miércoles, noviembre 21, 2012

La memoria de la revolución. El caso Valtin.



Cuando se ha visto y se ha vivido desde dentro grandes momentos de lucha y de revolución, resulta difícil olvidarlos. Es lo que le sucedió a Jan Valtin.
Cuando al principio de los años sesenta, la revolución parecía destinada a ser arqueología y la clase trabajadora parecía haberse olvidado de ella, un viejo revolucionario recordaba que la historia no era un evento que se medía por las coyuntura, y que únicamente hacía unos pocos años, el socialismo había estado en campos, fábricas y talleres conmoviendo la vieja sociedad enferma. Solamente en Alemania se dieron tres crisis sociales de primer orden, entre finales de 1918 y principios de 1919, en 1921 y en 1923…
Jan Valtin, dejó un vibrante testimonio en sus memorias, La noche quedó atrás publicada por Seix Barral (Barcelona 2008), entre las páginas 17 y 19: "Hacia finales de octubre de 1918 nos escribió nuestro padre, informándonos de que la Flota de Alta Mar recibió la orden de hacer un ataque final contra Inglaterra. No había ningún secreto en ello. Nos dijo, en su manera brusca, que los oficiales lo revelaban noche por noche. Hablaban del 'paseo de la muerte' de la flota. El rumor decía que la flota recibiría orden de entablar batalla para salvar el honor de la generación que la construyó.
'Su honor no es nuestro honor', comentó mi padre secamente.
"Días después la flota se hacía a la mar. El pueblo de Bremen estaba más furioso que nunca.
"Después llegaron noticias asombrosas. ¡Motín en la flota del Kaiser! A los jóvenes de la burguesía, que se alistaban como marineros por deporte, los dejaron regresar entonces a casa. Vi a mujeres que se burlaron y se lamentaron porque tenían a sus hombres en la flota. Desde las ventanas y puertas, y frente a los almacenes, se oían las angustiadas preguntas: '¿Ordenarán salir a la flota?... No, la flota no debe salir. Eso sería un asesinato ¡Terminemos con la guerra!'. Los más jóvenes gritaban," ¡Hurra!'"
Los amotinados en Kiel habían tomado el barco Thueringen. Echaron los anclas y desarmaron a los oficiales. El barco de guerra Helgoland le siguió entonces. La flota comenzó a regresar a puerto. Como resultado del motín, 580 hombres de ambos barcos fueron arrestados y encarcelados. Valtin continúa:
"Esa noche vi a los marineros amotinados entrar en Bremen en largas caravanas. Las banderas rojas ondeaban, y las ametralladoras estaban montadas sobre los camiones. Por millares la gente llenaba las calles. A menudo los camiones se detenían y los marineros cantaban y rugían para que les dejaran paso libre...
"Me dirigí hacia Brill, una plaza en el centro occidental de la ciudad. Desde allí tuve que llevar muy lentamente mi bicicleta a través de la multitud. La población entera estaba en las calles. Desde todos los lados, las masas, un mar de gentes que se movían y empujaban, con sus rostros desfigurados, se dirigían hacia el centro de la ciudad. Muchos de los obreros estaban armados con pistolas, con bayonetas, con martillos. Entonces, y más tarde, sentí que el aspecto de los obreros armados inflama la sangre de aquellos que simpatizaban con los manifestantes. Cantando roncamente, se encontraba allí un grupo bastante numeroso de presidiarios que habían sido liberados de la prisión de Oslebshausen, cuando pasaba por allí un camión de marineros. Muchos de ellos traían puestos capotes verdes de militares sobre su atuendo de la prisión. Pero el verdadero símbolo de esta revolución, que realmente no era sino una rebelión, no eran los obreros armados ni los convictos que cantaban, sino los amotinados de la flota, con las cintas de sus gorras al revés y sus carabinas colgando sobre sus hombros, las culatas arriba y los cañones hacia abajo...
"Al pie de la estatua de Rolando se quejaba una vieja mujer asustada. 'Ach du liebe Gott' [Oh, Dios mío], gritaba con voz penetrante '¿Qué significa todo esto? ¿Hasta dónde se llega en este mundo?' Un joven obrero, alto y enérgico, que daba de vez en cuando estruendosos vivas al triunfo y a quién yo había seguido desde Brill, asió por los hombros a la vieja. Se reía a carcajadas. 'La revolución ', él retumbó. ' Sí, esto es la revolución, señora'."
