viernes, mayo 13, 2011

Anna Uliánova-Elizárova: Mi hermano Vladimir Ilich Lenin


Entre 1924 y 1925, la célebre Enciclopedia Granat dedicó una gran atención a los líderes bolcheviques, buena parte de los cuales pudieron redactar su autobiografía, y/o biografías “autorizadas”. Estos textos están recogidos en el libro Los bolcheviques, que editaron con minuciosidad George Haupt y Jean-Jacques Marie (ed. ERA; México, 1972 tomada de la edición Maspero de 1969), y de la que reproducimos el texto (páginas 45-57) de la hermana mayor de Lenin que, como toda la familia, vivió la historia revolucionaria desde su juventud hasta su muerte.
Hasta que no han aparecido sobre Lenin ensayos biográficos como los de Jean-Jacques Marie, y de Jean Salem, Lenin y la revolución, así como los ensayos del Slavoj Zizek (perdón por no encontrar esos acentos en forma de mosca) como Lenin reactivadoo, lo único que se encontraba en librerías eran obras enmarcadas en el proceso que el alto Tribunal de la Historia escribían en contra suya, obras como la de Robert Service, paradójicamente prologada por un antiguo “leninista” como lo había sido Manuel Vázquez Montalbán al inicio de los años ochenta, cuando el PSUC se descomponía ante el asombro de propios extraños.
Es cierto que el trabajo de Service está fundamentado, y que el autor despliega una documentación vastísima sobre en el terreno del primer Lenin, un abonado por tentativas como las de Trotsky (El joven Lenin), y la de Isaac Deutscher, (Lenin, los años de formación), con revelaciones importantes sobre carácter de una familia vinculada a la educación y al estudio. Service se remonta a los orígenes en la pequeña nobleza rural de Simbirsk eran sabidos, y descubre supuestos rasgos “mestizos”, herencia de un bisabuelo materno, Moshko Blank, de origen judío, aunque el historiador dictamina que era más bien antisemita, criterio que también aplicara a Trotsky, una acusación que nadie había hecho antes (más bien todo lo contrario: los antisemitas utilizaron tanto a Lenin como a Trotsky como ejemplo de la perversión del pueblo judío), lo que nos revela que para Service debe ser antisemita todo judío no sionista. Este ejemplo sirve para todo el libro, toda la erudición desplegada pasa de puntillas en temas de “enfrente”, apenas si nos enteramos de las contradicciones del gobierno provisional, la intervención imperialista liderada por el gobierno británico apenas si parece algo más que una maniobra diplomática…
Pero además, es una erudición que sirve como envoltorio para dictaminar unos de malo de película en el personaje, así resulta que a Lenin “Le impulsaba más la pasión destructora que el amor al proletariado”, “una bomba de relojería humana”, “hipocondríaco”, “manipulador de mujeres” (XXXI). “Engañó a su esposa, explotó a su madre y a sus hermanas, fue un quejica en cuestiones de salud, no tenía gran opinión de los rusos, ni siquiera de la mayoría de los bolcheviques (...) Era aún más brutal en sus cartas y en sus telegramas que en sus libros. Gran parte de su correspondencia era tan cínica que Stalin prohibió su publicación (...) Era un tipo un poco raro (...) meticuloso en su régimen diario, llegando a lo obsesivo respecto al silencio en su despacho, a los lápices bien afilados, a lo de prescindir de distracciones hasta el extremo de privarse del ajedrez, de Beethoven y de la encantadora Inessa. Se inmiscuía en la intimidad de sus camaradas (...) Hubo en Lenin hasta el final algo de niño mimado (...) que raras veces tenía problema para conseguir la atención que necesitaba” etcétera, etcétera.
Este Lenin malo de película es algo así como la otra cara de la moneda del Lenin convertido en momia, en alguien por encima de la historia, en la autoridad “marxista-leninista” en nombre de la cual el estalinismo llevó a cabo todo un montaje religioso en el que Moscú era como la Meca, Stalin como Mahoma, y el partido como la Iglesia. Este Lenin solamente pudo existir ya muerto, cuando lo importante no ra lo que había hecho o escrito sino la “interpretación autorizada”

Anna Uliánova-Elizárova: Vladimir Ilich Lenin

Vladimir Ilich Lenin (Uliánov) nació en Simbirsk el 10 de abril de 1870 ( …)
Se crió en una familia unida, donde había amor por las ideas y por el trabajo. A más de las influencias de su padre y de su madre, le fue muy beneficiosa la de su hermano al que quería mucho, le sirvió de modelo: su gran idealismo, su voluntad, su dominio de sí mismo, su sentido de la justicia una y, de una manera general, la elevación de sus cualidades morales, fueron características de Alejandro, desde su infancia, así como una gran capacidad de trabajo, ejemplo muy provechoso para Vladimir. Vivieron juntos o en habitaciones contiguas hasta se fue a San Petersburgo y después, durante las vacaciones de verano, Vladimir podía ver lo que interesaba a su hermano y los libros que leía. En los dos últimos años, Alejandro se trajo para el verano libros de economía, de historia y sociología; además El Capital de Karl Marx. La ejecución de este hermano tan querido impresionó fuertemente a Vladimir y lo lanzó al camino de la revolución.
Si se exceptúa la influencia de Alejandro y los libros, ninguna otra
influencia revolucionaria directa pesó sobre él en Simbirsk, durante esa época. El instituto dirigido por F. I. Kerensky (padre del jefe del gobierno provisional) era hostil a toda tendencia liberal y los años de estudios de Vladimir (1879-87), correspondieron también al periodo en el instituto, estaba severamente vigilado, en que los profesores eran de ideas un poco liberales eran sistemáticamente despedidos y donde no quedaron, sí se exceptúa a los que se doblegaban, sino los profesores más incoloros y que más o menos se adaptaron al régimen y se imponían una severa consigna de silencio.
