martes, julio 31, 2012

Enrique Rodríguez alias “Quique”, el alma del POUM en el frente de Madrid




"Quique" y Emma Roca

Cuando hablamos de partidos, sindicatos, de grandes ideas, lo hacemos sobre todo de los hombres y mujeres que la han encarnado en la acción. En los años más oscuros del franquismo, esas ideas y esas personas podían parecer tan lejanas como la Atlántida...
Cuando hablamos de partidos, sindicatos, de grandes ideas, lo hacemos sobre todo de los hombres y mujeres que la han encarnado en la acción. En los años más oscuros del franquismo, esas ideas y esas personas podían parecer tan lejanas como la Atlántida. Una historia perdida que, primero lentamente, y luego de una manera mucho más intensa, comenzamos a reconocer e incluso a tratar. Ese trato con los que habían luchado contra el fascismo, y lo habían hecho por la civilización de la libertad y el trabajo, fue como una recompensa. Sobre todo considerando que durante muchos años, el único rostro que se nos permitió conocer fue el de la cultura de la derrota.
Entre esos hombres y esas mujeres resulta obligatorio evocar a “Quique” Rodríguez, y de Emma Roca, una pareja de poumistas tan modestos como inolvidables, dos militantes que representaron como pocos al pequeño pero intrépido POUM de Madrid sobre el que la FAN ha tratado en sus últimas jornadas. Sobre “Quique”, Paco Carvajal que ha estudiado esta época, nos decía que apenas si dormía. Y desde que Juan Andrade tuvo que marchar a Barcelona para trabajar en “La Batalla”, “Quique” fue el “alma mater” del POUM madrileño.
Los Rodríguez del trotskismo madrileño de los años treinta fueron tres, todos ellos comunistas desde la juventud. De entre ellos, “Quique”, alias de Enrique Rodríguez Arroyo (Madrid, 1913-1990), fue el más destacado, pero también el historia del su hermano Antonio, alias “Rodas”, fue igualmente integra y prolongada.
Ambos compartían algunas características comunes como la actitud fraternal y el buen humor por más que le separaban matices de peso. Mientras “Quique” era más poumista que trotskista, Antonio era al revés, además de más “discutidor”…No llegué a conocer a José (Madrid,. 1917-2003), hay que decir que ingresó en la Juventud Ibérica (POUM) a últimos de 1935. Sindicalmente perteneció al Sindicato Metalúrgico, de la CNT, en Madrid. En julio de 1936, marchó con la columna motorizada de la sección madrileña del POUM al frente de Sigüenza. Después ocupó el cargo de responsable político de los transportes del POUM, hasta que la policía estalinista se incautó de dicho material, en febrero de 1937. Más tarde ingresó en la Editorial Marxista, siendo detenido en Barcelona el 16 de junio de 1937 en la operación represiva contra el POUM. Inicialmente incluido en el proceso contra la dirección del POUM posteriormente fue sobreseída su acusación. Continúo su actividad política después del triunfo del franquismo.
Tanto “Quique” como Antonio eran militantes “de tropa”, de formación y rasgos personales muy marcados, personalidades recias y entregadas no muy diferentes a otros que había conocido en las filas comunistas o anarquistas, aunque con unos grados de debate y formación política superiores. Si había una diferencia, era que “Quique” mostraba perfectamente capacitado de tener opiniones propias bastante desarrolladas sobre todos y cada uno de los problemas de la crisis española de los años treinta (y por extensión sobre el significado del fascismo de la URSS de Stalin), sin olvidarse de las críticas y autocríticas sobre el POUM, tema sobre el que nunca dejó de debatir amigablemente, con genio pero siempre con buen humor. Con rabia pero también con ironía
Siempre con una ironía a punto, “Quique” era el rostro más reconocible del trotskismo de Madrid, el lugar donde alcanzó una mayor fuerza organizativa. Allí residía la dirección del PCE, era la "capital del marxismo hispano". Desde Madrid se intentó incidir en el PCE, en las Juventudes socialistas y en el ala izquierda del PSOE y luego del POUM en Madrid y eso imprimía carácter. En Madrid amigo –comentaba con su tono peculiar- éramos los últimos monos, pero no agachábamos la cabeza. Era parte natural del pueblo madrileño más llano, un obrero de los “de antes”, extrovertido, castizo, con un sentido de oficio en lo que hacía. Aunque ignoraba el álgebra de la teoría, sabía hacer las cuentas de la abuela, y desde luego, sin citas ni otros adornos, sus intervenciones eran intensas y razonables, eso aparte de divertidas, además bajaba los humos y a ser posible, los “malos rollos”. Recuerdo una ocasión en que conversando con Juan Eduardo Zúñiga, un escritor que tan bien conocía el Madrid resistente a raíz de un encuentro motivado por el interés común por Panait Istrati, le ofrecí un pequeño retrato de “Quique” acompañado por alguna anécdota todavía fresca sobre su papel en la defensa de Madrid. Zúñiga me comentó como era posible que la historia hubiera acabado olvidando gente así. Le contesté que, como él bien sabía, la historia la escriben los vencedores, y los poumistas fueron perdedores por partida doble.
