martes, enero 29, 2013

La Cosecha Anticapitalista edita el Lenin de Trotsky



La Cosecha Anticapitalista suma y sigue con obras de diversas escuelas, preferentemente no editadas o descatalogadas, incluyendo buen teatro como El elegido, de Ángel García Pintado. La última en aparecer ha sido “el Lenin de Trotsky”, un libro muy especial por muchos motivos. Fue primeramente publicado en la URSS en 1924 como parte de unas ediciones de las “Obras de Trotsky que naturalmente, quedaron truncadas. En verano de 1925 lo leyó André Breton con entusiasmo, y eso marcó una inflexión hacia la militancia comunista por libre, por parte de los surrealistas; la edición comprende el texto de Breton en una traducción de Pere Ginferrer.
Aunque existieron ediciones castellanas tempranas como recoge Sergi Rosés Cordovilla con su inapreciable estudio Bibliografía de les obres de y sobre Trotsky editadas a España lamentablemente no muy asequible ya que se trata de una autoedición (sergiroses(a)mail.com); e incluso corrió al principio de los años treinta un Lenin de Trotsky apócrifo que fue denunciado por el propio autor en su famosa Conferencia de Copenhague. Trostky también escribió una primera parte de una biografía, El joven Lenin que editó fondo de cultura Económica en México, en 1972…Dicha biografía quedó entre los papeles de Trotsky cuando fue asesinado. Fueron muchas las ocasiones en que Trotsky escribió sobre Lenin en su último exilio, así se pueden encontrar bastante páginas sobre este en Mi vida de la que el CEIP León Trotsky acaba de realizar una edición concluyente como antes lo había hecho de sus escritos sobre Lenin. Lenin también ocupa un lugar central en la biografía inconclusa de Stalin, y dado que conoció una edición española en base a la norteamericana 8que Natalia Sedova desautorizó), sirvió para que algunos jóvenes de la primera mitad de los años sesenta compusieran una crítica al “leninismo” imperante en el PCE-PSUC.
Este Lenin de la Cosecha apareció originariamente en la editorial Ariel (Espulgues de Llobregat, Barcelona, 1972), en una flamante versión totalmente asequible, en parte gracias al padrinazgo de su prologuista Jesús Pabón, por entonces presidente de la muy leal Real Academia de Historia (RAH), y se puede encontrar en www.rebelion.org/noticia.php con unas notas introductorias mías. Se trata de un texto muy trabajado y escrito desde una admiración que se justifica desde dos ángulos, por una efímera admiración juvenil hacia Trotsky exiliado en Prinkipo (fueron numerosos los jóvenes intelectuales que compartieron esta fascinación si bien luego siguieron carreras muy apartadas, Pabón acabó escribiendo biografías de personajes tan siniestros como Cambó y Oliveira de Salazar, quizás por encargo de la RAH), y por un giro hacia la izquierda en la vejez Pabón venía justificada con una cita de “Cavour joven, en la lengua que dominaba, escribió serenamente a su amigo Pietro di Santarosa: Fidele au systeme…j´ai vu plus d´une personne paser devant moi allant de gauche a droite et de droite a gauche” (p. 83-84), aunque seguro que mi generación ha visto muchas más entre los primeros. El epílogo es de Iñigo Moreno de Arteaga, marqués de Laserna y de Laula, y el trabajo sobre Trotsky en España le sirvió para su licenciatura en Historia por la Universidad de Madrid, lo que habrá que ver como uno de esos pecados de juventud de uno de esos “grandes de España” sobre los que asqueada y aterrorizada, la historia se suele detener a las puertas de sus presuntuosos nombres.
La portada (de la que no hemos encontrada imagen), fue diseñada por Alberto Corazón, seguramente el más reconocido de aquellos tiempos, en tanto que la traducción directa del ruso corrió a cargo de José Laín Entralgo, antiguo dirigente de las juventudes socialistas de la época “caballerista” y luego dirigente del PCE, siempre al lado de Santiago Carrillo. Era hermano del famoso Pedro Laín Entralgo, intelectual falangista que evolucionó hacia la izquierda liberal, y al que un sarcástico Juan Marsé dedicó una de sus obras más corrosivas, Las muchachas de las bragas de oro. José acabó instalado en la URSS, en Odessa, donde fue profesor de castellano y uno de los mejores traductores del ruso, reconocido por sus traducciones de Tolstói y de Gogol. En 1957 pudo regresar a España gracias a la mediación de su hermano, y siguió trabajando como traductor hasta que falleció el mismo año de la edición del Lenin.
De alguna manera, esta edición viene a “suplir” unas reediciones en papel que actualmente no parecen muy viable dado el mal momento que están viviendo las editoriales, sobre todo la de voluntad militante. Esto hace que la mayor parte de ediciones sobre Trotsky en castellano se desarrollen en América Latina, especialmente en Argentina donde el CEIP sigue adelante con sus ediciones concluyentes, y en México de donde nos ha llegado una magnífica reedición de Los gangsters de Stalin en una edición conjunta de la fundación Federico Engels y el Museo León Trotsky prologada por Pierre Broué...
Igualmente cabe destacar otra edición significada: Un retrato para Trotsky… De los recuerdos de Josefina Albisúa, del antropólogo Julio Glockner que está concebida como una novela histórica, que plantea “una ficción novelesca” desde la primera línea. “Cada persona es un personaje, una línea de diálogo que mide su eficacia ante el lector”. El trabajo de Glockner hace “el lector vive en la ciudad que se cuenta, pues pasa al lado de los personajes y completa los detalles de la historia”. El autor ha recordado que su primera lectora fue la escritora Laura Restrepo, quien notó que “los personajes corrían paralelamente”, por lo que debería “cruzar las historias”. La idea, entonces, fue emparejar la figura de una mujer brillante, sencilla y de ironía fina como lo es Josefina Albisúa, con la de un hombre de estatura internacional como Trotsky. La respuesta, finalizó el escritor, fue acercarse en un close up a la vida cotidiana y doméstica, y mostrar a los “personajes como personas”. Josefina Albisúa, fallecida recientemente a los 98 años, fue una pintora mexicana oriunda de Euzkadi, y recibió treinta preseas de varios institutos y organizaciones culturales. Montó exposiciones colectivas e individuales en varias partes del mundo.
El origen de cuadro de Trotsky pintado por Josefina surgió en 1938, durante una reunión en un hotel de Fortín de la Flores (Veracruz) alguien hizo el comentario de que el Gral. Múgica quería hacerle un regalo a León Trotsky, recientemente asilado en México, y otro recordó que la hermana de Fernando Albisúa pintaba miniaturas, a continuación Josefina visitó a Trotsky en Coyoacán, y se hizo amiga también de Natalia Sedova y de Jean Van Heijenoort, el secretario de Trotsky.
En la edición de Ariel no está incluido un texto que aparece en otras ediciones, por lo que lo reproduzco en estas notas que bien podrían ser como un anexo.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