Así, el interés por las cuestiones de orden social solamente se ejercitaba en las conversaciones amistosas dentro de su círculo, donde Vladimir desempeñaba, según los recuerdos de algunos de sus condiscípulos y como era de suponer, el papel principal, sin que pesara sobre él influencia alguna. Contrariamente a las afirmaciones erróneas de algunos de sus críticos, ningún grupo de sospechosos o de deportados influyó en él lo más mínimo.
Durante el verano iba con su familia al pueblo de Kokuchkino (provincia de Kazán). Allí era donde su madre había pasado su juventud, por lo cual ella conservaba relaciones afectuosas con los campesinos; así Vladimir tuvo ocasión de observar de cerca la vida habitual y la psicología del desventurado campesinado ruso. Allí oía quejarse a los campesinos de la falta de tierra y observaba el disgusto de sus padres cuando los campesinos de Kokúchkino, pese a la pasión que ponía su abuelo materno en persuadirlos, preferían, al régimen del “obrok” (renta), el de aparcería. Salió del instituto en 1881 con medalla de oro. Se dudó mucho antes de otorgársela y, en efecto, se recibieron quejas por la concesión de esa medalla, aun con los mejores certificados, al hermano menor de un gran criminal contra el Estado. Pero los éxitos de Vladimir, tanto durante sus años de estudios como durante los exámenes finales fueron tan brillantes que ni un instituto de esa época pudo privarle de esa recompensa merecida.
Al terminar la segunda enseñanza, Vladimir solicitó su entrada en la Facultad de Derecho de Kazán. No se le había prohibido formalmente el ingreso en alguna de las universidades de la capital, pero el director del departamento de policía hizo comprender a su madre que sería más conveniente que su hijo prosiguiera sus estudios en una universidad de provincias, y, aún mejor, que viviese en la casa materna. El director Kerenski, en vista del éxito notable de Vladimir en latín y en literatura, lo había destinado al Instituto de Filología o a la Facultad de Letras, y quedó muy decepcionado con la elección. Pero en esa época Vladimir se interesaba ya claramente por las ciencias jurídicas y la economía política y sobre todo no le atraía en absoluto el profesorado, carrera que además le estaba vedada, destinándose así a la más libre de la abogacía.
No tuvo tiempo de sufrir la influencia de la vida estudiantil y universitaria, pues, tres meses después de su ingreso, se le obligó a dejar la universidad. En ese otoño hubo desórdenes estudiantiles en todas las universidades. Los estudiantes protestaban contra el nuevo reglamento, contra la vigilancia policíaca, abiertamente impuesta, que sufrían, así como por las numerosas exclusiones de estudiantes a la menor observación de la policía y por poco que se les considerara como “indeseables”. Era la represión tras el atentado del Primero de Mayo de 1887 (1) cuyos participantes fueron casi exclusivamente estudiantes. Vladimir, de espíritu siempre muy independiente, muy sensible a toda injuria a la dignidad humana, muy crítico frente al orden instaurado, todavía bajo el choque de la ejecución de su hermano predilecto, era particularmente hostil al gobierno. Por otra parte, aun cuando no pudo hacer amistades íntimas en la universidad, los estudiantes, aquellos de espíritu revolucionario sobre todo, adoptaron hacia él, como hacia su hermano ejecutado, una actitud diferente de la que se adoptaba en general con los estudiantes de primer año. Todo lo cual explica el hecho de que los informes de los subinspectores revelaran que se mezclaba con estudiantes sospechosos y “secreteaba” con ellos. No ha de perderse de vista, además, que la vigilancia policíaca era, por las razones sabidas, más molesta respecto a él que respecto a la mayoría de los estudiantes. Sea lo que fuere, el inspector de los estudiantes, contra el cual se manifestó la masa agitada de la juventud, aseguraba, según se comunicó a su madre, que Vladimir se encontraba en las primeras filas y que había llegado hasta a levantar el puño. A consecuencia de esto fue detenido a la noche siguiente, con unos cuarenta estudiantes más, y llevado a una comisaría de policía. Adoratsky refiere la conversación de Vladimir con el comisario:
— ¿Por qué se rebela, joven? Ante sí tiene un muro —dijo el comisario.
—El muro está podrido, basta con empujarlo para que se derrumbe —replicó él.
Todos aquellos que fueron detenidos fueron enviados desde Kazán a sus lugares de procedencia. Pero como él no tenía ningún miembro de la familia en el lugar donde nació, las autoridades le permitieron ir a Kokúchkino, a cuarenta millas de Kazán, donde ya había vivido, como residente vigilada, su hermana Ana, la que escribe estas líneas, tras del asunto del Primero de Mayo de 1887. Permaneció allí hasta el otoño de 1888. Leía mucho; en el pabellón del edificio donde se había instalado, encontró una estantería de libros que pertenecieron a un tío fallecido, hombre muy erudito, y Vladimir devoró todos los libros concernientes a los problemas sociales y buscó en las viejas revistas artículos valiosos. Después iba de caza, paseaba mucho por los alrededores, y tuvo sin duda la probabilidad de observar fácilmente la vida de los campesinos. No tenía otra compañía que sus primos y primas, que pasaban sus vacaciones en Kokúshkino. Estos parientes, incoloros y apolíticos, no podían contribuir a su evolución. En el otoño de 1888, Vladimir tuvo autorización para volver a Kazán, donde pasó todo el invierno de 1888-89. Encontró allí a algunos antiguos conocidos e hizo nuevas amistades. Entre éstas conoció a Chevergova, miembro de la “Naródnaia Volia”, por quien experimentó una viva simpatía. En términos generales respetaba mucho a los viejos populistas (de lo que dan testimonio los recuerdos de Krupskaya, Zinóviev, etc.) y no rechazaba en absoluto su “herencia”.
