martes, noviembre 29, 2011

¿Trató el POUM de asesinar a Negrín?


Uno de los últimos argumento de los que ya no se atreven a realizar la ecuación POUM=Quinta Columna, pero que aún así tratan todavía de justificar alguna conexión, echan mano a la obra de Morten Heiberg y Manuel Ros Agudo, La trama oculta de la guerra civil. Los servicios secretos de Franco, 1936-1945 (Crítica, Barcelona, 2006), que ofrecen datos y algún apunte en este sentido.
En principio se trata de autores circunspectos, de ahí que, por ejemplo, aseguran no querer entrar en el debate Southworth-Bolloten (p. 132), y en el cual el primero atribuye a Bolloten nada menos que de escribir –con su libro sobre la revolución española- “la obra maestra de la labor encubierta de Gorkin para la CIA” (1). Anotemos simplemente que, en un principio, Bollotten fue un simpatizante del comunismo oficial –según Preston su decepción se ubica en el asesinato de Trotsky-, de filiación socialdemócrata en la línea de Prieto y que, mientras estuvo como corresponsal en España fue testigo de una revolución que luego le pareció “camuflada” bajo la argumentación que encajaba la guerra española como mero prólogo de la II Guerra Mundial” (1).
Dado que este tema da para otro artículo, regresemos a la obra de Morten Heiberg y Manuel Ros Agudo (en la página 207-210, en el apartado “Planeando el asesinato de Negrín”- que pasan sobre ascuas al tratar los acontecimientos de mayo del 37. No tienen dudas de que la acusación de José Díaz según la cual “los militantes del POUM de fascistas disfrazados que hablaban de revolución para propagar el desorden”, pero añaden que “incluso Bowers, el embajador norteamericano en España, encontró convincente esta tesis; y no detallan lo que significa ese “incluso”, sobre todo teniendo en cuenta que Bowrs no tenía información sobre este aspecto, aunque eso sí, odiaba la revolución. En sus memorias escribía que ‘la crisis había sido provocada por los anarquistas y el POUM…, en general se cree que muchos de ellos eran agentes de Franco´” (p. 134). Curiosamente, también el embajador de Rooselvelt en Moscú, Joseph Davies —famoso por la película de Michael Curtiz, Misión en Moscú— certificó con entusiasmo que Stalin realizó los “procesos de Moscú” para liberarse de la “quinta columna”. Esto no tiene mayor validez que la de representar el punto de vista de las embajadas estadounidense que temían a la revolución más que al fascismo, pero en ambos casos la veracidad no es lo que les preocupa; representaban a una potencia que solamente se alió con la URSS después de Stalingrado.
Pero ambos autores se sirven de los “datos” de Bowers para crear un “clima” ambivalente en el que pueden situar la siguiente información:
“…la Quinta Columna de Barcelona (hiciera) una oferta a elementos del POUM en la Ciudad Condal, que se manifestaban dispuestos a asesinar al presidente del Gobierno socialista, Juan Negrín, y al ministro de Asuntos Exteriores, Álvarez del Vayo, a cambio dinero y pasaportes para establecerse fuera de España”, concretamente a los Estados Unidos. Heiberg-Ros Agudo ofrecen otra de arena considerando que el presunto acuerdo, que dan por hecho pero de cuyo curso no se tienen más noticias, “fue el resultado lógico de las crueles purgas de las que había sido víctima el POUM a lo largo de todo aquel año y que lo habían hecho salir del Gobierno de la República” (p. 142).
Curiosa información que liga unos datos bastante difusos (“¿”elementos del POUM”?), y que acaban a ninguna parte, ya que no se ofrece nada más, ni tan siquiera se entra en el detalle de que en el POUM pudiera haber una infiltración, que las hubo, pero como en todas partes, y el partido las combatió como todo el mundo, es más, no hay una sola línea organizativa que permita pensar en nada parecido, no en vano la principal preocupación del POUM fue encontrar aliados para resistir la campaña estaliniana. Aún así, para darle mayor cuerpo, ambos entran en una valoración según la cual (hipotéticamente), esta disposición se entendía como una reacción porque el POUM fue sacado “del Gobierno de la República”. Y ahí acaba todo, pero esto no es obstáculo para que algunos historiadores den la información por buena por más que una información de ese tipo (de una Quinta Columna obligada a realzar su faena, y raramente se cita como una fuente veraz, baste señalar el protagonismo que se adjudicó en la provocación de mayo del 37), y se emplea sin necesidad de análisis ni verificación.
