sábado, abril 26, 2014

Adiós a K.S Karol



Se pueden contar con los dedos de una mano los cronistas y analistas de la historia comunista del siglo XX que se hayan situado desde el ángulo del rigor intelectual, pero entre ellos cabe mencionar al menos tres polacos: Isaas Deutscher, Rudyard Kapucinski y KS Karol...
... cuyo verdadero nombre era Karol Kewres (Lodz, Polonia, abril de 1924-10 de abril de 2014), reconocido periodista en Francia, especializada en la historia del Este, autor de varios libros importantes para analizar y comprender las contradicciones del comunismo. También estuvo ligado con la izquierda comunista italiana, compañero de la famosa intelectual comunista italiana Rossana Rossanda, con la que casó en 1963 cuanto ella era responsable de cultura del PCI y a la que siguió diez años más tarde en su ruptura por la izquierda siguiendo unos parámetros maoístas que luego abandonaran.
Comprometido con un enfoque marxista, comunista democrático, Karol tuvo sus simpatía y sus fobias pero nunca se confundió de campo. Fue un antianticomunista y un judío no sionista como su paisano Isaac Deutscher, pero nunca confundió sus posiciones con la guerra de propaganda, de ahí que tropezara con el maoísmo a pesar de sus simpatías iniciales hacia China y que tuviera sus problemas con Fidel. Siempre escapó de la clasificación de manera que sus artículos (publicados en Triunfo o Cuadernos para el Diálogo, y en los noventas en El País); tampoco fue un militante “disciplinado” del PCI, aunque tuvo que ser su propia compañera la que le advirtió que no era oro todo lo que relucía. Esto lo pudo comprobar cuando los echaron a todos por defender la libertad de Il Manifesto…
Era hijo de un comerciante judío instalada en Rostov, hasta que fue perjudicado por la Revolución de Octubre. Se marcharon a Polonia donde nació , Pero resultaba que la madre era una joven y brillante abogado de ideas socialistas. Criado en un ambiente librepensador, Karol se inclina precozmente hacia la izquierda con la ayuda de su hermano, militante comunista que le da a leer el soberbio compendio, El ABC del comunismo (hay una traducción castellana en la editorial Fontamara, Barcelona, 1977), obra de dos brillantes bolcheviques, Nikolai Bujarin y Eugene Preobrazhenski, de trágico destino bajo el estalinismo. Fascinado por la aventura soviética, toma parte del círculo de intelectuales animado por su compatriota, el profesor Stefan Wegner. Esta fascinación resultará mediatizada cuando, en 1939, Karol contempla como su país es invadido por órdenes de Stalin en connivencia con la Alemania nazi. Comprometidos con la resistencia a pesar de su corta edad, fue herido de gravedad en el ojo derecho durante los combates contra el ejército alemán.
Se traslada a la zona de hegemonía soviética, pero será deportado a Siberia por gentileza del NKVD. No obstante, se las arregla para escaparse y unirse a una tía que vive en Rostov. Políglota avezado, Karol prosigue en Moscú su educación secundaria antes de ser reclutado en las filas del Ejército Rojo. Entonces luchará a vida o muerte contra el ocupante nazi, hasta que consigue escapar a Londres al final de la guerra. Después de una breve experiencia diplomática, es apartado poor abogar a favor de posiciones reformistas, por su apoyo “al camarada Gomoulka”, pero finalmente, Karol se trasladó a Francia, donde, después de un tiempo trabajó como obrero en Grenoble, marcha a París para trabajar en la liberación en la Societe Generale. Sus simpatías por esta época van hacia la izquierda socialista, hacía personajes como Pierre Mendès-France, Aneurin Bevan y Lelio Basso, que rechazaban la “guerra fría” y trabajan por una “tercera vía” entre el capitalismo y el llamado socialismo real.