El comienzo de la elaboración de sus convicciones socialdemócratas se remonta a ese invierno. Se puso a estudiar El Capital de Karl Marx, que lo apasionó. Entró en uno de los círculos de jóvenes, frecuentándolo asiduamente; allí la juventud formaba sus convicciones y comentaba sus lecturas. En ese círculo no había ningún dirigente conocido; la juventud buscaba su camino de una manera enteramente independiente. En esa época el organizador principal de los círculos marxistas era N. E. Fedoséev, del que Vladimir había oído hablar, sin haber tenido ocasión de conocerlo. Se conocieron más tarde por correspondencia y por el intercambio de artículos. Los jóvenes de su misma edad, eran, en sus años de adolescentes, poco más o menos del mismo valor, y ninguno de ellos pudo influir sobre el otro.
En la primavera de 1889, fue con su familia al pueblo de Alakáevka (provincia de Samara) y en el otoño a Samara, donde permaneció más de cuatro años. Este periodo de su vida estuvo consagrado al estudio del marxismo. Releyó en ese tiempo todas las obras fundamentales de Marx y Engels, en ruso y en lenguas extranjeras, y analizó algunas para el círculo de jóvenes que se había formado alrededor de él en Samara. Quienes lo componían eran de menos edad, menos formados y menos eruditos que él, de tal modo que lo tenían por teórico y autoridad en la materia. Por lo general, la socialdemocracia aparecía entonces como una corriente revolucionaria recién nacida y habitualmente sólo estaba representada por la juventud. En esa época, en 1891 o 1892, Vladimir sólo conoció a un marxista formado y maduro, P. I. Skvortsov, que estaba de paso para Nizhni-Nóvgorod. Este encuentro le interesó mucho y después hablaría con agrado de su conversación con dicho marxista, pero subrayando, sin embargo, que Skvortsov se mantenía demasiado teórico en el plano del marxismo y que no llegaría a ser nunca un revolucionario. Entre los elementos que lo eran entonces en Samara se encontraban algunos, todos populistas sin duda o que pertenecían a la “Naródnaia Volia”, que residían allí bajo vigilancia, de retorno de Siberia. Nuestra familia mantenía con ellos relaciones más o menos estrechas. Vladimir visitaba sobre todo a N. Dolgov y a los esposos Livánov, que personificaban perfectamente la “Naródnaia Volia” por su idealismo y su integridad. Le gustaba charlar con pese a sus discrepancias, aprovechaba su experiencia política y aprendía con sus relatos de la historia de nuestro movimiento revolucionario, lo que remediaba la ausencia casi total de toda literatura clandestina en nuestra provincia. Dada las diferencias fundamentales de sus puntos de vista, discutía encarnizadamente con ellos, como con otros representantes populistas, y gracias a esas discusiones forjaba con más solidez sus argumentos y aprendía a fundamentar mejor sus opiniones. Uno de sus oponentes era V. V. Vodovózov, que durante un año permaneció en Samara en residencia vigilada. Todas estas personas más seguras de sí estaban disgustadas con la insolencia que el joven manifestaba en sus polémicas, pero con frecuencia le daban la razón. Vladimir discutía muchas veces también con M. I. Yasneva-Golubiova, representante del jacobinismo ruso, también en residencia vigilada, y que bajo la influencia de aquél se hizo socialdemócrata.
Además de desarrollar su pensamiento revolucionario, Vladimir hizo igualmente progresos en la ciencia oficial, durante los años pasados en Samara. No se le permitía volver a la universidad y se le negaba igualmente autorización para estudiar en el extranjero; sólo tres años después de su expulsión, en 1890, obtuvo su madre para él la autorización para presentarse a examen como candidato libre. Se puso entonces a trabajar y se prepara completamente solo, en un año y medio, para ese examen, el cual aprobó en dos veces, en la primavera y el otoño de 1891, en la Universidad de San Petersburgo. Lo logró perfectamente, sin perder un año con respecto a sus antiguos condiscípulos que no tuvieron que abandonar la universidad. Aprovechó estos viajes a San Petersburgo, durante sus exámenes, para entrevistarse allí con algunos marxistas, recibiendo de uno de ellos, profesor del Instituto de Tecnología, cuyo apellido era algo parecido a Yaverin, literatura marxista que llevó a Samara, entre otras la revista “Neue Zeit” y el semanario “Archiv für sociale Gezetgeburg und Statistik”.
Provisto de su título, fue colaborador del abogado Jardin, representante conocido de la sociedad liberal de Samara, hombre muy inteligente que Vladimir apreciaba. Tuvo ocasión de ejercer de abogado en procesos poco importantes, que exigían poca preparación y eran de escaso interés. Su inscripción en el foro le dio una profesión que podía proporcionarle medios de existencia en el futuro; pero su energía y sus fuerzas estaban esencialmente consagradas al estudio del marxismo, de la realidad rusa y a la preparación de su trabajo revolucionario.
De este periodo que pasó en Samara, datan sus primeros trabajos literarios: el análisis del libro de Postnikov, La economía campesina de la Rusia del sur, que no se editó sino treinta años después y los cuadernos que contenían sus criticas de los escritores populistas, V. V. Yuzhakov y Karychev, que aparecieron algunos años después en su primera obra importante: ¿Quiénes son los “Amigos del pueblo” y cómo luchan contra los socialdemócratas?, obra en la que sienta las bases de toda su concepción el mundo
En el otoño de 1893, Vladimir fue a San Petersburgo, donde colaboró con el abogado Volkenstein. Esto le dio una situación que podía proporcionarle de qué vivir. Ejerció como abogado varias veces en San Petersburgo, pero parece que fue siempre en asuntos del bufete donde trabajaba. Se ligó con círculo de Krasin, de Radchenko y de los estudiantes de tecnología, Starkoy, Krzhizhanovsky, Zaporozhets y otros. Además conoció a los literatos marxistas Struve y Potrésov. Respondió a la intervención de Mijailovsky contra los marxistas en la prensa legal, respuesta que constituye el primer capítulo de la obra: ¿Quiénes son los “Amigos del pueblo”?