Este libro un tesoro, sobre todo para las nuevas generaciones para las que la revolución puede parecer algo demasiado lejano, y que ahora están obligados a revisar la historia aprendida en obras como la de Valtin cuya primera edición data de abril de 1966 (1) y que todavía se encuentra entre los libros de lance con sus tapas duras de color. Sinopsis: Jan Valtin era el pseudónimo de Richard Julius Hermann Krebs (17 de diciembre, 1905 - 1 de enero, 1951), fue un comunista alemán de primera hora, miembro entusiasta de las juventudes esparquistas, alguien que no abandonó el entusiasmo por la causa aunque unas buenas dosis de fanatismo le llevó a olvidar la tradición librepensadora de la que provenía para acabar trabajando ciegamente para el Komintern y para la Rusia soviética en los años que siguen al “irresistible ascenso” del nazismo, aunque en realidad dicho ascenso se fraguuó especialmente gracias a la “guerra fría” que enfrentó a la socialdemocracia legalista (que seguía siendo el primer partido obrero), y un partido comunista que creía ciegamente que Stalin era el Lenin de hoy, y que había seguido su prenisa de que socialdemocracia y fascismo no eran enemigos sino hermanos gemelos.
Desde 1937 trabajó como doble agente infiltrado en la Gestapo hasta que al año siguiente huyó a los EEUU, donde pasó en la cárcel de San Quintin, California, ocupan nada más que una página. Claro, comparado con los horrores que conocería el autor después en una cárcel nazi, ésas fueron unas vacaciones de verano. En 1941, bajo su seudónimo, publicó La noche quedó atrás que rápidamente se convirtió en un bestseller. En ella, después de contar brevemente su infancia, en Alemania y en distintos lugares pues su padre era marino, Richard Krebs refiere sus peripecias desde que se afilió al Partido Comunista siendo muy joven: durante los años veinte y principios de los treinta viajó por muchos países organizando revueltas sindicales; en los años treinta, siendo ya un agitador muy conocido, fue capturado y torturado por la Gestapo; pocos años más tarde, logró convencerles de su adhesión al nazismo y abandonó la prisión convertido en agente; enfrentado luego a sus propios jefes comunistas, huyó y como consecuencia su mujer fue encarcelada por la Gestapo y falleció. Como nota dolorosa de su agitada vida, su hijo Jan, a la muerte de su mujer, fue educado como un ferviente defensor del Partido Nazi. Temido y perseguido tanto por Hitler como por Stalin, el testimonio de Valtin proporciona un retrato impresionante de los dos bandos que determinaron el destino del siglo XX. Este último detalle nos remite a la fase más demencial de la historia “comunista”, cuando Stalin liquida partidos comunistas como el polaco, encarcela, asesina o reenvía a la Alemania nazi a numerosos cuadros del partido comunista alemán, entre ellos a Heinz Neumann y a su compañera Margarette Buber-Neumann, que, al igual que Valtin acabarán rompiendo con el “Comunismo”, ella se hará “testigo de Jehová”, y escribe diversos testimonios de un valor muy desigual (2).
Pero la obra de Valtin se convirtió en un clásico sobre el que efectuarían miradas muy diferentes. Es sabido que fue muy estimada por Franklin Delano Roosevelt, el presidente de Estados Unidos que, a finales de ese mismo año, metería a su país en la guerra, dijo que era el mejor libro que había leído sobre el siglo XX. Por su parte, otro “amigo” de Stalin, H. G. Wells declaró que le había "apasionado", Alan Furst, escritor contemporáneo de celebradas novelas de espionaje basadas en los años treinta y cuarenta, lo define como "imposible de dejar de leer" e "inolvidable". El primer Mario Vargas Llosa ha dejado escrito que le "marcó su juventud" y que le "impresionó tremendamente", y la lista sigue…