Aunque en el caso de K. S. Karol llegar al final haya supuesto llegar al principio, rescatar ese periodo entre los 15 y 22 años, que él vivió en la URSS, a donde fue deportado durante la segunda guerra mundial. Pero es también una explicación: por debajo de la pluma de este agudo comentarista no había sólo raciocinio o intuición. Karol, sencillamente, vivió allí. "No he sido nunca comunista ni alabé a Stalin, por lo tanto, no tengo que exculparme ahora como feroz anticomunista. No me gusta el Gobierno, pero no soy antisoviético, porque tengo amigos allí", añade
Nunca escondió su admiración por el combate de las URSS contra el nazismo o por las aspiraciones igualitarias de las revoluciones chinos y cubana. Su trabajado como periodista de investigación era indisociable de de su combate por la justicia social, pero esto no lo entendió nunca como “un hombre de partido”, y mucho menos como se entendía este concepto en el movimiento comunista internacional. Eso explica que sus libros de apoyo al maoísmo no fuesen nunca publicados en China ni apreciado por los m-l.
En una rueda de prensa se encuentra con Kruschev que le reprocha que estaba “con ellos”, con el imperialismo, a lo que Karol responde: “No, yo estoy por mis ideas”.
Su conocimiento "casi carnal" de los países del Este, le convierten en un periodista reconocido. Nacionalizada francés, hará rápidamente amistad con periodistas tan reputados como Serge Lafaurie y Jean Daniel. Con ellos compartirá su pasión por la política exterior y destacará por su posición en el anticolonial guerra de Argelia y un sentido del humor que él utiliza con talento para alegrar conferencias editoriales. También redactará las noticias sobre la guerra de Argelia donde, como en 1960, acompañó a Juan Daniel en una misión de la ONU para discutir con representantes de la resistencia argelina (GPRA). Por lo tanto se trata de seguir a sus amigos cuando en noviembre de 1964 se fundó Le Nouvel Observateur .
Jean Daniel entonces le otorgó su confianza con respecto a los países del Este y, en general, los regímenes comunistas. Al principio, se manifiesta un "comportamiento intransigente [...] en relación con el Elena Souchère de François Fejtő y Paul-Marie de la Gorce, "negándose a escribir" en la misma revista que ellos por su anticomunismo. Conseguir su desalojo, se puede establecer el tono del periódico sobre el régimen cubano y la revolución cultural china para el que se entusiasma.
Entrevistar a Chou En-Lai (26 de marzo 1965), publicó su versión de la Revolución Cultural en China de Mao: el otro comunismo (Siglo XXI, 1967). Defiende los méritos del maoísmo al que presente como diferente al estalinismo, subrayando detalles como que Mao ultimó la revolución en contra del dictado de Stalin. Este libro llegó pronto a las librerías y permitió una discusión inicial sobre el significado del cisma chino-soviético. El autor de estas líneas recuerda haber tomado parte en conferencias en base a su lectura con militantes diversos, algunos del grupo Unidad que acaba de crearse a través de una ruptura en el “Provincial” del PSUC. Por entonces, nadie tuvo nada que objetar a la obra de Karol, sin embargo, unos meses más tarde el grupo se constituía como marxista-leninista-pensamiento Mao Tse-Tung, editaba su propio “Libro Rojo”· y se constituía como PCE (i), termino que fue abandonado por “trotskista” para denominarse Partido del Trabajo.
Sus artículos en el Nouvel Observateur (entonces un referente de lo que acabaría siendo Triunfo bajo la égida de Eduardo Haro Teglen) y el diario Il Manifesto, escribe su voluminoso informe sobre la revolución cubana, Los Guerrilleros en el poder: el itinerario político de la revolución cubana (Siglo XXI, 1970). Analista apasionado y abierto, Karol no temía ni a la verdad ni a sus posibles contradicciones, sus artículos que aparecía traducidos aquí eran una fuente de conocimiento y reflexión siempre respetable y apasionante al margen de posibles discrepancias. Esta actitud le llevará a tropezar en diversas ocasiones con Jean Daniel en Le Nouvel Observateur, como será el caso en enero de 1974, que se un conflicto entre el apoyo de la revista Solzhenitsyn y la posición de Karol, que prefiere a los disidentes que defienden el socialismo como una conquista irrenunciable. La ruptura vendrá cuando la revista apoya a los llamados “nuevos filósofos”, un verdadero montaje de la Internacional del Gran Dinero, que ha hecho una apuesta por derechizar la cultura francesa y enterrar a Jean-Paul Sartre y todo lo que representaba.
