domingo, febrero 27, 2011

Marxismo y anarquismo. Un debate sobre la cultura entre Felipe Aláiz y Maurín


Felipe Aláiz

Aláiz era hijo de un militar retirado del ejército, vasco de origen y de una matrona versada en literatura, de la que heredó sus inclinaciones por la pluma. Pasó los años de su infancia en su localidad natal, pero hizo sus primeros estudios serios en los institutos de Lleida y Huesca. En este último centro conoció a Ramón Acín, al que le unió desde entonces una gran afinidad. En Huesca se inició en los menesteres literarios, dirigiendo durante un par de años la Revista de Aragón. Ortega y Gasset descubrió sus cualidades de periodista y le abrió las puertas de El Sol, el famoso diario liberal madrileño. Le siguieron unos años de bohemia literaria en los que tuvo amistad con Pío Baroja, al que acompañó en gira en de propaganda electoral por Aragón en el 1919. Este mismo año, Aláiz se estableció en Zaragoza, donde dirigió el periódico quincenal Voluntad. Ulteriormente se trasladará a Barcelona y allí entrará en relación con el movimiento anarquista, en el que quedó integrado; anteriormente había estado muy influenciado por Joaquín Costa.
En 192O se encontraba en Tarragona, donde formó parte de la redacción del periódico anarquista local. No tardará, llevado por su inquietud, en volver a Barcelona para ocupar el cargo de director ­de La Revista Nueva. En esta época fue detenido y confinado en la cárcel Modelo. Durante el terrible período del pistolerismo patronal y gubernamental, Aláiz trabajó como redactor de Solidaridad Obrera, y después se marchó, primero a Valencia y luego a Sevilla, donde seguirá trabajan­do en la prensa anarquista. En los años de la Dictadura de Primo de Rivera vivió haciendo traducciones, entre ellas, los folletines para El Día y de las obras de Max Nettlau.
En muchas ocasiones, y para huir de las persecuciones policíacas, Aláiz se refugió en un convento de monjas, en cuya comunidad habitaba una hermana suya. Tras la caída de la dictadura, en 1930, fue nombrado director de Tierra y Libertad y mantuvo desde los editoriales del periódico una lucha constante contra el pestañismo, considerado como reformista. En el período de los sindicatos confedérales de oposición, en 1932-1933, Aláiz fue director de Solidaridad 0brera. Una campaña contra los acontecimientos de Arnedo le valió una sentencia de un tribunal militar de cuatro años de cárcel, que llegó a cumplir en parte. Desde la cárcel donde se hallaba, y por discrepancias con el Comité Regional Confederal de Cataluña, dimitió de la dirección del periódico, al que volvió como redactor en 1934. Cuando estalló la guerra civil volvió a ocupar la dirección de Tierra y Libertad. En 1931 trabajó como redactor de Acracia,de Lleída.
Aláiz quedó al margen a toda actividad pública sindical, y hasta el final de la guerra dirigió en Barcelona el periódico Hoy, órgano de las industrias socializadas de la Madera. Con la caída de Cataluña se exilió a Francia, donde vivió con intensidad dramática las vicisitudes de la ocupación alemana. Asistió en París en 1945 al primer Congreso de reestructuración de la CNT en Francia y fue nombrado director del órgano de la organización fuera de nuestras fronteras, CNT, al frente del cual se mantendrá por espacio de varios años. En una carta a Peirats y citada por este, se describe ante todo como "una sola cosa por vocación y oficio: periodista. Esta es mi actividad esencial. Papelotes en mano puedo probar que mi obra de 25 años largos de periodismo sobrepasa en volumen o cantidad a la de dos periodíqueros trabajando normalmente con rendimiento corriente. Esto es comprobable: ayer lo fue, le es, lo será mañana. No hay que olvidar, pues, lo principal. El periodismo es una cosa suficiente para llenar una vida activa y para colmarla..."
Carrasquer considera a Aláiz como "el primer escritor anarquista español" cuya biografía "no tiene gran interés; sí en cambio su vida que traduce una filosofía moral, Una praxis de intelectual y una actitud de español del siglo XX; pero sobre todo su obra: maravilla más en potencia que de hecho, como fino detector, no obstante, de una época y de un medio ambiente humano de la mayor importancia histórica que Aláiz nos lega limpios de polvo y paja merced a ese ventilador que siempre fue su estilo". Empero, más adelante, el propio Carrasquer hace notar su naturaleza ajena al movimiento organizado y su desinterés por la teoría, y aunque fue utilizado para combatir el "trentismo" por su aversión a toda inclinación reformista, siempre se mantuvo bastante al margen de las luchas internas del anarcosindicalismo hispano. El trabajo de Carrasquer (Júcar, Madrid, 1981), es inexcusable para conocer a Aláiz. Incluye ensus páginas un ensayo biográfico amén de una extensa antología. Campo Abierto publicó en 1976 otra selección de sus trabajos con el título de Trayectoria de un libertario.
Reproducimos el artículo que Joaquín Maurín publicó con el tírulo de Marxismo y anarquismo. A propósito de la cultura, anotando que era “para Felipe Aláiz”, en La Batalla (23-mayo-1923), y apareció reproducido por Christopher H. Cobb, La cultura y el pueblo. España, 1930-1939 (Ed. Laia, Barcelona, 1980, p. 150).

