domingo, noviembre 25, 2012

Jordi Dauder y la revolución pendiente



Ha pasado un año desde que nos dejó Jordi Dauder, y es quizás la hora de una evocación reposada. En ese tiempo se ha producido un documental titulado La revolución pendiente, pero seguramente habría sido mejor llamarlo La revolución en permanencia, a lo Moustaki.
Resulta singular como se suele evocar a la gente reputada y de orden cuando fallecen. Bastaría mencionar el nombre de Fraga Iribarne, pero también nos sirve el ejemplo de Vaclav Havel, un héroe liberal de los de la última ahora. En las fechas de sus exequias, desde el canal autonómico TV3 se le atribuyó nada menos que una “influencia decisiva” en la “primavera de Praga” (1), y entre un puñado de obituarios, no encontré ninguna que registrara su firma de un manifiesto a favor de la ocupación de Irak, publicado en los tiempos de la campaña sobre las presuntas “armas de destrucción masiva”. Nada, y eso que también resulta difícil acceder a una información sobre la devastación de la antigua Babilona. Quizás por esto, pueda resultar singular que en la mayoría de los medias se hablará abundantemente de la muerte de Jordi Dauder i Guardiola (Barcelona, 1938-Madrid, 2011), y que lo hicieran con un tono aceptable, que se hicieron eco de su papel en las movilizaciones que clamaban “No a la guerra”, si bien en pocos lugares constó su militancia organizada, sobre todo con la LCR de desde sus inicios hasta el final. Pero quizás esto sea pedir demasiado.
Jordi fue un actor un personaje, y por lo mismo, un actor bastante. Fue alguien que seguía “militando en toda causa que merezca luchar (…) que precede de la izquierda y de la extrema izquierda –en este orden-, que ha tenido una formación internacionalista y que busca como muchos y muchas, un cuerpo teórico verdaderamente de izquierdas…” Citas suyas como estas se pueden encontrar en toda clase de declaraciones, incluyendo los medios más modestos o más conservadores. No podía ser de otra manera ya que, al contrario de muchos otros, Jordi no se bajó del tren de la revolución del que hablaba Lenin. Siguió viajando en sus vagones, fiel a su estilo más bien bohemio El propio quizás de alguien con múltiples inquietudes y que trató de vivir al máximo, alguien quien sin pretenderlo, se había convertido en un sólido referente para las nuevas generaciones inconformistas.
1. Una infancia republicana. Militante desde la juventud, se puede decir que en su vida existió un hilo tricolor –aunque teñido de rojo y negro-, el de la República de la que procedía por nacimiento y herencia, pasando desde la II camino hacia la III de la que hablaba como una meta cercana. Este hilo se hizo más fuerte quizás en la última fase de su trayectoria, cuando regresó a sus primeros recuerdos llevado por su interpretación de Azaña, y cuando desde la acción por la recuperación por lo que se ha venido a llamar un tanto impropiamente “memoria histórica”, aprovechó cualquier tribuna para gritar por la República. Lo pudimos ver en el último gran acto de su vida, cuando se le otorgó el “Premi Gaudí” en enero del 2009 de la Academia de Cine de Cataluña.
El pretexto no fue otro que su interpretación en la película Azaña, cuatro días de julio, de Santiago San Miguel, un voluntarioso “biopic” de muy poco presupuesto, que apenas ha pasado por las carteleras. La idea era simplemente ofrecer una ilustración sobre el que fue presidente de la República, de una historia que molesta en el Reino de los Borbones. Aquel día del Gaudí, Jordi se descargó con su vehemencia crítica habitual, y concluyó con un “Visca la República!”. Una República que para existir tendría que ser después de una ruptura. La ruptura pendiente. No en vano, Jordi formó parte de aquella gente que dijo no a muchas cosas: a la Constitución, a los Pactos de la Moncloa, etc. Cierto, también dijo sí a otras: a las luchas obreras, a la libertad de los pueblos, a la revolución sandinista, etcétera. En una de las notas publicadas a su muerte, alguien cuenta que durante la larga noche del 23-F, Jordi “se fue con algunos compañeros al Palau de la Generalitat a pedir armas para defender la democracia”, la misma que quedaría mucho más demediada desde entonces.
Protagonista absoluto de la película, su historia le llevó a rememorar su nacimiento en plena guerra civil, cuando ya todo parecía ya perdido. Su historial personal venía marcada por la derrota: “…mi padre era dramaturgo, y estrenó en el 36 en Barcelona una obra con muy buenas críticas (en aquel momento le compararon con Alejandro Casona). Y vino la guerra civil, y como mi padre era un hombre de izquierda, socialista moderado, pero un hombre republicano de izquierda, le metieron en la cárcel, con lo cual ya no tuvo carrera dramatúrgica posible”. Él por lo tanto, no tuvo que buscar la República, como recomendaba César Vallejo a los niños españoles. Ya conoció una infancia con “obras de teatro que mi padre leía en casa, con actores que venían a escuchar la lectura y que decían no puede ser, teatro social: esto el régimen no lo va a permitir…Yo creo que aquellas veladas me marcaron profundamente: ese ambiente, la gente fumando, mi padre leyendo solo el teatro. Y siempre, de los cuatro hermanos que éramos, me escogía a mí para ir al teatro, me llevaba constantemente al teatro, me explicaba cómo eran los actores, las obras,… y ese gusanillo me quedó hasta que un día pude recuperarlo y seguir con esta historia”.