Cuando “Quique” hablaba de su historia madrileña, no se olvidaba de ofrecer sus propios datos sobre otros poumistas madrileños, algunos de la talla de un Luís García Palacios (1896-1947), empleado de banca y dirigente de las Juventudes Socialistas en 1920, luego primer secre­tario de las Juventudes Comunistas, fue arrestado muchas veces durante la dictadura de Primo de Rivera. En 1922, Luís viajó a Moscú y “su camino se cruzó con el de Trotsky” cuando es el único que aplaudió a éste en un Plenum de la Internacional ante el silencio tétrico de los burócratas. Luís pasa al Partido Comunista en Oviedo, y llega a ser el principal organizador sindical de Palencia como empleado de banca. En 1931 era miembro de la Agrupación autónoma de Madrid, pero se une a la ICE en 1932, escribe en Comunismo. Diri­gente del sindicato UGT de empleados de banca en el que consigue actuar como “permanente”, y miembro del Co­mité de Madrid del POUM en 1936, era el que expresaba en la prensa poumista las preocupaciones del colectivo madrileño. “Quique” recordaba la preocupación existente ante lo que se veía venir, por reorganizar y rearma las milicias cuyo embrión había surgido al calor de la Alianza Obrera. Raro era el día en los grupos fascistas no hicieran de las suyas, y calentaran un ambiente en el que la tentación golpista aparecía expresada abiertamente por líderes de vocación fascista como Calvo Sotelo.
Los poumistas critica­ban con dureza la "retórica demagógica" del PSOE, y más aún al PCE, por dedicarse a enardecer los sentimientos de las masas en mítines, uniformarse y organizar desfiles militares, pero sin embargo no mover un dedo por estructurar cabalmente las milicias. Es más se dirigían al gobierno para que éste respondiera a las "provocaciones fascistas" y a desarmar las bandas reaccionarias. En la parte que le correspondía, ellos tenían capacidad de movilizar barrios como Vallecas, y más de una vez organizaron respuestas contundentes cuando a los falangistas se les ocurrió asomar el hocico. En un Imprecor de octubre de 1984, “Quique” contó con detalle como sucedo la huelga general del 34 en Madrid como actor y casi como periodista. Lo recuerdo evocando las discusiones entre los trabajadores eran antes sobre como iba a ser el socialismo, que sobre sus exigencias inmediatas Pero él sabía que había que ponerle el cascabel al gato, y que para llegar al comunismo libertario o no, había que hacer la revolución, destruir el poder burgués, y para ello se necesitaba un partido, sino fíjate, con la fuerza que tenían socialistas, anarquistas, y los comunistas, que los habían buenos, y fíjate chico, fíjate que desastre, qué lástima.
Pero las cosas no daban para más, no podíamos cambiar las condiciones de la noche a la mañana como pretendía "El Viejo", chico que pena, no se enteraba, estaba muy mal informado. “Quique” lo repetía: en el caso de España, Trotsky no comprendió, no conocía nuestra realidad.
“Quique” era un personaje forjado en la calle y esos que conocían “a todo el mundo”, de todas las izquierdas. Militante comunista de los de verdad desde los 16 años (1929) en las juventudes del partido, miembro del comité de Madrid, y un comunista trágico que trataba de entender cosas terribles como el desastre del comunismo alemán –del que citaba personajes y referentes como otra gente lo hace sobre los equipos de fútbol-, y todavía no podía evitar el estupor que la causaba el hecho de que el estalinismo hubiera llegado a “arrastrar” a gente de buena madera militante, que los había y él los conocía, y ofrecía su propio retrato de Gabriel León Trilla y su trágico destino, Trilla que callaba cuando los trotskistas le hacía preguntas “envenenadas” sobre el curso burocrático del PCE.
“Quique” tenía por entonces no más de veinte años. Era un obrero (fue fotograbador y pintor) que se había formado intelectualmente gracias a un enorme esfuerzo personal y a su infatigable curiosidad...Su universidad fue la lucha, en 1934 ya era secretario del sindicato de fotograbadores de la UGT donde consiguió ser un crítico acerbo apreciado y respetado por los mismos que torcían la cara cuando aparecía con sus propuestas en el sindicato, pero que le iban a decir a él los pequeños funcionarios que los domingos se llenaban la boca de palabras sobre el socialismo, a los que ponía nerviosos cuando les preguntaba cuando y cómo iba a llegar, quien le iba a poner el cascabel al gato.