Un artículo mío aparecido en la Correspondance Internationale de Berlín no fue del agrado de todo el mundo. Del agrado de Aláiz, tampoco, como es natural. Y Aláiz, en un artículo titulado «Comentario a lo inactual» publicado en la “Soli”(daridad Obrera), hermoso de forma como todo lo que Aláiz escribe, hacía apreciaciones sobre el concepto que yo pueda tener de la Cultura.
Hay una divergencia total de concepto de las cosas entre nosotros, los que tomamos siempre una fundamentación empirista y los que como Aláiz y los anarquistas se sitúan en el racionalismo, en el idealismo.
Toda la filosofía de todas las épocas se reduce a una o a otra Posición: realismo o idealismo El anarquismo ha tomado la segunda y el marxismo la primera. La discrepancia entre uno y otro es fatal, forzosa, en todas las cuestiones que se planteen.
Nosotros los marxistas, somos materialistas en el más amplio sentido de la palabra. Materialistas en religión, materialistas en Política. Los anarquistas no.
Son siempre idealistas navegan siempre por la región de las abstracciones. Para nosotros tiene interés una cifra, una estadística, para los anarquistas, Una fórmula
palabra una idea. Nosotros creemos en el hecho y sabemos que la realidad material dará origen a determinadas .formas espirituales, es decir nos basamos en materialismo histórico. Los anarquistas creen siempre en la idea, Confían siempre en la idea. Esperan siempre de la idea
El idealismo filosófico es la prehistoria de la filosofía. Por eso Aláiz incurre en una gran equivocación cuando dice que la filosofía anarquista ha muerto con la filosofía de Kant. Kant es un idealista como lo son los anarquistas. Kant no ha sido muerto por el anarquismo. Es este el que esta impregnado de Kant. ¿Proudhon que fue sino un vulgar imitador de la filosofía kantiana? ¿A través de toda la literatura de Kropotkin, no se ve la influencia del imperativo categórico?
Se empieza con el error si se cree que el anarquismo es una filosofía propia. No hay tal cosa. ¿Dónde están los filósofos del anarquismo? Stirner fue un plagiario de Feuerbach, Proudhon un imitador de Kant. Tolstoy fue un mujik místico que adapta a la época y a su temperamento el cristianismo, esto es, la filosofía más inmoral que haya aparecido en la historia. Bakunin ¿qué sabía de la filosofía Bakunin? Kropotkin fue un buen geógrafo, un erudito que llevó su candidez hasta aquella concepción infantil del «Apoyo Mutuo». ¿Dónde están los filósofos anarquistas? Sencillamente, el anarquismo no ha sido otra cosa que el idealismo filosófico aplicado a la economía, algo así como los dramas de Shakespeare destinados al cultivo de las lentejas.
El mundo hoy no gira en torno de postulados, de aforismos y de bellas fórmulas, sino alrededor de un imperativo económico que los anarquistas no quieren reconocer.
Es de esa distinta fundamentación básica que arrancan las diferentes interpretaciones que marxistas y anarquistas dan a los problemas y a las cuestiones. La filosofía idealista de los anarquistas es hija del racionalismo de los filósofos de la revolución francesa. De Rousseau a Kropotkin, no hay más distancia que la del tiempo. Por eso hay tantas reminiscencias de filosofía burguesa en el anarquismo.
