sábado, julio 07, 2012

Antonio García Quejido, cofundador del PSOE y del PCE, fundador de la UGT, y pasto del olvido



Se podría afirmar que, después de Pablo Iglesias, García Quejido fue el socialista más importante del primer PSOE. Sin embargo, apenas si quedan huellas escritas sobre su vida y su obra…Parece obvio que la historia social es unas almenas que hay que conquistar desde abajo, y de manera constante.
El caso de Antonio García Quejido nos podría servir perfectamente de ejemplo. Después de una lejana edición de sus escritos por parte de Manuel Pérez Ledesma, no se ha hecho nada más. No podía ser de otra manera en el caso del área del PSOE, que realizó su mayor y casi único esfuerzo de recuperación antes del llegar al poder, y luego redujo la tarea a los especialistas que sentaban cátedra. García Quejido además representaba a la izquierda socialista, y fue uno de los fundadores del PCE, y era comunista cuando falleció a los 71 años. En las notas biográficas que aparecen en Internet, se ofrece un retrato en verdad sumario con una coletilla final sobre su papel en el primer PCE, aunque tal como lo dicen parece que lo que hizo no fue más importante que cambiar de despacho. Pero he buscado referencias sobre su papel en el PCE, considerando que con motivo de tal o cual aniversario se habría trabajado algo, pero nada. Salvo error u omisión, las pocas notas biográficas un poco extensas que aparecen en la Red son las que publiqué en Kaos.
Antonio nació en el seno de una familia de menestrales relativamente acomodados, su padre, que era republicano federalista, le ayudó a tener una educación laica, y acceder al oficio de tipógrafo. En 1879, García quejido figura como secretario del grupo madrileño fundador del PSOE, firmando el acta de constitución junto con Pablo Iglesias. Será uno de los líderes de la Asociación General del Arte de Imprimir, y participa en la huelga de 1882, por lo que pasa su primera temporada en la cárcel. Dos años, más tarde, fue elegido secreta­rio de la Federación Tipográfica, y en 1888, una vez celebrado el Congreso de Constitución de la UGT cubrió la responsabilidad de su presidencia. De ahí que se considere a García Quejido como el principal fundador de la central “socialista”, lo que suele decir como si se tratase de una “propiedad” del PSOE. Su primera actua­ción será la convocatoria del primer 1º de Mayo, en la que participaron alre­dedor de cien mil obreros.
Contrario a lo que consideraba "aventurerismo anar­quista" (realizar movilizaciones sin garantías de continuidad), el propio García Quejido se justifica diciendo: "Los socialista no son partidarios de aventu­ras que puedan comprometer la existencia de los obreros, en tanto no llegue el momento decisivo de la lucha final con la burguesía", un momento que queda lejos, y para el cual hay que, ante todo, crear organización. Sin embargo, no se puede decir que Antonio no viviera sus propias aventuras militantes: sus dificultades con la policía y con la patronal son continúas en aquella época, por ello ha de viajar de un lado para otro hasta que encontró un trabajo fijo como corrector de “El Heraldo de Madrid”, donde trabajó de 1897 hasta 1919. Su afán es el crear una revista teórica para difundir en España la “doctrina socialista” (un término acuñado por Kautsky, su principal referente), lo que logrará hacer con un rigor teórico .superior al que será habitual en el desarrollo del pensamiento socialista autóctono. Este proyecto no será, posible entonces, pero sí lo será en 1901, cuando se hará realidad la aparición de “La Nueva Era” que supone la tentativa más se­ria en la época de impulsar en España la teoría marxista.
Situado en la primera línea del PSOE y de la UGT, García Quejido puede ser considerado como uno de los principales organi­zadores del socialismo español. Juan José Morato lo sitúa entre los líderes obreros de primera hora: "…cada uno poseía --y hasta era como símbolo o representación de ello-- una cualidad fundamental... Y estas cualidades eran iguales entre sí. García Quejido, la .organización, Vera, el pensa­miento, Iglesias, la voluntad, Perezagua, la acción". Sin embargo, a pesar de la importancia de sus tareas y de su reconocida capaci­dad, García Quejido quedó relegado a un lugar oscuro dentro de la organización, y posteriormente en la historia oficial.
Joaquín Maurín que lo admiraba, y que llamó también “La Nueva Era” a la revista teórica del BOC y del POUM, dirá sobre él: "En el campo socialista español, en la época de Pablo Iglesias, hubo tres hombres muy superiores a Iglesias, a quienes lógicamente correspondía la dirección del socialismo: Jaime Vera, García Quejido y Perezagua (...) En García Quejido había una superior comprensión política que en Iglesias. García quejido posee el mérito de haber sido uno de los escasísimos socialistas españoles que tuvieron la intuición exacta de cuál era el deber del partido so­cialista en relación con la misión histórica del proletariado. Supo ver con exactitud que el porvenir socialista de España iba unido a la conquista de Barcelona obrera. Pero la idea estrecha de Pablo Iglesias se impuso. Pablo Iglesias triunfó contra el parecer de García Quejido" (Los hombres de la dictadura, Anagrama, Barcelona, 1979).
El primer número de La Nueva Era, aparece en enero de 1901. En sus páginas firman, además de García Quejido, muchos de los teóri­cos del socialismo europeo del momento: Babel, Jaurés, Lafargue, Liebknecht, Kautsky, Turati, Vandervelde, etc. En cual­quier caso, el grueso de las colaboraciones pertenece a autores extranjeros, y Pablo Iglesias no escribió en ella. Esto se ha interpretado como una muestra de la falta de apoyo del PSOE explique el que La Nueva Era de­jara de publicarse antes de llegar al final de su segundo año de existencia. De hecho, su brevedad fue la característica de las pocas revistas socialistas españolas, no hay más que ver el caso de “Leviatán”, que de alguna manera, trató de recuperar la tradición marxista revolucionaria del PSOE.