Este es el caso de Fernando Hernández Sánchez, quien en su obra Guerra o revolución. El Partido comunista de España en la guerra civil, se puede leer lo siguiente: “El resentimiento contra Negrín llevó a algunos poumistas a pos­tular el asesinato del presidente del Consejo, junto o separadamente con el ministro de Gobernación. Incluso, como señaló Viñas citando a Heiberg y Ros Agudo, se estableció contacto el 5 de agosto a través de la quinta columna con el jefe de la inteligencia militar franquista, el coronel José Ungría. El Servicio de Información y Policía Militar (SIPM) debería facilitarles medios para huir a Francia y posterior­mente a América. Las armas necesarias podían obtenerlas de una unidad del Ejército Popular en la que el POUM todavía tenía influen­cia. Los franquistas se apresuraron a aceptar la propuesta, compro­metiéndose a suministrar a los ejecutores pasaportes y cien dólares a cada uno de los participantes en el atentado, con una condición: los objetivos debían ser Negrín y Álvarez del Vayo. El episodio, evi­dentemente irresuelto, conduce sin embargo a una conclusión para­dójica en la cual, a la postre y por vía de venganza, los partidarios de la tesis de la inteligencia «trotskista» con la quinta columna podían ver confirmadas sus sospechas” (p. 436). En la nota 67, Fernando nos remite a unas páginas de El escudo de la República, perol Viñas no entra en este detalle.
Detalles como estos resultan muy comunes en cierta historiografía, y se puede citar un ejemplo, el de unas líneas de Queridos camaradas, una obra de Antonio Elorza y Marta Bizcarrondo, y de las que Ángel Viñas en El escudo de la República se hace eco. Se trata del capítulo sobre el proceso del POUM, abordado por los autores una dirección única: contra el POUM, no culpable de trabajar para la Quinta Columna, pero si de defender una revolución “inoportuna”. Se cita el dato de que uno de los mítines del POUM “había terminado al grito del ‘¡Muera la República democrática!’” y añade: “Aunque muchos autores conservadores critican la falta de libertad en la España republicana, uno se pregunta cuánto habría durado un líder político que, en Burgos o Sevilla por ejemplo, hubiera lanzado un ‘!Muera el fascismo¡’, por no hablar de un ‘¡Abajo el Nuevo Estado!´”. Elemental, solo que…
Hay una explicación simple de esto: el POUM, con todas sus contradicciones al querer liderar una revolución a medias sin separarse de la izquierda republicana, estuvo en la primera línea de las barricadas de julio para defender las libertades democráticas; luchó junto con otras fuerzas republicanas (ERC por ejemplo) en el frente; su República añadía el “socialismo” —un adjetivo bien visto hasta por los sectores de los republicanos moderados— como complemento inexcusable de la libertad. El grito de aquel acto fue un gesto puntual —no se registra otro— que cabe atribuir perfectamente a la presencia de militantes de la fracción “maximalista” de (Amadeo) Bordiga, que creían que no existían diferencias entre fascismo y democracia burguesa, pero que también estaban peleando en el frente, pero que eran más minoritarios todavía que la fracción trotskista “auténtica” que lideraba G. Munis...
Otro argumento muy empleado es que la revolución fue un obstáculo para la guerra, olvidando que fue la revolución la que ganó las primeras batallas de la guerra. Por otro lado, también se podría añadir que las libertades democráticas también fueron un obstáculo para una guerra en la que el enemigo puso toda su potencia, su disciplina, y su total falta de escrúpulos…
(1) El ya célebre artículo de Southworth sobre Bolloten se encuentra inserto en la recopilación La República asediada, editada por Paul Preston. Toda la argumentación del importante historiador norteamericano –cuyos libros sobre los mitos franquista alumbró a varias generaciones- radica en el hecho de que la investigación de su compatriota está viciada por las fuentes provenientes del anticomunismo…un concepto que se utiliza obviando la mayor paradoja, que los mayores anticomunistas de la historia se llamaban a sí mismo comunistas.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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