Este trabajo fue primeramente dactilografiado y reproducido en mimeografía por un círculo de estudiantes socialdemócratas de Moscú. Después criticó el libro de Struve. Esta crítica apareció (bajo el seudónimo de Tulin), en la selección: Materiales para caracterizar nuestro desarrollo económico, bajo el título de “El contenido económico de populismo y la crítica que hace de ella Struve en su libro”, así como otros artículos marxistas de la época. Pero esa selección fue quemada por la censura, en particular por el artículo de Vladimir, salvándose sólo algunos ejemplares. En ese artículo, aunque esté de acuerdo con la crítica del populismo hecha por Struve, se alza claramente contra la desviación liberal que se perfila ya en la concepción del mundo en este escritor.
Así, empleó sus dos años pasados en San Petersburgo (septiembre 1893 a diciembre 1895) por una parte en luchar contra los populistas y elaborar una concepción justa del mundo marxista en las obras citadas anteriormente, y por la otra en su trabajo revolucionario socialdemócrata. Se puso en relación con obreros (Shelgunov, Babuchkir, etc.). Se encargó de los círculos obreros del distrito de Névskaya Zastava y escribió folletos de política general —para el Primero de Mayo— o con motivo de otras reivindicaciones de diversas fábricas.
Fue en esa época, en la primavera de 1895, cuando hizo su primer viaje al extranjero y entró en relación con el grupo Liberación del Trabajo (Plejanov, V. Zasúlich, Axelrod). Todo este grupo, y sobre todo Plejanov, ejerció una gran influencia sobre él. Había conocido ya en Rusia las obras principales de Plejanov, al que estimaba mucho, considerándolo como su maestro. Este contacto personal reforzó sus vínculos con todo el grupo y, como él mismo decía, le fue muy beneficioso a su regreso. Entre otras cosas, refería que Plejanov y Axelrod habían advertido una cierta estrechez en la manera en que se planteaba el problema de las relaciones con las otras clases de la sociedad en el artículo firmado Tulin. Ambos consideraron que el partido socialdemócrata ruso, una vez entrado en la palestra política, no podía reducir su acción a una crítica de todos los partidos, como en los tiempos en que se formaba, y que, al convertirse en el partido más avanzado, no debía desdeñar ningún movimiento de oposición, movimiento revelador de que grupos y clases diferentes despertaban a la vida social y a la lucha en contra de la autocracia.
Vladimir reconoció lo bien fundado de ese punto de vista y, sus conversaciones con Plejanov y Axelrod ejercieron, sin la menor duda, una gran influencia sobre él y le ayudaron a formar sus opiniones y a acelerar su entrada en la arena de la lucha revolucionaria, gracias a la constitución de la Unión para la Lucha por la Liberación de la Clase Obrera. Los miembros del grupo Liberación del Trabajo se decidieron igualmente a publicar un órgano político de la socialdemocracia. El primer número
este periódico clandestino, “Rabóchaya gazeta” estaba ya preparado, bajo la redacción de Vladimir, a quien se le debían todos los artículos importantes, cuando el 9 de diciembre de 1895 fue capturado todo el material, detenido todo el grupo y con él a Vladimir.
Eh la cárcel, donde pasó uno o dos meses, no dejó de trabajar. En primer lugar reunió en las bibliotecas de San Petersburgo, materiales para el libro que proyectaba: El desarrollo del capitalismo en Rusia y después continuó su trabajo clandestino. Gracias a los mensajes cifrados y a la escritura química, mantuvo relaciones regulares con el mundo de los que estaban en libertad. Por ese medio envió folletos, libritos y un proyecto de programa del partido, con explicaciones referentes a él. Puesto en libertad, en febrero de 1897, y retenido, por el departamento de policía, con sus camaradas, durante tres días en San Petersburgo, a fin de poner en orden sus asuntos, se entrevistó con los socialdemócratas que trabajaban allí y se opuso categóricamente a la desviación “economista”, que comenzaba a definirse en el movimiento.
Se le autorizó a partir para el exilio por su cuenta y sin escolta. Así escapó a todas las prisiones y llegó por el transiberiano, que acababa de construirse, a Krasnoyarsk, donde se le designó Shúshenskoe como lugar de residencia. En esta ciudad pasó los tres años de su deportación. Al año de su llegada, su prometida, N. K. Krupskaya fue a reunírsele en compañía de su madre. Había recibido autorización para cambiarse del lugar de residencia que le había sido asignado, Ufá, a Shúshenskoe, alegando su próximo casamiento. En el pueblo, Vladimir conoció sólo a dos obreros polacos, pero en otros del distrito vivían camaradas con quienes se le permitió entrevistarse a as veces, con motivo de las fiestas los casamientos, etc. No dejó de mantener una activa correspondencia con todos los camaradas del exilio, así como, y muy regularmente, con los centros de Rusia y del extranjero. Esta correspondencia se mantenía principalmente a través de mí, ya sea normalmente, ya mediante tinta simpática. Se le enviaban revistas y todas las novedades, en la medida de lo posible, y un número bastante grande de libros que, a petición suya, yo encargaba al extranjero.
