domingo, octubre 16, 2011

La maleta mexicana de Capa llevaba equipaje asturiano


La colección incluye más de 300 fotografías realizadas en Asturias por David Seymour

Siempre circularon rumores en torno a unos negativos fotográficos de la guerra civil española que se encontraban desaparecidos y que pertenecían al mítico Robert Capa. Al final salieron a la luz. Se trataba de una colección de 4.500 negativos localizado en 2007 en Ciudad de México, aunque no todas eran de Capa. También había imágenes de los fotoperiodistas Gerda Taro y David Seymour, Chim. Entre todo ese equipaje visual aparecieron unas imágenes inéditas capturadas en Asturias por Chim en febrero de 1937, que reflejan escenas tanto de guerra como costumbristas, unas instantáneas tomadas en Oviedo, Gijón y Langreo.
Aquel lote de 4.500 negativos, que se unió a toda una serie de fotografías aparecidas en 1979 en Suecia con instantáneas también de Capa, Chim y Taro, pasó a ser conocido como la maleta mexicana. Pero ni una cosa, ni otra. No se trataba de ninguna maleta. Eran tres cajas: una verde y otra roja con rollos de película. La tercera, de color marrón, contenía varios sobres con trozos de negativo.
Los negativos de la caja verde eran de David Seymour, Chim, los de la caja roja pertenecían a Robert Capa, Gerda Taro, y cuatro negativos de otro fotógrafo más: Stein. Los 4.500 negativos fueron tomados en distintos puntos de España entre 1936 y 1939, a lo largo de toda la guerra civil. “En los negativos aparecen soldados republicanos y civiles españoles viviendo momentos cotidianos, durante la lucha o en situaciones domésticas”, asegura en el libro La Maleta Mexicana. Las fotografías redescubiertas de la guerra civil española de Robert Capa, Chim y Gerda Taro, Brian Wallis, conservador jefe y director de exposiciones del International Center of Photography (ICP) de Nueva York.
Esta entidad, que custodia el tesoro fotográfico contenido en la maleta mexicana acaba de editar este libro en colaboración con la Fundación Pablo Iglesias y La Fábrica Editorial, dos volúmenes que contienen tanto la historia que rodeó al hallazgo, así como el proceso de identificación y la publicación de todos los negativos, acompañados por una serie de ensayos vinculados a las imágenes de los tres fotógrafos.
¿Cómo se gestó aquella colección? Según el relato de Cynthia Young, conservadora del ICP, lo más probable es que los negativos fueran etiquetados y empaquetados en París en mayo de 1939. Lo que hasta ahora no se sabía era cómo llegaron a Ciudad de México. Robert Capa los había dejado al cuidado de su amigo Chiki Weisz en su estudio parisino. Y fue éste quien entregó los negativos al embajador de México ante el gobierno francés de Vichy entre 1941 y 1942, el general Francisco Aguilar González. A su regreso a México, los rollos de fotografía viajaron con él. Su último propietario fue el cineasta mexicano Benjamín Tarver, quien en 2007 entregó la maleta mexicana a las familias de los fotógrafos través del ICP. Tras muchos años de búsqueda, Cornell Capa, hermano de Robert, vio cumplido su deseo de recuperar los negativos que durante tantos años había buscado.
La conexión asturiana Ni Gerda Taro ni Robert Capa estuvieron en Asturias durante la guerra civil. Sí estuvo Chim, el más veterano y experimentado de los tres, cuya obra anterior al conflicto bélico español apenas era conocida.
Tras recorrer el País Vasco, en febrero de 1937 Chim llega a Asturias. Y lo hace justo cuando, con los frentes estabilizados, las tropas del ejército republicano preparan su gran ofensiva sobre Oviedo que lanzaron el 21 de febrero. Junto a Galicia, en poder de los rebeldes desde el mismo día del golpe del 18 de julio, la capital asturiana era en ese momento el único reducto franquista de la cornisa cantábrica.
El material asturiano de la caja verde de Chim está contenido en una quincena de rollos fotográficos que contienen unos 330 negativos. Se corresponden con otras tantas fotografías tomadas a lo largo del mes de febrero en el frente de Oviedo, Gijón y Langreo. Casi todos ellos están identificados con la inicial CH.