La guerra – proseguía Jordi- “marcó muy profundamente a mi familia, como a tantas familias en todo el país. Yo conocí a mi padre en la cárcel. El recuerdo es, seguramente, un recuerdo deformado (los recuerdos de la infancia no son siempre nítidos) pero la primera imagen es ir con mi madre a la cárcel de Valencia, un portalón enorme, una sala enorme, mi padre: un señor sentado allí en el suelo”. Curiosamente este hilo conectaba directamente con el Azaña que interpretaba, que según le contó el mayor sus hermanos: el día en que tu padre estrenó la obra, Margarita Xirgu, que era una gran actriz, vivía en Badalona. Invitó a tu padre a charlar una tarde con ella, y aquella tarde, Manuel Azaña estaba en casa de Margarita Xirgu. Tu padre fue conmigo y con otro hermano que teníamos, y yo estuve toda la tarde sentado en las rodillas de Manuel Azaña, y nos hicimos amigos íntimos. Una persona entrañable.”
El papel y la conexión animaron a Jordi a reflexionar sobre el personaje. Sobre un “Azaña fue un personaje altamente ético, un hombre que quiso hacer la revolución, contenida, limitada, una revolución burguesa, pero con tintes radicales interesantes (…) Lo cual no quiere decir que Azaña fuese un hombre coherente al cien por cien con sus ideales, es decir, él no es socialista, aunque se acercaba mucho a un pensamiento socialista, pero ni por orígenes ni por formación podía serlo: era un hombre de izquierda, liberal, republicano, pero con páginas negras, como es Casas Viejas, que es una página negra a la cual curiosamente casi no se refiere en sus diarios; pasa muy por encima del asunto”. Registra las diferencias con Luís Companys, cuando llega a Barcelona en días de la revolución, cuando “la ciudad está tomada por la CNT, por el POUM, por la clase obrera, las fábricas ocupadas, las calles ocupadas, las barricadas, etcétera”, y se enfrenta Companys. Le dice: “tiene que librarse de `esos facinerosos´, y Companys le dice “esos facinerosos, como usted los llama, son los que han salvado la República”…Jordi entendía que “situaciones violentas, le crean un desasosiego absoluto: por eso intenta negociar con el golpe de Estado (cuando no había negociación posible, no se negocia con los golpistas)” (2).
Quien habla es el actor que trabaja para componer un retrato en un tiempo en el que se está dando un combate por la “memoria histórica” en la que está fuertemente comprometido con una memoria viva, y se involucrará desde muy joven militando en el trotskismo francés.
2. Un trotskismo sin fronteras. Jordi sabía lo que era el exilio, de hecho Francia fue su segundo país. Hablaba el francés tan bien como el catalán y el castellano, y sus primeras batallas militantes les ubicaba en Francia, allá en la segunda mitad de los años cincuenta, entre “les activistes” comprometidos con la revolución argelina según él mismo contaba.
En los años sesenta, Dauder se licenció en Bellas Artes en la Universidad de Barcelona, y también en Historia Contemporánea en París. En alguna ocasión habló de esta etapa, diciendo que “en el año 57 fui uno de los estudiantes que se encerraron en el paraninfo de la Universidad de Barcelona. A raíz de aquello tuve que exiliarme a París, donde estudié historia contemporánea. Allí empecé a dar mis primeros pasos en el teatro a la vez que participaba en distintos movimientos sociales que propiciarían la revolución del mayo francés del 68”. Está claro que Jordi vivió intensamente las luchas estudiantiles del período, y que dio el paso orgánico militando en el Partido Obrero Revolucionario (POR), el primero de los grupos trotskistas aparecidos en España desde 1937. No era un trotskismo cualquiera, era el inspirado por la corriente llamada “posadista”, liderada por J. Posadas (1912-1981), nombre de guerra de Homero Cristali, personaje de la Tierra Caliente como diría Valle-Inclán, hoy olvidado pero que por entonces pudo parecer uno de los “verdaderos” continuadores de León Trotsky en un tiempo de hegemonía plena del estalinismo en el movimiento comunista.
Por más que esta es una página que no aparece en ninguna biografía de Dauder, y que él mismo la trataba con inequívoca ironía en clave de pecados juveniles, no por ello se trata de un episodio que no merezca cierta atención comenzando por la descripción del líder máximo, mucho más conocido aquí por sus últimos delirios que por un historial militante revolucionario que se inicia en Argentina, hijo de emigrantes italianos, futbolista destacado futbolista que llegó a jugar en el club Argentinos Juniors, obrero del calzado en Córdoba, militante del Partido de la Revolución Socialista, que se afilió a la IV Internacional en 1941. En 1945, Homero lidera el Grupo IV Internacional y comienza a editar el periódico Voz Proletaria, que consigue una significada audiencia en los círculos militantes. En debate con Nahuel Moreno sobre el significado del peronismo, Nahuel Moreno registra la conexión fascista, en tanto que este Posadas desarrolla un análisis más matizado acerca de este movimiento como parte de un nacionalismo burgués que en Argentina adquiere ribetes antiimperialista, y que engancha al movimiento obrero con un populismo que se apoyaba en un incipiente “Welfare State” (3).
A principios de los años cincuenta, Posadas fue elegido para animar un comité latinoamericano y asume un papel destacado al lado del inquieto e intrépido Michael Pablo (4) en los debates que sacuden la Internacional. Posadas se alinea con al sector que, en plena guerra de Corea, considera muy seriamente la hipótesis de una guerra nuclear que mantendrá como artículo de fe hasta el final, así en un encuentro con algunos de ellos allá por 1968, el portavoz comenzó diciéndonos que Mandel no estaba en sus cabales porque no creía que la guerra nuclear era inevitable. Escindido de la Internacional, Posadas crea una Internacional propia con sus propios criterios, y con unos medios propagandísticos inusuales en una fracción que según las estimaciones más optimistas no debió de sobrepasar el millar de militantes. A finales de los años sesenta, el desvarío de Posadas se había convertido en parte de un anecdotario satírico sobre el trotskismo, tanto es así que, en unas fechas como 1976, Ignasi Riera, entonces flamante intelectual juvenil del PSUC y luego celebrado escritor, se permitía en una charla organizada por las juventudes comunistas del agitado barrio de Pubilla Casas, en L´ Hospitalet, Barcelona. Se trataba de hablar del trotskismo echando mano al manido chiste que a la pregunta, ¿qué hacen dos trotskistas cuando se reúnen?, y responder con una sonrisa que era también un guiño:”Pues, crear dos tendencias”, para luego dar paso a la anécdota del Posadas intergaláctico. Tal como lo contó, parecía que en el trotskismo no había nada más, y un poco, esa era la imagen que se ofrecía desde el comunismo oficial.