Su partido fue el POUM, y lo conocía como si lo hubiera parido. No en vano fue uno de los miembro más jóvenes del Central, viajó entre Madrid y Barcelona, estaba al detalle de cada acción, además, por la vía de Juan Andrade y Mª Teresa, era de los más sensibles al debate con Trotsky. Para “Quique” esto no era cualquier cosa, tres décadas después le seguía afectando como algo que acabara de ocurrir, y tenía sus argumentos. Él sabía como pocos el alcance y los límites de la izquierda caballeriotas, los conocía a todos, a Largo, a Araquistáin, buena gente, creían en la necesidad de una revolución, pero seguían presos de los esquemas socialdemócratas que habían mamado. De la ICE al POUM hubo mucho trecho. Él lo podía contar siguiendo su propia odisea, que no era moco de pavo. Desde el primer día en el Cuartel de la Montaña, los del POUM estuvieron en la primera línea del frente de Madrid para hacer la guerra y la revolución. Recordaba como en los primeros días Dolores Ibárruri que lo conocía le había sonreído, porque ellos fueron a buscar armas a los locales del PCE en busca de armas, pero a finales de 1936 todo comenzó a cambiar.
Ya no había lugar para las sonrisas, sí acaso calumnia y muerte. Escapó por los pelos. “Quique” fue arrestado después de los acontecimientos de mayo del 37 en Barcelona, y estuvo preso en un campo de concentración hasta diciembre de 1938 con guardianes comunistas con los que trataba de discutir, pero camarada, ¿no me conoces, no te acuerdas de tal momento o tal huelga?, ¿cómo puedes creer que somos de la "Quinta Columna"?. Como uno de los dirigentes más activos de la sección del POUM en Madrid en el período que va entre 1935-1937, “Quique” llevó las negociaciones tendentes a que el POUM formara parte de la Junta de Defensa de la capital, y que fracasaron por el veto del representante de Stalin, punto en el que algunos han encontrado una contradicción con su desaprobación a la presencia de Andreu Nin en el gobierno de la Generalitat catalana. La casualidad quiso que durante las jornadas de mayo del 37 coincidiera con una de sus asistencias a una reunión en Barcelona con la que “Quique” garantizó a lo largo de la contienda la conexión entre Madrid y Barcelona, y además en las barricadas. Fue detenido y encarcelado en la Modelo de Barcelona y, luego, en el campo de trabajo de Omells de Nagaya, dirigido por el siniestro Astorga, un estalinista que descrito por ““Quique” “parecía alguien extraído de las páginas de 1984.
No pudo escapar y las huestes franquistas lo detuvieron y lo trasladaron al campo de concentración de San Marcos de León, pero afortunadamente no sabían quien era. Esto le permitió recuperar la libertad, y el “año de la Victoria” se encuentra trabajando por la reorganización del POUM, sacando dos números de su órgano "El Combatiente Rojo", sin duda una de las primeras publicaciones clandestinas antifranquistas que aparecieron en España. Estos son años agotadores. En una conferencia celebrada en Barcelona a finales de 1943, es elegido para el Ejecutivo poumista junto con Josep Pallach, David Rey, Utges, Estarán y Pané. Hay una foto de esta época en la que sus componentes parecen ajenos a las caídas y al desánimo. Estaban seguros que más tarde o más temprano la dictadura acabaría cayendo.
Éste es un POUM dinámico que publica de nuevo “La Batalla”, hasta que “Quique”, Pallach y David Rey dan con sus huesos en la cárcel Modelo de Barcelona. Al acabar la guerra mundial, descubre que su compañera Emma Roca, está viva, y regresa a Madrid en compañía de Solano con la misión de entrevistarse con Maurín, y Solano que le acompañaba: “Fue entonces cuando “Quique” me habló de Emma Roca, su compañera, a la que habíamos dado por muerta en Sigüenza durante bastante tiempo y ahora se encontraba en la cárcel de Madrid. Con su gracejo madrileño, me dijo: `A lo mejor te has creído que voy a Madrid por tí y por Maurín. Pues, no señor; voy a ver a Emma´. A renglón seguido, comenzó a hacer elogios de Maurín, de su conducta ejemplar en la Cárcel Modelo de Barcelona, de su valía y de sus cualidades. Para él, era indispensable que Maurín estuviera al frente del partido: Tienes que convencerle”. Aunque estrechamente relacionado con Andrade y Mª Teresa (a los que visitó cada semana durante años, cometiendo –según de Cabo- la proeza de no enfadarse nunca con ellos), y provenir del trotskismo, “Quique” había asumido con su actuación catalana, una voluntad de síntesis que le llevaba a polemizar agriamente con los críticos más duros del maurinismo.