Objetivo que consiguió sin la menor duda.
Karol nos ha dejado un testimonio palpitante de sus experiencias en obras como Solik. tribulations d'un jeune Polonais dans la Russie en guerre, Paris, Fayard, (coll. “Grands documents contemporains), 1983) o en el documental del Canal Historia: K.S.Karol, portrait d’un grand temoin du siècle. Entretiens. (4x60’) (2002). Realisation Pierre Beuchot. Production INA/histoire. Del libro existe una versión castellana: La nieve roja. K.S. Karol. Editorial: Alianza, Madrid, 1984
El título se refiere al apodo que recibió K. S. Karol de sus compañeros en el instituto de Rostov durante los años que permaneció en la URSS en guerra, que tiene una traducción aproximada de pequeño salado, según él, a causa de los comentarios críticos que hacía de las situaciones que vivía entonces. A los 16 años, el joven polaco ejercía ya esa capacidad de análisis que lo llevó a convertirse más tarde en uno de los más conocidos comentaristas políticos sobre los países del Este en Occidente."Mi nombre, Karol, significa rey en ruso. Era un poco difícil para ellos llamarme por ese nombre, particularmente en una escuela soviética. Es por eso que decidieron darme un sobrenombre y llamarme Solik. Con mis comentarios no pretendía situarme como un opositor en el instituto, pero había que considerar que yo venía de una escuela privada mucho mejor que aquélla en Polonia. Aunque tal vez tuvieron alguna otra razón que ignoro para ponerme ese apodo", manifestó.
K. S. Karol empezó a escribir este libro hace unos cuatro años. "Seguía trabajando como periodista y eso no me permitía un trabajo continuo en el libro. Lo empecé antes de la huelga de Danzig, y yo tenía que escribir sobre todos los países del Este. En ese período, Breznev tuvo el mal gusto de morir, Suslov también murió, sin hablar del gran golpe de Estado en Polonia, y esto hizo del tiempo en que escribía el libro una etapa más turbulenta que lo que tenía previsto".
Entre otras cosas confiesa: "Yo tuve la intención e escribí este libro desde el tiempo en que estaba en la escuela porque era un joven en un mundo distinto que sentía la necesidad de contar cuál había sido mi experiencia cuando regresara a Polonia. No tomé nunca notas ni apuntes entonces. Además, en todos los libros que escribí antes de éste hacía constantes alusiones autobiográficas referidas a mis peripecias de esta época en la URSS No había tenido tiempo de poner todo este material en orden y además no había decidido cómo contar esto 40 años después"."Podía hacer una reflexión sobre estos años de fuego o podía tratar de retratar cómo este joven reaccionó en ese momento. Opté por lo segundo porque no quería recurrir a ninguna documentación, con la dificultad de poder parecer un poco ingenuo, pero en realidad me parece más bien autoirónico. He querido escribir esta vida sin proyectarla sobre los grandes problemas. Por otro lado, la vida privada tenía un papel muy grande en esos años".
"A cierta edad uno tiene la tendencia de reflexionar sobre lo que sucedió", añade el escritor. "Además, a decir verdad, tenía la preocupación de que le gente sabe muy poco sobre la URSS. Se tiende a la interpretación maniquea: o un infierno o un paraíso. En mis recuerdos existen períodos infernales y períodos paradisíacos, todos vividos en el mismo país. Todo depende de dónde se encuentra uno y por qué razones. Los tiempos eran duros, pero existía un sentido de la amistad. Como éramos jóvenes teníamos problemas de amor, sin los que ese universo se hubiera hecho completamente incomprensible. El amor tenía un enorme papel en nuestra vida, sobre todo teniendo en cuenta que éramos jóvenes alejados de nuestras familias en plena guerra".
Sería lamentable que este olvido no fuese reparado por el personal estudioso que necesita conocer la historia del comunismo para situarse ante todo los desafíos del presente.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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