miércoles, mayo 04, 2011

La marcha de la revolución árabe


La revolución árabe continúa su curso y mantiene su vitalidad en toda la región. Actualmente, los puntos más calientes son Libia y Siria; pero en todos los países se preparan explosiones sociales, pese a que se suceden los cambios por arriba para prevenir el estallido desde abajo.

En Yemen, al sur de la península arábiga, el autócrata Alí Abadlá Saleh prometió abandonar el poder a fines de mayo, en un acuerdo con la oposición "oficial", el Frente Común, que no es aceptado por las masas revolucionarias que siguen protestando diariamente. Tampoco se detuvo la represión sangrienta que sigue cobrándose muertos.
En Marruecos, las protestas están dirigidas por el Movimiento 20 de febrero, un frente heterogéneo donde tiene fuerza un ala revolucionaria que defiende la caída de la monarquía reaccionaria de Mohamed VI, frente a la posición del ala moderada que propone una "monarquía constitucional".
En Siria, las protestas comenzaron más tarde que en los demás países árabes. Comenzaron con un movimiento de jóvenes desempleados, pero luego se extendió a otras capas (empleados públicos, sectores bajos de la pequeña burguesía afectados por las medidas de ajuste del gobierno, minoría kurda). La respuesta del gobierno ha sido una mezcla de anuncios de concesiones (levantamiento del estado de excepción, cambio de ministros, incremento de gastos sociales), que han despertado expectativas en un sector de la población, con una represión brutal que ha dejado más de 300 muertos. Se habla, incluso, de divisiones en e ejército. En el momento de redactar este artículo, el grueso de la clase obrera siria se mantiene a la expectativa, pero la situación es muy volátil y cambia cada día.
Incluimos un análisis más detallado sobre Libia debido a la abierta intervención imperialista en este país. Y también otro sobre Egipto, a ser el país árabe más importante y donde el proceso revolucionario llegó más lejos, para analizar en detalle qué etapa está atravesando actualmente la revolución.

¡No a la intervención imperialista en Libia!

Lo que comenzó como una auténtica revolución en contra de Gadafi, ha sido usurpado por elementos burgueses reaccionarios.
Las condiciones que dieron lugar al inicio de la revolución Libia en febrero fueron creadas por las políticas que el régimen de Gadafi ha estado siguiendo en los últimos años, que implicaron la apertura de la economía a la inversión extranjera y a las privatizaciones, que derivó en problemas sociales crecientes, como el muy alto nivel de desempleo, alrededor del 35%. Este es producto del desmantelamiento de una parte del antiguo sistema estatal.
Otros factores que fomentaron la revolución fueron la corrupción en el régimen, la falta agobiante de democracia y de derechos fundamentales, las persecuciones y torturas
Las revoluciones de Túnez y Egipto fueron las chispas que en estas condiciones llevaron a la insurrección revolucionaria por todo el país. El poder simplemente cayó en manos del pueblo revolucionario. A medida que la rebelión parecía estar ganando en una ciudad tras otra, los rebeldes libios pensaban que régimen de Gaddafi colapsaría pronto, y lo mismo creían los imperialistas.
Ante el temor de que Gadafi tuviera el mismo final que Ben Ali y Mubarak, numerosas personalidades del interior del régimen decidieron que era mejor "estar del lado de la revolución" que ser arrastrados por ella.
El Consejo Provisional se estableció en Bengasi en una situación en la que las masas habían derribado el poder del Estado, pero no sabían con qué sustituirlo.
Dicho Consejo, compuesto por un número significativo de personas que habían sido parte del régimen de Gadafi hasta hacia muy poco, entraron rápidamente en tensión con la juventud revolucionaria, la cual se oponía a toda ingerencia externa y querían llevar a cabo un derrocamiento revolucionario de Gadafi. Dicha juventud fue marginada y bloqueada por el Consejo, y la revolución se transformó en una guerra para derrocar a Gadafi, pero sin que de ninguna manera cambiara la relación de Libia con el imperialismo, sin cuestionar en modo alguno la política económica de Gadafi.
A medida que las potencias imperialistas se fueron involucrando mas en el conflicto, lograron colocar personajes de su confianza a la cabeza de los rebeldes.
Un nuevo "gobierno interino" fue proclamado y la totalidad de sus miembros son agentes del imperialismo. Es precisamente este escenario lo que ha fortalecido internamente a Gadafi.
En medio de esta situación la revolución inicial ha sido apagada. Ya no estamos tratando aquí con una revolución para derrocar a Gadafi. Se ha convertido en una agresión imperialista pura para eliminar un régimen reaccionario y reemplazarlo por uno más confiable para el imperialismo.
Algunos han planteado la idea de que se trata de una "guerra por el petróleo", pero el imperialismo ya tenía acceso al petróleo de Libia, vía los contratos lucrativos que fueron concedidos por el régimen de Gadafi a empresas petroleras multinacionales extranjeras.
La decisión adoptada por el imperialismo de intervenir en Libia tiene que verse dentro del contexto más amplio de la revolución árabe en curso.
Al igual que en Irak, debemos oponernos a la agresión imperialista. En caso de que los imperialistas tengan éxito en sus objetivos en Libia, sería un duro golpe a la revolución árabe.
Desde el principio hemos declarado claramente nuestra oposición a Gadafi y a su régimen. Pero si Gadafi es derrocado con la intervención directa del poder militar de los imperialistas, el pueblo de Libia no será libre, y tendrá que prepararse para una segunda revolución para eliminar a los títeres del imperialismo.