Durante su deportación escribió, sobre la base del material reunido en la prisión, su libro El desarrollo del capitalismo en Rusia, así como artículos en revistas marxistas de breve existencia legal y que reunió después en la colección Estudios y artículos económicos. Estos dos libros, de los cuales me encargó la corrección, aparecieron en 1899. Además tradujo del inglés, en colaboración con su mujer, Nahda Konstantínovna, el libro de Sidney y Beatriz Webb, Teoría y práctica del tradeunionismo escribió un librito, que se publicó en el extranjero, Las tareas de la
socialdemocracia rusa algunos otros artículos y análisis que eran leídos por los camaradas del exilio. Fue todavía en Shúshenskoe donde preparó la protesta contra el llamado “Credo” de Kuskova y de Prokopóvich, que apareció en el extranjero bajo el título de Protesta de diecisiete socialdemócratas y se conoció bajo el más breve de Anticredo donde sometía a la crítica más virulenta esta profesión de fe declarada de los “economicistas”.
Al regreso de la deportación en febrero de 1900, Vladimir, después de quedarse algunos días en Moscú junto a los suyos, salió para Pskov, que había elegido para residencia, al prohibírseles a los ex-deportados todas las ciudades universitarias y centros industriales. A. Potresov, Lepeshinsky, Tsederbaum (Martov), fueron a instalarse allí de regreso del exilio. L. N. Rádchenko vivía allí, así como otros socialdemócratas. Las reuniones indispensables de los círculos que trabajaban en diferentes ciudades se habían hecho entonces difíciles por las detenciones constantes. Tras el I Congreso del partido, en 1898, casi todos los participantes fueron detenidos. En el II Congreso, en 1900 se hicieron notar los hombres del sur, principalmente el comité de de Ekaterinoslav que publicaba el periódico ”Yuzhny rabochi” (El obrero del sur) Pero durante la primavera de 1900, todo este grupo fue disuelto. En el espíritu de Vladimir germinó entonces la idea de trabajar por la unificación del partido, no por medio de congresos obreros, lo que se pagaba demasiado caro en las condiciones de entonces, sino en torno a un periódico que se publicaría, sin riesgo, en el extranjero. Ese periódico debía servir, según sus propios términos, de “armazón” en torno al cual se organizaría el partido. Propuso esta idea en una reunión de los socialdemócratas de Pskov. Se decidió que para poner en práctica dicha idea A. N. Potresov, Martov y él marcharían al extranjero. Recibieron los tres pasaportes: en aquella época el departamento de policía permitía con bastante facilidad la salida de los opositores, pues la experiencia había demostrado que las personas, sobre todo los hombres de letras y los científicos, se dejaban absorber por el extranjero y se tornaban poco más o menos inofensivos en el dominio de la actividad revolucionaria.
Pero ese proyecto estuvo a punto de derrumbarse a consecuencia de la detención de Vladimir y de Martov cuando viajaban clandestinamente desde Pskov a Petersburgo. El asunto se redujo a un encarcelamiento de tres semanas, tras el cual ambos fueron puestos en libertad sin proceso. Vladimir decidió entonces apresurar su partida. Recibió autorización para reunirse con su madre y conmigo en Ufá, donde su esposa N. K. Krupskaya debía pasar su último año de residencia vigilada. Allí, camino de Samara, se entrevistó, por supuesto, con los socialdemócratas locales y les expuso su plan.
A su llegada al extranjero se decidió publicar el periódico Iskra coronado por un epígrafe que tomó de un poema dedicado a los decembristas: “De la chispa brotará la llama”, en colaboración con el grupo Liberación del Trabajo. El otro grupo de edición extranjera, “Rabócheye delo”, fue descartado a causa de sus tendencias “economicistas”.
Para conservar una gran independencia y alejarse de la emigración bulliciosa de Ginebra, decidió publicar el nuevo periódico en Munich, donde residían Vladimir, A. N. Potresov y Vera Zasúlich. Martov se les unió más tarde, procedente de Rusia. Además de Iskra se decidió publicar una revista teórica marxista, “Zaria”. Vladimir se puso a trabajar con apasionamiento. Dada la escasez de militantes, ese trabajo, al principio, no era para él más que un ejercicio. Debía ocuparse él mismo de la correspondencia, del cifrado y del transporte, de establecer vínculos con Rusia y con las otras colonias de rusos en el extranjero, etc. [...) Iskra y aún más el folleto ¿Qué hacer?, que Vladimir escribió en esos momentos, en los que insistía sobre la necesidad de crear una organización clandestina de revolucionarios profesionales, fueron útiles a la causa de esa organización. La mayoría de los comités del partido se situaron dentro de los puntos de vista de Iskra y en el II Congreso fue proclamada órgano central del partido.
Pero en el transcurso del congreso se produjo una escisión entre la mayoría y la minoría [...] e Iskra terminó cayendo en manos de los mencheviques. Durante ese tiempo, Vladimir escribió el folleto Un paso adelante, dos pasos atrás.
Se encontró alejado de la dirección del partido, pero aquello no podía durar mucho tiempo; la mayoría de la organización y la aplastante mayoría de los obreros rusos estaba del lado de los bolcheviques. Exigieron el órgano que les pertenecía. Al ver Vladimir también esa necesidad, cosa de un año después de haber dejado Iskra, fundaron los bolcheviques “Vperiod”. Este periódico reanudó igualmente los vínculos con las organizaciones rusas, envió revolucionarios profesionales sobre el terreno y pidió métodos de trabajo más revolucionarios y la preparación de una insurrección revolucionaria.
En esta época, Vladimir vivía ya en Ginebra. En 1902 la redacción se vio forzada a dejar Munich, donde empezaba a ser demasiado conocida, y se instaló en Londres. De allí se trasladó a Ginebra. Todos esos años Vladimir vivió de una manera sumamente modesta con su trabajo literario; los medios de que disponía el partido eran escasos y recurría a ellos lo menos posible. Su trabajo abrumador y su tensión nerviosa tuvieron graves repercusiones en su salud así antes del II Con eso, cuando de dejó Londres por Ginebra, fue atacado por una enfermedad nerviosa llamada el “fuego sagrado”. Durante el verano, especialmente después del congreso, las conferencias y las grandes discrepancias en el seno de la redacción, se esforzó por tomar un descanso en plena naturaleza, a orillas del mar o en la montaña. Elegía siempre lugares solitarios y agrestes, las pensiones más modestas y baratas. Gustó siempre de la naturaleza y sabía descansar en ella.
