o de adentro, quien lo creyese extinguible o deleznable. Lo que un grupo ambiciona, cae. Perdura, lo que un pueblo quiere. El Partido Revolucionario Cubano, es el pueblo cubano”.
Así, se devela pluralidad y monopartidismo desde la propia emergencia de esta concepción político-organizacional.
No obstante, se malogró la “Guerra Necesaria” concebida para la Revolución del '95 del siglo XX. Pero para la siguiente década del veinte, se fue organizando el movimiento comunista cubano, precisamente con la mira de la unidad organizacional.
Grosso modo, aparece que el 18 de marzo de 1923 se fundó la Agrupación Comunista de La Habana, y sucesivamente las de Guanabacoa, Manzanillo y San Antonio de los Baños. Las mismas prepararon las condiciones organizativas para la realización del congreso que dejó constituido el primer Partido Comunista de Cuba el 16 de agosto de 1925, un hito en el cual resaltan Carlos Baliño (estuvo con Martí en la creación del PRC) y Julio Antonio Mella (el joven que más hizo por su Patria en menos tiempo).
Con altas y bajas, a pesar del anticomunismo reinante en aquellos años, esa organización partidista —después de un complejo proceso, prefirió el nombre de Partido Socialista Popular (PSP)— no vaciló en denunciar el Golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 y la dictadura que de allí se derivó, si bien en un primer momento no aquilató en su justa medida la trascendencia del Asalto al Moncada encabezado por Fidel Castro el 26 de julio del año siguiente.
En perspectivas, el PSP tendría que convivir con otras organizaciones ideo-políticas que exhibieron marcado protagonismo revolucionario en la segunda mitad de la década del cincuenta de la última centuria. Mas, este es asunto de otro trabajo.

Noel Manzanares Blanco

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