Estoy creído de que Homero se quedó muy impresionado cuando vio la magnífica película de Robert Wise, Ultimátum a la tierra (The day the Earth Stoll Still, USA. 1951), uno de los mayores clásicos del cine fantástico en una época especialmente creativa. La trama es una advertencia contra la cerrara armamentística, y para estar realizada en Hollywood, está claro que también apunta contra el “pentagonismo” por más que esto resultara atenuado por una visión poco crítica con la cotidianidad del sistema. Lo debió de hacer porque el tema planteado, en una época en la que la ufología (calco del inglés ufology, palabra formada a partir de las siglas UFO, Unidentified Flying Object, en español "OVNI", Objeto Volador No Identificado), causaba furor (5), se asemeja muchísimo al imaginativo esquema posadista.
En este reino imaginario, el febril Posadas estuvo posiblemente fascinado por la capacidad “profética” de León Trotsky (aunque en éste la cualidad se refería a situaciones muy concretas de la historia social, por ejemplo a los que planteaba el ascenso de Hitler), y como un nuevo socialista romántico del principios del siglo XIX, desarrolla sus “geniales” profecías para escribir perlas como estas: “Hay que convocar a las masas, crear las condiciones para derrumbar el capitalismo y la burocracia de los estados obreros e instaurar el socialismo. Es necesario decir a los seres de otros mundos, si aparecen, que deben intervenir ya, colaborar con los habitantes de la Tierra para suprimir la miseria, es necesario hacerles ese llamado”. La cita corresponde a un texto titulado Los platillos voladores, el proceso de la materia y la energía, la ciencia, la lucha de clases revolucionaria y el futuro de la humanidad (1968), y corresponde a todo un planteamiento de Homero (6). Curiosamente, por más que prácticamente aquí nadie lo conocía, no hubo dudas de que Posadas podía decir cosas así. No en vano ya por entonces acababa sus escritos con vivas a los clásicos para cerrar con un viva a sí mismo; escritos en los que también se citaba como un líder mundial que hablaba de tú con los demás líderes, sobre todo con los de más prominentes del Tercer Mundo a los que valoraba altamente con una lógica apenas crítica.
No hay que decir que esta enfoque se comió cualquier otro, y el trayecto del POR acabó enmarcado en este anecdotario, al que, todo hay que decirlo, contribuyeron algunos de sus propios componentes cuando optaron por añadir sus anécdotas propias en ausencia de una evocación más rigurosa. No obstante, recordemos, primero, que Posadas tenía otra historia. Segundo que esta experiencia más bien infantil llevó a muchos militantes de la talle intelectual de un Adolfo Gilly o el luego notable historiador marxista Alberto J. Pla (7), militantes que luego tuvieron un papel destacado en la Internacional, a hacer sus primeras, y a destacar después en la Cuarta Internacional (la unificada). En España llegaron a gozar de una cierta implantación universitaria así como de crear núcleos obreros en varias empresas importantes…La creación del grupo demostró la atracción que comenzaba a ejercer el trotskismo más allá de lo que podía significar el POUM, que por entonces se mantenía apartado en París, y hacía tiempo que carecía de una mínima estructura en el interior. Era una generación que tenía prisa por derrocar la dictadura, y que empezaba a criticar al estalinismo desde una óptica revolucionaria. Algunos de ellos provenían del FLP, y en algún lugar se dice que el POR (trotskista) por una fracción de la organizaciones frentes que también conocieron una atracción por el trotskismo (8).
Pero, ¿qué fue lo que llevó a este grupo de jóvenes a crear el POR (t)? Obviamente, existía una potente impaciencia revolucionaria, el sueño de una revolución que saltaba por encima de las unas condiciones concretas más bien desoladores. La creencia de que bastaba el entusiasmo para formar parte de algo tan arduo como un partido obrero revolucionario lo que significaba llevar a Sísifo hasta cerca de una cima que entonces ni podían ver. Muestra de todo esto sería la historia refrendada por propio Jordi, de valorar “in situ” la posibilidad de crear un foco guerrillero en Sierra Morena, lugar donde se programaron algunas prácticas, al parecer junto con algunos jóvenes comunistas en una época en que estos cantaban –junto con las de “Chicho” Sánchez Ferlosio, el “!Ay, Carmela¡”, y otras por el estilo- aquella hermosa canción titulada “Camarada Jeremías” sin sospechar su procedencia “posadista” brasileña. Al final, todo quedó en una idea cuyo mayor significación sería el de engrosar el anecdotario. Un anecdotario del que se haría eco Rossana Rossanda en Un viaje inútil o la política como educación testimonial (Laia, Barcelona, 1984), que estuvo en los sesenta en España, y que escucho mientras hablaba con un grupo antifranquista como “Uno de sus dirigentes me dirá, sin sonreír, que quieren organizar un desembarco como el del `Gramma´ en el Levante español”.