La ola revolucionaria creció en ese tiempo, sobre todo después de enero de 1905. Su efecto se reflejó en la emigración en general, y de modo particular en Vladimir r or un recrudecimiento de su trabajo por un deseo incontenible de volver a Rusia. La perspicacia peculiar suya, se manifestó a fines del verano de 1905n en la carta que me envió, en respuesta, según creo, a mis quejas sobre las dificultades y el retraso en recibir la literatura del extranjero. “Pronto tendremos un periódico Petersburgo y la redacción dará a la avenida Nevski.” Yo entonces me reía de esto como de algo absolutamente inverosímil sin embargo, cosa de tres meses después, el letrero de la redacción de "Nóvaya zhizn" relucía efectivamente en la avenida Nevsky.
Vladimir llegó inmediatamente después de desencadenarse nuestra primera revolución y de proclamarse el manifiesto que abría las puertas de las cárceles y permitía volver de la emigración a toda una serie de personas. Mas para Vladimir esta posibilidad demostró ser en seguida problemática: así pasó, según las indicaciones de su documento de identidad, una sola noche en un cuarto que había alquilado en casa de una familia que conocía, pues al notar que lo seguían, comenzó a cambiar de domicilio y a vivir con documentación falsa. Usaba también diferentes nombres falsos, como lo demuestra su famosa intervención en casa de Panin bajo el nombre de Kárpov. [...]
Fue dos veces a Moscú durante el invierno 1905-06, una vez antes de la insurrección de diciembre y otra después. Aportó su confianza al primer Soviet de diputados obreros que la mayoría de los bolcheviques de la épocatenían tendencia a ignorar, mirándolo con altanería, dando prueba en su mayoría de un punto de vista pequeñoburgués. Él comprendió la significación que podría tener un organismo elegido verdaderamente por las masas y previó su papel en el futuro.
Como era de suponer, cuando las oleadas de la revolución seguían creciendo, Vladimir fue partidario de mantenerlas, empleando la táctica más revolucionaria. Así lanzó la consigna del boicot a la primera Duma del Imperio proclamó la necesidad, por lo menos, de una lucha de guerrillas, fue él denominaba los “grupos de tres” y los “grupos de cinco”. Cuando el movimiento amenguó, cambió resueltamente de orientación y declaró la necesidad de participar en la Duma, de utilizar esta plataforma, cuando todas las demás posibilidades de propagar sus ideas le habían sido arrebatadas al pueblo, unas tras otras. Los periódicos socialdemócratas de los bolcheviques cerraron unos primero y otros después; en lugar de “Nóvaya zhizn”, nacieron “Voiná, Vperiod, Ejo” (…)
Pero el ímpetu de la propaganda fracasó y hubo que volver más y más a la clandestinidad. Vladimir se vio forzado a instalarse en Finlandia, en Kukkala, desde donde podía venir algunas veces a San Petersburgo, pero lo más frecuente era que fuesen allí a buscar los manuscritos y a reunirse. En 1905, además de toda una serie de pequeñas reuniones, se celebró la conferencia del partido en Tammerfors; y después, en 1906, el congreso de Estocolmo —llamado congreso de unificación— porque las dos fracciones del partido, la bolchevique y la menchevique volvieron a reunirse allí, ya que los mencheviques no habían participado en el III Congreso de 1905. Pero el intento de unificación fue estéril.
Tras la disolución de la segunda Duma, en 1907, la reacción brotó con mayor fuerza y, en el otoño de ese año, los socialdemócratas finlandeses dieron aviso a Vladimir de su inminente detención. Entonces, con grandes precauciones, logró llegar al extranjero por Abo y Estocolmo y volvió a encontrarse en Ginebra.
Esta segunda emigración, tras los períodos de libertad transitorios, fue más penosa que la primera. La pérdida de la esperanza y la desilusión afectaron a grandes capas de la intelligentzia, de la juventud e incluso de los medios obreros. Los gran es pro temas sociales da an paso a cuestiones de or en personal, de sexo, de filosofía, a tendencias místicas y búsquedas religiosas. Al lado de esto, el desencanto tomó una forma más inquietante todavía: la juventud, el barómetro más sensible de la vida social, sufrió una epidemia de suicidios. En los círculos del partido (entre los mencheviques) apareció lo que se llamaba la corriente de los “liquidadores’, que preconizaban la concentración de todas las actividades en cuadros legales y la liquidación de todo el trabajo clandestino del partido. Por supuesto, todas estas tendencias se manifestaron en la emigración con particular agudeza. El entusiasmo quedó asfixiado. Pero Vladimir no se desanimó y alentó a los demás. Analizó las causas del fracaso de la revolución de 1905 y dijo que era preciso prepararse para la próxima oleada revolucionaria.
Ya antes había aprovechado su exilio para hacer un trabajo científico; del mismo modo consagró entonces el periodo más sombrío de la segunda emigración al estudio de la filosofía, de la que no había tenido tiempo de ocuparse y a la redacción de su obra filosófica Materialismo y empirocriticismo que se publicó en 1909. En esta obra atacaba todas las variantes el idealismo y desde este punto de vista sometía a un análisis crítico a todas las teorías filosóficas —rusas y extranjeras— y en particular al neokantismo.
