lunes, junio 10, 2013

Los dolores que nos quedan



El Manifiesto Liminar de Córdoba, 1918, profesaba: "Si en nombre del orden se nos quiere seguir burlando y embruteciendo, proclamamos bien alto el derecho sagrado a la insurrección".

Este 15 de junio se cumplen 95 años de la Reforma Universitaria. Marcha entrevistó a Martha Linares, presidenta de la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA), y a Clara Condenanza, presidenta de la Federación Universitaria de La Plata (FULP) sobre la vigencia de las ideas reformistas.
En 1918, en la ciudad de Córdoba, comenzó un proceso que luego iba a expandirse por todo el continente conocido como “Reforma Universitaria”. El “destino heroico de la juventud”, del que hablaba el famoso Manifiesto Liminar de la Reforma, ha sido retomado a lo largo de la historia argentina y latinoamericana como un puntapié para plantear la vinculación del movimiento estudiantil universitario con horizontes de cambio social.
Marcha presenta la primera parte de una entrevista realizada a Martha Linares, presidenta de la FUBA y a Clara Condenanza, presidenta de la FULP, donde plantean la vigencia de los ideales de aquella gesta y los desafíos del movimiento estudiantil actual.
-La Reforma Universitaria de 1918 implicó una nueva concepción de la universidad, instituyendo el cogobierno como cuestión fundamental para su funcionamiento. ¿Cómo se relaciona ese planteo con el reclamo por la democratización de los órganos de cogobierno hoy?
Martha Linares (ML): La lucha por la democratización de la universidad tiene un aspecto central relacionado con los órganos de cogobierno, porque actualmente una minoría absoluta de profesores titulares (unos 600) pueden imponer su voluntad por sobre todo el resto de la comunidad universitaria (300 mil estudiantes, 30 mil docentes y 11 mil trabajadores no docentes, aproximadamente). El espíritu de la reforma de 1918, de implantar un verdadero sistema de cogobierno entre los distintos claustros, hoy está lejos de la realidad de las universidades.
En la UBA este año se elige rector y por ahora las dos únicas posibilidades son que Rubén Hallú sea reelecto en el cargo o que asuma el actual vicerrector, Alberto Barbieri. Y ninguno de los dos expresa una renovación o un proyecto distinto para la universidad, son dos caras del mismo modelo que acepta fondos de la minería contaminante, que cesantea docentes, etc.
Pero el autogobierno no es lo único a lo que nos referimos cuando hablamos de la democratización. Hay una serie de cuestiones que tienen que ver con la garantía de derechos en términos de acceso y permanencia en las universidades y con el modelo educativo actual que poco tiene que ver con el que soñamos. Y agrego un tema del que poco se habla que tiene que ver con despatriarcalizar las universidades, eje en el cual también nos debemos un debate profundo.
Cuando decimos que estamos “defendiendo la universidad pública y construyendo la universidad popular”, precisamente nos referimos a esa disputa por una educación superior vinculada a las necesidades de nuestro pueblo, y ese también es un punto de contacto con aquella reforma de 1918.
Clara Condenanza (CC): La lucha por la democratización de los órganos de cogobierno necesita ser repensada por parte del movimiento estudiantil, y volver a impulsarse, ya que ellos en su forma de tomar decisiones están todavía muy lejos de representar la realidad de la universidad pública. En primer lugar hay que ampliar los reclamos vinculados a la democratización, está claro que es el claustro docente quien gobierna, y que los estudiantes debemos avanzar en una representación acorde a nuestro peso. No hemos avanzado en una propuesta específica en este plano, y ya es hora de que lo hagamos, principalmente porque es un tema que si está en la agenda universitaria es porque somos nosotros quienes lo impulsamos.
Tenemos que avanzar nacionalmente en la propuesta de un sistema de cogobierno que contemple que los estudiantes somos mayoría en la composición de la universidad, y que los trabajadores mal llamados “no docentes”, en la mayoría de nuestras universidades no han sido incorporados a los órganos de gobierno.
