sábado, julio 07, 2012

Paraguay: el golpe de los terratenientes



Fernando Lugo fue elegido en las elecciones de abril de 2008 como presidente de Paraguay producto del auge de la lucha de clases. Lugo vino a canalizar esta necesidad social pero su debilidad ideológica y organizativa dejó la puerta abierta para que un sector de la clase explotadora terminara utilizándolo para desalojar del poder a otro sector de la misma clase, tal como lo reconociera públicamente y con todo cinismo el senador del Partido Liberal, Alfredo Jaegli: “Yo luché mucho para que se conformara la alianza [Alianza Patriótica para el Cambio] y quitar al Partido Colorado del poder, lo llevamos a Lugo de candidato, con un liberal no íbamos a ganar”.

Un golpe anunciado

Pero la burguesía siempre estuvo clara en que más temprano que tarde tendría que encargarse del nuevo presidente, inclusive del método que utilizaría para ello. Como decía un artículo de prensa: “Desde el inicio de su gobierno (…) los rumores de que Lugo podía ser destituido fueron constantes. Su vicepresidente Federico Franco le acusó de traición nada más iniciarse la administración y se postulaba para sucederlo: ‘tenemos que estar atentos (…) es función del Vicepresidente (…) que este Gobierno y cualquier otro termine bien…si las condiciones no están dadas hay que echar mano a lo que establece la Constitución’… La destitución de Lugo era querida por casi todas las fuerzas políticas”.
Hasta el gobierno de EEUU estaba al tanto de lo que tramaba la burguesía. “Un cable secreto de la embajada de los EEUU de marzo del 2009, filtrado por Wikileaks, informa sobre versiones de ‘que el líder del Unace, el general Lino Oviedo, junto al ex presidente Nicanor Duarte Frutos buscarían destituir a Fernando Lugo, con un juicio político dentro del Parlamento’. El mismo fue enviado al Departamento de Estado. Según dicho material, esperarían cualquier tropiezo del representante de la Alianza para realizarle un juicio político en el Congreso, y obtener su destitución. La falta de votos sin embargo les imposibilitó concretar el acuerdo. El plan era poner a Federico Franco en la presidencia y obligarle a llamar a elecciones en 90 días”.
Era cuestión de tiempo que la burguesía pusiera en marcha los mecanismos del Estado burgués, que nunca dejó de controlar, para escenificar el último acto del drama de Fernando Lugo y el primero del retorno del Partido Colorado al gobierno en las elecciones de 2013. Para ello sólo hacía falta un hecho que impactara en la opinión pública y justificara la posterior acción, “defensiva y reparadora”, que se verían obligados a tomar los poderes controladores del Estado: el parlamento y los tribunales.

El atentado de Curuguaty

Y este hecho ha sido los acontecimientos de Curuguaty, ciudad ubicada en la región Oriental del país, cerca de “la estancia Morombí, propiedad del terrateniente Blas Riquelme, con más de 70 mil hectáreas en ese lugar” y que amasó una inmensa fortuna durante la dictadura de Stroessner (1954-1989). “Riquelme, que fue presidente del Partido Colorado por muchos años y senador de la República, dueño de varios supermercados y establecimientos ganaderos, se apropió mediante subterfugios legales de unas 2.000 hectáreas, aproximadamente, que pertenecen al Estado paraguayo. Esta parcela fue ocupada por los campesinos sin tierras que venían solicitando al gobierno de Fernando Lugo su distribución. Un juez y una fiscal ordenaron el desalojo de los campesinos, a través del Grupo Especial de Operaciones, GEO, de la Policía Nacional, cuyos miembros de élite en su mayoría fueron entrenados en Colombia, bajo el gobierno de Uribe, para la lucha contrainsurgente. Sólo un sabotaje interno dentro de los cuadros de inteligencia de la Policía, con la complicidad de la Fiscalía, explica la emboscada, en la cual murieron seis policías. No se comprende cómo policías altamente entrenados, en el marco del Plan Colombia, pudieron caer fácilmente en una supuesta trampa tendida por campesinos, como quiere hacer creer la prensa dominada por los oligarcas. Sus camaradas reaccionaron y acribillaron a los campesinos, matando a once, quedando unos 50 heridos. Entre los policías muertos estaba el jefe del GEO, comisario Erven Lovera, hermano del teniente coronel Alcides Lovera, jefe de seguridad del presidente Lugo” (http://ea.com.py).