Se vendieron más de un millón de ejemplares en Estados Unidos en 1941. Los que los hemos leído podemos comprender el porqué, La noche quedó atrás es una obra que vibra de principio a fin; lejos de ser un seco relato académico, es un libro de historia contada en vivo y en directo por uno de los protagonistas reconocibles, militantes de a pie que vive el paso de esperar la revolución a acabar esperando a Godoy. Es un retrato de época, de las grandezas y miserias del comunismo germano situado entre dos fuegos y sin capacidad de situarse ante un curso tan enloquecido de la historia. Es también una fortísima historia de amor; digna de las más bellas que hayamos visto en el cine. Quizás la parte más lacerante del libro, a la que constantemente se vuelve entre relatos de misiones secretas y peligrosísimas a Berlín o a Leningrado o a Murmansk, es la que tiene que ver con la mujer de la que Richard se enamora locamente, la madre de su hijo, y la terrible elección que se ve forzado a hacer entre el deseo y el deber; entre su amor por su familia y su lealtad a la revolución del proletariado…representado por la “patria del socialismo”.
Esta contradicción queda reflejada en episodios biográficos que quizás para otros darían espacio para un libro entero, pero que Valtin reduce a una mera anécdota. Un ejemplo entre muchos: los tres años que Valtin Ella es una artista con una relación ambigua hacia la causa de su marido. Un día, unos meses después de iniciarse la relación, ella le espeta, "Te has convertido en un esclavo. En un fanático esclavo... ¡La Causa, siempre la Causa!... ¿Por qué no podemos tomarnos unas vacaciones y pasear por los campos?". Él le responde: "¿No entiendes que yo sigo el camino más sublime que puede seguir un hombre? Yo pertenezco a la Causa". Sus aventuras militantes le hacen viajar por el mundo agitando a las masas con las ideas del comunismo de Lenin. Lo hará en Perú, Estados Unidos, Reino Unido y China. La parte más lacerante, a la que constantemente se vuelve entre relatos de misiones secretas y peligrosísimas que tienen lugar en el Berlín nazi, o en Leningrado y en Murmansk, trayectos que tiene que ver con la mujer de la que se enamora locamente, la madre de su hijo, y la terrible elección que se ve forzado a hacer entre el deseo y el deber; entre su amor por su familia y su lealtad a la revolución del proletariado que cree ver en la Rusia de Stalin, y en nombre del cual acepta todos los riesgos.
Hay un capítulo en el que Valtin narra su estancia en la Unión Soviética, para recibir formación, y en el que escribe: "Nosotros éramos los prisioneros resueltos de una grandiosa ficción que nos reconocíamos como materialistas extremos. Cerrábamos los ojos frente a la tristeza de hoy, al naufragio humano que nos rodeaba por todas partes, al terror y al militarismo que predominaban en el país, poseídos del credo estereotipado de que estábamos marchando hacia delante a pasos agigantados".
No hay que decir que la obra fue instrumentalizada por la derecha del “mundo libre”, por lo que ocultó los genuinos sentimientos revolucionarios del autor, su entrega como comunista de buena fe, pero inmerso en un engranaje terrible que le supera. Todo lo que hace es luchar por la revolución, o sea contra el capitalismo. En eso nada ha cambiado, si acaso recuerda un chiste ruso postsoviético en el que un mendigo le dice a otro, “Oye, sabes que todo lo que dijeron sobre el comunismo era mentira”, a lo que el otro le4 responde: “Sí. Pero sabes que lo que decían del capitalismo era verdad”. La denuncia del estalinismo no se hace bajo el signo del arrepentimiento, se hace desde el estupor. . Por lo demás, se trata de una obra que una vez se comienza a leer, resulta difícil de abandonar.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

Notas

--1) Fue hecha por la editorial Luis de Caralt, de reconocida vocación fascista que, no obstante, también demostró interés por abrirse a autores y obras de éxito de vocación ideológica diferente, cuando no opuesta como es el caso de la obra de Valtin o El caso Tulaev, de Victor Serge, que también fue recuperada en fechas recientes (por alfaguara). Los jóvenes izquierdistas de la época tuvimos numerosas discusiones sobre la pertinencia de aprovechar o no estas obras, y algunos lo hicimos aún a riesgo de que nos tildaran de “agentes de la CIA”, y cosas por el estilo.
--2) Del mayor interés resulte el aporte de Alejandro Andreassi sobre Willi Müzemberg otro comunista alemán especialmente singular y de vida paralela a la de Valtin. Se puede encontrar en el libro colectivo titulado De un octubre a otro. Revolución y fascismo en el periodo de entreguerras, 1917-1934 (El Viejo Topo, Mataró, Barcelona, 2009)

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