Fred Weston

Egipto: ¿En qué fase se encuentra la revolución?

Desde el derrocamiento de Mubarak el 11 de febrero, la clase dominante y el imperialismo han estado maniobrando para robarles la victoria revolucionaria a las masas. Frente a un movimiento de masas de millones de personas, respaldado por una creciente ola de huelgas y ocupaciones de fábricas, el alto mando del Ejército decidió intervenir para librarse de Mubarak con el fin de evitar el derrocamiento revolucionario de todo el régimen. Las últimas semanas se han caracterizado por un tira y afloja entre las masas, por un lado, que llevaron a cabo la revolución y anhelan un cambio fundamental (comenzando por derechos democráticos más amplios y sin restricciones, así como soluciones a sus problemas sociales y económicos), y el antiguo régimen, representado por el Consejo del Ejército, por el otro, que quiere limitar los cambios a meras reformas cosméticas.
La revolución ha desatado una ola de movilizaciones a todos los niveles que el Ejército no puede detener o contener. En los días inmediatamente posteriores al derrocamiento de Mubarak, el Ejército amenazó a los trabajadores en huelga, pero las amenazas quedaron sin efecto y el Ejército no podía llevarlas a cabo.

Los Hermanos Musulmanes colabora con el régimen

El papel de los Hermanos Musulmanes (que actuó como una oposición leal a Mubarak) ha sido crucial para apuntalar la continuidad del viejo régimen con otro nombre.
Los Hermanos Musulmanes no querían que la revolución tuviera lugar. Ellos no la defendían, y cuando sucedió, participaron en ella con cautela, para no perder su base de apoyo. Ahora que ha ocurrido, se están posicionando para obtener una cuota de poder político para defender los intereses económicos de los empresarios que dirigen la organización.

La revolución todavía está viva

Sobran ejemplos de la confianza recién adquirida por la clase obrera. Los trabajadores desempeñaron un papel clave en la revolución y ahora se están organizando. Su fuerza se demuestra en la huelga nacional de trabajadores petroleros que se prolongó durante tres días y ha logrado todas sus reivindicaciones, incluida la destitución del ministro. Este incidente pone de manifiesto la verdadera correlación de fuerzas.
La debilidad de la clase obrera de Egipto se encuentra en el hecho de que todavía no tiene una voz política y una dirección revolucionaria con suficiente apoyo y raíces en el movimiento. Una campaña se está lanzando para la creación de un Partido Obrero. Fueran cuales fueran las deficiencias del programa de este partido, lo importante es el hecho de que los trabajadores sientan la necesidad de participar en la política a través de su propio partido. Como Marx dijo "cada paso del movimiento real es más importante que una docena de programas".
En Egipto, como en Rusia en 1917, las reivindicaciones básicas del pueblo - una democracia plena, un salario mínimo decente, el empleo, la vivienda y la tierra - sólo pueden lograrse mediante el derrocamiento de la totalidad del antiguo régimen, no sólo a través de la sustitución de Mubarak por algún otro político burgués. Los socialistas revolucionarios egipcios se enfrentan a la tarea de explicar pacientemente a los trabajadores y a la juventud revolucionaria que la única manera de satisfacer las reivindicaciones de la Revolución es mediante la toma del poder por la clase obrera.

Jorge Martín

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