Allá por 1963-1964, Dauder vivió parte de su clandestinidad en Armilla (Granada), y luego en Sevilla, una página poco o nada conocida de la que, según testimonios fugaces, forma parte de la memoria de varios de sus camaradas (otros ya murieron), obreros manuales todos, con años de cárcel detrás, a los que él educó para luchar no por esta "democracia" sino por la revolución proletaria y la democracia obrera (9).
Por supuesto, el infantilismo era algo muy generalizado, el corte con la generación anterior había sido tan brutal que la de los sesenta se fue forjando al margen de las tradiciones, si maestros, midiendo la historia por los sueños alimentados desde el primer territorio libre de América Latina. Desde aquella Cuba donde los trotskistas afines a Posada pasaron también su temporada en Sierra Maestra sin dejar empero mucha huella. Jordi será reconocido como el principal dirigente del grupo con el sobrenombre de “Carles”, pero también como “Victor”. De aquel tiempo data un encuentro con Manuel Sacristán que Jordi contará en su introducción, “Una noche con Manolo Sacristán”, y en el que releva una conversación con Manolo en relación a Trotsky, y muestra como éste ya se encontraba muy lejos de los cánones que todavía imperaban en el PSUC, aunque todo indica que su posición no debía ser tan próxima como Jordi creía, baste anotar que durante el mayo francés Manolo no llegó a cuestionarse la actuación del PCF.
En una lejana conversación con el poeta Pere Ginferrer sobre Andreu Nin como traductor, evocaba a aquel “Carles” como un orador fascinante, y apreciación muy compartida. Según Alfons Bech, cuando lo conoció en 1969 y militó en el mismo partido, “Carles” era ya un militante experimentado en la clandestinidad, y respiraba el entusiasmo del mayo del 68 Después, cuando sus compañera “Nicole, francesa, sufrió una caída y fue encarcelada, padeció por su situación. Tenían una hija, creo que en Francia” (10). Bech ha escrito una pequeña evocación que, no obstante, es uno de los escasos testimonios existentes sobre el POR y recuerda a Jordi por sus artículos dictados para la revista “Lucha Obrera” que (…) vendían en las puertas de las fábricas más grandes de Barcelona, la Seat, la Pegaso, la Maquinista (…). Una compañera (con el nombre de guerra, Ana) y su hermana, que sabían mecanografiar muy rápidamente, pasaban después su voz en forma de parágrafos escritos (…) Pero “la caída del grupo en el 72 nos dispersó a todos” pero como se dijo en los muros de Paris, aquello no era más que el comienzo, el combate continuaba. Y una caída no era nada para el que hasta el final proclamó que “luchaba las religiones, los militares y el poder”, que no soportaba la sumisión.
Desde luego, a todos ellos, las historias que se contaban de Posadas les apareció tan descabelladas como a los demás, y parte de los que habían hecho la experiencia como fueron los casos de Antonio Gil y Diosazo Toledano, ambos convertidos en sindicalistas reconocidos, y los dos, al igual que Lucía González y el propio Jordi entre otros, al final se integraron en la LCR.
3. De la “Lliga”. Al no reconocerse mucho en esta época –que saldaba con alguna que otra ironía cuando se le recordaba década después-, Jordi ha llegado a contar que estuvo en la fundación de la “Ligue” francesa”, algo que me consta como incierto, y luego como uno de los fundadores de la Liga Comunista Revolucionaria, por más que según Bech perteneció al POR hasta 1972, y que algunos amigos certifican que por 1971 andaba por México, un detalle que podría aclarar Adolfo Gilly. Jordi tampoco tenía relación con los componentes del grupo que editaba “Comunismo”, pero al margen de cuanto haya de cierto o incierto en todo lo esto, la verdad es que por la época se hizo militante de la LCR, concretamente en Badalona donde llegó a ser durante la década uno de los dirigentes más apreciado y reconocido. Detalle que a mí me llegó vía militantes del PSUC en la zona, que casualmente me hablaron con entusiasmo de un tal Dauder, de un orador “que era la reostía”.
Según testimonian camaradas que lo trataron entonces, el perfil de Jordi no era justamente el de un bolchevique disciplinado sin o más de el de un revolucionario bastante bohemio, alguien que no cuadraba con un marco de acción constante y disciplinada, de manera que, si bien se le podía encontrar en los momentos más necesarios, luego, durante el día a día, Jordi desaparecía para luego reaparecer como si tal cosa, y contando batallas que dejaba a los demás bocabiertos. Así por ejemplo, cuando llegó la hora de la revolución de los claveles, episodio que el contó así en una entrevista en el diario “La Vanguardia”: “Verano de 1975, Portugal y la revolución de los Claveles: participé junto al Movimiento de las Fuerzas Armadlas en su campaña de alfabetización y en sus actividades culturales. Allí también realicé un cortometraje sobre aquella magnífica convulsión social que sacudió a todo el país”. También evocaba otro el “Verano de 1977: participé como miembro de la aso­ciación de vecinos del barrio de Santo Cristo de Badalona en la ocupación multitudinaria de tres hectáreas de terreno del polígono Montigalá para reclamar la construcción de una escuela pública que hoy ya existe y que se llama Llibertat”. En el curso del acto de homenaje que se celebró en esta ciudad, Estela Fernández y Enrique Elejalde, dos antiguos camaradas suyos, evocaron con mayor detalle esta militancia.