León Trotsky

LENIN COMO TIPO NACIONAL

Discurso pronunciado en el 50º cumpleaños de Lenin

El internacionalismo de Lenín no necesita defensa. Su característica distintiva es el rompimiento irreconciliable, en los primeros días de la guerra mundial, con aquella falsificación del internacionalismo que prevaleció en la II Internacional. Los jefes oficiales del ~'socialismo", desde la tribuna parlamentaria, con argumentos abstractos inspira­dos por el espíritu de los viejos cosmopolitas, guiaban los intereses de la patria hacia Lina armonía con los intereses de la humanidad. En la práctica todo esto condujo, como sabemos, al sostenimiento por el proletariado de la patria de la clase dominante
El internacionalismo de Lenin no es en manera alguna una forma de reconciliar verbalmente nacionalismo e internacionalismo, sino una forma de acción revoluciona­ria internacional. El mundo habitado por los llamados hombres civilizados se le aparece como un solo campo de combate en que los distintos pueblos y clases sostienen una guerra gigantesca unos contra otros. Ninguna cuestión de importancia puede encerrarse en un marco nacional. Amenazas visibles e invisibles solidarizan cada cuestión con docenas de fenómenos acontecidos en todos los extremos del mundo. En su apreciación de los factores y de las fuerzas internacionales Lenin era más libre que la gente imbuida de prejuicios nacionales.
Según Marx, los filósofos consideran este mondo satisfactorio cuando la tarea debía consistir en transformarlo. Pero él, el profeta genial, no vivió para verlo. La transfor­mación del viejo mundo se halla en pleno desarrollo y Lenin es su primer obrero. Su internacionalismo es una apreciación práctica de 105 acontecimientos históricos y una adaptación práctica a su curso sobre una escala internacional y para un propósito internacional. Rusia y su suerte son únicamente un elemento de esta gran lucha, de cuyo éxito depende la suerte de la humanidad.
El internacionalismo de Lenin no necesita recomendación. Y sin embargo, el propio Lenin es nacional en grado sumo. Su espíritu arraiga profundamente en la historia rusa, la hace suya, le da su más honda expresión, y alcanza por añadidura el nivel de una acción y una influencia internacionales.
De buenas a primeras, la atribución a Lenin de un carácter "nacional" puede sorprender; pero si se atiende a lo fundamental, resulta naturalísima. Para dirigir una revolución sin precedentes en la historia de los pueblos, como la que se produce en Rusia, es evidentemente necesario hallarse en una conexión orgánica indisoluble con la vida popular, una conexión que brota de los orígenes más profundos.
Lenin encarna el proletariado ruso, una clase joven, que políticamente tiene apenas la edad de Lenin y es, además, una clase profundamente nacional, porque involu­cra todo el desarrollo pasado de Rusia y contiene todo el futuro de Rusia, porque en ella vive y muere la nación rusa. Sin rutina ni ejemplo que seguir, libre de falsedad y de compromiso, pero firme en el pensamiento e intrépido para actuar, con una intrepidez que nunca degenera en incomprensión; así es el proletariado ruso y así es Lenin.
La naturaleza del proletariado ruso, que actualmente se ha convertido en la fuerza más importante de la revolu­ción internacional, ha sido preparada por el curso de la historia nacional rusa, por la crueldad bárbara del más absoluto de los Estados, la insignificancia de las clases privilegiadas, el desarrollo febril del capitalismo en las turbulencias del cambio, la decadencia de la burguesía rusa y su ideología, y la degeneración de sus políticos. Nuestro "tercer Estado" no comprendía la reforma ni la revolución y no podía comprenderlas. Por eso los problemas revolucionarios del proletariado asumieron un carác­ter más vasto. Nuestro "tercer Estado" no sabe nada de Lutero, de Tomás Munzer, de Mirabeau, de Marat, de Robespierre. Por lo mismo, el proletariado ruso tuvo su Lenin. 1,0 que faltaba en tradición se ganó en energía revolucionaria.
