jueves, enero 10, 2013

Coppola, Coppola, Coppola



La Linterna Sorda acaba de publicar la biografía “Los Coppola, una familia de cine”, de Miguel López, una aproximación al universo de uno de los cineastas más creativos y arriesgados de los setenta-ochenta, un imprescindible.
A lo largo de 320 páginas, el retrato abarca desde su nacimiento en 1939 hasta la producción de su última película, “Twixt”. Sin embargo, este es un retrato en familia. Una familia bastante particular. Primero porque es representativa de la odisea emigratoria de varias generaciones que creyeron encontrar en “las Américas” el lugar donde lograr sus sueños, desde los más elementales (un trabajo, una comida, un trato) que en su tierra se le negaban (el cine italiano tiene toda una filmografía al respecto, pero yo me quedo con Pelle el conquistador, de Billi August, porque me parece la más representativa de este sueño visto desde la vieja y martirizada Europa proletaria), y segundo, porque la familia Coppola es, por decirlo así, como un poema a la familia, una institución que puede ser (la mayoría de veces), opresora y agobiante, pero que cuenta también con excepciones creativas. La de los Coppola es una familia es bastante especial tanto por su cohesión interna como por su alto nivel cultural. Leyendo el libro, al menos a mi ve ha venido la memoria la interesante trama de Good morning Babilonia (1986) de los Taviani. La trama por supuesto, porque la película es indigna de esta.
El chico es claro está Francis Ford (Detroit, Michigan, 1939), hijo del músico Carmine, autor de la música de muchas de sus películas, célebre por la composición que realizó para el nuevo montaje del Napoleón, de Abel Gance, hermano de la estupenda actriz Talia Shire, papá de Sophie Coppola, tío de Nicolas Cage, que es a su vez hijo de August Floyd Coppola, profesor de literatura, cuyos hermanos a su vez... Francis destacó por su precocidad, su lata for­mación universitaria (tengo un amigo que fue su amigo y lo describe como un radical de la época universitaria), por la variedad de cualidades como persona y personaje culto. De personalidad discutida, sobre todo porque los éxitos consegui­dos tanto en el ámbito comercial como en el de la crítica han hecho de él un exponente excepcional de lo que algunos llaman “la nouvelle vague” hpllywoodiense, la misma que en los años setenta tomó la palabra en la “fábrica de sueño” norteamericana. Desde muchos puntos de vista, a Coppola se le puede considerar el “padrino” de toda una generación de niños prodigio que agrupa nombres tan señalados como de trayectorias tan irregulares como George Lucas, Steven Spielberg, Martin Scorsese, Brian de Palma., sin olvidar el interesante pero infecto John Milius, autor responsable de unas de la película más infames de la historia del cine desde Boinas verdes, Amanecer rojo (1984)
FF descubrió el mundo del espectáculo cuan­do, obligado a guardar cama por la polio (a los diez años), pasaba el tiempo animando marionetas, montando y sincronizando con un magnetófono las películas amateur reali­zadas por su familia, aunque López nos cuenta un precioso detalle, después de ver el Octubre, de Eisenstein, dijo “El lunes fui al cine, el martes quería ser director”. Coppola estudió teatro montando varias obras durante este período. Tras su licenciatura en 1960, ingresa en el departamento de cine de la Universidad de California Los Ángeles (UCLA), y consigue ganar el premio Samuel Goldwyn por sus guiones y se inicia en el aprendizaje de las diferentes eta­pas de elaboración de una película. Durante esta época de estudios rodó algunos corto­metrajes eróticos, en particular un western “ligerito de ropa”, luego conoció a Roger Corman, el productor de bajo presupuesta más talentoso de la historia del cine. Con Croman hizo un par de películas, El horror que aprovechaba todo lo aprovechable y que reunía a dos actores tan emblemáticos como el inmenso Boris Karloff y Jack Nicholson, que es como un apéndice al ciclo que corman hizo sobre obras de Poe y Lovecraft y Dementia, pero ponto se hizo evidente la incompatibilidad de caracteres.