La burguesía aprende de la experiencia

La historia parece estar demostrando, una vez más, que la burguesía latinoamericana se está adaptando mejor y más rápido a las situaciones cambiantes que se producen en la lucha de clases que el resto de los actores. Su vocación de poder, forjada en los 200 años que tiene como clase dominante, unida a la ausencia de una dirección revolucionaria del proletariado, y a las políticas genuflexas del reformismo gobernante, evidentemente, le facilitan mucho las cosas. Hasta hace unos años, cuando la lucha de clases amenazaba su poder, la burguesía simplemente le daba una patada al tablero de la democracia liberal, recurriendo para ello al aparato armado del Estado burgués, el ejército permanente, que colocaba a la democracia burguesa con sus instituciones en el refrigerador mientras hacía el trabajo sucio de retomar el control de la situación a través del aplastamiento a sangre y fuego del resto de las clases, sobre todo del proletariado. Una vez restituido el predominio de la burguesía, el gorila de turno sacaba del refrigerador la democracia burguesa con sus instituciones, convocaba a unas elecciones “democráticas” y les traspasaba el gobierno a los representantes políticos de la burguesía. Pero los tiempos han cambiado. Los otrora todopoderosos imperialistas norteamericanos y europeos que intervenían a diestra y siniestra con sus ejércitos en cualquier parte del mundo para restablecer el orden burgués, hoy día son la sombra de lo que en algún momento fueron. Ejemplos sobran. En la actual realidad “democrática” de América Latina un gorila al estilo de Pinochet o Videla no se vería bien al lado de presidentes electos democráticamente, pero, principalmente, el mayor escollo para la implementación de esta solución es la correlación de fuerzas desfavorable para el capitalismo mundial. Sin embargo, no por esto la burguesía se ha resignado a no controlar el poder, de una forma dialéctica ha adaptado su método de ajustar cuentas a la época presente. Si antes daba golpes cuartelarios hoy da golpes “constitucionales”, dentro del marco de la legalidad burguesa. En 2009 hizo un primer intento en Honduras, que le resultó exitoso gracias a la debilidad principista de los gobiernos reformistas de la región. Esta debilidad del reformismo continental, unida a la propia debilidad demostrada en todo momento por Lugo a través de sus continuas concesiones y llamados a la conciliación, envalentonó a la burguesía. Hoy la burguesía paraguaya está empleando contra Fernando Lugo el mismo método que ya empleó contra Zelaya y también la misma táctica de resistencia que utilizó la burguesía hondureña en su momento, para aguantar las primeras embestidas de los gobiernos y organismos regionales que han aprobado el aislamiento continental del nuevo gobierno. Seguramente, por las mentes de los golpistas “constitucionales” de Paraguay han pasado las imágenes de Porfirio Lobo siendo perdonado y recibido con los brazos abiertos por sus hermanos latinoamericanos. Para la burguesía de un país económicamente atrasado y aislado como Paraguay, con una población pequeña, aguantar nueve meses hasta las próximas elecciones no es mucho, tiene suficiente grasa para hacerlo. Ya el Mercosur y la Unasur dejaron claro que las sanciones al gobierno golpista de Paraguay no serán económicas sino participativas, y que se mantendrán hasta que se elijan democráticamente nuevas autoridades. Un verdadero saludo a la bandera que, prácticamente, termina de legalizar los golpes “constitucionales” en el continente.

Lecciones del golpe y la entrada en acción de las masas

Fernando Lugo no es ningún revolucionario, apenas es un reformista moderado que desde su visión idealista del mundo intentó mejorar las condiciones de vida de las mayorías explotadas del Paraguay. Para ello se apoyó en el Estado burgués y su institucionalidad, pensando que con el simple hecho de cambiar a las personas que conforman a la burocracia que lo administra era suficiente. Quiso utilizar un instrumento de explotación para realizar una tarea redentora. Cometió el mismo error que han venido cometiendo los gobiernos reformistas de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua, y al final ocurrió lo que era previsible que ocurriera: apenas rozó los intereses de la poderosa burguesía agropecuaria fue suficiente para que ésta lo sacara del gobierno. Igual pasó con Hugo Chávez en 2001 cuando aprobó los decretos leyes que afectaban los intereses de la burguesía venezolana y ésta intentó derrocarlo. El movimiento de las masas lo impidió. Ahora sí las instituciones burguesas funcionaron a la perfección. Como engranajes de un reloj se articularon los poderes legislativo y judicial, además del aparato represor, para restituir el gobierno a manos de la clase dominante. Es el gran problema del reformismo que no comprende que el sistema capitalista no es reformable y se empeña en mantener y fortalecer un aparato que terminará matándolo.
Lo terrible de lo anterior es que son las masas las que terminan pagando el utopismo de los reformistas. Esa mayoría del pueblo paraguayo que en 2008 vio en Fernando Lugo y su proyecto la posibilidad de comenzar a superar la terrible condición de explotación en que viven desde 1870, hoy ve ese sueño destruido y es una vez más perseguida por los explotadores de siempre que se han reinstalado en el Palacio de los López. Es una dolorosa experiencia, otra más, para este heroico pueblo sudamericano. Sin embargo, las maravillosas muestras de resistencia que están dando los trabajadores y las masas en las calles y los campos son también la demostración de una voluntad de lucha que se mantiene intacta. Esta derrota transitoria, sin duda, llevará a las masas paraguayas a sacar conclusiones que las acercarán un poco más a la idea de que sólo una verdadera revolución socialista y continental acabará con el latifundio y las demás lacras capitalistas que padecen desde hace más de cien años, y les permitirá alcanzar su liberación definitiva unidas e integradas al resto del pueblo latinoamericano.

Gabriel de los Santos

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