En este terreno y en parte por las disensiones políticas, Lenin se separó del grupo de “Vpeniod” o de los “otzovistas”, como se les llamaba, pues proponían que se retiraran los representantes socialdemócratas de la Duma. Vladimir demostró la necesidad de utilizar todas las posibilidades legales, la plataforma de la Duma, y de la prensa, cuando no podía esperarse la lucha revolucionaria inmediata. En 1911 tuve ocasión de hablar con él del recelo que mostraban los camaradas que trabajaban en los círculos clandestinos de provincia, hacia un modestísimo periódico que se había logrado publicar durante cierto tiempo en Saratov. Él condenó con severidad esta actitud de no participación.
Le vi precisamente al final de este periodo de reacción y una vez me dijo: “No sé si viviré hasta la próxima revolución.” En el verano de 1911, organizo una escuela del partido en Longjumeau, cerca de París, y dio una serie de conferencias a obreros venidos de Rusia. En 1912 fue elegido para el Buró de la Internacional Socialista (2).
Pero las masas recobraron un nuevo vigor y la masacre del Lena, en 19 12, las hizo revivir. Debe decirse que, pese a toda clase de dificultades y coacciones, la prensa obrera legal se desarrolló. El diario obrero Pravda apareció en San Petersburgo, en el propio centro del poder absoluto, que de ningún modo pudo lograr acallarlo. Se creó un nuevo frente sobre el que era preciso concentrar todas las fuerzas y Vladimir dejó Paris, donde vivía en los últimos tiempos, por Cracovia, a fin de estar más cerca de Rusia. El tren expreso tardaba sólo doce horas en llegar a Petrogrado y los artículos eran recibidos a tiempo, así como los periódicos del día anterior. También era más fácil organizar entrevistas con los militantes clandestinos y con los miembros de la IV Duma, cuyos discursos escribía en la Vladimir, y dirigir el trabajo legal que se abrían entonces; escribía artículos, no sólo en “Pravda” sino también en Izvetia y en las revistas marxistas ”Mysil” y “Prosveschenie”.
Pero el estallido de la guerra en Europa desbarató todos los planes. Los órganos obreros desaparecieron. Los diputados bolcheviques de la Duma fueron detenidos, juzgados y enviados a Siberia. Apenas iniciada la guerra, Vladimir fue detenido por las autoridades austriacas y pasó cerca de tres semanas en la cárcel. Pese a la incertidumbre y a la amenaza de toda clase de complicaciones, como de costumbre se mantenía alerta, actitud asombrosa para ciertos intelectuales que compartían su misma suerte. Fue puesto en libertad gracias a las gestiones de los socialdemócratas austriacos y partió para Suiza. En medio de las explosiones de patriotismo que adoptaron todos los partidos, su voz se elevó, casi solitaria, para declarar que no debían abandonarse las posiciones internacionalistas, subrayando que el único medio de luchar contra la guerra imperialista debía ser su transformación en guerra civil en cada país y en contra de su gobierno. Nadezhda Konstantínovna refiere en sus memorias hasta qué punto se sintió solo en esta lucha, y qué dolorosamente experimentaba la total incomprensión que lo rodeaba.
Terminó las tesis sobre la actitud de los socialdemócratas revolucionarios respecto a la guerra. Estas tesis, enviadas a Rusia, se encontraron en las casas de los diputados bolcheviques de la Duma, al ser detenidos, y sirvieron como pruebas principales de acusación. En ellas se declaraba con toda claridad que cada militante socialista debía luchar en primer lugar contra su propio gobierno y que el mejor resultado de la guerra sería la derrota del gobierno zarista, el más reaccionario de todos. Dio conferencias en Suiza sobre este1na y reunió a cuantos pudo en torno a la idea de un internacionalismo consecuente.
En las conferencia de Zimmervald y de Kienthal, fue representante del ala izquierda de los internacionalistas. En esa época no eran sino una minoría insignificante en el extranjero; la gran mayoría de los socialistas eran patriotas. Vladimir tenía, pues, que abrir brecha en el sólido muro de incomprensión, casi general. La guerra hizo difíciles las relaciones con Rusia y el envío de literatura. Una multitud de trabajadores se había alistado para ir al frente. La euforia patriótica era poderosa y en Rusia sólo los bolcheviques o sus partidarios comprendían la idea del “derrotismo”. Fue una época penosa para la emigración, aislada de Rusia en forma alarmante.
En 1916, Lenin escribió El imperialismo, etapa superior del capitalismo.
En la revolución de febrero de 1917, Vladimir quiso volver a Rusia, pero esto no era nada fácil en esa época. Trotsky, que se había ido a Inglaterra, fue detenido allí. Tras de algunos proyectos más o menos realizables, Vladimir decidió entrar por Alemania en un vagón precintado. Esta historia fue utilizada muchas veces por todos los enemigos suyos y de los bolcheviques, como pretexto para acusarlo de traición y de connivencia, en tiempo de guerra, con el gobierno alemán, nuestro adversario. El acuerdo consistía simplemente en que los viajeros atravesaran Alemania, negándoseles categóricamente autorización para entrevistarse o hablar con nadie. Por eso se había elegido la fórmula del vagón precintado.
Al partir para Rusia, Vladimir no tenía ninguna seguridad de no ser detenido por el gobierno de Miliukov; incluso estaba convencido de que se efectuaría esa detención. Pero comprobó que pasaba sin obstáculos por Estocolmo y por Finlandia hasta la frontera rusa; en la estación de Beloóstrov, lo esperaban algunos camaradas del partido, con los que llegó la tarde del 2 de abril (calendario antiguo) a San Petersburgo. En la estación de Finlandia había sido acogido triunfalmente por el comité central y el comité de San Petersburgo del partido bolchevique, que incluso había convocado a los obreros de todos los distritos.
