sábado, mayo 18, 2013

“Para Ríos Montt, el enemigo estaba dentro de cada uno”



José Efraín Rios Montt (centro) en 1982

En el marco del juicio por genocidio al ex dictador José Efraín Ríos Montt, entrevistamos a Julieta Rostica, investigadora del CONICET, especializada en Guatemala.

El 10 de mayo el ex dictador de Guatemala José Efraín Ríos Montt fue condenado a 80 años de prisión acusado de haber sido responsable de cometer genocidio y crímenes de lesa humanidad contra la población ixil entre marzo de 1982 y agosto de 1983. A raíz de esto, entrevistamos a Julieta Rostica, investigadora del Conicet y coordinadora del Grupo de Estudios sobre Centroamérica.
Su primera visita a ese país fue en 1999, año en que se publicó el Informe de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico y se habló por primera vez de genocidio. En esta entrevista el juicio, la década del ochenta, el rol de la religión y la postura del gobierno actual sobre el caso.
- ¿En qué contexto se produce el golpe de Estado por el que llega Ríos Montt a la presidencia?
- A fines de la década de 1970, las organizaciones revolucionarias, que habían realizado un proceso de reflexión a raíz de las derrotas de los años cincuenta y sesenta, se instalaron en el occidente de Guatemala y lograron un masivo apoyo de las bases indígenas. Estos indígenas no eran necesariamente combatientes armados sino civiles que se agruparon en organizaciones de masas. Se creó el Comité de Unidad Campesina (CUC) del cual el padre de Rigoberta Menchú era un líder importante.
En 1978 Guatemala estuvo en una situación revolucionaria y lo que se le cuestionó a las organizaciones revolucionarias es que no lo supieron ver. Además del CUC, había unidad de los obreros guatemaltecos.Tenemos obreros movilizados y campesinos movilizados, que se unieron y armaron huelgas impresionantes. Había una situación insurreccional.
En cuanto al gobierno, en la década del sesenta tenemos que empezar a hablar de la doctrina de seguridad nacional. A partir de ese entonces los militares se institucionalizaron en un partido político. No podemos decir que había una democracia, pero tampoco podemos decir que había una dictadura. En estos momentos todavía la represión, mediante organizaciones paramilitares, se mantenía de forma ilegal, porque también se mantenía la vigencia de la Constitución.
- ¿Actuaban con apoyo del gobierno o más escondidas?
- Había cierto apoyo gubernamental. Mientras más importante se hacía la resistencia, más represivo se volvía el Estado. En 1980 ocurrió un hecho que trascendió a todo el mundo: la quema de la Embajada de España, cuando los campesinos de El Quiché, entre ellos el padre de Rigoberta Menchú, tomaron la la sede diplomática para difundir al mundo lo que estaba pasando en las zonas rurales. Con el embajador adentro las fuerzas represivas policiales los encerraron y los prendieron fuego. Está todo filmado. El único que salió vivo fue el embajador.
- ¿Lo marcás como un hecho bisagra?
- A partir de ahí ocurrieron una serie de cosas que fueron empeorando la situación. Entonces en 1982 una Junta Militar, con José Efraín Ríos Montt a la cabeza, dio un golpe de Estado para poner orden, para refundar la sociedad guatemalteca. El discurso autolegitimador de toda dictadura militar.
- ¿Tuvo que ver que ya estaba Reagan en EE.UU. para que puedan dar el golpe en 1982?
- Reagan fue importante y además los dictados del Documento Santa Fe I. Este decía que era muy importante, frente al triunfo de la revolución sandinista, contrarrestar la teología de la liberación, y no casualmente Ríos Montt era un pastor neopentecostal.
- ¿La iglesia guatemalteca estaba muy influida por el tercermundismo?
- Fue fundamental, sobre todo para la integración de lo que fueron los movimientos de masas con las organizaciones revolucionarias. En los sesenta y setenta hubo un cambio trascendental en la sociedad, sobre todo en la sociedad indígena. Sacerdotes católicos y sectas protestantes trataban de relacionarse con ellos, enseñarles a leer y escribir. Fueron procesos de toma de conciencia y la guerrilla apareció en ese momento. No fue un proceso sencillo para las organizaciones armadas. La cuestión religiosa fue un cable de conexión, un lenguaje. Quedó una vieja iglesia muy recalcitrante y después una gran Iglesia de los pobres.