Seguro que sobre este capítulo badalonés habrá mucho que hablar, testimonios de camaradas que lucharon con él o de los historiadores locales que recuperen aquella “memoria histórica” de agitación clandestina, y de profundas movilizaciones vecinales que llegaron hasta principios de los años ochenta, época en la que Jordi iba y venía constantemente de París de la mano de una joven camarada de la “Ligue” francesa, y con la que realizamos un viaje colectivo en una destartalada furgoneta en el otoño de 1980. Nos acompañaron dos parejas formadas por reconocidos activistas vecinales de Badalona a los que se me encomendó la misión de argumentarles con paciencia para que se afiliaran. Aquel viaje fue cuento menos singular, en parte por las constantes y ásperas controversias que Jordi y su pareja mantenían (a veces hasta fatigar a los demás), como una sobre las diferencias entre el catolicismo hispano y galo, aunque a mi parecer ambos tenían su razón, en España era más extenso y teatral, en Francia más minoritario y por lo mismo más genuino, y en parte por el descubrimiento inusitado de una agrupación trotskista que llevaba ocultamente un restaurante vietnamita en el corazón del Quartier Latin, y que decidieron salir de su clandestinidad justo aprovechando la visita en una hora tardía de un ruidoso grupo de españoles que parloteaban sobre la IV Internacional. Su dramático historial nos recordó el del POUM, pero lo extraño era que no se hubiesen dado a conocer antes, la explicación quizás fuese el peso que tuvo el muy estalinista PCF durante décadas.
Del verano del 77 al siguiente hay un salto largo: De este hay un salto hasta el siguiente: “Verano de 1993: después de rodar la película Los baúles del retorno, con Silvia Munt y Patricia (en realidad Paulina, PG-A) Gálvez, me fui a los campamentos saharaui del Frente Polisario a convivir con ellos y a realizar un reportaje sobre su terrible situación para la revista El Viejo To­po, en la cual colaboro”…Este salto nos lleva de un Jordi Dauder a otro. El primero seguirá militando en la LCR a principios de los años ochenta, en un tiempo de retroceso para la izquierda, sobre todo para que no haya renunciado a sus señas de identidad más básica. Es un tiempo en el que Jordi era el rostro y el verbo seductor de la Librería Leviatán, en la calle Santa Ana de Barcelona. En ella se sentía como pez en el agua Un librero que podía abrumarte en detalles sobre tal o cual libro, o capaz de convencer a una clienta que venía buscando a un autor y que salía tan contenta, aunque con cuatro libros distintos al que buscaba.
Sobre esta faceta suya se contaban historias, y yo tengo la mía. Fue cuando Jordi se hizo un habitual en mi piso de la calle Olçinelles, en Sants. Mi compañera de entonces, era una enamorada de la poesía de Miquel Marti i Pol, al que, vayapordios, Jordi recitaba con una sonoridad y una intensidad que nos dejó maravillados. Para colmo, lo conocía bien, y lo visitaba a menudo; hasta ganó el premio que lleva el nombre del poeta. Llegó un momento en mi compañera parecía que preguntaba con más insistencia de lo normal sobre porque no venía Jordi. Tuve entonces que ponerle a los puntos sobre las íes y recordarle que Jordi era como Diego Rivera, un seductor por base genética.
En estos años, Jordi militó en la célula de cultura de la “Lliga”, junto con un pequeño grupo de militantes como Xavier Giró, Joseph Casals y otros que no recuerdo, amén de Gerard Romy y Mariano Delás que eran los propietarios de Leviatán, y con los que el que escribe vivió a los largo del año 1981 la aventura “autogestionaria” de “El Diari de Barcelona”, “el Brusi”. Nos habíamos habituado a soñar, y lo seguimos haciendo en una fase en la que un fracaso lleva a otro. Entre estos se pueden señalar el proyecto de una revista de investigación periodística que tenía que desnudar el periodismo realmente existente, y que incluso llegó a tener un nombre, “Marxa” en homenaje al famoso diario uruguayo; en un proyecto de reedición de la experiencia del Libro de Izquierdas a la manera británica, y por el que Jordi se movió especialmente; por entonces se ofreció como “contable” para la revista “Quimera”, aunque en realidad allí hizo de todo menos cuentas, pero tampoco hizo falta; también aprovechó sus viajes a Paris para tratar de crear una sección española del Instituto León Trotsky que presidía -con mucha desconfianza con otras escuelas- Pierre Broué desde la Universidad de Grenoble. En este proyecto tomaría parte Elizenda Illamolas, una dulce y voluntariosa camarada que se suicidó por entonces, justo días después de comprometerse a traducir un notable artículo de Trotsky sobre Nietzsche, que por entonces empezaba a sonar fuerte en las “izquierdas” a través de autores como Fernando Savater…
4. Un actor tardío pero completo. Luego hay otro Jordi que va dejando de asistir a las reuniones, al que no se le encontraba para casi nada, hasta que ya en 1983 llegó una ocasión en que la célula por mayoría decide asistir a su debut en El gran teatro de Oklahoma, sobre textos de Kafka, en un teatro de Sabadell, lo que me tomé como algo improbable, creo que pensando algo así como “…A estas alturas”. Aunque Jordi engañaba esto de la edad, lo cierto era que hacía tiempo que había dejado los cuarenta atrás, pero pude convencerme no mucho después cuando pude verlo el donde estaba el antiguo cine Regina que ahora se llamaba Sala Beckett en un montaje del Teatro Fronterizo que dirigía Sanchís Sinisterra (el celebrado autor de ¡Ay, Carmela¡), que había tenido mucho que ver en este nuevo curso de Jordi. Se trataba de un auténtico “tour de force”, llevar sobre sus espaldas el monólogo La geografía estilográfica, de Beckett, donde además donde debutaba como director. Si tenía alguna duda, allí me convencí.