Desde lo alto de un carro blindado, Vladimir en un breve discurso a los trabajadores, los llamó a la lucha por la revolución socialista. Aquella misma noche expuso la misma opinión a la asamblea de los representantes de la organización. Con su aversión peculiar hacia cuanto significara fraseología alharaca y ovaciones llevó inmediatamente la conversación al terreno del trabajo y de las tareas más urgentes en os ias firmeza a actitud vergonzosa de la socialdemocracia internacional en la guerra mundial, y exhortó al partido bolchevique al rompimiento definitivo de la revolución con esta línea y a transformarse en partido comunista. Hizo mención de las revolución que había derrocado el trono de los Romanov, pero que aún no había dado nada a los obreros y campesinos y dijo que el gobierno provisional de los cadetes y más tarde el de los socialistas-revolucionarios no podían darles nada y debía ser derrocado. Dijo esto en Pravda y en los folletos de la época. El primer ensayo de insurrección, en julio, en el cual el partido comunista no tomó parte, fue un fracaso. Muchos bolcheviques eminentes fueron detenidos por el gobierno provisional. Vladimir y Zinóviev decidieron esconderse para no sufrir la misma suerte, que particularmente para el primero, hubiera sido fatal.
En esta época, como Lenin lo hizo notar después, sólo obreros podían dar escondite a un hombre que tuviese sus convicciones y los dos se ocultaron en las viviendas de los obreros de San Petersburgo, luego de Sestroretsk y finalmente de Finlandia. Hubieron de recurrir a todas las formas de vida ilegal: al maquillaje, las pelucas y los pasaportes falsos. Fue preciso cambiar con frecuencia de alojamiento, viajar haciéndose pasar por fogonero de locomotora y esconderse en chozas. Pero también allí siguió la vida del partido y escribió artículos o cartas al comité central. Fue durante ese periodo cuando comenzó a escribir El Estado y la Revolución, que terminó después. Al ver que la influencia de los bolcheviques crecía entre los obreros, como lo demostraron las elecciones municipales de Moscú y Petrogrado, y que la autoridad del gobierno provisional amenguaba ante las masas, Vladimir insistió sobre la necesidad de sublevarse sin pérdida de tiempo contra ese gobierno provisional. El desacuerdo de algunos de sus compañeros, los más tímidos ante esa actitud tan categórica, no consiguió hacerlo vacilar.
Llegó clandestinamente a San Petersburgo en el momento de la convocatoria del II Congreso Panruso de los Soviets y participé personalmente en las sesiones del comité central. Se decidió la insurrección y ésta se produjo el 25 de octubre (antiguo calendario). Esa misma noche, en la primera sesión del II Congreso de los soviets, se anunció la toma del poder por el partido y el derrocamiento del gobierno provisional. Vladimir Ilich proclamó la República Socialista Soviética y sus dos primeros decretos fueron: cese de la guerra y distribución gratuita de las tierras de los terratenientes a quienes las trabajaban. La dictadura del proletariado sustituyó a la dictadura de la burguesía.
La edificación del nuevo poder soviético comenzó en medio de dificultades extraordinarias; casi toda la intelligentsia y todos los empleados de los soviets la boicotearon. La constitución de un gobierno, sin la colaboración de otros partidos y grupos provocó desacuerdo incluso en el seno del comité central del partido comunista. Pero Vladimir era decididamente hostil a todo gobierno de coalición. Su confianza en las masas lo había persuadido de que el proletariado mismo podía dirigir el Estado y que en la acción y el trabajo crecería y aprendería muchísimo más pronto.
Pero un gobierno así, formado sólo de miembros del partido, que tenían la experiencia de la revolución, pero que ignoraban por completo el arte de gobernar, dio trabajo y responsabilidades enormes también a Vladimir, jefe del nuevo gobierno, en su calidad de presidente del consejo de comisarios del pueblo. Debía dirigir el trabajo en todos los sectores, ocuparse asimismo de las cuestiones militares y de los problemas de aprovisionamiento y de instrucción. La guerra civil, sostenida y financiada por la burguesía internacional, las sublevaciones en el interior del país, el hambre y la desorganización económica que se derivó de todo ello, sin contar las consecuencias de la guerra mundial, impusieron una gran tensión nerviosa a Vladimir, cerebro y palanca principal del gobierno. Su salud se quebrantó sensiblemente con el atentado de la socialrevolucionaria Kaplán, el 30 de agosto de 1918, en el patio de la fábrica Mijelson (3) donde debía presidir un mitin. Las heridas que sufrió estuvieron a punto de costarle la vida.
La paz de Brest-Litovsk se concluyó con Alemania por iniciativa de él y en contra de la fuerte resistencia de una parte del comité central. Por esa paz accedíamos a entregar toda una serie de ciudades y de tierras y nos comprometíamos a pagar un enorme tributo. Pasó con razón como una paz vergonzosa; pero Vladimir se daba cuenta de que los campesinos no irían a la guerra y además opinaba que la revolución era inminente en Alemania y que las condiciones de paz más vergonzosas quedarían en el papel. En efecto, al estallar la revolución burguesa en Alemania, se anularon las condiciones más penosas de la paz de Brest-Litovsk (…).
Al final de la guerra civil, Vladimir comprendió la necesidad ineluctable de un cambio de política y reemplazó el sistema de entregas de productos agrícolas por un impuesto en especie, dejando el resto en manos de los campesinos, lo que los incitó a trabajar en el restablecimiento de la economía. Introducía lo que se llamó la Nueva Política Económica (NEP), que autorizaba el comercio al pormenor y permitía a los campesinos y a grandes capas de la población buscar por sí mismos medios de subsistencia que el Estado no podía aún suministrarles.
Esta fábrica lleva ahora el nombre de “Vladimir Ilich”.
Demostró que este viraje era necesario mientras la revolución mundial se retrasara y que Rusia debía restablecer su economía con la ayuda del secto

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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