Con Emma de nuevo a su lado, la lucha continuaba. De nuevo en Barcelona, “Quique” despliega toda su capacidad en la reorganización de la UGT de Cataluña de la que actuara como secretario. Editó nuevamente "La Batalla", y llega a hacerlo también con "Catalunya Socialista", "Adelante", y lo hará también en la prensa de la UGT. Será uno de los pesos fuertes de la conferencia general del partido (Toulouse, finales de 1947), como secretario político de la organización clandestina. En 1948, la policía le sigue de cerca, y se ve obligado a pasar a Francia. Se instaló en París un año más tarde con Emma, con la que formó una de esas parejas militantes cuya relación había superado toda clase de avatares. Finalmente, entre las caídas y la escisión del "Moviment Socialista de Catalunya", más tarde conocidos como “los músicos”, dieron al traste con el arduo proyecto de reconstrucción de parido, y ya no había mucho más ““Quique”s” o Daniel Rebull, alias David Rey en la reserva.
A partir de entonces, participará en las actividades del exterior, y allí estaba en el París del 68, entusiasmado con el may, e involucrado en la marcha de la UGT. En 1985, en una minuciosa entrevista con Pelai Pagès y que fue publicada en la revista de historia "L´Avenç", “Quique” resumió el exilio del POUM en Francia con las siguientes palabras: "Pese a todo, el POUM en el exilio desarrolló una tarea magnífica. Estuvo presente en todas las manifestaciones de la vida política, editó folletos interesantes, estuvo en contacto con las fuerzas estudiantiles y sindicatos del interior y ayudó cuanto pudo a las huelgas y protestas que se producían en España. Pero sobre todo supo mantener hasta el último momento La Batalla, reconocido como uno de los mejores y más interesantes periódicos del exilio". Sin embargo, esto no fue suficiente para garantizar un relevo generacional que se presentó conflictivo.
Aparte del calor humano que desprendía, “Quique” era de los pocos veteranos atentos a todo lo nuevo, capaz de escudar a los jóvenes sin atribuirse ningún magisterio de viejo revolucionario... No había tenido acceso a otra cultura que no fue la obrera, no tenía pluma, aunque no la faltaba una capacidad verbal tan llana como llena de sentido común. Hablaba con veneración de editoriales como Fontamara, al tiempo que evocaba lo que para un obrero como él o como sus hermanos o Emma, había significado la labor de un Juan Andrade del que parecía a veces su escudero con el tono socarrón y prosaico de Sancho Panza que era tan propio de “Quique”. En 1976-77, al producirse la crisis del POUM, se opuso –dolorosamente, sobre todo considerando que también tenía sus ilusiones en el desarrollo de una izquierda socialista como la representada por Arsenio Gimeno o por Joan Raventós- a los que querían ingresar en la socialdemocracia. Ya estaba bastante enfermo con todas sus pastillas a cuesta cuando regresó en 1979 a su Madrid y se mantuvo en un área de proximidad con la LCR, y más tarde sería uno de los creadores y animadores de la Fundación Andreu Nin en el Madrid que tan bien conocía.
Su fallecimiento nos cogió a todos más bien tristes, y quizás no hicimos todo lo que tocaba para reivindicar una memoria que siempre tenemos que rescatar del cemento del olvido. Su último acto político consistió en formar parte de la delegación que el 26 de junio de 1990 presentó en la embajada de la URSS el documento suscrito por más de 300 intelectuales y reconocidos militantes de izquierda para reclamar a Gorbachev y a los responsables de comisión de rehabilitaciones del PCUS, el esclarecimiento de las condiciones en que fue detenido, secuestrado y asesinado Andreu Nin. Aquel día cuenta Solano que estaba feliz, pero mi último recuerdo es más bien triste. Data del invierno de 1989 con ocasión de las jornadas que la Fundación Andrés Nin organizó en el Ateneo de Madrid para conmemorar el centenario del nacimiento de Trotsky. Un apagado “Quique” tomó parte en un acto en el que el invitado “estrella” era nada menos que el historiador oficialista, un prepotente Juan Pablo Fusi que tomó la ofensiva como uno de esos abogados en una película norteamericana que no dejan hablar al acusado. Hablaba en nombre de una democracia que parecía colgada en el cielo, y atribuía a Trotsky errores autoritarios que parecían ubicados en el infierno. La mirada del viejo revolucionario era ya apagada y triste.
Su alegría natural de tiempos atrás se me antojaba entonces, en aquellos días, muy lejana. De hecho, ya estaba muy mal, tenía que andar todo el día con la leche de las pastillas, tantas que se hacía a veces un lío, menos mal que Emma siempre estaba pendiente. Y un buen día se fue en silencio, pero no quedó en el olvido.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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