Como no he tratado esta faceta suyo, me sirvo de las notas que insertó en un Kaos un amigo, el asturiano Boni Ortiz, historiador del teatro y militante de siempre, que nos decía sobre Jordi “Le había visto hacía más de diez años en El lector por horas; también en La gaviota y en un par de montajes dirigidos por Helena Pimienta: La entretenida de Cervantes con la Cía de Teatro Clásico y Sonámbulo, de Juan Mayorga sobre Rafael Alberti: una función que me causó una intensa impresión y que, curiosamente y a pesar de que Dauder era parte de un trío de Hombres del Bombín acechando al poeta, es del único que recuerdo su interpretación, incluso de sus grandes zapatos sin calcetines y que en ocasiones se le salían de atrás. En ese coro trino de Homesicknes a lo René Magritte, también estaba Pepe Viyuela, pero Dauder llenaba la escena y el recuerdo.”
Tampoco he seguido sus trabajos en los seriales de TV3, en los que alcanzó una fama de la que no he tenido noticias visibles para mí hasta su fallecimiento hizo que diversas amistades se hicieran eco de nuestra lejana amistad, y que me ofrecerían una idea más aproximada del impacta causado por Nissaga de poder (1996-1998), basada en la obra del dramaturgo Joseph María Benet i Jornet y emitida por TV3. Se trata de una serie muy trabajada que trata de emular algunos de los grandes ejemplos británicos, y en la que se destapan los trapos sucios de una respetable familia catalana liderada por Eulalia y Mateu Montsolís, interpretados por Emma Vilasarau y Jordi Dauder respectivamente. Su prestigio alcanzado fue tal, que cuando publicó El estupor (Montesinos, Barcelona, 1996), una de novela escrita como un acto de militancia para nada complaciente, fue un pequeño éxito editorial gracias a su prestigio como actor. Sobre esta novela que revela otra faceta más de Jordi Dauder, se ha dicho: “…es un libro que irritará por lo menos en la misma medida que fascinará a sus lectores. También que a éstos hay que buscarlos entre los de ese tipo arriesgado y bronco, capaces de leer a tumba abierta y que nos son fáciles de encontrar. Pero hay que decir que Dauder ha escrito una de las novelas más incendiarias de los últimos años. Un libro que quema" (11)
En el tiempo que sigue, en unos años en los que la mal llamada “revolución conservadora” se afianzaba sobre las ruinas de la viejas izquierdas, en unos tiempos en los que, al decir de Dauder, “se estaban recortando las libertades democráticas de una manera alarmante. No quiero decir que el 11 de septiembre no fuera trágico, pero también hay que reconocer que se vive en una era de involución, prefascista. Desde el poder se impone todo y no existe la crítica”, Dauder hizo su propia guerra. Su nombre aparece en multitud de pequeñas batallas como lo pudo ser que todavía se pudieran utilizar fichas policiales como pudo comprobar el mismo cuando lo tuvieron retenido en la frontera por un “busca y captura” de tiempos del franquismo. Jordi siempre uno de esos “cómicos” que actúan como militantes por libre en todas las causas que le mueven, y que prestan voluntariosamente su voz a quienes no la tienen en un mundo en el que el “gran dinero” dosifica la libertad de los medios. Lo encontramos con los polisarios en el Sahara, en festivales de cine árabe como el organizado por el Festival de Valladolid y filmotecas de Madrid, Barcelona, Zaragoza, Valencia, en la refundación de “El Viejo Topo”, un acto pleno de simbolismo resistente, o bien realizando declaraciones “subversivas” en “L´Eco de Sitges”, con ocasión de un seminario sobre el “Actor dramático”, en los tiempos más vivos de la solidaridad con la revolución sandinista…
De esta actitud comprometida dejara cumplida cuenta en el cine, donde se mostró como un profesional al mayor nivel, alguien capaz de bordar papeles complejos. Su ocasión preferida seguramente fue la de poder trabajar con Ken Loach en Tierra y Libertad (Land and Freedom, Reino Unido-España, 1995) y sobre la que cuenta Adolfo Gilly que “…Jordi aparecía como el organizador que saca adelante las resoluciones de reparto de tierras en una asamblea campesina. `Ay, Jordi´, le dije, "esa escena la tienes bien ensayada. Hace años te vi hacer lo mismo para seducir y convencer a otras reuniones, nada más que aquéllas no eran teatro". Su identificación le llevó a secundar activamente toda la campaña europea de presentación de la película que fue premiada en el Festival de Cannes: Premio FIPRESCI (ex-aequo), Premio del Jurado Ecuménico, obtuvo el Premios Félix: mejor película europea, esto sin olvidar los españoles que no fueron pocos. En dichas presentaciones, Jordi actuó tanto como un portavoz del film en toda clase de foros, comenzando por la preparación de un “dossier especial” sobre la película en “El Viejo Topo” (nº 85 mayo, 1995).
Una muestra de su “complicidad” con el cine de Loach lo ofrecerá en su Web personal (www.jordidauder.com/blog), donde ofrece una airada defensa de Loach motivado por los frívolos comentarios de En un mundo libre, por parte del crítico de el País Jordi Costa. Jordi confesaba que todavía no había visto la película, se refería al “tono y de los juicios ideológicos que expresa el tal crítico. Es posible que tampoco yo sea objetivo (creo que el crítico no lo es), puesto que he trabajado con Ken Loach en Tierra y Libertad, y admiro tanto al creador, al artista, como al hombre comprometido con su época para denunciar con las armas de su cámara todo tipo de injusticias, sean éstas actuales o históricas. La cámara de Ken Loach es un bisturí que disecciona la sociedad capitalista, muestra sus lacras, sus profundas injusticias y su progresica degradación y deshumanización. En una época en la que lo que predomina es el “cine-espectáculo” - al servicio de la `sociedad del espectáculo, en palabras de Guy Debord -, y las cámaras edulcoradas, es de agradecer que alguien diga todavía en voz alta :”J´accuse!”. Esta no es más que mi opinión personal, claro está. Pero prefiero exponerla a fin de clarificar posiciones (...) ¿tienen o no tienen ideología dichas películas? Y es que, para decirlo ya de forma rotunda : en nuestra sociedad todo lo espectacular - y no sólo - está cargado de ideología. Hasta las películas de Walt Disney. Y hay libros muy interesantes que analizan el fenómeno. ¿Porqué, pues, acusar sólo a Ken Loach de hacer cine ideológico cuando lo que nos rodea, cinematográficamente hablando, es pura ideología francamente reaccionaria. ¿O acaso lo que le molesta al crítico es que Ken Loach sea un hombre de izquierdas? (...) En este mundo hay que tomar partido y comprometerse. Y ésto es también una opinión personal. Porque, no lo olvidemos, vivimos en la sociedad que vivimos, frente a las injusticias que conocemos, ante las guerras y los genocidios a los que asistimos, y en un contexto de brutal explotación del ser humano que exigen, como mínimo, el compromiso de denunciarlo. Como decía Bertold Brecht (cito de memoria): `Qué época ésta en la que hablar de los árboles o de los pájaros significa significa no hablar de las injusticias´. Y también Bertold Brecht y su teatro tenían una fuerte carga ideológica“.