.el paso siguiente de FF fue la escritura de guiones, algunos tan reconocidos como Propiedad condenada (Sidney Pollack,1966), que adaptaba un original de Tennesse Williams; Arde París? (René Clement, idem) que oculta la participación republicana española en la Resistencia, pero esto no podía ser culpa de Coppola; Reflejos en un ojo dorado John Huston, 1967), pero sobre todo Patton (Franklin Schaffner, 1970), película ambigua donde las haya pero muy susceptible de un enfoque reaccionario como lo demuestra que fuese la favorita de uno de los personajes más siniestros del siglo XX como Nixon.
Como agradecimiento a sus servicios Seven Arts le ofreció la posibilidad de dirigir su segunda película Ya eres un gran chico (1967) comedia perteneciente al subgénero juvenil y comercial sobre las relaciones de un joven inhibido y torpe con su familia y la* mujeres. Demasiado influido por los musicales sobre Los Beatles de Richard Lester, la película es la de un aprendiz aplicado, en tanto que la siguiente El valle del arco iris (1968), cuento de hadas que un Fred Astaire envejecido no consigue animar, pero con algún detalle delicioso, por ejemplo cuando el fascista que interpreta el veterano Keenan Wynn, se convierte en un “negrata”. Tras estas decepcionantes expe­riencias, Coppola decide “reiniciar” su carrera” y gracias a la ayuda de un reducido equipo filma en las carreteras y en los moteles Llueve sobre mi corazón (1969), film que revela con gran dominio el sentido de la alienación y soledad modernas y de­muestra un firme talento para describir un pai­saje norteamericano distinto. Esta película, aunque no fue ningún éxito de público, le permite crear su propia compañía, Ame­rican Zoetrope, gesto que marcan un giro en su trayectoria.
Fue por entonces cuando recibió un encargo del productor Albert Ruddy para la Paramount, El Padrino (1972) inspirada en el best sellers de Mario Puzzo, una obra que Coppola convertirá en un éxito extraordinario, y que hará de uno de los realizadores más destacados de los años setenta. Esta película forma con La conver­sación. El Padrino II y Apocalypse Now", una penetrante y aterradora tetralogía sobre el sistemas “made in USA” de una rara coherencia. Como si fuese un viejo maestro, Coppola se muestra como un maestro del cine clásica, como un “urbano” capaz de dar paso a las soberbias interpretaciones de un conjunto de actores, y conseguir la plena complicidad de los directores de fotografía Gordon Willis y Vittorio Storaro, del decorador Dean Tavoularis, un artista sensible a la tex­tura de los objetos con un lirismo "operístico" en el que encontramos su origen italiano, de un músico de auténtico lujo como Nino Rota. Colmado de honores (recibió dos Osear a la mejor dirección por El Padrino I y II, dos Pal­mas de Oro del festival de Cannes por La conversación y Apocalypse now), llega a la cima de su trayectoria, a un espacio en el que puede creer que se lo puede permitir todo o casi todo. Estas películas fueron aclamadas por toda una generación que creía que todo era posible, pero que se quedó a mitad de camino.
En el tiempo que sigue, Coppola afirma progresivamente su voluntad de poder, ocupa las portadas de los diarios y revistas (rodaje espectacular y desquiciante de Apocalypse now en Filipinas, problemas financieros) y se trans­forma en magnate siguiendo la tradición hollywoodiense, boicot del Pentágono (Coppola hará constar que el ejército que se había puesto a los pies de Boinas verdes, le negó a su película un servicio al que se había habituado, claro que con películas que no eran como la suya). Fue el productor ejecutivo de American Graffiti(G. Lucas, 1973), pelícu­la que le reportaría grandes beneficios, en 1974 compró un teatro, una emisora de radio y City, una publicación de San Francisco, ad­quirió una parte de una compañía de distri­bución, se instaló en San Francisco y en 1979 en Los Ángeles donde compraría los General Studios, resucitó Zoetrope, contribuyó e revalorizar personajes y películas que sin su ayuda no habrían obtenido la misma resonancia, así contrató a artistas Michel Powell y Gene Kelly, distribuyó el Hitler de Syberberg y el Napoleón de Gance, produjo una película de Wenders (El hombre de Chinatown) y lloró ante sus empleados para que continuasen sin sueldo el rodaje de Corazonada (1981), una comedia musical con la que sus incondicionales sufrimos una enorme decepción.