Lenin refleja en sí la clase obrera rusa, no sólo en su presente político, sino también en su pasado rústico tan reciente. Este hombre, sin disputa el jefe del proletariado, parece un campesino; en él hay algo que lo sugiere vivamente. Ante el Smolny se eleva la estatua del otro héroe del proletariado mundial, Marx, sobre un pedestal, vistien­do una levita negra. A buen seguro esto es una minucia, pero es absolutamente imposible imaginarse a Lenin vistiendo una levita negra. En algunos retratos, Marx aparece con una amplia- pechera sobre la que pende un monóculo.
Que Marx no era hombre inclinado a la coquetería es cosa clara para quien tenga una idea del espíritu marxista. Pero Marx creció sobre una base distinta de cultura nacional, vivió en una atmósfera diferente, como sucede a todas las personalidades destacadas de la clase obrera alemana, cuyos orígenes no se remontan a las aldeas sino a los gremios y a la complicada cultura de la ciudad medieval.
El estilo de Marx, rico y flexible, y en el que se combinan la cólera y la ironía, la agudeza y la elegancia, denota también el sustrato ético y literario de toda la antigua literatura socialista alemana desde la Reforma y aun antes. El estilo literario y oratorio de Lenin es extremadamente sencillo, ascético, como toda su manera de ser. Pero este fuerte ascetismo no muestra indicio alguno de sermón moral. Y no se crea que es así por obedecer a un principio, a un sistema premeditado, puesto que no hay en él la menor afectación; su modo de presentarse es sencillamente la expresión exterior de la concentración interna de fuerza para la acción. Obedece a un imperativo de economía de la misma índole que el que siente el campesino, pero mucho más fuerte.
Marx entero está contenido en el Manifiesto Comunis­ta, en el prólogo de su Crítica, en El Capital. Aun cuando no hubiese sido el fundador de la Primera Internacional, siempre hubiera sido lo que es. Lenin, en cambio, se dedica desde luego a la acción revolucionaria. Sus obras son simples ejercicios preparatorios de la acción. Aunque no hubiese publicado un solo libro hubiera aparecido en la historia como aparece hoy: como el jefe de la revolu­ción proletaria, el fundador de la Tercera Internacional.
Se necesitaba un sistema claro, erudito -dialéctica materialista-, para poder realizar el tipo de tareas que llevó a cabo Lenin; ello era necesario, pero no suficiente. Hacía falta aquel poder creador misterioso que se llama intuición: la habilidad de advertir las apariencias en seguida- de distinguir lo esencial e importante de lo insignificante y superfluo, de reconocer las partes equivo­cadas de una descripción, de medir bien los pensamientos de los demás y sobre todo el del enemigo, de unir todo esto en un todo, y en el momento en que la 'fórmula" se concrete en su pensamiento, dirigir el golpe. Esto es intuición en acción. Ella equivale por otra parte a lo que llamamos penetración.
Cuando Lenin, cerrado el ojo izquierdo, recibía por radio el discurso parlamentario de un jefe de prosapia imperialista o la nota diplomática esperada -un cierto tejido de reserva sanguinaria y de hipocresía política parecía un "mujik" de temple orgulloso, al que no hay manera de reducir. Un campesino terco y avisado que llega a los límites de la genialidad con las últimas adquisiciones de un pensamiento de estudioso.
El joven proletariado ruso está capacitado para llevar a cabo lo que solamente realiza quien ha arado el duro terruño de los campesinos hasta sus profundidades. Nues­tro pasado nacional ha preparado este hecho. Pero precisa­mente porque el proletariado vino al poder por el curso de los acontecimientos, nuestra revolución ha sido capaz de vencer repentina y radicalmente la torpeza limitada y provinciana; la Rusia del Soviet se convierte no sólo en el refugio del comunismo internacional, sino también en la personificación viva de su programa y de sus métodos.
Por caminos desconocidos no explicados aún por la ciencia, a través de los que se modela la personalidad del hombre, Lenin tomó de su nacionalismo todo lo que necesitó para la mayor acción revolucionaria que han visto los siglos. Precisamente porque la revolución social, que tiene desde hace tiempo su expresión teórica internacio­nal, encontró desde el primer momento su personificación en Lenin, éste resultó, en el verdadero sentido de la palabra, el jefe revolucionario del proletariado del mundo.

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