sábado, diciembre 28, 2013

La depresión permanente – una crisis orgánica del capitalismo

Se constata a menudo que los analistas serios de la burguesía llegan a las mismas conclusiones que los marxistas, aunque con un ligero retraso. Una prueba de ello, sin ir más lejos, es el reciente artículo del economista Paul Krugman, ganador del Premio Nobel, titulado "¿Una depresión permanente?".
En este artículo, Krugman hace una hipótesis que los marxistas ya han explicado muchas veces desde el inicio de la crisis actual: que no estamos ante un período normal de recesión, sino que la depresión se ha convertido en la nueva normalidad para la economía mundial. Lo que estamos presenciando no es un fenómeno temporal, sino una crisis orgánica del sistema capitalista.
Krugman, quien dijera en unas famosas declaraciones en 2009 que la teoría económica dominante durante los últimos 30 años había sido "espectacularmente inútil, en el mejor de los casos; y sumamente perjudicial, en el peor", es uno de los economistas y comentaristas burgueses que empiezan a pensar que, en realidad, no se puede volver a los "viejos tiempos" de auge y crecimiento, y que el mundo se enfrenta ahora a décadas de estancamiento. En el New York Times (17 de noviembre de 2013), Krugman hace estas preguntas:
"¿Y si el mundo en el que vivimos desde los últimos cinco años es la nueva normalidad? ¿Y si las condiciones de depresión persisten, no durante un año o dos más, sino durante décadas?"
¿Y en quién se inspiró Krugman al hacer estas preguntas? En ningún otro sino en Larry Summers - ex Secretario del Tesoro, asesor económico clave del Presidente Obama entre 2009-10 y reciente candidato a presidente de la Reserva Federal estadounidense – que recientemente advirtió a los asistentes de una conferencia organizada por el FMI de la peligrosa posibilidad de "estancamiento secular [es decir, permanente]" en las economías de Estados Unidos y Europa. Krugman hace el siguiente comentario:
“Se podría pensar que esta clase de especulaciones son propias de un grupo marginal de radicales. Radicales, no hay duda; pero que son un grupo marginal, no tanto. Algunos economistas llevan tiempo coqueteando con este tipo de ideas, que ahora se han generalizado. De hecho, hace poco, en la más respetable de las sedes, la gran conferencia anual de investigación del Fondo Monetario Internacional (FMI), se defendía con insistencia el argumento del “estancamiento secular”, un estado duradero en el que la depresión económica sería la norma, con episodios de pleno empleo escasos y distanciados entre sí. Y la persona que defendía el argumento no era otro que Larry Summers. Sí, ese Larry Summers.
Y si Summers tiene razón, todo lo que la gente respetable ha estado diciendo sobre política económica es erróneo, y seguirá siéndolo durante mucho tiempo.”

Gran estancamiento

Krugman continúa pasando revista a varios puntos claves del discurso de Summers:
"Summers comenzó con una cuestión que debería ser obvia, pero que muchas veces se pasa por alto: la crisis financiera que dio origen a la Gran Recesión ya ha quedado muy atrás. De hecho, según muchos criterios, acabó hace más de cuatro años. Sin embargo, la economía sigue deprimida.
“Acto seguido hizo un comentario relacionado con el anterior: antes de la crisis teníamos una enorme burbuja inmobiliaria y de endeudamiento. Pero incluso con esa gigantesca burbuja estimulando el gasto, la economía solo funcionaba a medio gas: el mercado de trabajo estaba bien, pero no era magnífico, y la expansión no llegó a ser lo bastante potente como para producir una presión inflacionaria significativa.
“Summers prosiguió extrayendo una enseñanza digna de mención: insinuó que tenemos una economía cuyo estado normal es de una demanda inadecuada —cuando menos, de una ligera depresión— y que solo se aproxima al pleno empleo cuando hay burbujas que la mantienen a flote.
“… las pruebas hacen pensar que el estado normal de nuestra economía es de una ligera depresión en la que los breves episodios de prosperidad se dan solo gracias a las burbujas y al crédito insostenible”. [el énfasis es nuestro]
En otras palabras, Krugman y Summers postulan que la crisis actual no es simplemente el producto de la crisis financiera de 2007-08, sino que en realidad es parte de un proceso que se remonta a décadas atrás. No estamos simplemente ante una "gran recesión", sino ante un "gran estancamiento".
Como ya hemos señalado en otros artículos, esta teoría está cada vez más extendida entre los economistas burgueses, que han mencionado, por ejemplo, la evidencia de que ha habido una desaceleración en el crecimiento de la productividad que nos retrocede a 30 o 40 años atrás, mucho antes de la crisis actual.
Los análisis planteados recientemente por Krugman y Summers son los mismos que han planteado los marxistas desde hace muchos años: el tamaño y la magnitud de la crisis actual es producto de la manera en que los capitalistas han tratado de evitar y retrasar - desde la crisis de los años 70, la aparición de una nueva crisis.
Por un lado, los capitalistas atacaron durante décadas los salarios reales para aumentar las ganancias, mientras que, por otra parte, permitieron a los hogares continuar consumiendo mediante el uso del crédito – a través de préstamos, hipotecas y tarjetas de crédito. En otras palabras, los capitalistas ampliaron artificialmente el mercado – es decir, la demanda efectiva, la capacidad de compra de los individuos – a través de una expansión masiva del crédito; lo que Krugman describe como una "enorme burbuja inmobiliaria y endeudamiento". En efecto, en otras partes del artículo, Krugman da datos que indican que el ratio deuda/ingresos de los hogares estadounidenses se duplicó entre 1985 y el comienzo de la crisis actual. En el Reino Unido, aumentó entre 3 y 4 veces en el mismo período, pasando de un promedio del 45% en 1980 a un 157% en 2005.
El uso del crédito para mantener artificialmente la demanda y evitar una crisis es un síntoma de las contradicciones del capitalismo: principalmente, la contradicción de la superproducción, debido a la naturaleza del capitalismo bajo el cual la producción está en manos privadas y es sólo con fines de lucro, lo que significa que – dado que el beneficio no es más que el trabajo no remunerado de la clase obrera – ésta (en su conjunto) no puede comprar (con su salario solamente) todo lo que produce.
La crisis actual es un reflejo de esta contradicción que se reproduce a escala global. Ahora, de aquellos polvos vienen estos lodos para los capitalistas, y ahora se enfrentan – y la sociedad en su conjunto – a una crisis orgánica del capitalismo y a una nueva normalidad.