Desde el punto de vista más político, Jordi realizó papeles muy notables en películas muy diversas, pero quizás valga la pena llamar la atención sobre su contribución a un cierto retrato rupturista del franquismo en títulos a mi parecer subestimados como Sé quien eres (España, 2000), de Patricia Ferreira, donde encarna con maestría a un militar franquista que mueve los hilos de una de aquellas tramas negras que permanecieron en la sombra, o La flaqueza del bolchevique (España, 2003), de Manuel Martín Cuenca, representando a un jefe de policía capaz de quitar de en medio al protagonista por el simple hecho de devolver un favor a una dama de alta cuna que lo odia, Pero quizás su mejor composición fue la del siniestro sacerdote del Opus Dei en Camino (España, 2008), de Javier Fesser. Un título que sobresale especialmente en el capítulo de las interpretaciones, y la de Dauder es de esas que pueden considerarse como insuperables. En esta misa lista hay que incluir una de sus últimas apariciones, cuando se ya apenas sí podía ya caminar, Catalunya über alles! (España, 201), obra de abierto cariz antirracista de Ramón Térmens, en la que Dauder encarna con soltura y convicción un personaje escrito a la medida del neofascista Joseph Anglada cuya actuación en el dramática asunto de la emigración extraeuropea no deja de resultar complementaria a la derecha convergente.
Antes de dejarnos Jordi, Antoni Verguer escribió y dirigió un documental sobre su vida, Jordi Dauder, La revolución pendiente, en el que se ofrece un repaso de su vida a través de una larga entrevista que se desarrolló pocas semanas antes de su muerte. A partir de la conversación y de las intervenciones de personas que le conocieron, la obra explora las experiencias del actor, tanto desde su vertiente artística como desde sus convicciones políticas y vitales. En ella aparece el Dauder total: actor, poeta, escritor, activista, comprometido, íntegro y entregado. La revolución pendiente, la de ahora y la de siempre, la misma que ayer parecía una utopía perdida, y que ahora, sobre todo desde la crisis del 2008, se perfila como una única alternativa para el evitar que el triunfal-capitalismo alcance sus últimos objetivos: un desastre ecológico irreversible, y un retroceso brutal de los derechos sociales y de las libertades. Como revolucionario marcado por el toque bohemio –incapaz de cumplir con la disciplina que había aceptado cumplir-, se podría decir que Jordi perteneció tanto del mayo del 68 como del 15. M., alguien que nunca se olvidó de las “causas perdidas”, ni tan siquiera en las últimas décadas del pasado siglo, cuando el impasse del movimiento obrero y la desintegración de la izquierda realmente existente (por no hablar de los escritores domesticados, dejó al pueblo indefenso. Jordi fue uno de esos cómicos que dieron su voz a quienes como en el caso de la guerra de Bush (con el apoyo de Aznar y del PP), o en el de la huelga de hambre de la activista saharaui Aminatou Haidar, dieron lo mejor de sí y se enfrentaron con los poderes establecidos. Su compañero, Juan Diego Botto, se hizo eco de esta actuación cuando el cáncer hepático que le había dejado preso del dolor, acabó con su vida, y escribió:

“Compañero del alma, compañero.

No se detendrán los coches en las calles, ni se vestirán de luto los semáforos. No se tornará tricolor la bandera al menos por un día en homenaje. No desaparecerán las injusticias ni la propiedad privada. No escucharemos el grito mudo de los medios de comunicación ni veremos arrodillarse a las grandes fortunas ni a los próceres de la patria frente a su tumba. Pero en la noche del jueves murió una de las mejores personas que he conocido en mi vida, un hombre que ha sido un ejemplo de humanidad, ética y firmeza de principios. Un compañero que fue un inmenso actor. Hoy se hace insoportable ver que la vida sigue ajena a una pérdida tan grande. Para sincronizarse con el dolor de tantos actores que hoy lo lloramos, el mundo debería detenerse unas horas, al menos una hora. Este planeta sin ti, querido, tan querido Jordi Dauder, es sin duda peor. Pero seguiremos trabajando para, humildemente, algún día dejarlo a la altura de tus sueños” (Público, 17-09-2011)

Notas

--1) En estas fechas, Havel se limitó a dar su apoyo a las reformas auspiciadas por la mayoría “reformista” del Partido Comunista liderado por Alexander Duceck, pero este dato se olvida. Igualmente se olvida que en el momento de justificar la ocupación militar del país, el premier ruso Leonid Brézhnev echó mano a la presencia de “trotskistas” en el movimiento, lo cual era cierto pero de manera muy minoritaria.
