miércoles, octubre 17, 2012

Néstor Ivánovich Macknó y disciplina revolucionaria.



El ideal anarquista arraigó a algunos países gracias a la capacidad de sus militantes para organizar a los trabajadores, algo que muchos hicieron sin renegar de métodos como la disciplina, punto sobre el que Néstor Ivánovich Macknó, tal como se desprende del texto anexo, tenía ideas muy claras.
Néstor Ivánovich Macknó,legendario, el líder campesino anarquista ruso (Guliái-pole, región de Ekatorinoslav, 1889-Paris, 1934). Llegó a ser considerado “como una especie de Robin Hood del campesinado ucraniano, y comparado con el legendario Stenka Razin, Macknó es para la historia libertaria quizás el único anarquista que había liderado el desencadenamiento de un movimiento revolucionario que llegó a convertir en un principio de realidad la teoría libertaria de una sociedad desprovista de toda autoridad política. Durante cuatro largos, sostuvo una lucha a muerte contra los blancos y los rojos, viviendo en Ucrania durante ese tiempo, aunque sometida a la guerra, la experiencia libertaria» (Abel Paz). Proveniente de una familia campesina, quedó huérfano al tener el primer año, a los siete tuvo que trabajar guardando ganado ajeno, y después fue labrador y herrero. Tenia 16 años cuando se unió al grupo anarquista de su ciudad y en 1907 fue juzgado por tomar parte en un atentado que le costó la vida a un oficial. El fiscal pidió la pena de muerte, pero debido a su juventud fue conmutada por trabajos forzados a perpetuidad. Pasó los años de cautiverio en malas condiciones debido a su rebeldía. En 1910, conoció en la cárcel a Archinoff que le enseñó los fundamentos del anarquismo según Bakunin y Kropotkin.
Macknó fue liberado por la Revolución de Febrero, regresó a su tierra natal donde sobresalió inmediatamente entre los labradores. Fue el principal animador de un sindicato de campesinos, del sindicato de carpinteros y metalúrgicos y también del soviet de la ciudad. En agosto de 1917 organizó un pequeño grupo de campesinos armados que iniciaron la reforma agraria expropiando a los vecinos ricos y distribuyendo las tierras entre los más pobres. Su estilo y sus ideas, muy compenetradas con las tradiciones del campesinado libre, consiguieron un amplio eco en la nacionalidad ucraniana, aunque para Macknó la cuestión nacional nunca fue un motivo de preocupación. Considerado el tratado de paz de Brest-Litovsk como una «traición», y la llegada de un importante contingente de tropas alemanas y austriacas que ocuparon el territorio, le obligaron a huir. En 1918 estaba en Moscú donde entró en contacto con los grupos anarquistas allí existentes. Macknó desconfiaba de su carácter intelectual, al tiempo que sentía un gran respeto por la superioridad cultural de sus compañeros, a los que luego vinculo con el ejército Insurgente para desarrollar diversas experiencias culturales como la creación de una red de escuelas siguiendo las premisas de Ferrer i Guardia. Se entrevistó con Kropotkin, con la idea de recibir los consejos del starik (anciano). Este le dijo, entre otras cosas, que debía recordar, «que en la lucha no caben sentimentalismos. La abnegación, la firmeza de espíritu y la voluntad, pueden eliminar todos los obstáculos que se oponen a nuestros objetivos». Después se entrevistó con Lenin que la causó un gran impacto. Lenin le dijo que la «mayoría de los anarquistas piensan y escriben sobre el futuro, sin entender el presente. Esto es lo que nos separa a nosotros, los comunistas, de ellos». Le aseguró que en una perspectiva realista habla posibilidades de acuerdo, de facilitar una autonomía a los anarquistas (un proyecto que acariciaron tanto Trotsky como él).
Pero no le convenció, definió a Trotsky como una «revolución de papel» y no tardó en volver a su escenario natural. Se encontró entonces que la casa de su madre había sido incendiada y su hermano asesinado. Inmediatamente formó de nuevo el Ejército Insurgente que con la bandera negra se enfrentó con éxito a los ejércitos austrohúngaro y hetmanistas — ucranianos partidarios de los invasores—, así como contra los terratenientes. La llamada maknovitchina fue una guerrilla revolucionaria, compuesta fundamentalmente por grupos de jinetes que aparecían y desaparecían como por ensalmo. Los actos de audacia de Macknó fueron una demostración de su extraordinaria capacidad militar. Con el apoyo del ejército Rojo, logró vencer a Petliura, jefe del ejército zarista. Después de su victoria, Macknó creó el Consejo Militar de Campesinos, Obreros e Insurgentes, que inspiraron la formación de soviets «libres», o sea sin presencia de partidos políticos.