Se habla de Libertad, de Humanidad, de Justicia, etc. Nosotros decimos: ni creemos en la Libertad, ni en la Humanidad, ni en la Justicia. Inmediatamente los anarquistas suenan con sus trompetas de frases hechas: « ¡Es la barbarie comunista! » Absolutamente la misma expresión que la que suelta la burguesía: «La barbarie comunista pretendiendo destruir los fundamentos de nuestra civilización». Libertad, humanidad, justicia, etc., son tópicos burgueses que nosotros no podemos aceptar. No creemos en la Humanidad, creemos en la clase, es decir, en una parte de la humanidad. No creemos en la Libertad, creemos en la libertad de los trabajadores cuando la explotación capitalista haya desaparecido. No creemos en la Justicia por igual razón. Libertad, Justicia, etc., no son absolutas. Lo que es libertad y justicia para el capitalismo es sumisión e injusticia para el proletariado Quien posee la fuerza incuba la moral, crea los valores morales. El afán anarquista de querer establecer categorías absolutas evidencia su pobreza filosófica. Desea que el mundo marche conforme a un plan trazado por la mente humana. Igual concepción era la de Ptolomeo cuando quería que el sol diese vueltas alrededor de la tierra. ¡Y el hombre es una cosa tan pequeña! A pesar de que los anarquistas crean otra cosa.
¡Cultura! ¡Cultura! dicen los anarquistas. Sí, sí, pero sepamos antes qué cultura ha de ser. La cultura de vegetarianismo tan en boga por ahí, la cultura neo-maltusiana de Emma Goldman y Berkman, no la queremos nosotros. Nosotros queremos una cultura verdaderamente revolucionaria Que el proletariado adquiera energía y moral de emancipación, y esa es la mejor cultura que pueda dársele. Es más formidable educador Espartaco que veinte profesores de moral. El ABC del proletariado debe ser el afán de romper la cadena que le oprime.
Nosotros creemos siempre que vivimos en plena guerra social y que la moral que debe formarse ha de ser la de la batalla. Nos interesa más que se conozca porque fue ocupado el Ruhr y las consecuencias que traerá consigo la próxima revolución alemana que toda la inmensa gama de frases hechas que puede suministrarnos la cultura anarquista. Queremos, sí, una cultura revolucionaria. Pero empezaríamos por preguntar: ¿Quién ha leído El Capital Financiero de Hilferding? ¿Quien conoce el Kautsky de la anteguerra y La concentración de capital de Rosa Luxemburgo? Nadie ¿verdad? Pues, para a Interpretación de los fenómenos revolucionarios la ignorancia de eso es como para la geometría el desconocimiento del postulado de Euclídes. Cultura revolucionaria es la que queremos por encima de todas las demás. Pero cuando se trata de esa cultura, los anarquistas la rehuyen porque es “demasiado materialista”, es decir, no es vaga y amena literatura.
¿Qué le vamos a hacer, querido Aláiz? Es una visión distinta de la acción, es una interpretación diferente de los deberes que se imponen a la clase trabajadora.
Aláiz recuerda cuando los dos enseñábamos en un mismo colegio francés, él y yo matemáticas. Entonces enseñamos a los niños y procedíamos como maestros. ¿Pero piensa Aláiz que siempre hemos de creer que estamos entre niños y siempre hemos de proceder como pedagogos de la infancia? El proletard0 no es una colección de niños, es una clase oprimida a la que hay que predicar constantemente la rebelión contra los opresores y a la que hay que enseñar —si esto es posible— cómo podrá romper el cerco que le oprime. Querer ampliar la escuela para coger dentro a la clase explotada será demasiado para la escuela y demasiado poco para los trabajadores.
Aristófanes para hablar de Sócrates y de su filosofía escribió Las nubes. Para Aristófanes, Sócrates se perdía en las nubes. ¿Sería equivocado hacer un plagio de Las nubes cuando hay que referirse a nuestros anarquistas idealistas, los de las bellas frases, los de los hermosos postulados, los de los principios inmaculados, los de las palabras retumbantes sonoras?

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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