--2) Entrevista con Julio Castro / Ana Delicado para -laRepública.es
--3) Sobre la historia social argentina vale la pena tener en cuenta –por más que se pueda discutir tal o cual aspecto- dos documentales de Fernando Pino Solanas, Memoria del saqueo, y La dignidad de los nadies (Argentina, 2003, 2005)
--4) En El trotskismo en España (Madrid, 2006), su autor, Luís González, describe la “crisis de la IV Internacional”, como producto de “la dirección de Pablo, Posadas, Mandel y Frank defienden el papel revolucionario de la burocracia estalinista que construirá el socialismo, aunque sea en `siglos de transición, y la necesidad de que los trotskistas ingresen en los partidos comunistas, liquidando la organización independiente” (p. 101). Este es quizás un buen ejemplo de los extremos al que pueden llegar las lógicas sectarias, imbuidas en la creencia de estar en la línea correcta gracias a interpretaciones como estas. Dauder pasó de Posadas a Mandel en un tramo que va desde un cierto infantilismo hasta una considerable madurez teórica que se reflejará a lo largo de su trayectoria.
--5) Actualmente estas historias quedan como reliquias de otros tiempos, pero en la época del mayo del 68, los libros más vendidos en Alemania eran los de Eric von Daniken. Una aproximación sobre como se vivió este espejismo entre trabajadores con una cierta personalidad puede encontrarse en la notable película de Oscar Aibar, Platillos volantes (España, 1994), muy recomendable desde este punto de vista.
--6) El número dos del posadismo en Argentina fue Dante Minazzoli (1918-1996), un dirigente de la metalúrgica Siam que plasmó su ideario ufológico en Por qué los extraterrestres no toman contacto públicamente, un texto que al parecer pasó a ser decisivo entre los posadistas italianos del MIR, liderados por Pietro Leone, muy presente en la prensa del POR. Al parecer, Minazzoli clamaba por concienciar a las masas para instar a los alienígenas a colaborar con el proceso terrestre hacia el socialismo, meta que “ellos” –gracias a su desarrollo tecnológico, social y espiritual ya habían alcanzado.
--7) Pla fue más tarde uno de los historiadores marxistas más reconocidos de América Latina, algo similar se puede decir de Adolfo Gilly, igualmente argentino aunque afincando en México, responsable de una bibliografía muy valorada. Gilly y Jordi colaboraron en una misma revista Coyoacán, que distribuía desde Leviatán, y lo volvieron a hacer en sinpermiso donde Gilly publicó un homenaje a Jordi en el que cuenta entre otras cosas : “Jordi Dauder, que acaba de morir, se llamaba entonces Víctor. Nos conocimos en París en la primavera de 1972. Trotskistas, claro, o marxistas revolucionarios, si se quiere decir más refinado y menos áspero. Él venía de vidas clandestinas bajo el franquismo, de acciones solidarias con los argelinos y de otras historias que sería largo de contar y fácil de no saber. Llegaba yo deportado, apenas salido de seis años de cárcel en México, de mis compañeros asesinados en Guatemala y también de historias largas de contar y difíciles de olvidar. Víctor era audaz, alegre, enamorado y amoroso, te daba lo que tenía y lo que no tenía. Una tarde me vio con una chamarra vieja, entró a un "grand magasin", salió con una nueva puesta y me la dio. "¿Y cómo hiciste?” "Nada, que me la puse, una empleada me vio, yo le hice una sonrisa, ella me devolvió otra, me salí del negocio y aquí está tu chamarra".
--8) En la recopilación Les veus de la presó (Edhasa/La Campana, Barcelona, 2003), obra de J. l. Martin Ramos y Gabriel Pernau, Diosdado toledano, hijo de un veterano militante del PSUC y convencido estalinista, cuenta su desafío a la autoridad paterna, y su descubrimiento de Trotsky, su militancia en el POR. Curiosamente, fue detenido con una obra de Trotsky y otra de Engels, siendo la del último la que motivó su detención ya que, al parecer de la policía, un obrero que leyera filosofía tenía que ser por fuerza un subversivo.
--9) En un comentario aparecido en Público alguien que firma “Guarda” se añaden los siguientes datos sobre esta misma época: “Nosotros, que compartimos esta fase oculta de tu vida, respetaríamos tu voluntad si, a la hora de los homenajes póstumos, algunos no aprovechasen el `agujero negro´ de los `15 años de exilio en París para poner en duda tu compromiso político en la lucha antifranquista. Sepan entonces estos críticos póstumos que los 15 años de exilio fueron vividos en su mayor parte en España, en la clandestinidad, primero en Armilla (granada), y después en Barcelona. Los curiosos pueden encontrar pruebas de este pasado en los archivos del Tribunal de Orden Público, pues si Jordi consiguió escapar de la policía, nos tuvieron la misma suerte varios de sus camaradas de la época, presos y condenados”
--10) Entre las múltiples notas aparecidas tras la muerte de Jordi, la de Bech (El militant comunista Jordi Dauder en por.pangea.org/cat/noticies.php) es la que única que yo sepa que evoca esta parte de su vida. También lo hace “Guarda” completando la nota anterior: “Cito su compañera, Nicole (que seria durante cerca de 20 anos corresponsal del diario El País), el pintor sevillano Paco Cuadrado y su mujer Mari Paz Sánchez, todos vivos”.
--11) Esta reseña apareció en Quimera y estaba firmada por Paco Marín. En unas declaraciones sobre esta obra, Jordi dijo que la “había escrito como una forma de militancia, y este aspecto no le he abandonado ni lo abandonaré nunca” (citado por Mariá Delás, en Jordi Dauder. Cultura y compromiso, Viento Sur nº 119, pg. 93. Jordi consiguió además el Premio Martí Pol de Poesía, y el Premio Ciudad de Sabadell, de cuento.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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