El mismo Macknó describió años más tarde, un tanto idealmente, la experiencia que lleva su nombre: «Nuestra comuna agraria en Ucrania era una unidad activa, tanto en el terreno económico como en el político, dentro del sistema federal y solidario que hablamos creado. Allí las comunidades no estaban basadas en el egoísmo personal, sino que descansaban en la solidaridad comunitaria, ya fuese local o regional. Nuestra experiencia demostró, de manera palpable, que el problema campesino tenía soluciones distintas a las que estaban imponiendo los bolcheviques. Si nuestra practica se hubiese extendido al resto del país, no hubiera existido la nefasta división entre el campo y la ciudad, y hubiéramos podido evitar al pueblo ruso años de hambre y de luchas inútiles entre obreros y campesinos, y lo que es más importante, la revolución se hubiera desarrollado de manera muy diferente. Se ha dicho, atacando nuestro sistema, que sí éste pudo sostenerse y desarrollarse era porque se apoyaba en una base campesina y artesanal, y esto no es cierto. Nuestras comunidades eran mixtas: agrícolas-industriales: e, incluso, algunas de ellas específicamente industriales. Lo que daba fuerza a nuestro sistema era otra cosa: el entusiasmo revolucionario que todos poníamos, apartándonos de las prácticas burocráticas. Todos éramos combatientes y obreros a la vez. En las comunidades, la asamblea era el Organismo que resolvía todos los problemas: y, en la vida militar, era el comité de guerra, en el que tenían representación todas las unidades. Para nosotros, lo que importaba era que todo el mundo participara en la obra colectiva, para impedir de esa manera que una casta dirigente monopolizara el poder. Por ello habíamos logrado unir la teoría con la práctica y porque desmentimos como necesarias las practicas bolcheviques, fue porque Trotsky y Lenin nos enviaron el Ejercito Rojo para combatirnos. El bolchevismo triunfó militarmente en Ucrania y Kronstadt, pero la historia revolucionaria nos reivindicara un día y condenara como contrarrevolucionarios a los enterradores de la revolución rusa»e .
El reconocido historiador norteamericano, Paul Avrich, bastante afín con las ideas anarquistas, matiza considerablemente esta visión. El sistema de Macknó respondía fundamentalmente al sector agrario y en muy poco a los trabajadores, educados en una vida social más compleja. El papel de las asambleas era importante, pero en última instancia era Macknó el que tenía la palabra. Fue especialmente intolerante con las demás expresiones del movimiento obrero y disolvió soviets de mayoría bolchevique o socialrevolucionaria. Todo estaba totalmente controlado. Y sus medidas económicas pudieron tener una base en los momentos de excepcionalidad, pero hubieran sido imposibles en condiciones normales. En sus relaciones con el Ejercito Rojo hubo una constante ambivalencia, fueron positivas cuando las exigencias de la guerra lo obligaban y negativas en el caso contrario. Cuando el batko (padrecito) Macknó derrotó al general Petliura o se enfrentó con Denikin, fue saludado por la prensa bolchevique como un audaz revolucionario, pero cuando se opuso a las medidas uniformadoras para consolidar a un inestable Ejército Rojo enfrentado a una guerra civil de características excepcionalmente duras, fue acusado de contrarrevolucionario. En 1921 la caballería de Budionny acabó con las comunas y diezmó el Ejército Insurgente. Entonces Macknó vagó por Rumania y Polonia hasta desembocar en 1924 en París. Allí lo conoció en 1927 a Durruti, que se encontró con una sombra del que había sido legendario guerrillero, pero que recibió de él algunas lecciones importantes. En París, Macknó se vio involucrado en los debates de tendencia del anarquismo ruso en el exilio. Se puso al lado de Archinoff y apoyó su Plataforma. Macknó coincidía en la necesidad de una centralización y una disciplina militante, y Berkman lo acusó de sufrir influencias «militaristas» y «bolcheviques»; Macknó por su parte llegó a afirmar que Volin era un «infiltrado» bolchevique. Vivió trabajando rudamente y en la mayor miseria. Falleció de tuberculosis. Dejó escritas sus memorias que con el nombre de La revolution russe a Ukranie publicaría Belfond en París.