¿Cuál fue su contenido en general? No se puede hablar de una línea estrictamente definida, desde el mo­mento en que las colaboraciones eran tan diversas. Si acaso, se puede decir que el espíritu de La Nueva Era venía enmar­cado en un intento de acogida amplia y generosa del debate socialista, “...para nosotros, ni para ningún socialista, existen los pretendidos dogmas del socialismo», escribe García Que­jido. En su presentación, se dice, tras dejar constancia de la escasa preparación intelectual de los trabajadores (atraso al no era ajeno el propio “pablismo” que poseía una inclinación un tanto paternalista de la formación ), y de los pocos cerebros capaces de sostener la vida de una re­vista: “Espíritus generosos, mejor avenidos con la verdad y con su bienestar moral que con el bienestar físico alcanzado a costa de la mentira, nos ayudarán con su pluma, como ya ayudan algunos con su palabra y con su esfuerzo todo a la obra generosa de trabajar en favor de un régimen de igualdad, fraternidad y libertad.”.
Los trabajos de García Quejido poseen, entre otros, el in­terés de mostrar la visión que los socialistas tenían a princi­pios de siglo del momento económico español, visión que, na­turalmente, determinaba la propia táctica del PSOE. Para Quejido el capitalismo español es todavía primario, no se ha desarrollado. Como la obligada transición al socialismo sólo será consecuencia de un capitalismo más desarrollado, hay que pro­clamar la necesidad de que los capitalistas abandonen su ra­quitismo, su temor al riesgo, las formas de inversión apegadas a la seguridad tradicional, más que a la innovación. De ahí que proclame “lo menos que podemos pedir a los capitalistas es que procedan como tales capitalistas cumpliendo bien su misión en la Historia: desenvolver el principio de la apropiación individual de la ri­queza para dar paso al más equitativo de la apropiación so­cial”. Semejante postura significaba supedi­tar el movimiento obrero al grado de desarrollo del capitalismo (tesis que de algún modo fue sostenida por muchos de los teóricos de la II Internacional), en cuanto implicaba un reco­nocimiento de la dependencia del asalariado respecto del ca­pital. Pero la implicación más seria se hallaba en la pasividad —no sólo en la dependencia económica— que parecía asignar al obrero ante ese desarrollo capitalista, cuestión que adquiere especial relevancia en los escritos de Pablo Iglesias; anotemos que García Quejido escribió con el seudónimo de Fidel: Pablo Iglesias y el Partido Socialista, (1905) y Karl Marx y la Internacional (1923), sobre los que existen muy pocas noticias.
Aún así, se encuentran pistas de una línea de pensa­miento que, en buena medida, es contradictoria con la ante­rior. Ese es el caso de una serie de artículos bajo el título general de ¿La ley de los salarios, está bien formulada?, y en los García Quejido emprende una auténtica crítica del socialis­mo “fraseológico”, tan propio de la primera época. En estos artículos, cinco en total, se rebate las tesis lassalleana sobre la “ley de bronce de los salarios”. Un esquema que los socialistas españoles habían tomado directamente de Jules Guesde. Aunque la crítica a Lassalle y a Guesde es más bien tímida y no está muy desarrollada, la actitud de García Quejido ha de valorarse como el intento de analizar algunos aspectos del capitalismo sin inspirarse en los vecinos franceses. La edición de “La Nueva Era” que recopilado Manuel Pérez Ledesma, no conecta los artículos que enlazan este García Que­jido con los que, en otra fase, publicó La Antorcha, órgano de la Sección española de la III Internacional y dirigido por Juan Andrade. No hay que decir que la edición de Ledesma sigue siendo lo más importante y cercano que ase haya hecho Quejido, y en ella se deja rotunda constancia de su aportación militante y teórica al marxismo español. La antología repro­duce también los trabajos de autores como Rafael Altamira, Joaquín Costa, Pi y Margall y Miguel de Unamuno, cuyos escritos socialistas fueron editados allá por la mitad de los años setenta al menos en doc ediciones, la de Carlos Aguinaga para Ariel, y la de Pablo Ribas para Ayuso, y ahí quedó todo.
Añadamos que García Quejido fue el más conocido de los "terceristas" que formaron parte del nuevo Partido Comunista, del que fue elegido secretario general tras la fusión en­tre el PCE y el PCOE, hasta que fue reemplazado por César R. González un año después. Firme amigo de la revolución rusa. García Quejido vio en ella la concreción del programa marxista y criticó al PSOE de estar dividido entre su programa socialista y su acción reformista, "el partido socialista, escribió, en vez de constituirse en vanguardia del proletariado como era su deber, está colo­cado hoy en la posición de aquellos socialistas conservadores o burgueses que habla el Manifiesto Comunista al hacer la crítica de los diversos socialismos utópicos". Igualmente criticó la táctica ("que sume en quietud enervante") desarrollada por la UGT vinculada a la Internacional. Sindical de Ámsterdam, de vocación reformista. Cuando murió, sus camaradas dijeron que García Quejido había sido "uno de los hombres de más prestigio y de más firme preparación marxista e inquebrantable convicción co­munista". Por su parte, su viejo amigo Morato dijo que era "el más alto va­lor intelectual obrero en el movimiento que abarca la Unión, el Socialismo y que ahora ensanchó sus líneas hacía el Comunismo".

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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