Ya no quedan armas en el arsenal

Como señalan Krugman y Summers, lo único que impidió el colapso de la economía en las últimas décadas, fue una expansión insostenible del crédito. Ahora, con el estallido de la burbuja, la clase gobernante se ha quedado sin opciones en términos de cómo lograr que la economía funcione otra vez. Todos los métodos tradicionalmente utilizados por los capitalistas para salir de una crisis ya se han utilizado tratando de evitar la crisis actual en el período anterior. No hay más armas en el arsenal. Como Marx y Engels explicaron en El Manifiesto Comunista, los capitalistas siempre consiguen salir de una crisis, pero sólo "allanando el camino para crisis más extensas y más destructivas" y disminuyendo los medios para evitarlas.
Observemos algunos ejemplos modernos. En primer lugar, las tasas de interés, que normalmente se reducirían en una crisis con el fin de alentar a las empresas a invertir y a aquellos con ahorros a consumir. Pero las tasas de interés ya están cerca del 0% y no pueden reducirse más, las grandes empresas tienen montañas de dinero ocioso que se niegan a invertir; Mientras tanto, los hogares no aumentan el consumo, pero en cambio están tratando de pagar las deudas anteriores.
En segundo lugar está el estímulo (keynesiano), es decir, el gasto de los gobiernos para tratar de poner dinero en los bolsillos de los trabajadores y estimular la economía, como sucedió durante la Gran Depresión de la década de 1930. Como keynesiano confeso, son este tipo de medidas las que Krugman desearía ver. Pero hoy en día, los gobiernos de todo el mundo están ahogados por la deuda pública como resultado del rescate a los bancos y no hay más dinero para ningún estímulo keynesiano. En efecto, en lugar de gastar más, los mercados financieros están pidiendo a los gobiernos de todos los colores que recorten y apliquen la austeridad.
Uno sólo tiene que mirar el caso de François Hollande - el presidente del Partido Socialista Francés, que llegó al poder hace menos de 18 meses prometiendo "políticas de crecimiento" y más impuestos a los ricos, pero que más recientemente ha dado un giro y ahora está llevando a cabo recortes para "restaurar la competitividad" – como prueba de que todos los que hablan de medidas keynesianas se quedan sólo en eso: en palabras.
En Gran Bretaña, los líderes del Partido Laborista también han declarado que no pueden prometer dar marcha atrás a ninguno de los recortes. La realidad es que, bajo el capitalismo, no existe más alternativa que la austeridad. Y sin embargo – como muestran los ejemplos de Grecia, Portugal y España – la austeridad sólo conduce a una profundización de la recesión. Ésta es la contradicción insoluble a que se enfrentan los capitalistas.
Mientras tanto, en China, donde se ha emprendido el mayor experimento keynesiano de la historia en los últimos años para evitar una crisis, podemos ver el impacto de dicho estímulo: una burbuja de crédito enorme, una expansión masiva de la deuda y una exacerbación de la sobreproducción en China – y a escala mundial –en forma de un exceso aún mayor de capacidad en sectores clave, todo debido a este exceso en la inversión.
Con todos los métodos tradicionales para salir de una crisis utilizados, la clase dominante se ha visto empujada a tomar medidas cada vez más desesperadas, como la política de "flexibilización cuantitativa" – es decir, imprimir dinero – mediante la cual los gobiernos inundan la economía con nuevo dinero mediante la compra de bienes y valores. Pero no se puede sacar un conejo del sombrero por arte de magia bajo el capitalismo. De hecho, en el mejor de los casos, esa medida apenas ha servido para ayudar a la economía, dando pocas señales de aumento de la inversión. En el peor de los casos, la flexibilización cuantitativa ha sido desastrosa, alimentando el crédito y las burbujas inmobiliarias en las economías emergentes, contribuyendo de este modo a propagar la crisis a nivel mundial.