Néstor Ivánovich Macknó: Sobre la disciplina

Algunos compañeros me hicieron la siguiente pregunta: ¿Cómo entiendo la disciplina revolucionaria? Voy a responderles:
Entiendo la disciplina revolucionaria como una autodisciplina del individuo, establecida en cualquier colectivo actuante, del mismo modo para todos y rigurosamente elaborada. Esta debe ser la línea de conducta responsable de los miembros de ese colectivo, acordando un cumplimiento estricto entre su práctica y su teoría.
Sin disciplina en la organización es imposible emprender cualquier acción revolucionaria seria. Sin disciplina la vanguardia revolucionaria no puede existir, porque entonces ella se encontraría en completa desunión práctica, sería incapaz de formular las tareas del momento e incapaz de cumplir el papel iniciador que de ella esperan las masas.
Hago hincapié en la cuestión sobre el aprendizaje de la práctica revolucionaria consecuente. En mi caso, me baso en la experiencia de la revolución rusa que tenía un contenido típicamente libertario en muchos aspectos.
Si los anarquistas estuviésemos firmemente unidos en el plano organizativo y hubiésemos observado en nuestras acciones una disciplina bien determinada, jamás habríamos sufrido tal derrota. Sobre todo porque los anarquistas de todo estilo y de todas las tendencias, no eran, ni aun en sus grupos específicos, un colectivo homogéneo con una disciplina bien definida lo que imposibilitaba realizar el examen político y estratégico que les impusieron las circunstancias revolucionarias.
La desunión condujo a los anarquistas a la impotencia política, dividiéndolos en dos categorías: la primera fue la que se dedicó a la sistemática ocupación de las residencias burguesas, en las cuales se alojaron y vivieron para su bienestar. Eran lo que yo he llamado “turistas”, los diversos anarquistas que van de ciudad en ciudad, en la esperanza de encontrar un lugar donde permanecer algún tiempo, esparciéndose y disfrutando al máximo del confort y el placer;
la segunda se compone de los que rompieron todos los lazos honestos con el anarquismo (Aun que algunos de ellos en la URSS se hagan pasar ahora por los únicos representantes del anarquismo revolucionario) y se lanzaron sobre los cargos ofrecidos por los bolcheviques, en el momento mismo en que el poder fusilaba a los anarquistas que permanecían fieles a su puesto de revolucionarios y denunciaban la traición de los bolcheviques.
Delante de estos hechos, se comprende fácilmente porqué yo no puedo continuar indiferente al estado de despreocupación y negligencia que existe actualmente en nuestros medios.
De una parte esto impide la creación de un colectivo libertario coherente que permita a los anarquistas ocupar el lugar que les corresponde en la revolución. De otra parte esto permite contentarse con bellas frases y grandes pensamientos, olvidándose del hacer.
Es por lo que yo hablo de una organización libertaria apoyada sobre el principio de una disciplina fraternal. Una organización así, conduce al acuerdo indispensable de todas las fuerzas vivas del anarquismo revolucionario y le ayudará a ocupar su lugar en la lucha del Trabajo contra el Capital.
Por este medio, las ideas libertarias llegaran al pueblo y no se alejaran. Solamente los fanfarrones consumados y los irresponsables huirán de tal estructura organizativa.
La responsabilidad y la disciplina orgánica no debe horrorizar; ellas son compañeras de viaje de la practica del anarquismo social.

Dielo Trouda , nº 7-8, diciembre de 1925

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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