En segundo lugar, una cuestión que no es menor: es desde nuestros gremios que podemos desarrollar una propuesta en ese sentido, pero ¿es posible generar espacios de debate que tiendan a democratizar si nuestros propios gremios no son democráticos? No, y por esto es que desde varias federaciones del país, impulsamos también un programa de democratización de la Federación Universitaria Argentina (FUA), a la que reconocemos como único gremio estudiantil a nivel nacional, mientras que creemos que sin democratizarla, difícilmente podamos impulsar este debate en el conjunto de las universidades de nuestro país.
- La Reforma se dio en el contexto de un país que se encontraba en un proceso más amplio de democratización e inclusión en el sistema político de amplios sectores de la sociedad ¿Es necesario pensar una nueva Reforma Universitaria hoy?
CC: Sí, absolutamente. No quiero hacer recortes históricos peligrosos, pero a más de 90 años de la Reforma, la universidad argentina es atravesada, como todo el sistema educativo, por las reformas neoliberales que llevó adelante el gobierno de Menem, y que incluyó la sanción de varias leyes entre 1993 y 1995, entre ellas la Ley de Educación Superior (LES) que aún sigue vigente.
La LES vino a institucionalizar una tendencia ya establecida en la educación superior a nivel latinoamericano, en la que el conocimiento es concebido desde los grandes organismos financieros internacionales como una mercancía mas, pero con la particularidad de que el capital va a buscar establecer un absoluto control sobre él, en tanto la instancia privilegiada que la universidad representa como espacio de producción social de conocimiento.
Las reivindicaciones que sostenían los reformistas del 18 están más vigentes que nunca, y la necesidad de una reforma universitaria que ponga en discusión las tareas centrales de la universidad pública, así como la conformación de la misma como institución, en cuanto a su cogobierno por ejemplo, es urgente.
- Se cumplieron 10 años de gobiernos kirchneristas y los balances y análisis en las distintas áreas abundan, ¿Cómo es la situación en el ámbito universitario?
ML: El kirchnerismo no puede plantearse como una mera continuidad de los 90. Existió un 2001 del que el gobierno nacional tuvo que dar cuenta y esto, para ser breve, explica muchas de las medidas de ampliación de derechos que impulsaron. En el ámbito educativo, particularmente el universitario, existen aún unos hilos fuertes que atan al neoliberalismo con la década actual, y que no parecieran estar en la agenda de discusión del gobierno. Fundamentalmente, la LES y la concepción mercantilista del conocimiento siguen ahí, nadie muestra intenciones, desde el ministerio de Educación, de discutir en serio una nueva ley que impulse un modelo distinto de universidad.
El principal desafío hoy, retomando el ejemplo de los reformistas de principio de siglo, es articular a ese actor social que lleve adelante las transformaciones necesarias. Lo que queremos es poner en discusión un modelo de universidad entero, quién decide y cómo, qué conocimiento se construye y para quién, a qué intereses responden los contenidos y proyectos de extensión e investigación, etcétera. En eso estamos hoy, en un momento de vinculación con los otros claustros muy fuerte, y vamos a salir a dar la discusión en la arena pública sobre qué universidad para qué proyecto de país. Necesitamos construir la “universidad del siglo XXI”.
CC: Coincido con que existen rupturas y continuidades entre la política en educación superior de los 90 y la del kirchnerismo. Las primeras tienen que ver con lo presupuestario, y se traducen tanto en el mayor ingreso de fondos en las universidades, como en los aumentos salariales, o creación de nuevas universidades.
Las segundas, son principalmente continuidades en materia política e ideológica, la vigencia de la LES expresa claramente esto, como también la mayor vinculación con el sector privado a través de los convenios con empresas privadas, o la venta de servicios a terceros, una priorización en materia de investigación de aquellas líneas que aportan directamente a la revalorización del capital, y una movilidad creciente del estudiantado a las universidades privadas, entre otras.
El debate sobre una reforma universitaria tiene que plantear un debate de fondo, en consonancia con las grandes disputas de modelos de desarrollo que atraviesa nuestro continente y a los cuales desde el movimiento estudiantil debemos aportar.

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