jueves, marzo 28, 2013

Corralito bancario en Chipre

El gobierno chipriota busca realizar un traspaso de deuda hacia sus ciudadanos, reteniendo casi el 10% de sus depósitos para pagar deuda generada por el sector financiero. Aunque la troika conformada por el FMI, el Banco Central Europeo y la Unión Europea presiona para que se imponga, esto debe ser aprobado por el Congreso.

Chipre, una de las economías más pobres y pequeñas de la Eurozona, anunció que su sector bancario será rescatado por la troika (conformada por el FMI, el Banco Central Europeo y la Unión Europea). Como primera medida, el gobierno instauró un “corralito” sobre los depósitos bancarios y todos los ahorristas deberían asumir pérdidas de entre el 6,75% y 9,9% de sus depósitos. Estas medidas aún deben ser aprobadas por el Congreso, donde enfrenta severas dificultades, por ende se espera que próximamente Chipre presente una contrapropuesta que deberá ser negociada nuevamente con la troika. El temor en Europa apunta a que este golpe sobre los ahorros de los trabajadores de Chipre pueda generar un contagio sobre las demás economías de la Eurozona, con eventuales corridas bancarias que configuren un nuevo agravamiento de la crisis económica que Europa protagoniza desde 2007.

Las medidas adoptadas por Chipre

¿Por qué se instauró el corralito en primer lugar? El Presidente de Chipre, Nicos Anastasiades, comenzó el anuncio de las medidas explicando sus motivos. Según planteó, sin este rescate el martes 19 de marzo dos bancos chipriotas quebrarían, perdiéndose 8.000 puestos de trabajo. El Estado debería hacerse cargo de la garantía de los depósitos, que totalizarían alrededor de 30.000 millones de euros – una cifra imposible de pagar en su situación actual-. Aún así, quienes tenían depósitos por más de 100.000 euros sufrirían pérdidas de hasta el 60%. El sistema bancario chipriota en general contraería abruptamente el crédito, entrando en crisis y perjudicando la evolución de los negocios. Eventualmente esto llevaría a una salida del euro y una devaluación de no menos del 40%.
En función de ese diagnóstico, el gobierno chipriota impuso el viernes 15 de marzo un “corralito” que restringió la cantidad de dinero que cada ciudadano podía sacar de sus cuentas bancarias. Este paso precedió el anuncio de que todos los depósitos por sobre 100.000 euros serían reducidos en un 9,9%; y los depósitos bajo ese monto se reducirían en un 6,75%.
La consecuencia inmediata fueron largas filas delante de los cajeros automáticos por parte de los ahorristas que buscaban retirar la mayor cantidad posible de dinero antes del recorte, tal como ocurrió en Argentina a fines de 2001. El Banco Popular de Chipre restringió la extracción a 250 euros diarios por usuario. De hecho, seguramente el drenaje de fondos del sistema financiero continuará por miedo a nuevas medidas contra los depósitos, incluso si esta propuesta de ajuste finalmente no es aprobada por el Congreso. Esta fuga de dinero de los bancos sin dudas perjudicará aún más al sistema financiero y a la economía en su conjunto.
El rescate total al sistema financiero de Chipre equivale a 17.000 millones de euros, similar al tamaño de todo el producto anual de la isla. De acuerdo al rescate negociado entre el gobierno chipriota y la troika, para evitar esa carga sobre el gobierno de Chipre, se agregaría un programa de privatizaciones por 1.400 millones de euros y un alza en la alícuota del impuesto a las ganancias empresariales. El resto del costo del rescate sí sería un préstamo de la Eurozona al gobierno de Chipre, que quedaría así endeudado por encima de su propio producto anual.
Ha habido una amplia especulación (en buena medida por parte de fondos de inversión entre los cuales se cuentan los mismos “fondos buitre” que están en juicio contra Argentina) con los bonos de la deuda soberana de Chipre, que lograron ganancias del 10,5% en apenas dos meses, a comienzos de este año. De hecho, a la vez que ejecuta esta quita sobre los depósitos de sus ahorristas, el 3 de junio Chipre pagará a sus acreedores 1.400 millones de euros por intereses de su deuda. Esto claramente implica una prioridad de política por parte del gobierno de la isla: está respetando su compromiso de pago a sus acreedores internacionales (entre los que se cuentan los “fondos buitre”), pero eligiendo no respetar los depósitos de sus ciudadanos (incluyendo los ahorros de los trabajadores chipriotas) que encima se encontraban supuestamente garantizados por el Estado nacional.
La pregunta clave es sobre quién recae el costo de la crisis económica. Cada país podría en principio decidir si ese peso afectará más a los ciudadanos (aumentando impuestos), a los acreedores (imponiendo quitas de deuda o entrando en cesación de pagos); o a Alemania (a través de la obtención de nuevos préstamos de la Eurozona, cuyo motor es ese país). Tanto Irlanda como Portugal y Grecia utilizaron mayormente subas impositivas. En Chipre se estaría combinando mayores cargas tributarias para quienes residen y comercian en el país, y una reducción forzada en la deuda. Se trataría de hecho de una transferencia de deuda, donde el Estado se haría cargo (endeudándose) del rescate del sistema financiero (al cual además aliviaría con la quita en los depósitos bancarios), perjudicando así doblemente a los ahorristas.
Entre los perjudicados no se encontrarían sólo los propios ciudadanos chipriotas. Chipre era además un refugio para numerosos pequeños (y varios grandes) ahorristas rusos, que allí colocaban su dinero en una moneda (el euro) más “segura” que la rusa. Varios gobiernos europeos expresaron en varias ocasiones que lo peor de la crisis de deuda soberana ya ha pasado. Este grave conflicto en Chipre será una prueba de fuego para esos dichos. Parte de los pronósticos asume que la pequeñez de la economía chipriota y su escaso vínculo sociocultural con el resto de la eurozona (exceptuando a Grecia) convertirá este rescate en un evento aislado. Pero si, al contrario, perjudica la confianza en otras economías vulnerables (como España, Italia o Grecia), podría ser el punto de partida para una nueva profundización de la crisis.

Martín Kalos

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