- Le das mucha importancia a la cuestión religiosa…
- Para mí el lenguaje religioso fue una mediación. Ríos Montt no podría haber tenido la cantidad de seguidores que tuvo si él no hubiera utilizado un lenguaje religioso para ejercer su gobierno. Todos los domingos daba un mensaje que mezclaba lo político y lo religioso. Para él, el enemigo estaba adentro de cada uno, el enemigo interno. Uno era el que tenía que transformar su ser y así únicamente Guatemala iba a poder salir adelante.
- ¿Era un discurso que llegaba mucho?
- El fomentaba la delación. Un discurso incisivo de “si no estás conmigo, estas del otro lado”. Y en tono de amenaza: “Si no delatas sos mi enemigo”. Pero Ríos Montt gobernó muy poco tiempo y fue depuesto por las mismas Fuerzas Armadas. Era una pieza en el marco del Plan Nacional de Seguridad y Desarrollo. Rios Montt no es el único que fomentó las prácticas genocidas. Muchas masacres se realizaron durante el gobierno anterior, de Lucas Garcia, y siguieron años después. El genocidio se extendió hasta el año 1990. Las Fuerzas Armadas siguieron reprimiendo en las comunidades durante muchos años. La última campaña masiva de bombardeos ocurrió entre 1989 y 1990, ya en democracia.
- ¿Qué sectores sociales lo apoyaban?
- Tenía un claro apoyo de la clase alta Guatemalteca. Por ejemplo en el peritaje que hicimos con Marta Casaús, utilizamos un estudio que ella hizo sobre el racismo en las clases altas en el año 1978, donde algunos abogaban por el exterminio de los indígenas.
- El juicio se centró en el genocidio contra la etnia Ixil. ¿Por qué no se contemplaron otros casos?
- El tema es que hay casos que son más fáciles de juzgar. La Comisión por el Esclarecimiento Histórico dice que hubo actos de genocidio, no una política de genocidio. Existieron actos de genocidio contra cinco etnias mayas, una de ellas fue la Ixil. Fue juzgado como genocida de esa etnia, pero lo cierto es que fue genocida de un montón de gente y de grupos de Guatemala, no solo de esa comunidad.
El caso de los ixiles era muy fácil. Es una etnia muy concreta, con una identidad y un lenguaje muy concreto. Había pruebas por todos lados, era imposible negarlo, no pudieron poner peritos a favor de la defensa. En el plan de Operación de Asuntos Civiles para la región Ixil, se ve el racismo. Planteaba que los ixiles eran ignorantes, y que eran fácilmente penetrables a las ideas del enemigo.
Lo que era increíble es que no se lo podía juzgar en Guatemala. Rios Montt era diputado y tenía orden de captura internacional.
Hay que decir que el genocidio no se acaba con la muerte. Vos lees testimonios de la gente hablando de Rios Montt como alguien que vino a salvarlos, a pesar de que fue gente que estuvo desplazada en la montaña, perseguida y con familiares muertos. Esa es la gente que pasó por todo el proceso de reorganización de la sociedad. “Primero matamos y después recuperamos” era el planteo del ejército. Con el proceso de amnistía como proceso de reconciliación, que implicaba la recuperación, atravesaron por un proceso psicológico de transformación. Esto es un genocidio.
- ¿Qué lugar ocupa el actual presidente?
- Otto Pérez Molina era militar en aquella época, y si bien todavía no está comprobada del todo su participación en el genocidio, Rios Montt en su declaración de alguna manera lo involucró al responsabilizar a los cuadros medios del ejército que sí se encontraban en la región ixil. Este juicio vino a quebrar parte de la cohesión de este grupo militar. Pérez Molina participó en el proceso de paz de 1994-1996, es visto como un militar más pacífico. Opinó que si bien no cree que hubo genocidio aceptará lo que diga la justicia. Él puede capitalizar políticamente este acontecimiento.
- ¿Cómo se encuentra el contexto político actual de Guatemala?
- En Guatemala en las últimas elecciones hubo dos candidatos, Pérez Molina y Manuel Baldizón. Por este último votaron muchos, es un empresario joven, con un discurso que se jacta de progresista. Por otro lado hay una nueva generación, desencantada por la política, producto del neoliberalismo. La izquierda quedó devastada. Sin embargo, hay mucha organización social, en todas las regiones. Es el país de las siglas, nunca llegas a conocer a todas. Lo que no hay es unidad.

Gustavo Fidani Cabana y Matías Figal

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