El primero de los carretes asturianos de Chim recoge imágenes del frente de San Esteban de las Cruces en Oviedo. Allí mismo, en el cementerio de San Salvador, el fotógrafo toma varias instantáneas a la tumba del periodista Luis Sirval, fallecido durante la revolución del 34. También hay varias panorámicas de la capital asturiana donde se reconoce casi en primer plano el edificio de las Escuelas Blancas, obra de l arquitecto Rodríguez Bustelo y levantadas en 1935. Otras instantáneas muestran las trincheras, al fondo Oviedo, y unas mujeres que llevan víveres protegidas por los sacos terreros que protegen las posiciones republicanas. La foto salió publicada el 18 de febrero de 1937 en la revista francesa Regards .
Los dinamiteros En un segundo carrete, también con instantáneas del frente de Oviedo, pueden verse primeros planos de varios milicianos, así como a varios de ellos parapetados tras las trincheras. En esta serie de negativos destacan algunos retratos de soldados republicanos que muestran sus artefactos explosivos artesanales, confeccionados con cartuchos de dinamita, lo que los llevó a ser bautizados por los medios de comunicación internacionales como los dinamiteros asturianos.
En los alrededores de Oviedo, y en su tercer carrete, Chim fotografió a varios soldados que descansan en el interior de un gran tonel de sidra que aparece apoyado a un árbol, mientras comparten la lectura de un periódico. A estas imágenes captadas en una pausa de los combates las siguen otras de temática industrial.
Las últimas fotos están tomadas en Gijón, capital de la Asturias republicana. Aparecen las ruinas del cuartel de Simancas, reducto de las tropas rebeldes durante el golpe de julio del 36 y que quedó destruido casi al completo tras los ataques y bombardeos de las fuerzas leales a la República que concluyeron el 21 de agosto con la muerte de todos los defensores del Simancas, un episodio ensalzado durante décadas por parte de la historiografía franquista.
Y entre los escombros del antiguo cuartel gijonés, retrató Chim algunas escenas singulares: los restos de una máquina de escribir carbonizada por el fuego que asoló el Simancas. También destaca otra foto cargada de simbolismo: un capazo relleno de casquillos de bala. Ambas escenas constituyen “dos naturalezas muertas conmovedoras”, según la descripción que se recoge de ambas fotografías en el libro La Maleta Mexicana .
Pero hay más fotos de Gijón en otro de los carretes. Priman las escenas urbanas de la vida en retaguardia: las colas para aprovisionarse de víveres, gente delante de la fachada del teatro Dindurra o el interior del gijonés Café Manacor. Y a niños, que han convertido un edificio de en ruinas en su lugar de juego. Una de aquellas fotos, reproducida en este reportaje, fue publicada el 10 de abril de 1937 por el periódico francés Ce Soir . Las últimas fotos tomadas en Gijón son retratos del periodista Javier Bueno, en aquel momento director del diario socialista Avance , fusilado en 1939 por el régimen franquista.
Y de Gijón, Chim regresa de nuevo a la capital asturiana. Las últimas instantáneas de este carrete incluyen varias panorámicas de Oviedo en las que se aprecian los edificios del barrio de San Lázaro, la iglesia de Santo Domingo o la catedral. De nuevo en el frente, el fotógrafo retrata a dos soldados que manejan una ametralladora.
El siguiente carrete alterna los paisajes, con varias vistas de las montañas que rodean Oviedo, con más instantáneas de tono bélico. Entre ellas destacan ocho negativos en las que aparece un miliciano, tocado con casco, con una manta cruzada al hombro y portando un fusil, en el momento de lanzar una granada de mano. Los tres últimos negativos son retratos de ese soldado. Mira a cámara y se ríe tras lanzar la bomba. ¿Era un montaje? Entre las fotografías asturianas de Chim los retratos se alternan con escenas más generales. Pero hay un carrete, en el que se suceden imágenes de Oviedo y Langreo, en el que son protagonistas los rostros de al menos una decena de milicianos. Aunque posan orgullosos, ninguno de aquellos soldados republicanos sonríe. Los primeros planos se combinan con planos generales y primeros planos de soldados en las trincheras mientras disparan sus fúsiles a través de las troneras improvisadas sobre los sacos terreros. Los autores del libro llaman la atención sobre tres fotos en concreto. En ellas Chim incluye en la escena su propia sombra, “mostrando una sofisticada conciencia de si mismo como autor”.