Como explica con detalle este libro, el cine de Coppola refleja las con­tradicciones de su autor. Sus recreaciones del crimen organizado (la mafia de El Padri­no I y II}, del espionaje (La conversación, que anuncia Watergate) o de la guerra del Vietnam (Apocalypse Now) no se pueden re­ducir sobre el papel a planteamientos simples, clásicos, da un paso en una potente tradición narrativa. Es lo que le permite realizar Apocalypse now como una pesadilla colonialista (el horror, el horror), suprime las fronteras entre lo real y lo imaginario. Coppola recrea al Conrad más oscuro, al convencido anticolonialista de El corazón de las tinieblas, una obra que, por cierto, volverá a ser reconocida gracias a una película que reflejaba toda nuestra ira contra la guerra del Vietnam y el militarismo Iñaki, y celebrar su derrota. Como el escritor anglopolaco, Coppola convierte en una pesadilla goyesca de la guerra del Vietnam. El via­je de un militar (Martin Sheen) hacia su pro­pia locura es presentado como una verdadera ópera sobre la muerte y la destrucción. El filme (necesario para la gente que quiera saber sobre todo aquello) despliega una imaginería tan gran­diosa como reconocible, la propia que reclama la reconstrucción de la barbarie ilimitada. Nada que ver con Corazonada, una película como de intervalo marcada por las investigaciones so­bre el cine electrónico. Es cine sobre cine, una historia de amor estilizada deliberadamente por un homenaje a los de­corados propios de Berkeley y/o Minnelli, una representación de Las Vegas de luces cuando detrás de los decorados la realidad remite a un mundo paralelo al descrito en El padrino.
Este es un retrato del autor con su familia y su tiempo, va desgranando paso a paso una trayectoria errática, siempre en el filo de la navaja, que pasa por diversas etapas, algunas de ellas todavía potentes como en el caso del díptico formado por The Outsiders y Rumble Fish, que a mi juicio merecen una revalorización que no han tenido, por la maestría del autor pero también por cuanto viene a ser algo así como la recapitulación crítica y agónica del subgénero del cine sobre la delincuencia juvenil, tan importante en los cincuenta y en los sesenta. También creo que El padrino III, es la mejor culminación posible del díptico, una ópera en la que se ofrece una descripción despiadada del Vaticano, las finanzas y la alta política. Lo demás, sí bien no alcanza los niveles logrados en los setenta, no merece el menosprecio ni el desinterés.
Los Coppola aborda la intensa vida de Francis Ford Coppola, un cineasta que marcó toda una época y que fue oráculo de toda una generación para la que la vida y el cine eran realidades que muchas veces se confundían, de manera que López no solamente habla de Francis y su familia, también lo hace de su público. Abarca desde su nacimiento hasta su última película, describiendo la tensión entre un personaje dotado con un talento visionario que revolucionó el celuloide, y que sigue cabalgando con su Rocinante. El libro, magníficamente editado como el propio de La Linterna Sorda, está adecuadamente ilustrado y se lee casi si estuviera repesando un amplio listado de películas por la que desfilan actores legendarios, técnicos, familiares y profesionales del cine que se ganan la vida trabajando, pero que al mismo tiempo lucha en la defensa de unos espacios creativos propios, enfrentados a unos entornos dominantes sobre los cuales también nos ilustran sus películas.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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