Ninguna solución bajo el capitalismo

Comentando el análisis de Krugman y Summers, un artículo del Yahoo Finance afirmaba lo siguiente:
"Otra razón que explica la escasa demanda es que los consumidores estadounidenses, que representan alrededor del 70% del gasto en la economía, están reduciendo ahora la cantidad de dinero que piden prestada en vez de aumentarla como lo hicieron durante las tres décadas anteriores a la crisis financiera.
"Ya que los consumidores no están gastando masivamente, las empresas no están gastando o invirtiendo masivamente. En cambio, están acaparando el dinero, reduciendo los costes y maximizando los beneficios a corto plazo.
"Los recortes del gobierno, por su lado, han reducido la 'demanda' del sector público, lo que está frenando aún más el crecimiento económico.
"La salida, que Krugman y Summers sugieren, es de alguna manera persuadir a los consumidores, las empresas y el gobierno a empezar a gastar masivamente.
"Pero, especialmente en el ambiente político actual, es obviamente más fácil decirlo que hacerlo".
Estas declaraciones reflejan con precisión el problema insoluble del capitalismo. Los gobiernos no tienen dinero para gastar; tampoco las familias trabajadoras, ya que tienen una montaña de deudas y se han enfrentado – y aún lo hacen – a una caída en los salarios reales. Y como hemos señalado en otras partes, las grandes empresas a nivel internacional poseen grandes cantidades de dinero ocioso – 700 mil millones en el Reino Unido; alrededor de 2 billones de dólares en EEUU y 2 billones de euros en la UE – que no invierten debido al exceso de capacidad y arsenales de materias primas existentes sin vender; en otras palabras, debido a la contradicción de la sobreproducción a escala mundial.
Al concluir su artículo, Krugman comenta que:
"En un sentido más amplio, si nuestra economía tiende persistentemente a la depresión, viviremos mucho tiempo según las reglas invertidas de la economía deprimida, donde la virtud es vicio y la prudencia, insensatez, y donde los esfuerzos por ahorrar más (incluidos los intentos de reducir los déficits presupuestarios) son perjudiciales para todos.
Ya sé que mucha gente aborrece este discurso. Ofende a su sentido de lo correcto, o para ser exactos, de la moralidad. Se supone que la economía consiste en tomar decisiones difíciles (a costa de los demás, naturalmente), y no en convencer a la gente de gastar más. Pero, como decía Summers, la crisis “no habrá acabado hasta que haya acabado” y la realidad económica es la que es. Y, al parecer, en este momento, es una realidad en la que las reglas de la depresión regirán aún mucho tiempo”.
Estamos de acuerdo con Krugman en que "la realidad económica es la que es". Pero la realidad es que se le ha pedido a personas comunes y corrientes que paguen una crisis que no provocaron – pagar completamente las deudas públicas a cambio de austeridad; a través de recortes de puestos de trabajo, de las pensiones y de los servicios públicos; y de ataques a sus niveles de vida. También hay un límite – no se puede exprimir sangre de una piedra. Y en cuanto a las grandes empresas, la realidad es que, bajo el capitalismo, no puedes "persuadir" a los capitalistas que inviertan – sólo lo harán si pueden obtener y generar beneficios.
Sin embargo, la solución salta a la vista: aprovechar la enorme riqueza que existe en la sociedad y ponerla al servicio público, sin fines de lucro; nacionalizar los bancos y los grandes monopolios y ponerlos bajo un plan racional y democrático de producción; para abolir la anarquía y el caos de la competencia y del mercado a través de la transformación socialista de la sociedad.
Esta es la única alternativa a una "depresión permanente"; a años de estancamiento económico; a décadas de crisis, austeridad y caída de los niveles de vida. Ésta – la alternativa socialista – es por la que luchan los marxistas de Socialist Appeal y de la Corriente Marxista Internacional en Gran Bretaña y a nivel internacional.

Adam Booth (Socialist Appeal-CMI Gran Bretaña)

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