Mujeres en la mina La vida en la retaguardia asturiana queda plasmada por Seymour en dos series de negativos. El primero de ellos dedica más de una treintena de fotogramas a la mina. Con los hombres enrolados como soldados en las filas del ejército republicano, en las fotografías se ve cómo son las mujeres las que, en plena guerra, se implicaron en las labores mineras. Las fotos muestran a varias de ellas paleando y empujando una vagoneta con carbón. Pese al protagonismo de las féminas, tampoco faltan los retratos de varios mineros, imágenes de una lampistería, mineros en la jaula a la salida del turno o lavándose para quitarse el hollín al concluir la jornada.
De la retaguardia industrial langreana, Chim regresa a Oviedo donde capta los combates desde varias de las posiciones atacantes. Aparecen tiradores con sus fúsiles, milicianos cargando un mortero, preparando explosivos, disparando con una ametralladora o manejando una pieza de artillería. Los encuadres de una misma escena son diversos. En los fotogramas se combina la acción con momentos de descanso en la trinchera en una pausa del combate u otras donde dos soldados comen en el interior de un edificio.
Destaca de esta serie de fotos el retrato de un miliciano ataviado con una chilaba, quizá arrebatada a algún enemigo capturado en una acción de guerra. Aquella imagen mereció el interés de algunos medios y apareció publicada en Regards , The Ilustrated London y Ce Soir , entre febrero y junio de 1937. La primera de estas tres publicaciones dedicó el 18 de febrero tanto la portada como dos páginas en su interior a un amplio reportaje titulado “Nuestro fotógrafo Chim en las trincheras de Oviedo durante el asedio de los mineros asturianos”. Del encarnizamiento de aquellos combates en los que ambos bandos combatían a muy pocos metros y casi cuerpo a cuerpo, dan muestra las imágenes de un miliciano que dispara desde una trinchera, mientras a su lado tiene preparadas una decena de granadas de mano.
El último de los carretes asturianos de la caja verde de Chim vuelve a ser un buen reflejo como era la vida de los soldados republicanos en los alrededores de Oviedo. Arropados con abrigos largos y todos ellos cubiertos con boinas y otro tipo de gorros, se ve a los soldados en misiones de vigilancia, catalejo en mano o consultando mapas. A aquella vestimenta militar, como muestran una de las fotos, se incorporaron incluso les madreñes , un detalle que desde luego no pasó desapercibido para el ojo atento de un fotoperiodista como Chim. Por otra parte, varios fotogramas muestran a un grupo de soldados, se supone que en algún lugar a las afueras de Oviedo, durante la inspección de un vehículo que aparece destrozado en la cuneta de una carretera tras un bombardeo. En uno de los fotogramas se ve al fondo como la carretera ha sido cortada con una barrera de casi dos metros de altura formada por sacos terreros. Aquella imagen salió publicada en Ce Soir en mayo de 1937.
La serie se completa con escenas en los que puede verse a los soldados mucho más relajados. No están en primera línea. Todo lo contrario. Se les ve distribuir y comer el rancho. Pero nada de hacerlo sobre una mesa convencional. Los soldados degustan sus raciones sentados en el suelo o de cuclillas con los platos apoyados sobre un garrafón o una caja de madera.
Algunos tienen más suerte. Así aparecen tres soldados que comen sentados sobre una mesa construida improvisada con tres tablones. En un primer plano un miliciano bebe de una cantimplora metálica que le acaba de llenar un compañero. Y tras el refrigerio, llega la sobremesa. Mientras unos soldados optan por leer la prensa en grupo. Chim capta a otro grupo que rodea a un compañero. ¿Para qué? Para disfrutar de un improvisado concierto de trompeta. Eran esos pocos momentos de sosiego de los soldados antes de retornar a la trinchera. A primera línea.

No hay comentarios.: